por Juan de Marsilio
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En el gorrión y la perla, Mario Mele (Paysandú, 1954) pulsa su cuerda más grave y profunda, la del amor que se resiste a irse, pese a la ausencia de la amada, ausencia que bien pudiera ser distancia física o temporal, ruptura, olvido e incluso la misma muerte, pero en la que la ausencia se resuelve en un modo de presencia mucha más profundo, indesarraigable. Y esto último, en buena medida, por decisión del amante, como puede leerse al final del sexto fragmento de, “cuando se alarga la noche” segunda sección del libro: “yo jamás te daré mi olvido”.
Bella cosa, para empezar, es que el poeta dedique el libro a su madre. En la primera sección, que da título al libro, el poeta dialoga con un cuadro, La joven de la perla, de Vermeer. El cuarto poema de la sección dice bien el dolor del tiempo de amar, siempre hasta cierto punto desaprovechado:
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Ver tus labios por el cuadro
enmarcado en negro,
suspirando el nombre
de horas perdidas
de besos que andan
por los muros de la
casa, la luna que cae
con las manos atadas
en una perla de la vida
oscura, fría y blanca,
no supe robarte de la noche
un abrazo más.
Los textos de “el roce de la luna”, sección que cierra el libro, retoman con mayor desgarro el tema y el tono de la primera, y que todo amor presente nos recuerda, no sin cierta amargura, los amores perdidos:
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Dormir mirando al techo,
que se nos cae con
las miradas que no nos dimos.
Donde cuelgan los sueños
y el último recuerdo
golpeó anoche
a eso de las cuatro,
la penúltima mujer
buscando la taza
del último café.
La diagramación, a cargo de Claudio de los Santos, es elegante, sobria y eficaz. Especialmente acertado es el juego con el cuadro de Vermeer ya mencionado, en tapa y contratapa. Mele ha publicado varios poemarios, entre ellos Los ojos del cuarto (1998), La camena (1999), Café negro (2003), El perro sin cola (2011) y El bar de las mesas vacías (2022).
EL GORRIÓN Y LA PERLA, de Mario Mele. La casa del río, 2025. Salto, 82 págs.