Un olvidado hombre del aire

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Eduardo Stilman

LOS NAZIS ACUÑARON el término Luftmenschen, "seres humanos del aire", "hombres que viven en el aire" para definir a los individuos que no arraigan, que no tienen los pies en la tierra. La designación (maravillosamente halagüeña, según George Steiner) incluye al cosmopolita, variante lujosa del apátrida, y a quienes se resisten a matar o dejarse matar por una bandera, y no se embanderan. Stefan Zweig, el gran escritor austríaco que se suicidó en Brasil en 1942, fue uno de estos hombres, por vocación y porque no le dejaron otro camino. "Estoy, como rara vez lo ha estado hombre alguno en todo tiempo, cabalmente desprendido de todas las raíces y aun de la tierra que tales raíces nutría. Nací en un grande y poderoso Imperio, en la monarquía de los Habsburgo; pero no se lo busque en los mapas: ha sido borrado sin dejar rastro. Me he educado en Viena, y he tenido que huir de ella como un criminal antes de que la degradaran a la condición de ciudad de provincia alemana. Mi obra literaria ha sido reducida a cenizas en el idioma en que fue escrita, en ese mismo país donde mis libros conquistaron la amistad de millones de lectores. Así es que ya no pertenezco a ninguna parte, que soy extraño y, a lo sumo, huésped, doquiera".

Patriota del universo, ciudadano de la "santa Europa" por vocación, apátrida indocumentado por obra de los nazis, nostálgico de un mundo que había muerto con su amada Viena para ser reemplazado por otro en el que no se avizoraba más que bestialidad triunfante, este hombre cuyos libros habían sido traducidos a casi cincuenta idiomas, de cuya amistad se enorgullecieron Freud (que lo comparaba con Dostoyevski), Einstein, Joyce, Dali, Gabriela Mistral, Artaud, Romain Rolland, Gorki, Rilke, Rodin, Toscanini, Valery, Schnitzler, Anatole France, Pirandello, H. G. Wells, el conde de Keyserling, Roger Martin du Gard, Jules Romains, Duhamel, Jacob Wassermann, Emil Ludwig, Franz Werfel, Scholem Asch, Ravel, Richard Strauss, Bela Bartok, y Alban Berg, decidió un día de 1942 huir del triunfo, y aun de la derrota, de los nazis, y se hundió con su mujer en el sueño eterno que proporcionan las sobredosis de barbitúricos.

No sólo renunció (como diría Borges) a todas sus futuras auroras: hizo así, también, caso omiso de su omisión en los cánones de Harold Bloom y de las inepcias del profesor Rodolfo Modern en su Historia de la literatura alemana. Y dio lugar a la ira y la consternación de su amigo Thomas Mann, quien criticó su suicidio como "una negligencia en el cumplimiento de su deber, un desdén egoísta de sus contemporáneos que daría ventaja al enemigo. (...) ¿Podía él regalar al enemigo mortal la gloria de que otra vez uno de nosotros se hubiera rendido, declarado su quiebra y se suicidara? Él era tan individualista como para no preocuparse por ello." Más tarde, Mann, arrepentido, escribió: "Nunca fue llevada una fama mundial como la suya con tanta modestia. ¿Y acaso no se habían suicidado ya Kurt Tucholsky, Ernst Toller, Walter Hasenclever, Joseph Roth y Walter Benjamin?"

El suicidio del escritor más famoso de la época conmovió a la comunidad intelectual mundial y lastimó a millones de lectores. Autor de espléndidas biografías, novelas y ensayos cuya excelencia radica —hoy como siempre— en una ultralegibilidad basada en la maestría, no en la superficialidad ni en el grotesco, mucho menos en los cebos que proponen las modas, este gran amigo de Freud (fue, con Ernest Jones, quien despidió los restos del psicoanalista en 1939) desnudó en tensas narraciones que en otras manos se hubiesen convertidos en melodramas, el mundo que se ocultaba tras la fachada del mundo de la alta burguesía europea, al que el mismo pertenecía, y comprendió el alma femenina "casi tan bien como el psicoanalista vienés", según Stephen Spender. Esta interiorización y comprensión del personaje la extendía a quienes fueron motivo de sus biografías, en las que se mostró como "el atrevido pero devoto admirador del genio, cuyo misterio he arrancado como una flor, mas sólo para comprenderlo y amarlo con un afecto más íntimo y profundo".

