Francisco Tomsich
LA HISTORIA "oficial" de la red de artistas Fluxus, a cuyas actividades en Alemania entre 1962 y 1994 se ha dedicado una importante muestra en el museo MALBA de Buenos Aires, comienza con los proyectos de George Maciunas (1931-1978), un lituano emigrado a Alemania y luego a Estados Unidos, donde además de estudiar historia del arte, comercializar reproducciones de instrumentos antiguos y regentear y fundir la galería AG, trabó contacto con la "exclusiva" vanguardia artística neoyorquina (como los círculos de John Cage y Yoko Ono). En el otoño de 1961 regresó a Alemania, trabajando como diseñador para el ejército norteamericano, y comenzó a relacionarse con jóvenes artistas germanos. La palabra "Fluxus", como "Dadá", es "encontrada" en un diccionario y era, en sus comienzos, un proyecto de revista de Maciunas que nunca llegó a cristalizar.
Maciunas, como Breton para el surrealismo, oficia de ideólogo Fluxus, pero, a diferencia de aquel, no logra dramatizar sus dogmatismos con la eficacia necesaria para escindir el movimiento o agotarlo: quizá por este liderazgo "débil" del lituano, su capacidad para deslindarse, y también la inteligencia crítica y el número de participantes en las primeras actividades del movimiento pueda explicarse en parte la vitalidad de Fluxus y su influencia en todos los campos de la cultura europea de posguerra. Maciunas y sus primeros colaboradores lograron hacer confluir en un concepto de "festival" de amplia convocatoria, en los que ocurrían acciones muy diversas e inclasificables, unidas por una voluntad simultaneísta y cierto espíritu neodadá, muy distintas manifestaciones artísticas (artes visuales, música experimental, escultura, poesía concreta, acciones colectivas, lecturas, discursos). Tal vez las más conocidas por el gran público sean las de John Cage: 4`33 es una típica pieza Fluxus. Como muchos artistas del grupo, Cage tiene una obra vasta y diversa, y no puede decirse de toda ella que sea Fluxus.
El primer festival Fluxus se realizó en 1962 en el Stdtisches Museum de Wiesbaden, y las primeras actividades se concentraron en la zona de Renania. Fluxus es, en sus inicios, un puente entre los compositores norteamericanos más radicales del momento y la joven generación de artistas alemanes que vivieron la guerra y que sólo a fines de los cincuenta accedieron al arte producido en Europa a partir de la Vanguardia, prohibido durante el nazismo. Se alimenta tanto del espíritu zen de John Cage y su círculo como de una lectura desenfocada y tardía de las vanguardias de 1910 y 1920, del intelectualismo antropológico y simbolista de Joseph Beuys y el radicalismo neodadaísta de Wolf Vostell, del uso paródico de instrumentos musicales académicos de Nam June Paik y la poesía concreta de Emmett Williams, del uso renovado de la técnica del collage de Arthur Köpcke y Ben Patterson y de la composición culta de vanguardia relacionada con los estudios de música electroacústica de Colonia. Johannes Cladders (en una conversación con Gabriele Knapstein el 7 de noviembre de 1994 en Krefel) explica que "Ante la fuerte presencia de la pintura y la escultura abstractas en la época de la posguerra, impulsaron una ampliación en la concepción del arte con sus acercamientos interdisciplinarios". Para Maciunas, Fluxus era una reacción contra la abstracción norteamericana, "la antítesis del expresionismo abstracto", lo que nos recuerda uno de los aspectos cruciales y menos leídos del paradigma de Duchamp, y también de la lectura que Fluxus hace del mismo: su ineludible convicción realista.
