por Gera Ferreira
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La reciente entrega del Premio Nobel de Literatura a Han Kang (2024) no solo reconoce a una voz potente y singular de la literatura coreana contemporánea, sino también a una producción que, libro tras libro, ha hecho de la escritura un espacio para pensar la fragilidad humana. Su poética no es de fácil acceso: no consuela, no explica; indaga, muestra, revuelve, pregunta. Sus textos se adentran en los intersticios del trauma, en los efectos persistentes de la violencia y los vacíos de sentido que deja a su paso. Con una prosa contenida y precisa, Kang ha construido una obra donde el silencio, la interrupción y el desgarro tienen tanto peso como las palabras.
Explorar el duelo. Dos de sus libros más representativos —Actos humanos e Imposible decir adiós— ofrecen entradas complementarias a su universo literario y, de hecho, se encuentran estrechamente vinculados pese a su distancia de aparición. En el primero, publicado en 2014, la autora reconstruye uno de los episodios más oscuros y silenciados de la historia reciente de Corea del Sur: la masacre de Gwangju, ocurrida en mayo de 1980. En el segundo, publicado originalmente en 2021, la narrativa se vuelve más íntima, ya que sigue los pasos de dos mejores amigas que se conocen desde la universidad, Gyeongha (alter ego de Kang, presumible escribiente de Actos humanos, cuyas pesadillas y “sueños hirientes” no la abandonan desde que culminó el libro), e Inseon (fotógrafa y documentalista experimental, dedicada a la carpintera, que sufre un accidente con una de sus máquinas). A través de este vínculo asistimos a la exploración de varios niveles de duelo, a la imposibilidad del lenguaje para asir e interpretar esas emociones, y a los residuos testamentales que deja la muerte.
Por un lado, Actos humanos no se contenta con narrar un hecho histórico. En cambio, elige abordarlo desde una multiplicidad de voces, en la que los propios habitantes de la comunidad toman la palabra o la ceden: un adolescente asesinado; una madre; una correctora de estilo; un editor; una testigo. Cada capítulo asume una perspectiva distinta y esa coralidad permite no solo una reconstrucción metafísica y colectiva de los hechos, sino que a la vez propicia una meditación individual, en clave de denuncia, sobre las formas en que la violencia se inscribe en cada cuerpo, en la memoria y en la lengua de la ciudad: “¿A dónde irán las almas cuando se mueren los cuerpos?”, pregunta desde la oscuridad uno de los caídos en la masacre.
La utilización de la segunda persona del singular —que Kang utiliza en varios tramos de este libro— interroga directamente al lector, lo arrastra a la escena de los hechos, como si asistiera a la historia desde un enfoque de videojuego bélico en 3D, con un punto de vista subjetivo, cruel y realista, no exento de misericordia. Es que en esta novela la violencia no es un telón de fondo: es el núcleo. Pero Kang no la estetiza, no la convierte en espectáculo. Le interesa proyectarla en la pared del presente, como un holograma difuso en blanco y negro que vuelve a la vida para preguntarnos qué queda luego de que el horror pasa, qué clase de silencio se instala en quienes sobreviven y qué tipo de escritura es posible después. En este sentido, Actos humanos no solo es una novela política. Es también una novela sobre el lenguaje, su insuficiencia y necesidad: “Entre los sollozos de los deudos se oía, como en contrapunto, el canto del himno. Conteniendo el aliento, te fijaste en la sutil discordancia que se producía en el choque de ambos sonidos, como si eso pudiera ayudarte a comprender el significado de la palabra patria”.
Resulta revelador que la autora haya vivido en Gwangju durante su infancia, y aunque no recuerde directamente los hechos, ese vínculo con la memoria colectiva y la herencia del silencio marca su obra entera, y en especial este tándem de novelas. Así, en las primeras páginas de Imposible decir adiós, Kang expone sobre la mesa las coordenadas oníricas que permiten rastrear un correlato inmediato y espectral con Actos humanos: “Empecé a sufrir pesadillas en el invierno de 2012, en la época en que leía los materiales de archivo para escribir mi libro sobre aquella ciudad”. La experiencia del duelo parece (re)surgir desde una vivencia personal, pero en la escritura de Kang se produce una voluntad de distancia expresa y de contención, de elegir el silencio como forma de escucha y de respeto, acaso porque “Gwangju era otra palabra para denominar aquello que es aislado y pisoteado por la fuerza, vulnerado y dañado hasta el punto que no hay reparación posible”, como cuenta uno de los narradores del texto de 2014.
De alguna manera, ambas novelas comparten la tensión entre lo visible y lo oculto. Mientras que en Actos humanos la represión estatal se vuelve indeleble, en Imposible decir adiós la gestación de un proyecto documental a cargo de Inseon (a partir de los sueños y pesadillas de Gyeongha), propone una forma de exorcizar el exilio interior de una amistad, al tiempo que le da nombre a la novela. En ambos textos el cuerpo aparece como un campo de batalla, y tanto la escritura como el cine implican formas de resistencia, no por su capacidad para mostrar o representar el dolor, sino por su insistencia en trabajarlo como material latente.
Uno de los aspectos más singulares del estilo de Han Kang es su capacidad para escribir desde ese dolor sin convertirlo en mercancía emocional. Su escritura parece templada por un ethos empático y solvente: se pregunta por el lugar del otro, por la mirada exterior y por las formas posibles de recordar. En este sentido, Kang trabaja desde un lugar de recogimiento, con una conciencia aguda del lenguaje, de la historia, de la tradición literaria y del cuerpo. A cambio ofrece algo difícil de encontrar en tiempos de narrativas ruidosas: escribe como quien susurra a alguien que está por quebrarse. No para evitar que se rompa, sino para estar ahí, sosteniendo, cuando ocurra.
ACTOS HUMANOS, de Han Kang. Random House, 2024. Barcelona, 208 págs.
IMPOSIBLE DECIR ADIÓS, de Han Kang. Random House, 2024. Barcelona, 256 págs.
Ambas traducidas por Sunme Yoon.