Tras su paso por Montevideo

Pedro Olalla y los ideales del pensamiento clásico: “Hay que profundizar la democracia en nuestras sociedades”

Destaca a la democracia uruguaya por la frecuente utilización de los referéndums

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Pedro Olalla en el Ágora de Atenas
(foto Silvano O.C.)

por László Erdélyi
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Con motivo de la presentación de su último libro, Palabras del Egeo, pero también de sus libros anteriores, Pedro Olalla (Asturias, 1966) estuvo presente en la Feria Internacional del Libro de Montevideo en una charla pública con este cronista. Escucharlo es un placer por la forma sedosa de articular el pensamiento de los antiguos griegos y confrontarlo con los desafíos que plantea el mundo de hoy. Lo hace con un lenguaje sencillo, claro, ciudadano. Hace 23 siglos los griegos construyeron esa idea revolucionaria llamada democracia, y ese pensamiento sigue vigente, no exento de polémicas. Durante su estadía, en privado, las charlas continuaron. Por la riqueza de lo allí expresado en esa intimidad, esas palabras merecen hacerse públicas.

Cristalino.
—Para muchos la filosofía griega es parte de una aburrida materia que estudiaron en el liceo, y nada más. Pero a tí te escuchan como embelesados.
—Es que lo que me mueve no es una intención didáctica, ni un impulso de divulgación. Tampoco anticuario o arqueológico. Lo mío siempre es un impulso ético, una mirada que observa desde el presente y trata de integrar aquellas ideas, que son un acervo común de muchas personas.

—Creo que importa mucho el lugar desde donde lo haces.
—Lo hago in situ, desde el lugar. Creo que esa es la gran diferencia de mis obras con las de otros helenistas, que no incorporan su vivencia personal. Lo mío está escrito desde donde sucedieron las cosas, y dialogando con el lugar. Eso queda muy claro en el libro Palabras del Egeo, o también en Grecia en el aire, que no son libros de gabinete, no están escritos desde una oficina neutra, sino en el terreno, en contacto con esas realidades. Quien tenga una cierta sensibilidad por la cultura o el humanismo, se interesa.

—Grecia es muy amplia en términos geográfico-históricos. No es sólo Atenas. Tu largamente agotado Atlas Mitológico de Grecia habla un poco de eso.
—Sí, es una obra que tiene ya 25 años y que estamos reeditando en España, actualizada y con una nueva cartografía, incluso con geolocalización por GPS. Se tradujo a muchos idiomas. Es una obra sobre los lugares concretos del mito, muestra cómo los mitos griegos están referenciados a los lugares físicos, a las fuentes, las montañas, las cumbres. Recorrí más de 100 mil kilómetros por los campos, los valles, las islas durante más de seis años. Todas esas memorias antiguas de la civilización, los mitos que tanta influencia han tenido sobre la posteridad, son creaciones que nacen de esos entornos geográficos concretos.

—Es inevitable que tus lectores se sientan como parte de un viaje, porque lo contás como un viaje. Tu obra tendría una pata en el género de la literatura de viajes.
—Hombre, yo siempre he pensado que el viaje más importante es aquel que va acompañado de un viaje interior, no solo de desplazamiento por los sitios. De un viaje que tenga un antes y un después, que nos lleve a ser diferentes en algo después de realizado. Todos mis libros tienen esa aspiración, a tener un viaje interior importante, quizá hasta más importante que el exterior, pero siempre contado desde el entorno.

—El entorno concreto desde el cual escribes también es marítimo, costero, cristalino. Esas aguas cristalinas nos fascinan a los rioplatenses, por la turbiedad barrosa de nuestro río ancho como mar.
—Esa cristalinidad está en Palabras del Egeo, porque el mar Egeo es un espacio de gran luminosidad. Es el Mediterráneo oriental, que está situado sobre una meseta submarina, un mar poco profundo que además se fue llenando de agua, aumentando su nivel 150 metros durante los últimos 18 mil años. Los ríos que lo alimentan no son cenagosos, son pedregosos. Grecia es toda una península de roca caliza, fundamentalmente, muy limpia y de ríos de corto recorrido y no demasiado caudal. Todo eso está en la propia lengua, elementos que comienzan a combinarse hasta formar ideas, raíces, palabras, para ir nombrando lo más inmediato, y luego ir despegándose hacia lo abstracto, hacia otro tipo de niveles, pasando de lo onomatopéyico a lo metafórico. Como explico en el libro, todo eso forma parte de nuestras composiciones mentales poéticas. Eso es el lenguaje, que al final dará la lengua griega, que es la lengua que ha influido en todas las lenguas modernas del entorno, sobre todo el latín. Entonces, es una lengua surgida fundamentalmente del entorno. Ahí está la dimensión geográfica y física del espacio, que es un protagonista completo. No es un mero telón de fondo.

—La democracia, que es una idea, está también vinculada a sitios concretos. El más llamativo, en Atenas, es el Partenón. Pero el menos conocido y frecuentado por los turistas —no va nadie allí— es la explanada de la colina Pnyx, el lugar donde se reunían en asamblea los atenienses, ni más ni menos.
—Sí, que sobrevive como un espacio natural muy poco modificado. En realidad es una colina rocosa que en un principio fue casi como es ahora. En algún momento se hizo un hemiciclo para más de 6.000 personas, que era la reunión de la asamblea en su totalidad. Luego se fue desmoronando y quedando así, como era al principio, un lugar para reuniones desde los tiempos más remotos.
—Con una vista maravillosa.
—Se ve el Acrópolis, el mar del otro lado. Es un lugar muy potente como escenario, que no tiene ruinas o edificios superpuestos. Sigue siendo uno de esos espacios en Atenas donde te puedes sentar sobre en las mismas rocas donde se sentaban los antiguos, los ciudadanos, y también Platón, Sócrates, Aristóteles, y donde todavía está la tribuna donde se subían a hablar. Todo eso tiene una inmediatez desprovista de lo intermedio que pudo mediar en la historia.

