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Tres libros en uno para el centenario de Amanda Berenguer

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Amanda Berenguer por Ombú

Poesía uruguaya

Poeta de culto, Amanda Berenguer no seduce a un público lector masivo. Pese a tener una obra rica, cambiante y variada a lo largo de siete décadas.

Acierta el poeta, docente y crítico Luis Bravo al decir que para la poeta Amanda Berenguer, figura destacada de la Generación del 45, “la poesía fue exploración y descubrimiento, más aventura que orden”. Lo dice en el prefacio al nuevo libro Donde anida el rayo, reedición de tres libros en uno: Materia prima (1966), Composición de lugar (1976) y La Dama de Elche (1987), de la poeta Amanda Berenguer (Montevideo, 1921–2010). El lector que llega por primera vez se sorprenderá por la diversidad formal de los tres libros, cruciales en la extensa producción de esta poeta. Hallará en ellos dos ingredientes: el rigor y el riesgo.

A diferencia de compañeros de generación como Mario Benedetti o Idea Vilariño, con un modo de decir sostenido en el tiempo, la obra de Berenguer es rica, cambiante y variada a lo largo de siete décadas. Esta reedición celebra el centenario de su autora, para acercar a las nuevas generaciones de lectores una obra poética imprescindible.

El universo y lo cotidiano

Las Nubes de Magallanes son dos galaxias enanas pertenecientes al Grupo Local de galaxias, mucho más pequeñas que la Vía Láctea, nuestra galaxia, en torno a la que se creía que orbitan. Es una teoría que los astrónomos actuales tienden a desestimar. El primer europeo en observarlas y documentarlo fue Fernando de Magallanes durante la primera vuelta al mundo, entre 1519 y 1522. En “Las nubes magallánicas”, poema que abre Materia prima, Berenguer es capaz de manejar en paralelo a la relación entre esas galaxias “pequeñas” y nuestra Vía Láctea, en paralelo con un recorrido por la avenida 18 de Julio de Montevideo en un Chevrolet del 36, y el posterior regreso al barrio Brazo Oriental, en concreto a la calle Huascar que todavía existe, pero que entonces estaba sin pavimentar. Como el poema mira al cielo, debe nombrar constelaciones y aludir a la mitología griega, es decir, al pasado arquetípico. Con estas operaciones, pero también con el segundo y tercer poemas —“La cinta de Moebius” y “Objeto volador no identificado”, que junto con “Casa de belleza” componen “Descubrimientos”, primera sección del poemario— la poeta deja sentadas dos constantes de su obra: que la materia prima del poeta es todo, y todo al mismo tiempo, pues los textos conjugan lo cotidiano y lo cósmico, lo mitológico y lo científico, lo pasado y lo presente. Con un registro más clásico, aunque en verso libre, sin rima obligada ni medida fija de los versos, los textos de “El día menos pensado” tienen por factor común el paso del tiempo, un tema central en la obra de Berenguer. Pero en uno de ellos, “Circunstancia/65”, la poeta muestra una aguda lucidez sobre la coyuntura, y un compromiso con su realidad, que le dan al texto un cariz profético: “No podría hablar desde la ventana ni balconear/ esta lucha a muerte por la vida ni tener/ tan seguras las espaldas ni vivir de milagro/ para salvar el pellejo qué tenaz/ esta mala conciencia este clavo/ incrustado blandamente al rojo que cuando rayos/ nos atiza disparamos nuestros domésticos bichos/ asustados sin atinar a quién echar las culpas/ huele a quemado el propio aliento/ también la pulpa las barbas del vecino/ involucrados todos avivando en boca de lobo/ el despabilado desconcierto todos país por medio/ ciudades del interior a secas campo pelado/ vacas a la miseria ovejas trasquiladas/ pesado Montevideo al agua testigo sordo el río/ de la plata inoxidable y nosotros en tierra/ ciudadanos sin saber qué hacer sin buscar/ dónde sin hallar cómo.”

