Un dandy en la Viena imperial

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Nelson Díaz

TAL VEZ por ser la última película de Stanley Kubrick, o por las escenas eróticas protagonizadas por la pareja Tom Cruise-Nicole Kidman, —en ese entonces también lo eran fuera de los sets cinematográficos—, pocos fueron los cinéfilos que posaron sus ojos en la novela en la que se basó Eyes Wide Shut (Ojos bien cerrados). El director de Naranja mecánica se apoyó en la historia narrada en la novela Traumnovelle (traducida como Extraño sueño) de Arthur Schnitzler, el dramaturgo austríaco, autor de Reigen (1900) que, medio siglo después, sería llevada al celuloide por Max Ophüls bajo el título La Ronda.

LETRAS Y CIENCIAS. Personaje ecléctico, —médico de profesión, escritor por vocación y dandy por elección—, Arthur Schnitzler nació el 15 de mayo de 1862 en Viena, en el seno de una familia adinerada de origen judío. Su padre, Johann Schnitzler, era un médico famoso y su madre, Louise Markbreiter, era hija de un notable médico vienés, Phillip Markbreiter. Su temprana vocación por la literatura lo llevaría a escribir sus primeros poemas siendo todavía un niño. Años después, en plena adolescencia, comenzaría a esbozar sus primeras piezas teatrales.

Entre 1871 y 1879 acude al Akademisches Gymnasium, un liceo de corte humanístico al que asistieron personalidades eminentes de la Viena literaria como Hugo von Hofmannsthal —fundador años después de la escuela neorromántica germana—, Peter Altenberg, Richard Beer-Hofmann y Franz Grillparzer. Al finalizar sus estudios se inscribe en la Facultad de Medicina de la Universidad de Viena. Sus primeras publicaciones en la revista Der Freie Landesbote, de Munich, fueron: "Canto de amor de una bailarina" y el ensayo "Sobre el patriotismo".

En 1880, a los 18 años, escribe en su diario personal que ya ha compuesto veintitrés dramas. Su inclinación por las letras no fue bien recibida por su padre, quien veía una pérdida de tiempo en la vocación de su hijo, influenciada por la bohemia de los círculos culturales vieneses. Presionado por su familia, el joven decide estudiar medicina. En su diario deja constancia que tal decisión obedece, más a que una vocación de ayuda al prójimo, a "un pretexto para estar todo el día paseando en coche y detenerse en la pastelería cuando uno quiera". En 1888 da a conocer La aventura de su vida, en la que aparecen por primera vez los personajes Anatol y Max. Dos años después, se graduaría en la especialidad de laringólogo.

En 1890 es frecuente verlo discutiendo sobre literatura y teatro con von Hofmannsthal, Felix Salten, Richard Beer-Hofmann, Stefan Zweig y Hermann Bahr, en el café Griensteidl, que después adoptaría el nombre de Jung Wien (Joven Viena), dando origen así al grupo de artistas homónimo. Paralelamente a su actividad literaria y hasta 1894 —año en que decide abandonar la medicina para dedicarse a la literatura—, ejerció la dirección de la policlínica general de la ciudad. A ese período corresponde la pieza teatral Anatol (1893). Pero no sería hasta dos años después, con la publicación de Liebelei (Amoríos) cuando obtendría su primer reconocimiento masivo. En Liebelei, tal vez el relato más costumbrista de toda su producción, la maldad se individualiza y hasta puede verse como un acto excéntrico, cuando la protagonista Süsse Mdel muere engañada. En ese año sus obras comienzan a estrenarse en los teatros Burgtheater de Viena y el Deutsches Theater de Berlín.

En 1898, escribe la pieza teatral La cacatúa verde —obra que transcurre en un bar, durante el 14 de julio de 1789—, y a la que algunos críticos teatrales consideran como un anticipo al teatro de Luigi Pirandello. En esta época conoce a su futura esposa, la actriz Olga Gussmann, con quien tendría dos hijos: Heinrich y Lili.

MÉDICO EN APUROS. En la Viena finisecular del siglo XIX, —con una burguesía aferrándose a sus tradiciones, mientras observaba espantada la práctica de "los malos modales" de la bohemia—, la publicación y puesta en escena de Reigen (1900) le acarreó más de un problema al autor. En La Ronda, como en la vida misma, nadie está libre de culpa. El engaño, tal como lo entiende el escritor, es una convención social.