LOS PARAÍSOS PERDIDOS. Nacido en Viena el 28 de noviembre de 1881, era el hijo menor de Moritz Zweig, un rico fabricante de telas judío, e Ida Brettauer, proveniente de una familia de banqueros italianos. Los Zweig estaban completamente asimilados a la cultura austríaco-germánica, en un momento histórico en que la burguesía judía pudiente se había hecho cargo de la protección y el estímulo de las artes en Viena, papel protagónico que la decadencia de la nobleza había dejado vacante. Al hacerse cargo su hermano mayor de los negocios de la familia, Stefan quedó en libertad para decidir su futuro: estudió lenguas, filosofía e historia en la Universidad de Viena, y en Francia y Alemania.

En El mundo de ayer, apasionante libro de memorias que escribió durante los últimos dos años de su vida, Zweig recuerda los años previos a la Primera Guerra Mundial, como la "Edad Dorada de la Seguridad", la época en que todo estaba garantizado, en que "el ser humano todavía se componía de cuerpo y alma, no de cuerpo, alma y pasaporte. (...) El verbo aún tenía poder entonces. Todavía no lo había asfixiado la mentira organizada: la "propaganda"; todavía los hombres atendían a la palabra escrita y la esperaban. Mientras en el año 1939 ninguna manifestación de un escritor ni en favor del bien ni en favor del mal, provocaba el mínimo efecto. (...) Hoy, después de haber sido destrozado ya por la gran tormenta hace tiempo, sabemos definitivamente que aquel mundo fue una fantasmagoría".

Zweig detestaba los nacionalismos, soñó proféticamente con una Europa unificada, democrática, bajo un gobierno único, y mitificó a la edénica, civilizada, Viena de los Habsburgo y de preguerra: "Difícilmente", escribió, "haya una ciudad europea donde la aspiración a la cultura fuera más apasionada que en Viena. Esto era precisamente porque, después de tantos siglos, la monarquía, y Austria misma, no tenían ambición política o militar, y el orgullo patriótico estaba fuertemente unido al logro de supremacía artística". Esa Viena —creía Zweig— era profundamente civilizada porque era política y militarmente impotente, y los valores en ella reinantes contrastaban con los de su poderoso vecino, Alemania, que contemplaba a los vieneses con malicia y desdén, mientras los vieneses sólo les devolvían desprecio.

En 1902 publicó su primera colaboración en Neue Freie Presse, cuyo director literario era Theodor Herzl, fundador del sionismo. Se hizo amigo de Herzl, pero no le atrajo el movimiento sionista. En 1904 obtuvo su doctorado en Viena y coronó sus estudios con una tesis sobre Hipólito Taine. Casi en el acto comenzó a publicar sus artículos en diversos periódicos, y viajó a París y a Londres. Tradujo a Verlaine, Baudelaire, Keats, William Morris, William Blake, y al belga Emile Verhaeren. Su primer libro de poemas, Cuerdas de plata, de 1901, registra marcada influencia de von Hofmannsthal y del que sería uno de sus mejores amigos: Rainer Maria Rilke.

Recorrió mundo; llamaba a sus viajes "rodeos en el camino hacia mí mismo". En 1906 estuvo en Italia, España y Londres. Entre 1908 y 1909, en India, Ceilán, Burma e Indochina. En 1910 publicó una edición en dos tomos de traducciones de Verhaeren. En 1911 viajó a los Estados Unidos, Canadá, Cuba y Puerto Rico. En 1912 escribió y estrenó en Viena su segunda tragedia, La casa junto al mar (1912), que dramatiza la guerra revolucionaria norteamericana; la primera, Tersites (1907), escrita en verso blanco, había pasado sin pena ni gloria. A este período pertenecen, también, sus narraciones iniciales.

