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Una antología para Jorge Abbondanza

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Jorge Abbondanza

Textos periodísticos en tres tomos

Acaba de llegar a librerías una selección de textos de Jorge Abbondanza, para disfrutar del mayor formador de públicos en cultura del Uruguay contemporáneo.

No ha pasado un año de la desaparición física de Jorge Abbondanza cuando el lector uruguayo ya dispone de una enjundiosa recopilación de sus notas periodísticas en tres tomos, tapas duras, con casi 1.500 páginas, y que reúne apenas el 10% de su producción. O sea que la edición de su Obra Completa, una tarea que queda para el futuro, alcanzaría las 15 mil páginas.

La selección de un grupo representativo de textos que cubra todas sus épocas e intereses recayó en el plástico y ensayista Oscar Larroca. No fue una tarea menor dada la vastedad del material, ni por el desafío simbólico de poner sus ideas a disposición de las nuevas generaciones de lectores y periodistas. Abbondanza fue, con sus notas, quizá el mayor formador de públicos que tuvo Uruguay en artes, cultura, patrimonio, historia, teatro, cine, artes plásticas, como también en política y medioambiente, siempre con un sentido crítico, actitud que fue moderando con los años. Su visión ciudadana de la cultura era justo eso, una labor didáctica dirigida a sus iguales. Escribe Guillermo Zapiola en un prólogo del tercer tomo que “no fue un intelectual de elites, sino un individuo que escribía claro y directo (la escuela de Alsina Thevenet, mejorada por la elegancia de Emir Rodríguez Monegal) y se hacía entender y enseñaba algo en casi todo lo que escribía”. Sobre todo con énfasis en las artes y en la labor de los artistas, aunque teniendo claro que “el arte mismo no es ‘imprescindible’” señala el argentino Luis Brandoni en un prólogo del segundo tomo, “pero sí es muy necesario para la serenidad de espíritu de la gente. Críticos como Abbondanza construyeron un puente fundamental entre el arte y esa necesidad de bienestar”.

Comenzó a escribir muy joven, a los 17 años, en el diario El Bien Público, luego en el semanario El Ciudadano, hasta que llamó la atención de Homero Alsina Thevenet, quien lo invitó a escribir en El País en 1965, donde iniciaría su larga trayectoria hasta el siglo XXI. Que fue acompañada por su doble condición de crítico y artista visual. Sus obras en cerámica, realizadas junto a su pareja Enrique Silveira (gran promotor además de esta recopilación) se encuentran hoy en prestigiosas colecciones públicas y privadas de Uruguay y el extranjero.

Prestar el estilo

Lo que seducía de la prosa de Abbondanza era esa combinación de agudeza y elegancia. Cierta vez, cuando con el equipo de El País Cultural se trasladaba desde el apartamento de Plaza Cagancha hasta la redacción del diario en calle Zelmar Michelini (entonces Cuareim), para dar el último vistazo al suplemento antes de que marchara a imprenta (una sana obsesión de HAT), siempre coincidíamos con el equipo de Espectáculos liderado por Abbondanza. Él, desde su computadora, levantaba la mirada y con un gesto cortés, pícaro, nos hacía una leve reverencia. Elvio Gandolfo pasó a su lado y en tono confianzudo le dijo “¿te puedo robar el estilo?” De inmediato Jorge dio un saltito y agregó jocoso “¡Se presta, se presta!”, para carcajada de todos los concurrentes. Lo que supo prestar siempre, con enorme generosidad, fue su inigualable capacidad de gestor de vínculos, de conectar tal pedido con la persona justa, de aclarar una idea para que el interlocutor confundido pudiera seguir avanzando. Lo hizo con esa actitud cristalina y ciudadana de profundo respeto por el otro, radicalmente humana, así fuera un simple lector al teléfono, un viejo colega que buscaba orientación, o un compañero acosado por la enfermedad que necesitaba del aliento (es el caso de este cronista, que recibió durante un largo tratamiento oncológico sus llamadas periódicas, siempre energizantes). No es casualidad que fuera artífice del retorno de Homero Alsina Thevenet de Argentina para liderar El País Cultural, una idea de suplemento que había cuajado en conversaciones previas en el escritorio del arquitecto Eduardo Scheck.