En realidad, en la almidonada sociedad vienesa los temas abordados por el autor en sus relatos —erotismo, sensualidad, relaciones extramaritales y traiciones varias—, no eran bien recibidos y se lo llegó a acusar de frívolo. Los críticos apreciaban las atmósferas retratadas en sus libros, pero no comprendían que, tras la descripción de esos ámbitos sofisticados plasmados en sus historias, se escondía una segunda realidad que Schnitzler, como si se tratara de un prestidigitador, había comenzado a hacer aparecer: el escepticismo, la hipocresía y la angustia que corroía a una sociedad que ya no creía en sus valores. De ahí el desconcierto de sus personajes que sólo tienen ánimo de replegarse en su propio interior, donde encontraban imágenes y deseos reprimidos que los desconcertaban.

La puesta en escena de Reigen fue prohibida por las autoridades y Schnitzler debió pagarse la edición de doscientos ejemplares que debían llevar en portada la advertencia "Prohibida su venta". Más tarde sería publicada por la editorial Wiener Verlag con un tiraje de cuarenta mil ejemplares. Para 1931, Reigen llevaba vendidos ciento cuatro mil.

Al respecto, en el prólogo de Arthur Schnitzler: El teniente Gustl/ Frau Beate y su hijo/ El padrino (Ediciones Cátedra, Madrid, 1995), Miguel Angel Vega da cuenta de las peripecias que debió sortear Reigen para su publicación. También expone posibles razones a su censura.

"Publicada en 1900 en edición privada y restringida —doscientos ejemplares—tres años después cuando aparece en forma de libro, se hace de ella una tirada de cuatro mil ejemplares. ¿En qué estribaba su atractivo o quizá su morbosidad? En la serie de escenas que trataban de poner de manifiesto el poder igualatorio del sexo y su poder absoluto en una sociedad que vivía para el placer (...) Un intento de representación en Budapest fue también abortado por la censura. Los ataques a Schnitzler se suceden con tal virulencia que en cierto momento de 1903 debió retirarse a Los Alpes para huir de la tensión psíquica que le producían. ¿Cuál era la aparente piedra del escándalo? La elipsis escénica que, para evitar la representación del acto carnal en cada una de las escenas hacía bajar el telón durante unos momentos mientras sonaba una música que, por asociación, se sentía como vejatoria de la moral".

Pero los cuestionamientos morales y las críticas recibidas en cierta medida fueron promovidas por el propio autor que no perdía ocasión en expresar que "la imperfección de la vida lo divertía, tanto como describir la traición del amor". A Schnitzler no le interesa el afán crítico de las debilidades humanas. Por el contrario, esto lo divierte. Su escritura se transforma así en un ejercicio del cinismo, pero desde la concepción clásica de éste.

Lo cierto es que en 1901, la edición de Leutnant Gustl (El teniente Gustavito) —una sátira en la que un oficial es ofendido por una persona de baja categoría social y al no poder batirse a duelo con el ofensor, decide suicidarse—, levantó airadas protestas en la grey militar. Ofendido por la descripción del personaje como un militar "cobarde" y "lleno de prejuicios", el ejército austrohúngaro decidió retirarle el grado de médico militar. El rechazo visceral a todas las formas de militarismo y verticalismo se mantuvo a lo largo de su vida. De hecho, al estallar la primera guerra mundial en 1914, el autor —junto a los escritores Romain Rolland y Heinrich Mann—, firmó un manifiesto condenando el conflicto bélico. Para Schnitzler, la adhesión a la patria pasaba por el amor a Europa y, especialmente, a la Humanidad: "Tengo amor al terruño, pero no patrioterismo" (*), resumiría años más tarde el vienés. En Leutnant Gustl, Schnitzler utiliza por primera vez la técnica del monólogo interior, recurso al que echará mano en sus futuras producciones.

OJOS BIEN ABIERTOS. En 1908 es editada Der Weg ins Freie, (traducida como El camino de la libertad) novela que trata sobre personajes que defienden el antisemitismo de la época. El tema elegido le acarreará otro enfrentamiento con la sociedad vienesa. Pese a pertenecer a una familia judía practicante, la religión para Schnitzler no representaba una tradición viva. Sin embargo, cuando el antisemitismo se manifestó, el escritor se erigió como uno de sus principales opositores. Esto le valió varios ataques. En el periódico berlinés Deutsche Tageblatt (edición del 12 de noviembre de 1908) se lo catalogaba como "Un autor de los países meridionales de habla alemana que hoy, por desgracia, sufren los estragos de los viejos nibelungos". La respuesta del autor no se hace esperar. Irónico, responde: "En el futuro, apenas será posible escribir algo vienés que no incluya el problema del antisemitismo".

Pese a los embates, Schnitzler se había convertido en una especie de énfant terrible, que lo llevó a que cada estreno de sus obras tuviera una buena acogida por parte del público. En 1911, su obra La tierra desconocida es estrenada simultáneamente en Berlín, Breslau, Hamburgo, Munich, Praga, Leipzig y Hannover.