Nunca lo mismo

Porque nunca nada es lo mismo para quien mira dos veces, siempre que sepa mirarlo, Berenguer es capaz de escribir un libro como Composición de lugar en el que todos los textos exploran un mismo asunto: la puesta del sol en el mar. Pero el asunto es símbolo y excusa, que permite a la poeta volcar en cada texto gran variedad de sensaciones y reflexiones diferentes, propias de su persona y circunstancia, pero que pueden tocar fibras íntimas en el lector, pues es un dato visual de fuerte carga simbólica para todas las culturas humanas. Es sugerente al fechar los textos dedicados a cada poniente, porque el lector percibe el paso del tiempo —el de la poeta, el de todos los hombres, el del propio del lector— como sucesión de momentos irrepetibles y fugaces en viaje al poniente de la muerte, dejando cada uno su huella en la memoria, huellas que captan patrones que se repiten —cada puesta de sol reedita las anteriores— pero también la maravilla de lo singular, por ser trágica.

Puede, por ejemplo, decir la poeta sobre el sol y el mar: “... el sol es todo lógica/ el mar todo locura/ y allá se encontrarán/ en la horizontal denuncia/ ahora enrojecida de furia/ y de orgullo/ y pasará la luz/ por detrás del exterminio/ y quedará la luz sobreviviente/ única en el más allá sombrío.”(“Poniente sobre el mar del jueves 10 de enero de 1974”). Pero sobre el atardecer del día siguiente, en muy diferente tono, escribe: “Estamos frente a él/ para verlo caer/ y rendirle todos los honores./ Enhorabuena cayó la luz/ de sus manos/ ráfagas de trigo a los cuatro vientos/ y peces dorados dejaba/ sobre las violetas y los pensamientos/ del agua verde hoja.” (“Poniente sobre el mar viernes 11 de enero de 1974”). Heráclito podría haber escrito, en vez de que no nos bañamos dos veces en el mismo río, que no vemos ponerse dos veces el mismo Sol, como demuestra Amanda Berenguer.

Lenguajes

Todos los libros de esta autora son una aventura de exploración del lenguaje, pero Composición de lugar lo es por partida doble, pues en los distintos ponientes sobre los que la poeta escribe produce varios textos, el primero más clásico, más asequible al lector de poesía acostumbrado al verso libre, para dispararse en los sucesivos hacia una combinación del lenguaje verbal con el matemático y al uso del grafismo, donde la puesta en página de las letras y las palabras ofrece al lector varios sentidos posibles, logrando también un impacto visual que obra por sí mismo. Es un libro difícil de leer por el riesgo formal que asume; es imprescindible para quien quiera ahondar en la obra de la autora, por ser ejemplo afortunado de la ya mencionada conjugación de rigor y riesgo, pero también por dejar claro que, en manos de un verdadero poeta, todo lenguaje puede ser trasmutado en lenguaje poético.

Presentes simultáneos

La Dama de Elche es un bello busto femenino esculpido en piedra caliza, hallado en un yacimiento arqueológico vecino a esa ciudad de la provincia de Alicante, en 1897. Es una pieza que data del siglo IV a. C., y continúa el misterio de a qué cultura pertenece. La Dama de Elche, de 1987, es uno de los libros más premiados de Amanda Berenguer: recibió el primer premio del Ministerio de Educación y Cultura, el de la Intendencia Municipal de Montevideo, y el Premio Bartolomé Hidalgo de la Cámara Uruguaya del Libro. Puede leerse como una sucesión de poemas breves, funcionales cada cual por sí mismo, pero es más atinado considerarlo un poema extenso, por las marcas textuales que indican la continuidad, la fluencia entre un texto y el siguiente. Así, por ejemplo, el primer poema del libro concluye hablando “de un empecinado y continuo/ asesinato de Amanda”, para que el segundo comience aludiendo al 24 de junio, día de San Juan Bautista y fecha de nacimiento de la autora. De modo similar, el texto titulado “(DESCENSO)” concluye diciendo que “nos sostiene una nota grave de violonchelo”, y el que le sigue se titula “(PRESENTE SOSTENIDO)”. El texto así titulado pone al lector ante la concepción que esta poeta tiene de lo temporal: una serie de presentes, a la vez simultáneos y sucesivos, de índole diversa —históricos y personales, reales y mitológicos— que la memoria y la poesía ponen en diálogo. Y de modo todavía más directo se dice en “(SIMULTANEIDAD)”: “me parece que todo lo que aprendí/ se me olvidó// sin embargo/ permanezco en medio de una presencia/ enceguecedora/ de memoria/ como un viajero mirando por la ventanilla/ de un avión que atravesara la blancura/ de una capa espesa de nubes”.