Pero había algo más en ese estilo de escritura elegante y era su sonoridad, su armonía, que llegaba al oído del lector como música finamente ejecutada, envolviendo con el tono justo, la afinación precisa, sin excesos o giros lingüísticos que enturbien la comunicación, incluso con el lector más apurado. Se informaba con tal o cual libro o catálogo de arte, deglutía la información necesaria, y luego la volcaba en un acto único de creación sin haber elaborado un plan de escritura. Eso es arte, y revela la integridad del ejecutor. Cuenta Enrique Silveira al comienzo de esta recopilación que “Jorge jamás hacía un borrador para sus notas; iba directo al tema que tenía previsto y lo desarrollaba a medida que su lápiz en mano corría sobre el papel. Con esa memoria asombrosa y ese talento privilegiado hacía su trabajo”, para agregar: “su autor preferido era Marcel Proust. Muy a menudo le gustaba recitar en italiano: recordaba estrofas completas de Dante, versos de Antonio Machado, de Santa Teresa, de Garcilaso, de Gabriela Mistral, de Delmira, de Juana de Ibarbourou... en esas nuestras mañanas que se truncaron. ¡Dios!”

La selección

Esta edición de textos se titula Jorge Abbondanza, Después del estreno, y lleva como subtítulo “Una selección de textos críticos publicados entre 1965 y 2014”. El Tomo I contiene las notas sobre cine y artes visuales, el Tomo II sobre crítica, política y medio ambiente, y el Tomo III sobre artes, cultura, patrimonio, historia y teatro. Los textos fueron tomados en su mayoría de entre los publicados en la sección Espectáculos del diario El País, como también de El País Cultural o de otros suplementos del diario, o críticas publicadas en Cinemateca Revista, catálogos de exposiciones y prólogos para libros de arte de terceros.

De los varios prólogos que tiene esta edición, cabe destacar el del compilador Oscar Larroca por su equilibrio para ilustrar la razón y el deseo detrás de una vocación, como también de las diversas etapas y polémicas vividas por Abbondanza. Ya retirado de los medios, hecho que ocurrió de forma gradual debido a una maculopatía severa, se confesó conmovido por cómo la opinión pública crucificó a ese gran actor que es Kevin Spacey, víctima de algo “que es peor que el maccartismo, que llegó, dominó y desapareció”, para agregar que en realidad “el puritanismo nunca muere”.

A la otra punta de su producción vital, a su vez, refiere el título de esta selección, Después del estreno, porque entonces Abbondanza junto a otros notorios colegas iban a ver los estrenos de cine o de teatro, escribían la crítica en las horas siguientes a dicho estreno, y la misma salía publicada al día siguiente de la función. Tarea que tenía en vilo a los actores de teatro, por ejemplo, que a veces aguardaban toda la noche en el café para leer la crítica apenas el diario llegaba a los kioscos en las primeras horas de la mañana. Tarea madrugadora a la cual se abocó Luis Brandoni junto a otros actores argentinos cuando estrenaban en Montevideo, arribando de mañana al café Sorocabana de Plaza Cagancha, porque “más allá de la ansiedad por estar al tanto de sus opiniones, aquellas lecturas siempre resultaron un placer”, relata el actor argentino. “Y agrego algo muy importante: Abbondanza no solo tenía sobradas credenciales para hablar del texto autoral y de los rubros técnicos, sino que hablaba de nuestro desempeño como actores; el leit motiv fundamental y central de nuestra disciplina: una de las pocas tareas artesanales que todavía quedan en el mundo”.

Menos placentero resultó para Abbondanza lidiar con la censura en dictadura, o con la creciente violencia de los artistas que respondían mal a sus críticas, hecho que lo fue alejando de a poco de esta tarea.

Los textos

Nadie habla mejor de un autor que sus propios escritos. Cabe citar algunos de esta selección.

Comenzar una nota en foco es la clave para atrapar al lector. Va aquí el primer párrafo de la reseña de la película La caída (2004), sobre los últimos días de Hitler, con una prosa llena de evocaciones y relaciones: “El cabo austríaco del bigotito, el amante obsesivo de los dramas musicales de Richard Wagner tuvo el final operístico que correspondía a sus delirios y murió en medio de un cataclismo, mientras Berlín se despedazaba bajo las bombas. Por debajo de ese infierno, él junto a su flamante mujer se suicidaba rodeado por el silencio de una catacumba. Porque Adolfo Hitler, luego del desastre militar de su última ofensiva contra los norteamericanos en la frontera belga, se había encerrado desde el 15 de enero de 1945 en el subterráneo de la Cancillería berlinesa. Allí vivió, comió y durmió durante tres meses y medio, enterrado en una anticipación sepulcral, convirtiendo al famoso búnker en el marco de su despedida de este mundo, que se consumó finalmente el 30 de abril. En ese escenario alucinante —un sótano de dos pisos con muros colosales a prueba de bombas— Hitler mantuvo la rutina diaria de sus ocupaciones y sus estrictos horarios, y hasta allí baja ahora esta película para contar al espectador de hoy cómo agonizó y cómo murió el mayor megalómano del siglo XX”.