Un año después nace su hija Lili. Seguramente influenciado por su formación científica, arremetería con otro tema polémico hasta hoy: la eutanasia. La temática abordada en Professor Bernhardi (1912) fue objeto de fuertes críticas por el status quo vienés, lo que le ocasionó más de un dolor de cabeza. En 1913, aparecería Frau Beate Und Ihr Sohn (El velo de Beatriz) y, en 1918, El retorno de Casanova.

Cada nueva obra del autor era objeto de acusaciones de todo tipo. El 23 de diciembre de 1917 Schnitzler reaccionó a una acusación según la cual sus obras después de 1910 respondían a una concepción existencial, pesimista y nihilista. Desde su diario personal respondió: "¡Qué torpeza! Es posible que yo sea un relativista, de hecho lo soy; soy alguien que tiene demasiados conocimientos, muchos valores —y los somete a confrontaciones, tal vez de manera voluntaria y muy dialécticamente. Sin duda, soy un escritor para gente que no sufre de vértigos".

En 1924 publica Fraulein Else (La señorita Elsa), que narra las aventuras eróticas de la protagonista. El poeta ultraísta y escritor español Guillermo de Torre, en el prólogo de La señorita Elsa (Editorial Losada, 1946) escribió: "Como lo erótico puro se mezcla aquí con otros factores dramáticos y novelescos, no cabe hablar de freudismo según algunos glosadores han hecho ligeramente. Lo freudiano estará, en todo caso, en el aura envolvente del libro, como cualquier conflicto erótico moral que se haya planteado después de las primeras divulgaciones psicoanalíticas".

EL ALTER EGO DE FREUD. En 1921, el autor intentó estrenar por segunda vez Reigen, —transformada a esa altura en su "obra maldita"—, pero, como en el primer intento, el escándalo se hizo presente. La pieza teatral fue representada en Viena entre el 1 y el 17 de febrero de ese año, pero ante las protestas, la policía decidió prohibir las funciones "por razones de seguridad pública" (sic).

En 1926 aparecerá la versión definitiva de Traumnovelle, —el autor había comenzó a esbozarla en 1907—, novela que narra las aventuras extramatrimoniales del doctor Fridolin y los sueños eróticos de su mujer Albertine. Los bailes de disfraces, en los cuales los nuevos ricos y vencedores se divertían con niñas de la burguesía y con damas de la alta sociedad en decadencia, irritó a los moralistas de entonces. A propósito de su publicación, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, le envió una elogiosa carta donde expresaba: "He pensado bastante acerca de Traumnovelle (...) Veo que ha alcanzado conocimientos íntimos que yo he adquirido al cabo de arduas investigaciones".

Lo curioso de la relación del autor con Freud es que, viviendo en la misma ciudad, fueron amigos durante décadas aunque nunca se conocieron personalmente. En realidad, el contacto fue epistolar. De las decenas de cartas sólo dos se conservan. La referida a la novela y una fechada en 1922, donde el psicoanalista felicita a su amigo por sus sesenta años, al tiempo que se pregunta por las causas que le han impedido conocerlo personalmente. Freud remata la misiva de manera concluyente: "Creo que temo encontrarme con mi doble". Tal afirmación coincide con la visión de algunos de sus biógrafos que expresan que Freud vio en Schnitzler un hábil ilustrador de la psicología de su época. Inclusive, muchos de ellos lo etiquetaron como "el autor freudiano".

En realidad, la afinidad entre ambos comenzó antes de que Freud leyera Traumnovelle, cuando en 1888 Schnitzler publicó en una revista médica un artículo en defensa de la cocaína. Freud, por su parte, ya había escandalizado al mundo científico al sugerir que una administración dosificada de la sustancia podría ayudar al paciente sin causarle adicción.

FILOSOFÍA VS. PRAGMATISMO. En 1927 edita Buch der Sprüche und Bedenken (Libro de los aforismos y las reflexiones), un conjunto de frases y máximas, donde respondía, con humor e ironía, a quienes lo atacan por inmoral y cínico. En una de ellas escribió: "La filosofía ayuda contra el miedo a la muerte, pero no contra las picaduras de piojos" (**). Un año después, Schnitzler sufre un duro revés cuando su hija Lili decide suicidarse.

El 21 de octubre de 1931, a los 69 años, víctima de un derrame cerebral, falleció en su casa de Sternwarterstrasse, en la ciudad que lo vio nacer, no sin antes haber publicado su último libro, bajo un título premonitorio: Flucht in die Finsternis (Huida a las tinieblas). l

(*) Citado por Kurt Bergel en Georg Brandes und Arthur Schnitzler, publicado por la Universidad de California en 1956.

(**) Buch der Spruche und Bedenken (Libro de los aforismos y las reflexiones). Viena, 1927.