los comienzos. Muchas obras y acciones de los primeros años de Fluxus están estrechamente ligadas a la reflexión sobre el papel de las nuevas tecnologías (la televisión, el video, la música electroacústica) y su aplicación en el campo artístico: Nam June Paik, Karlheinz Stockhausen, John Cage. Algunos de los artistas Fluxus, como Arthur Köpcke, cuya casa y galería danesa frecuentaron todos sus correligionarios, el inefable George Brecht o Robert Filliou, afincado en Francia, hacían gala de un gran intelectualismo y eran, además de artistas, teóricos y escritores. Lo mismo podría decirse de Beuys y de Cage: la conjunción de todas estas fuertes personalidades, con sus propios principios estéticos y puntos de vista, es uno de los rasgos más asombrosos y significativos del fenómeno. Rondan Fluxus y sus lugares habituales de reunión muchos nombres clave del arte y el pensamiento europeo de mediados de siglo, desde T. W. Adorno hasta Eugene Ionesco y Luigi Nono. En la década de los setenta, muchos artistas Fluxus participaron ávidamente en el movimiento internacional Arte Correo, y su influencia en artistas latinoamericanos como el uruguayo Clemente Padín es explícita. Tanto la performance en tanto género como el arte conceptual en general tienen en Fluxus ineludibles referencias históricas.
Fluxus es un fenómeno global, no circunscripto ni determinado por ningún tipo de fronteras, signado por la idea de una "unidad de arte y vida" y el concepto de "intermedia" (ingresado por Higgins en 1966): el uso de todos los medios, soportes y manifestaciones con un afán "experimentalista" (empírico). El "azar" (que es "el modo en que también crece el conocimiento científico"), el valor de los aspectos lúdicos y la "simplicidad", concepto extraído de las matemáticas y que se relaciona con la parsimonia, la elegancia y la relación entre "belleza y verdad", son valores predominantes en obras y acciones Fluxus. Formalmente, éstas se caracterizarían por la "implicatividad" y la "ejemplariedad": la primera significa que una obra Fluxus requiere muchas otras obras y se desprende de los puntos anteriores; la segunda, que surge de un manifiesto de Dick Higgins, supone que "la calidad de la obra ejemplifica la teoría y el significado de su construcción". Cuando una obra tiene "especificidad", por su parte, es "autocontenida" y ostenta "sentido". Por fin, la "presencia en el tiempo" y la "musicalidad" son características históricas, que llaman la atención hacia las reflexiones pioneras de Fluxus en torno al arte de acción, el uso de tecnologías y la crítica ideológica de las mismas, el uso de partituras de que hacían gala muchos artistas Fluxus y la estrecha relación del fenómeno con el pensamiento musical. El arte de Fluxus es reflexivo, pero no está tan preocupado de sí mismo como por su relación con la sociedad, la naturaleza y la tecnología: interpela, llama a la acción colectiva y busca interlocutores.
Es muy difícil llevar a cabo una exposición que dé cuenta cabal de las actividades Fluxus, ya que, como se dice en la introducción al catálogo de la muestra (de René Block, Carola Bodenmüller y Gabriele Knapstein): "Más que un planteamiento positivo, Fluxus se define a partir de lo que no pretende. Como acontecimiento que surge de manera espontánea, se atiene al instante del ser y acepta su propio carácter efímero. Sus acciones y performances rechazan la repetición. La distancia temporal hacia los acontecimientos es casi insuperable." Una muestra dedicada a Fluxus deberá sostenerse, esencialmente, de sus virtudes documentales, en el acopio de objetos, videos, fotografías, afiches, pósters, cartas, escritos. En ese sentido, Una larga historia con muchos nudos. Fluxus en Alemania 1962-1994 cumple perfectamente sus objetivos, sin dejar de tener en cuenta obras recientes de artistas Fluxus vivos (como las maravillosas piezas de Takako Saito), muertos (piezas de Nam June Paik de los noventa) y obras clásicas, como la "Liebre de excremento de conejo" de Diether Roth (que dialoga con Durero, con Beuys y con Kiefer) o las preciosas "Cajas optimistas" de Robert Filliou de finales de los sesenta.