Un ángel desenfrenado

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Gustavo Wojciechowski

PARECERÍA QUE algunos artistas tuvieran que pagar una cuota cruel y dramática con sus vidas para poder hacerse un lugar en la historia, para hacer algo realmente nuevo y cambiar el estado de las cosas. Sus vidas se vuelven paradigmáticas, con hechos o situaciones tan fuertes, tan llamativos y reveladores, que se transforman en leyendas.

Son seres que se mueven en otra dimensión, con un tiempo no marcado por los relojes, ni por las costumbres o las normas. Tal es el caso de Charlie Parker (Kansas City, 29 de agosto de 1920-Nueva York, 12 de marzo de 1955), considerado el mayor saxo alto de la historia del jazz. Su vida y su obra están signadas por el vértigo, la intensidad y cierto desenfreno o aparente descontrol. Mejor dicho: por un control que nada tiene que ver con lo establecido. Crean un nuevo control, un nuevo orden. Ponen el arte que ejercen en un punto cero, y a partir de él comienza a contarse la historia, en un tempo distinto.

desde distintos ángulos. El año pasado, la editorial Global rhythm difundió Nostalgias de Charlie Parker, de Robert George Reisner, editado originalmente en 1962. Esta biografía tiene una estructura muy simple y eficaz. Un primer texto -uno de los más extensos- escrito por el autor, y luego una larga serie de entrevistas (ochenta para ser precisos) a distintas personas que conocieron a Charlie Parker. Se agregan un informe del Hospital Bellevue de Nueva York, donde estuvo internado por un intento de suicidio por ingestión de yodo; una nota final sobre las complicaciones del funeral y del posterior homenaje que se le realizara, y las disputas por su legado. El volumen se cierra con una cronología y una exhaustiva discografía, realizada por Eric Wiedemann.

Así van apareciendo su madre, Addie Parker, (a quien Parker llamaba desde donde estuviera); Doris Sydnor, una de sus ex-esposas; varios de los más grandes músicos de jazz como Dizzy Gillespie, Miles Davis, Charlie Mingus, Lennie Tristano, Art Blakey, y una infinidad de otros músicos que tocaron con él; su manager Teddy Blume; Ross Russell, fundador del sello discográfico Dial -para el cual Charlie Parker grabó varios discos-; escritores, artistas plásticos, pinchadiscos, compañeros del colegio y hasta un taxista que lo conducía de un lado a otro.

Por lo tanto no se intenta un relato lineal, sino más bien todo lo contrario: una especie de puzzle, donde los hechos son contados desde distintos ángulos y a veces con versiones contradictorias. Ocurre sobre todo con las visiones de sus mujeres, que incluyen una buena dosis de celos y rencores. O la historia del Cadillac de Charlie Parker, de dónde salió el dinero para su compra, y si fue o no empeñado a las dos semanas de adquirirlo.

Este entramado va dando fragmentadamente pequeñas anécdotas, casi banales -aunque muy pintorescas- junto a hechos relevantes de su vida: la muerte de su hija, las internaciones en el Hospital psiquiátrico de Camarillo, sus problemas con las drogas (a los 15 años comenzó a involucrarse y nunca pudo salir de su consumo: "Dondequiera que estuviéramos, ahí estaban los camellos. En el mundo de las drogas, las noticias vuelan, y en cuanto Bird llegaba a una ciudad alguien se ponía en contacto con él"), las discusiones permanentes por dinero con los dueños de locales, con el manager y con sus músicos, los pagos comprometidos y no cumplidos, los préstamos no devueltos, o el empeño de instrumentos.

El dominio del tiempo. Por lo general los entrevistados dejan en claro que Parker era un ser amable y generoso, sobre todo con los músicos, tanto con los más talentosos como con los más modestos. Su personalidad era como la de un gran niño, alguien que no podía parar. Desenfrenadamente saltaba de un local a otro, tocando toda la noche, cada vez más rápido. Del mismo modo no podía dejar de ingerir cualquier cosa que se le presentara, en especial alcohol. Muy profundo para algunas cosas e irremediablemente inmaduro para otras. Charlie Parker siempre llegaba tarde (o no llegaba) a los toques o a los ensayos, no dormía casi nunca o se quedaba dormido en el escenario. Pero se despertaba en el momento preciso en que debía entrar, y sin más comenzaba a tocar, en el tiempo justo… y he ahí una de las claves de la obra de Charlie Parker: el dominio del tiempo, la batalla permanente contra el tiempo.

En sus inicios Parker tocó en la banda liderada por el pianista Jay McShann. "Cuando llegué, los chicos de Kansas City no querían tocar con él. Bird no tenía coordinación; los chicos no sabían qué intentaba hacer. El tudel del saxo se le aflojaba constantemente, y todo lo tocaba fuera de tiempo, ya lo tenía en su cabeza."

Jay McShann además cuenta cómo surgió su apodo: "Empezamos a tocar mucho en universidades. Bird se ganó el apodo durante el viaje a Lincoln, Nebraska. Cuando veía que en la carta había pollo, decía: `Tráeme uno de esos pájaros que tienes en la carta!`".

último testigo. Entre las entrevistas se destaca la realizada a la baronesa Pannonica de Koenigswarter, la última persona que lo vio con vida, ya que Parker se refugió en la suite del hotel donde se alojaba y falleció unos días más tarde. Cuenta cómo ocurrieron realmente los hechos, toda la serie de confusiones que se tejieron: que el cadáver estuvo sin identificar o con otro nombre, o que la edad que tenía al morir era 53 años según el médico (cuando en realidad tenía 35). También la causa de su muerte fue discutible: "según la autopsia, murió de neumonía, pero lo cierto es que no sufría ninguna neumonía. El doctor dijo que lo mató un ataque al corazón, pero Bird tenía unas úlceras terribles y una cirrosis hepática en estado avanzado. Durante años, además, los médicos le habían dicho que podía morir en cualquier momento".

NOSTALGIAS DE CHARLIE PARKER, de Robert George Reisner. Global rhythm, 2009. Barcelona, 304 págs. Distribuye Océano.

Mateo y "Bird"

G. W.

SIEMPRE SENTÍ que había muchas coincidencias entre las figuras de Charlie Parker y el también genial músico uruguayo Eduardo Mateo (1940-1990).

Ante todo los dos alcanzaron la condición de leyenda. Obtuvieron la admiración -cuando no la idolatría- y el respeto casi unánime de la mayoría de sus colegas. En ambos casos fueron iniciadores de una corriente o estilo (el bebop en el caso de Charlie Parker, el candombe-beat en el caso de Mateo). Fueron imitados hasta el cansancio. Compartieron cierta obsesión por el tiempo. Vivieron como por fuera, en una realidad paralela, con una inocencia similar a la de un niño. Tuvieron reiterados problemas con las drogas e internaciones en hospitales psiquiátricos. Los dos fueron desconocidos o no entendidos por el gran público, y hasta objeto de burla. No acudieron a conciertos anunciados. Se la pasaban pidiendo dinero. Empeñaban los instrumentos que sus colegas les prestaban. Tenían un "ángel" que hacía que nadie se pudiera enojar por mucho tiempo con ellos. La muerte de ambos fue temprana.

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