Coleccionaba autógrafos y originales: a los quince años detuvo a Brahms en la calle para pedirle su firma. Hasta sus últimos días lo acompañó el mejor dibujo a lápiz de William Blake, el "retrato visionario" del Rey Juan, que había comprado en Londres. Durante años, iría dejando en los caminos del destierro su magnífica colección: galeradas corregidas por Balzac, música anotada por Mozart, cartas de Lewis Carroll, y los tesoros obsequiados por sus amigos: Romain Rolland le regaló los originales de un tomo de Juan Cristóbal; Rilke, su obra más popular, Los cantos de amor y de muerte; Paul Claudel, su Anuncio a María; Gorki, borradores y un dibujo; Freud, uno de sus tratados. Su generosidad era proverbial e inclaudicable. Hermann Kesten cuenta: "Antes de la guerra dos escritores alemanes en el exilio estábamos sentados en un restaurante de París." "¿Qué tal está Ernst Weiss?", preguntó Zweig. "Mal, dije yo, Weiss no tiene dinero." Otro día fui a las Tullerías a pasear y me encontré casualmente a Ernst Weiss. "Ayer me visitó Zweig", me contó. "Vino a pie, subió hasta mi buhardilla en el sexto piso y me obligó a leerle fragmentos de mi nueva novela. Entonces me regaló 8000 francos." "De eso puede vivir dos o tres meses", le dije. "Sí" contestó Weiss. "Pero ¿ha leído la novela de Zweig? Sólo plagios. He encontrado en Zweig, un poco estropeado, claro, uno de los personajes de mi novela sobre la inflación." "¿Le ha contado esto a Zweig?" "Naturalmente. Se rió y me aconsejó escribirle si volvía a necesitar dinero." "Lo haré", le dije. "Se rió. Es rico. Tiene éxito. Es un hijo de la fortuna."

EL SOLDADO DEL MUNDO. En 1912 se enamoró de la alta y rubia escritora Friederike Maria Burger von Winternitz (1882-1971), casada y madre de dos hijos, que le había escrito por primera vez en 1901, en carácter de fanática lectora. No se unieron hasta 1920, cuando ella obtuvo su divorcio. La vida espiritual de Zweig fue enriquecida por su amistad con el poeta belga Emile Verhaeren y el francés Romain Rolland, a quien conoció en 1913. La reputación de Zweig como escritor, abogado de la hermandad universal y pacifista a toda prueba creció a ritmo constante, y en 1914 el estallido de la Primera Guerra Mundial puso a prueba sus principios. El llamado a las armas lo tomó por sorpresa en Bélgica: volvió de inmediato a su país, sin participar de "aquella embriaguez repentina de patriotismo. Había vivido demasiado tiempo como un cosmopolita para ser capaz de odiar, de la noche a la mañana, a un mundo que era tan mío como mi patria."

En Viena, fue declarado inapto para la vida militar activa y asignado a la Sección Archivos del Ministerio de Guerra. "Reconozco honestamente que no era una actividad muy gloriosa, pero me pareció más adecuada que la de perforar con una bayoneta los intestinos de un campesino ruso. Ese servicio no muy agotador, me dejaba tiempo para otra tarea que entonces consideraba como la más importante: la obra en favor del entendimiento futuro. (...) Me había jurado —un juramento que seguí cumpliendo en 1940— no escribir jamás una palabra que enalteciese la guerra y denigrase a otra nación." Entre 1916 y 1917 vivió con Friederike en las cercanías de Viena, empeñado en librar, dentro de la guerra, su batalla personal: "la lucha contra la traición a la razón en favor de la momentánea pasión de la masa". Su pacifismo no lo hacía confiable al Ministerio de Guerra, que en 1917, alegremente le concedió licencia para que viajara a Suiza para asistir al estreno en Zurich de su obra antibelicista Jeremías, de la cual ya se habían vendido miles de ejemplares: la representación fue un éxito y su estadía proyectada para un par de meses se convirtió en otra de año y medio. "Jeremías", o "El viejo Jeremías" fue el apodo con que muchos se refirieron peyorativamente a él desde esa época.