Anticipando el estreno de la película Memorias de una geisha, que sucedería unos días después, el 13 de enero de 2006, Abbondanza aprovecha para señalar aspectos de la labor actoral de la actriz china protagonista, Gong Li, quien además había estado en Montevideo un mes antes filmando junto a Colin Farrell una película secuela de la serie Vicio en Miami: “Interesa señalar que Gong Li había debutado en cine en 1987 con Sorgo Rojo de Zhang Yimou, cuando todavía no había terminado sus estudios en el conservatorio de Beijing, y que de allí en adelante no solo se convirtió por unos años en la mujer de Zhang, sino en una luminaria ascendente, por dos razones que corresponde agregar: la primera es un rostro, una máscara de fotogenia superior que no parece responder al pudor emocional y al gesto impenetrable de las actrices del lejano oriente, sino que refleja los sentimientos con similar transparencia a la de sus colegas occidentales, lo cual explica en parte su notoriedad internacional. La segunda razón es su enérgica presencia ante las cámaras, determinada por un porte dominante que la convierte desde que aparece en un imán para el clima dramático de sus películas. (...) Pero además es una diva, revestida de la afectación y la aureola que corresponde a esas personalidades femeninas que trascienden el simple terreno del talento para agregarle el magnetismo de su estilo”.

Como un talentoso del obituario, a su vez, supo despedir a muchos sin perder el tono didáctico. En el caso del artista plástico Manuel Espínola Gómez (1921-2003), explica un proceso clave que permite comprender cómo se consolida una obra de arte en el imaginario de una comunidad. Es decir, la relación psicológica entre la mente del artista, la obra de arte y lo que ocurre en la cabeza del espectador. Toma como ejemplo unas témperas abstractas: “... mantienen la vibración de su factura y unas transparencias muy dinámicas, cuyos espatulazos negros cuadriculan el fondo gris o enmarcan un abanico de rayas blancas, conservando el nervio del trazo y un ritmo siempre apremiado. Los estados de espíritu del artista se reflejan en esta sintaxis replegada, en la secreta emoción del empleo del color, en la dramaticidad de los signos que inscribe, en la tensión que trasmiten. Pero lo que reposa en el fondo de esas obras (y que parece difícil atribuir por completo a la voluntad del pintor, sino más bien a un inconsciente empeñado en salir a flote) es la calidad hipnótica de que se cargan ciertos trabajos donde no imperan formas realistas y donde sin embargo el contemplador reconoce la propuesta como si fuera algo propio, algo íntimo e imponderable”.

Siempre señaló que el arte y la cultura en Uruguay la remaron a contracorriente. Abordó esta realidad en varias oportunidades con un claro sentido de denuncia, pues entendía que había una clara falta de voluntad política. Escribía en 2007:_“Este país nunca ha tenido una política cultural digna de tal nombre. Porque esa definición exige un concepto totalizador de la cultura como herramienta social, un enfoque rigurosamente estructurado de cómo plantearla y sostenerla para poder llevarla adelante, un conocimiento de sus dificultades, exigencias, entretelones, para elaborar así un proyecto capaz de mantener con vida las iniciativas valiosas, rescatar las que se han perdido y sumar a ellas las que se necesite incorporar”.

Cabe agregar un dato no menor de esta edición: el cuidado trabajo de diseño de Rodolfo Fuentes. No sólo en la atención del detalle, sino en el conjunto de la propuesta. Así, el libro objeto cae sutil, placentero, en el regazo del lector.

JORGE ABBONDANZA, Después del estreno. Una selección de textos críticos publicados entre 1965 y 2014. Compilados por Óscar Larroca. Ediciones de la Plaza, 2021. Montevideo. Tomos I, II y III de 432, 424 y 424 páginas respectivamente.

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