—Un lugar emblemático para toda la civilización Occidental, el lugar de la asamblea, órgano por excelencia de la democracia. Y sin embargo no viene nadie, apenas unos atenienses paseando el perro.
—Claro, van a la Acrópolis por motivos obvios, pero si la Acrópolis no estuviera, hay muchos lugares en Atenas que tienen una relevancia histórica comparable, como la Pnyx. Es un espacio natural, llano, sin construcciones, no es el Coliseo en Roma. Tiene una potencia evocadora enorme por todo lo que significó para la gestación de la democracia.

—Mencionaste el Coliseo romano. Luego de recorrer Atenas como parque arqueológico, me queda la sensación de que es más luminosa y ordenada que Roma, que es caótica, con tantas épocas superpuestas, tantos edificios, restos, columnas. En el Foro romano, por ejemplo, no se entiende nada.
—En Grecia está como cristalizado. Eso quizá se deba a la naturaleza de las ruinas griegas, porque sus templos o edificios en general, y las estatuas también, son piezas arquitectónicas, piezas escultóricas hechas además de materiales muy resistentes, muy nobles, como puede ser el mármol, la piedra caliza, o incluso la piedra arenisca. Cada capitel y cada tambor de una columna es una pieza escultórica. Son piezas que funcionan como un puzzle. Esos edificios se podían montar y desmontar. La arquitectura romana, mientras tanto, se basa fundamentalmente en el ladrillo, el estuco, y materiales de revoque. Al desaparecer los frescos que los recubrían, o la pátina noble de mármol de esos edificios, por los saqueos a lo largo del tiempo, quedan como están hoy las termas de Caracalla, con el ladrillo a la vista.
—Áspero
—En las ruinas griegas, aunque solo quede una columna en pie, o solo queden restos del trazado de los cimientos de un templo dórico, sigue siendo la pieza contundente, sigue teniendo ese carácter escultórico. Por otro lado, las ruinas griegas están siempre integradas a la naturaleza, aunque estén en un contexto urbano. El visitante percibe ese diálogo con los árboles que lo rodean en un promontorio, o en un sitio con vista al mar, o con vista a una cala. Y lo hace en los mismos términos porque las columnas estaban inspiradas en los árboles, y los capiteles en motivos vegetales. Desde el comienzo hay una intención de diálogo con la naturaleza, porque los templos estaban allí para señalar los lugares sagrados. La sacralidad del lugar era preexistente al templo, el lugar ya era sagrado desde el momento en que ese lugar había sido el escenario de un mito, de un suceso, de una historia que unía a los hombres, a la naturaleza y a la divinidad.

Democracia directa.
—Tu libro más leído en Uruguay ha sido Grecia en el aire, que ha tenido muchas reediciones en España. La comparación que haces entre la democracia clásica y las democracias actuales es muy removedora, sobre todo para la gente joven.
Grecia en el aire está escrito en primera persona, el narrador está actuando de manera confidente con el lector, contándole cosas como susurrándoselas al oído. Lo que lo mantiene vital es que la democracia sigue siendo, hoy en día, un desiderátum, un proyecto que se está haciendo y que no está en absoluto conseguido.

—Su aplicación nunca es perfecta, y siempre criticable.
—Una de las ideas clave del libro es que las democracias actuales no nacen de la democracia ateniense, sino que son mucho más deudoras del republicanismo romano. Hay que tener claro que cuando utilizamos el término democracia, tanto para la democracia griega como para la democracia actual, no estamos hablando de los mismos ideales, los mismos objetivos, ni los mismos medios.

—¿Las democracias actuales no se inspiran en los mismos ideales que la democracia clásica griega?
—No, no son los mismos ideales, ni nunca lo fueron. Las democracias desde Locke en adelante, la revolución norteamericana, la francesa, y fundamentalmente en el siglo XIX, pusieron en marcha ciertos mecanismos para frenar el absolutismo de las monarquías. La burguesía obtuvo una parcela de poder, pero esas democracias no se convirtieron en instrumentos para rescatar del pasado la figura del ciudadano, portador consciente, activo y directo de la esencia política de la sociedad. Las formas de gobierno actual están más próximas a la oligarquía que a la democracia de las antiguas polis griegas.

—Noto cierto pesimismo.
—No, no, en absoluto. Grecia en el aire es un grito para revisitar esas ideas y resemantizar esos conceptos.
—¿Cómo ves el estado de la ciudadanía en Uruguay?
—No está mal, es uno de los países donde se realizan más referéndums, y eso es una forma de democracia directa, de participación directa en la toma de decisiones políticas que los emparenta con los ideales de la democracia clásica griega. Hay que buscar los mecanismos para que nuestras sociedades sean más profundamente democráticas. Si podemos votar en tiempo real la canción ganadora del Eurovisión, ¿por qué no podemos votar otras cosas?

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