En Zurich volvió a encontrarse con Romain Rolland, Herman Hesse y otros pacifistas, en un ambiente saturado de emigrados, desterrados, espías y agentes secretos. "La sirvienta que vaciaba la papelera, la telefonista, el camarero que nos servía la mesa, estaban al servicio de una potencia beligerante, y, no pocas veces, al servicio de ambas. Abrían los baúles de modo misterioso, sacaban fotografías de papeles secantes, sustraían cartas; mujeres elegantes le sonreían a uno insistentemente en los vestíbulos de los hoteles; pacifistas extrañamente diligentes, de quienes nunca se había oído hablar, se presentaban de repente y lo invitaban a firmar proclamas o solicitaban hipócritamente las direcciones de amigos ’dignos de confianza’". Pero los hombres de este mundo fantástico que más conmovían a Zweig, como si le proporcionaran un anticipo de su propio destino, eran "los sin patria": Conoció a James Joyce, que estaba escribiendo el Ulises, y le dijo: "Quisiera un idioma que estuviese por encima de los idiomas, un lenguaje al que sirviesen todos. No puedo expresarme perfectamente en inglés sin sentirme involucrado en una traición."

Estrechó contacto con esos hombres del aire, y decidió luchar más activamente, pero no públicamente, por la fraternidad espiritual. "Cobré conciencia de que una actitud meramente pasiva y negarse a participar en aquellas injurias rabiosas contra el enemigo no era suficiente. Al fin y al cabo, uno era escritor, dueño de la palabra." Escribió un artículo titulado A mis amigos en tierra enemiga, donde expresaba que guardaría fidelidad a todos los amigos del extranjero, aunque momentáneamente le resultase imposible establecer contacto con ellos.

HITLER ESCRIBE, MUSSOLINI LEE. Al terminar la guerra, Zweig regresó a Austria, pero decidió no residir en Viena. Durante el conflicto había comprado un castillo en las colinas que rodean Salzburgo. Desde este escenario barroco podía avistarse, en los días más claros, la villa de Berchtesgaden, en Alemania, donde Hitler tendría en poco tiempo su casa de montaña, y en cuyo Platterhof Hotel se alojaría con el nombre de Wolf, y escribiría parte de Mi lucha. Zweig y Friederike se establecieron en Salzburgo en 1919, y los tres lustros pasados allí serían el período más productivo de su vida. Los primeros tres años de la postguerra los pasó casi recluido en la residencia; su primer viaje lo llevó a Verona, la ciudad en cuyo homenaje fue bautizado Veronal el somnífero que lo mataría. En las décadas del 20 y del 30 llegó a ser el autor más traducido de su época: fue editado en Braille, en finés, en noruego; entre sus fervorosos lectores se contaba Benito Mussolini, gracias a lo cual, a pedido de una amiga italiana, y por mera vía epistolar, Zweig obtuvo la libertad de un preso político.

En pocos años, Zweig logró crear lo que para un escritor constituye "la especie más preciosa del éxito: una comunidad, un grupo fiel de personas, que esperaba cada nuevo libro, que lo compraba, que tenía confianza en el autor, confianza que el autor no debía defraudar. Lo más notable en mi vida personal fué que en aquellos años llegó a mi casa un huésped que se instaló en ella con benevolencia, un huésped al que nunca había esperado: el éxito."

Su primer libro después de Jeremías fue la trilogía Tres maestros (1920), sobre Dickens, Balzac y Dostoievsky, primer tomo de la serie Constructores del Mundo. Tipología del Espíritu. En 1921 publicó su biografía de Romain Rolland. Si sus biografías se destacaban por dar cuenta en un tono narrativo cautivador de las vidas de los hombres y mujeres que había escogido como biógrafo, sus novelas, breves, condensadas, intensas (en una época en que la novela estaba adquiriendo dimensiones colosales) eran notables por su penetración psicológica y construían mundos en que la tensión solía rozar las fronteras del melodrama, sin jamás caer en él, ni en el patetismo. Carta de una desconocida y Amok (1922) adquirieron una popularidad tan grande y autónoma, que algunos críticos (como Stephen Spender) todavía hoy no pueden controlar su resentimiento: las novelas de Zweig fueron dramatizadas, recitadas, llevadas a la pantalla. Entre sus títulos se cuentan Los ojos del hermano eterno, Ardiente secreto, Leporella, Conflictos, Veinticuatro horas en la vida de una mujer.

