Matemática emocional

Mercedes Estramil

LICENCIADO EN Física Teórica y con apenas 26 años, el italiano Paolo Giordano (1982) ganó el Premio Strega con su primera novela. Cada dato en particular no es asombroso; todos juntos sí. En principio porque La soledad de los números primos tiene, además de un título atractivo, una historia que engancha. Gira en torno a un amor imposible, el de Alice della Rocca y Mattia Balossino, pero no es la imposibilidad de los amantes de Verona shakesperianos, que tenían el mundo en contra, sino la de unos aún más impotentes, que llevan el enemigo dentro. Por algo el acápite de la novela es una cita de Sylvie (1853), del poeta romántico Gérard de Nerval, cuya propia vida fue una persecución de amores negados.

La primera particularidad del relato está dada por la aplicación metafórica de una entidad matemática a un asunto sentimental. Tiene que ver con los llamados "números primos", aquellos números naturales mayores que 1 que sólo admiten división exacta por sí mismos y por la unidad. Sin entrar, por fortuna, en las complejidades que encierra esa categoría en apariencia simple, el protagonista se especializa en los "primos gemelos", aquellos cuya secuencia es muy cercana (11, 13, 17, 19, etc.), pero igual no llegan a tocarse (ninguno lo hace, salvo el 2 y el 3; y el 1 mismo, que por convención no se considera primo).

Antes que Giordano, otros autores tomaron estos números como disparador de una historia. Entre otros Carl Sagan en Contacto (1985), Apostolos Doxiadis en El tío Petros y la conjetura de Goldbach (1992), Denis Guedj en El teorema del loro (1998). Y más específicamente los libros de dos ingleses, aparecidos en 2003: La música de los números primos del matemático Marcus du Sautoy, que recrea la historia de los números primos, cuyo esquema de distribución ha tenido varias hipótesis pero ninguna universal que permita encontrarlos; o El curioso incidente del perro a medianoche de Mark Haddon (cuyos capítulos están marcados con números primos) donde un adolescente con problemas de relación pero versado en matemáticas resuelve un crimen. Para el Mattia de La soledad... esos misteriosos números son una expresión fiel de su realidad afectiva, en la que no conecta de verdad con nadie.

Giordano arranca con dos capítulos intensos. El primero muestra a la pequeña Alice, obligada por su padre a tomar rápido el desayuno para no perderse las clases de esquí que aborrece. Ese día se siente mal, se defeca encima y, ante la vergüenza de volver con el grupo, se pierde en la nieve. El segundo presenta a Mattia, avergonzado por tener que llevar a su gemela, discapacitada intelectual, a un cumpleaños infantil. Decide abandonarla un par de horas en un parque, pero cuando regresa por ella su hermana ha desaparecido para siempre.

A partir de ahí la novela da varios saltos temporales, con los protagonistas adolescentes (ella convertida en una anoréxica sin autoestima; él en un matemático solitario que se hace cortes en el cuerpo), y adultos (Alice casada con un médico, Mattia profesor en el extranjero). Ambos se han conocido en el colegio y existe una atracción, pero no concretan. Giordano aborda con sensibilidad esa disfunción emocional de gente que no encaja en una "normalidad" que por un lado desea y por otro rechaza. Esa debilidad para la vida es el gran tema del libro. Hay detalles de realización notables como el modo en que enfoca, sin insistencia, las tres bodas del relato: la parodia de enlace entre Alice y Mattia; el casamiento sui generis de una detestable ex compañera de Alice; y la elipsis de la boda real de ésta.

Si bien la metáfora matemática suma, la novela igual se sostiene sola, mediante un firme trazado de personajes y un estilo agridulce para narrar otra historia más de amores que no fueron. Es cierto que con las buenas novelas de amor pasa como con los números primos: no se sabe cómo ni cuándo, pero siempre aparecerá otra.

LA SOLEDAD DE LOS NÚMEROS PRIMOS, de Paolo Giordano. Salamandra, Barcelona, 2009. Distribuye Océano, 281 págs.

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