Ese diálogo entre distintas épocas que se da primero el pensar de la poeta, luego en el texto, y por último en el lector, hace posible que en el poema que da título al libro, refiriéndose a los rodetes del tocado de La Dama de Elche, Berenguer la muestre al mismo tiempo “entre dos ruedas/ entre dos caracoles marinos/ entre dos manos de piedra/ entre dos ajustados certeros auriculares”, uniendo imágenes separadas por milenios: ruedas de piedra y auriculares. Esta especie de contemporaneidad con todo lo que pueda pensarse alcanza su mayor logro estético en los textos en que Berenguer alude a la mitología, como por ejemplo “(THE PAINTED DESERT AND THE PETRIFIED FOREST)”: “los mismos fantasmas velan en Tebas/ o en el bosque petrificado// pasa Edipo ciego lo veo titubeando entre/ las ruinas inexistentes de su ciudad/ en la alucinada Hélade/ y aparecen José Pedro y Amanda/ espejismos del Desierto Pintado/ vagan los tres —se imaginan— / sobre la yacente y pétrea arboleda/ cegados por la misma humareda perpetua// los cascos de la luna/ su caballo blanco/ anduvo por allí/ los troncos muestran sus ágatas perfectas/ sus huellas de sueño sin presagios // somos sólo espectros de luz rayos de la memoria”.

Autobiografía

Este volumen incluye dos apéndices: la “Autobiografía” de la poeta, publicada por primera vez en El monstruo incesante (expedición de caza), de 1990, y una lista de su obra publicada. El texto autobiográfico comienza en la infancia, con citas de la poesía de Berenguer: “Mi biografía es una sucesión de acontecimientos con el lenguaje. No tengo más.” Fue lectora desde niña, marcada por el amor a las letras de su familia materna. Escribe: “En la familia de mi madre los libros eran apreciados y había biblioteca. Ser escritor —el hermano mayor de mamá, mi tío José Pedro Bellán lo era, y de manera muy respetada por todos, familiares y extraños—, ser escritor ya tenía para mí un halo misterioso que me atraía.”

Fue capaz de admirar la escritura ajena. En su autobiografía consigna la visita a la casa de Punta Gorda en que vivían ella y su marido, el escritor José Pedro Díaz, de Juan Ramón Jiménez y su esposa Zenobia, en 1947. Recuerda también su admiración, y la de muchos de sus coetáneos, por el poeta republicano español José Bergamín, exiliado en Montevideo. Guarda emotiva memoria de buena parte de sus compañeros de generación, a los que rinde tributo poético. Evoca haber conocido a Tristan Tzara en París. O a Neruda. Pero su poesía no cae jamás en la imitación servil, es siempre personalísima y, por ser fruto de una permanente aventura con el lenguaje, no es nunca igual a sí misma de un libro a otro. Proteica, Berenguer jamás se imitó a sí misma, sino que fue trasmutando, sin perder profundidad, en sucesivas Amandas. Tampoco perdió jamás el “ostinato rigore” de Leonardo Da Vinci que la enamoró, cuando era todavía una muchacha.

Otro aspecto importante de estas palabras autobiográficas es la atención y la generosidad de la poeta para con las obras y personas de sus colegas uruguayos de generaciones posteriores al 45, incluidos algunos autores que en ese momento eran novísimos. Vale la pena recordar, en este centenario, que ya en vida Amanda fue una poeta para poetas, no sólo por el magisterio implícito en su obra, tan aventurera como rigurosa, sino también por su don de gentes y presteza para leer los textos de los más jóvenes, y darles consejo crítico, sin atenuaciones, pero con calidez. La lista de poetas uruguayos mencionados constituye un excelente mapa para el lector para la poesía de la segunda mitad del siglo XX.

Es una valiosa reedición de una autora valiosa, de culto, pero no para un público masivo. El prefacio de Luis Bravo tiene la virtud de enmarcar los tres libros incluidos dentro del conjunto de la producción de la poeta. El diseño es sobrio, claro y elegante. El arte de la tapa, a cargo de Lucía Boiani, refleja el carácter experimental de la poesía de Amanda Berenguer.

DONDE ANIDA EL RAYO, de Amanda Berenguer. Estuario, 2021. Montevideo, 228 págs.

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