En 1924 publicó una selección de sus traducciones, la obra de Verlaine, y una colección de sus propios poemas; en 1925 La lucha contra el demonio (ensayos sobre Hölderlin, Kleist y Nietzsche). En 1926, estrenó en el Teatro de la Corte de Dresde Volpone, adaptación de la obra de Ben Jonson, que se convirtió en su mayor éxito en el escenario y fue representada en todo el mundo (en Nueva York por el Theatre Guild, con Alfred Lunt). Momentos estelares de la humanidad. Cinco miniaturas históricas, de 1927, que contiene una serie de visiones de cruciales momentos históricos, vendió en poco tiempo 250.000 ejemplares. El mismo año apareció en la Unión Soviética una edición de sus obras: con la mayor humildad, Máximo Gorki le pidió permiso para prologarla. En 1928 aparecieron sus retratos de Casanova, Stendhal y Dostoievsky, mientras Erwin Rieger publicaba en Berlín la primera biografía del propio escritor. Cuando viajó a la Unión Soviética, invitado a los festejos del centenario de Tolstoi, lo entusiasmaron los logros de la revolución, pero en 1930 visitó a Gorki en un balneario italiano y supo de los aprietos de muchos escritores soviéticos, lo que lo distanció del régimen. En 1929 publicó la biografía de Fouché, en 1931 La curación por el espíritu, trilogía que une las figuras de Mesmer, Mary Baker-Eddy y Sigmund Freud; éste, a pesar de su cariño y admiración por Zweig, se sintió disgustado por la compañía en que el libro lo expone. En 1932 publicó María Antonieta.

HUÍDA PÁNICA. En enero de 1933 Hitler ocupó el cargo de canciller, en febrero se produjo el incendio del Reichstag, Goering dio rienda suelta a sus hordas, y pronto el mundo supo que en Alemania existían campos de concentración en tiempos de paz, y que en plena calle o en mazmorras los nazis daban muerte a seres inocentes prescindiendo de jueces y formalidades. Desde la altura de su residencia Zweig vio aparecer los primeros fugitivos, que de noche escalaban las alturas de Salzburgo y cruzaban a nado el riachuelo limítrofe. "Con ellos", cuenta, "había comenzado la huída pánica ante la inhumanidad, que luego se desparramó sobre el mundo entero." El 10 de mayo de aquel año, los libros de Zweig, junto con los de otros escritores, fueron etiquetados como "literatura judía degenerada" y quemados públicamente en hogueras por los nazis. No obstante, y aunque nunca dejó de fustigar al nazismo en sus escritos, Zweig jamás participó en una actividad organizada extraliteraria contra los nazis: "hacerlo —sostenía— significaría permitir que el nazismo dictara su discurso." En 1934 la policía allanó su casa austríaca "en busca de armas." Mientras su esposa optaba por no acompañarlo, Zweig viajó a Londres, donde visitó a su amigo Freud y se dedicó a trabajar en la biografía de María Estuardo, que aparecería el año siguiente, lo mismo que la novela histórica Triunfo y tragedia de Erasmo de Rotterdam.

Secretaria londinense de Zweig era la joven alemana emigrada Lotte Altmann, quien antes de mucho tiempo se convirtió en su amante. Lo mismo que Chatillon contra Calvino. Una conciencia contra la violencia, que apareció en 1936, Erasmo es una novela histórica que contrapone dos caracteres antagónicos, el de Erasmo, aristocrático, cosmopolita, educado y amante de la paz, con el de Lutero, "burdo, autoritario, gritón e intransigente, pero destinado a dominar sobre buena parte de Europa." Sebastián Chatillon (1515-1563), héroe del segundo libro, fue un honrado erudito y profesor de Biblia, un intelectual aislado, que tuvo la valentía de rebelarse contra la feroz dictadura teocrática de Calvino (1509-1564), el extremista religioso que impuso el terror a la ciudad de Ginebra y quemaba a sus enemigos como supuestos herejes, como en el caso de Servet. Zweig hace un vívido retrato de una psicología totalitaria azotada por múltiples complejos: el miedo a la diversidad, el odio a la individualidad y el aborrecimiento del talento y las controversias. La obra es un feroz ataque contra la intolerancia aún vigente hoy.