Fuentes consultadas:

La señorita Elsa (Editorial Losada, Buenos Aires, 1946, prólogo de Guillermo de Torre)

Extraño sueño (Editorial Kapeluz, Buenos Aires, 1984, prólogo y estudio preliminar de Jorge Barón Biza e Hilde Spiel.

Engaños (Fondo de Cultura Económica, México, 1985, traducción de Juan Villoro)

Archivo Cinemateca Uruguay.

Instituto Goethe.

Poco y nada

EN CUANTO a sus textos, una recorrida por librerías montevideanas da cuenta que la obra de Schnitzler es inexistente en las bateas. Con un poco de suerte, y mucha paciencia, en librerías de viejo se pueden encontrar El padrino y otros cuentos, —que incluye el relato que da nombre al volumen, además de "La profecía" y "El teniente Gustl"—, editado por Ediciones de la Banda Oriental. También circulan La ronda, publicado por el Centro Editor de América Latina y Apuestas al amanecer de la editorial Acantilado 25. En todos los casos el precio oscila entre 40 y 80 pesos.

Las alarmas del sexo

CUANDO ARTHUR SCHNITZLER publicó Reigen en 1900, sus preocupaciones como dramaturgo o comediógrafo se reunían con las del médico. Un objetivo de Reigen era señalar que el contacto sexual puede ser un vehículo de contagio para la sífilis. En aquel momento, la sífilis era una alarma muy seria. En ella trabajaba el médico alemán Paul Ehrlich, quien tras muchos experimentos obtuvo su "bala mágica", el Salvarsan.

Medio siglo después, Reigen se transformaba en la película francesa La ronda, con dirección de Max Ophuls. Allí la descripción del contacto sexual es una cadena: de la prostituta al soldado, de éste a la mucama, de la mucama al joven de la familia y así continúa la vuelta hasta una última relación entre el conde y la prostituta del comienzo. Los diez breves episodios no mencionan la sífilis pero dan lugar a un elenco de estrellas, formando sucesivas parejas. Por su orden esa cadena se formaba con Simone Signoret, Serge Reggiani, Simone Simon, Daniel Gélin, Danielle Darrieux, Fernand Gravey, Odette Joyeux, Jean-Louis Barrault, Isa Miranda, Gérard Philipe. Junto a ellos figuraba Anton Walbrook como maestro de ceremonias. Era todo un panorama de la fama cinematográfica francesa.

La ronda tuvo premios en el festival de Venecia pero no en el inmediato festival de Punta del Este (1951). En mayo 1951 se anunció su estreno en el Plaza de Montevideo y eso despertó las alarmas de un sector moralista de la sociedad uruguaya. Advertidos de la índole de la película algunos ciudadanos pidieron la prohibición del estreno, porque temían que la exposición de la promiscuidad sexual (con más picardía que amor) corrompiera a la sociedad. Se habló de pornografía, de libertinaje, de necesarias intervenciones del parlamento. Pero el estreno se hizo y la vida sexual uruguaya siguió como antes.

Tampoco ocurrió nada grave con una segunda versión que dirigió Roger Vadim (1964), donde actuaban Jean-Claude Brialy, Marie Dubois, Jane Fonda y Anna Karina, entre otros. A esa altura, el sexo era de uso habitual en el país.

Herederos locales

En 1958, bajo dirección y adaptación de Antonio "Taco" Larreta, el Club de Teatro puso en escena Amorío (Liebelei). El elenco estaba integrado por Martínez Mieres, Isabel Giffone, Larreta, Graciela Gelos, Justo Martínez, Henny Trayles. La escenografía y vestuario fue de Hugo Novoa.

Tres años después, el grupo "Teatro del Pueblo, —el primer grupo de teatro independiente del Uruguay—, representó La cacatúa verde, en el teatro Victoria. La dirección fue de Rubén Yánez y la escenografía de Carlos Carvalho. El elenco estaba integrado, entre otros, por Juan Carlos Carrasco, Leonor Alvarez y la entonces debutante Nydia Telles.

En 1982, La cacatúa verde volvió a las tablas montevideanas. Esta vez en la sala Astral, protagonizada por el grupo Teatro de La Gaviota. La nueva versión fue adaptada y dirigida por Juver Salcedo y la escenografía estuvo a cargo de Carlos Pirelli, quien obtuvo un Florencio por ese trabajo. Algunos de los actores que participaron fueron Lilian Olhagaray, Mecha Bustos, Olga Cerviño, Felisa Jezier, Miriam Paguas, Graciela Escuder, Juan Alberto Sobrino, González Santurio, Dulio Borch, Leonel Martínez, Jorge Arrieta y Oliver Luzardo.

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