El 24 de junio de 1935 fue estrenada en Dresde la ópera La mujer silenciosa, cuyo libreto había compuesto cuatro años antes para Richard Strauss: Hitler no asistió al estreno a causa de la inclusión del nombre de Zweig en los anuncios, y a la tercera representación prohibió la obra. En 1936 el escritor viajó a Argentina y Brasil. En 1937 vendió la residencia de Salzburgo, dio a conocer El candelabro enterrado, y un año después una de sus novelas más extensas, Cuídate de la piedad, publicada simultáneamente en alemán, francés e inglés. En 1938 visitó Portugal, y escribió y publicó su biografía de Magallanes. El 13 de marzo de ese año las tropas nazis invadieron Austria, poniendo fin a cualquier sueño de regreso al hogar. Al perder validez su pasaporte austríaco, Zweig se convirtió en un "indocumentado nativo de un país hostil." En 1940, gracias a gestiones e influencias de amigos, se convirtió en súbdito británico, y se trasladó con Lotte a Bath, donde se casaron en 1940. Realizó giras de conferencias por Estados Unidos y América del Sur.

MUNDO DE AYER, MUNDO DE HOY. El 15 de mayo de 1941, en ocasión de la fundación de la Asociación de Escritores Europeos en los EEUU, Zweig disertó sobre la vergüenza que sentían los intelectuales alemanes por hablar y escribir la misma lengua en que los asesinos nazis presentaban al resto del mundo sus crímenes como una lucha justa. "Por muy liberados que nos sintamos de cualquier responsabilidad con las atrocidades que hoy se producen en nombre de la cultura alemana, la sombra de estos hechos nos pesa de forma misteriosa en el alma. Y es que vosotros, amigos de otros países europeos, lo tenéis más fácil: ante estas terribles acciones que humillan la dignidad humana, podéis por lo menos decir con orgullo que ’No somos nosotros. Es una mentalidad, y una ideología ajena a nosotros’". Ya trabajaba en las biografías de Americo Vespucio, Montaigne y Balzac. Publicó Brasil, tierra del futuro.

La idea de establecerse en este país al que se trasladó en agosto de 1941, le dió ánimos. Fue recibido como un héroe, y en principio encontró el cambio de escenario rejuvenecedor. Siguió trabajando en sus dos obras insoslayables, que había empezado en Nueva York y no alcanzaría a ver impresos: El mundo de ayer, su tocante volumen de memorias, y Una partida de ajedrez, novela que hipnotizó a George Steiner, serían publicados póstumamente. El mundo de ayer (1942), entre muchas otras consideraciones y vívidas y aun cómicas anécdotas y rememoraciones de los genios que fueron sus amigos, describe cómo la guerra y el fascismo pusieron fin al gran sueño humanista de mutua comprensión entre las naciones, y a la esperanza de unir a Europa en su cultura común. "Antes de 1914 el mundo pertenecía a todos los hombres; después de 1939 la conciencia del mundo quedó anestesiada, ya tan acostumbrada a la inhumanidad, a la injusticia y a la brutalidad como nunca lo había estado." El mundo del ayer no solo da testimonio de un status edénico que se perdió irreparablemente: quien lo lee inteligentemente no puede dejar de comprender que, ante fuerzas similares, el hombre sigue perdiendo sus pequeños edenes terrestres. Sorprende en Zweig la naturaleza de su comprensión del nazismo como fuerza ponzoñosa, que impregnaría hasta a sus enemigos, y su profética visión del hecho de que a partir del nazismo, con la excusa del nazismo, todo estaría permitido a cualquiera.

Una partida de ajedrez es la mejor de sus novelas, espléndida demostración de destreza en el tratamiento de los personajes y la tensión, y la única que no presenta mujeres en papeles activos. Pone frente a frente, tablero por medio, a bordo de un transatlántico que se dirige a Buenos Aires, al Doctor B, ex prisionero de la Gestapo y a Mirko Czentovic, campeón mundial de ajedrez. El doctor B se había salvado de volverse loco en su encierro gracias a un manual de ajedrez que robó a uno de sus captores, y que terminó memorizando patológicamente y adquiriendo a la vez una singular maestría ajedrecística. Pero termina cayendo, no ante el campeón mundial, sino ante el horror de su experiencia pasada, que ha envenenado su alma para siempre. Zweig exhibe la naturaleza pérfida del totalitarismo en imágenes impresionantes.

EL BRAZALETE Y LA FAMA. A pesar de su frenética actividad, el estado de ánimo del escritor decaía. Pasó varias semanas en Río y luego se estableció en Petropolis. Las noticias que llegaban de Europa eran desalentadoras.

El año 1942 no se presentó como para levantar su ánimo. Las fuerzas nazis obtenían éxitos en todos los frentes, el 20 de enero quince jerarcas hitleristas, encabezados por Heydrich, refrendaron el Protocolo de Wannsee, que estipulaba la Solución Final del "problema judío", previendo 11.000.000 de víctimas a ejecutar (el acta de la reunión fue prolijamente registrada por Adolf Eichmann). Los cadáveres se apilaban en las calles de Leningrado. El 15 de febrero el general Arthur Percival rindió Singapur al "Rommel de la jungla", el general Tomoyuki Yamashita.

Una semana después Stefan Zweig, y su secretaria y segunda esposa, Charlotte Altmann (Lotte), se envenenaron en su casa en la ciudad de Petropolis, después de escribir cantidad de cartas y ordenar hasta el destino de su mascota. Una de las cartas decía: "Después de los sesenta se requieren fuerzas especiales para empezar de nuevo. Y las mías están agotadas después de tantos años de andar sin patria. De esta manera considero lo mejor concluir a tiempo y con integridad una vida, cuya mayor alegría era el trabajo espiritual, y cuyo más preciado bien en esta tierra era la libertad personal. Saludo a mis amigos. Ojalá puedan ver el amanecer después de esa larga noche. Yo, demasiado impaciente, me les adelanto."

Dos desgarradoras fotografías de la pareja en el lecho de muerte, fueron publicadas por la prensa brasileña. Haciendo caso omiso del deseo de Zweig de ser sepultado sin ceremonias en un cementerio judío, Getulio Vargas organizó un grandioso funeral oficial, al que asistieron miles de personas. l

Zweig en cine

1923 - Das Haus am Meer, dir. Fritz Kaufman, con Asta Nielsen (Alemania);

1927 - Law and Duty, sobre "Amok", sin más datos (URSS);

1929 - Narkose, sobre "Carta de una desconocida", dir.Alfred Abel, con Renee Heribel (Alemania);

1931 - 24 Stunden aus dem Leben einer Frau, sobre "24 horas en la vida de una mujer", dir. Robert Land, con Henny Porten, Walter Rilla (Alemania);

1933 - Brennendes Geheimnis (El secreto ardiente), sobre cuento homónimo, dir. Robert Siodmak, con Willi Forst, Hilde Wagener (Alemania);

1933 - Only Yesterday (Parece que fue ayer) sobre "Carta de una desconocida", dir. John M. Stahl, con Margaret Sullavan, John Boles (Producción de Universal, Estados Unidos, sin crédito de argumento a Zweig)

1934 - Amok, sobre relato homónimo, dir. Fedor Ozep, con Marcelle Chantal, Jean Yonnel (Francia)

1936 - La peur, sobre relato homónimo, dir. Victor Tourjansky, con Gaby Morlay, Charles Vanel (Francia);

1938 - María Antonieta, sobre la biografía, dir.W.S. Van Dyke, con Norma Shearer, Tyrone Power, Robert Morley (Estados Unidos);

1944 - Amok, dir. Antonio Momplet, con María Félix, Julián Soler (México)

1944 - 24 horas en la vida de una mujer, dir. Carlos Borcosque, con Amelia Bence (Argentina);

1946 - Beware of Pity, dir. Maurice Elvey, con Lilli Palmer, Sir Cedric Hardwicke, Albert Lieven;

1948 - Carta de una enamorada, sobre "Carta de una desconocida", dir. Max Ophuls, con Joan Fontaine, Louis Jourdan (Estados Unidos);

1955 - Feliz año, amor mío, sobre "Carta de una desconocida", dir. Tulio Demicheli (México);

1960 - Schachnovelle (Jaque a la locura), dir.Gerd Oswald, con Curd Jurgens, Claire Bloom (Alemania);

1968 - 24 heures dans la vie d’une femme, dir. Dominique Delouche, con Danielle Darrieux, Robert Hoffmann (Francia);

2002 - 24 heures dans la vie d’une femme, dir. Laurent Bouhnik, con Agnes Jaoui, Michel Serrault (Francia);

2004 - Carta de una desconocida, sobre novela homónima, dir. Xu Jinglei, con Xu Jinglei, Jiang Wen (China). l

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