CUANDO SE inició la perestroika el escritor y poeta Vitali Shentalinski (Siberia, 1939) integraba de mala gana la oficialista Unión de Escritores de Moscú pero no se consideraba un disidente sino un creador solitario que vivía al margen de los círculos de poder. Las circunstancias políticas de su país lo alejaron de la poesía y lo acercaron al compromiso social. Se sintió llamado por el deber de memoria hacia los miles de escritores muertos y reprimidos bajo el estalinismo.
En enero de 1988 envió una carta a sus colegas de la Unión: "Durante los años de gobierno soviético se detuvo a unos dos mil escritores, y cerca de mil quinientos murieron en cárceles y campos de concentración. (…) se les confiscaban sus manuscritos y sus archivos, que eran amontonados en almacenes secretos. Cabe la esperanza de que una parte de esta documentación permanezca intacta. ¡Tratemos de salvarla! ¡Rompamos el sello de la caja negra!"
Shentalinski dedicó los siguientes veinte años de su vida a hurgar en esas cajas negras de la KGB. El producto de su cruzada contra la amnesia histórica es la trilogía de mil quinientas páginas integrada por los libros Esclavos de la libertad, Denuncia contra Sócrates y Crimen sin castigo.
BUROCRACIA DEL TERROR. Es probable que Shentalinski haya sido el primer escritor que entró por voluntad propia a la Lubianka, sede en Moscú de la policía política, donde desaparecieron miles de ciudadanos. En las épocas más oscuras del estalinismo, los moscovitas recurrían a un chiste de humor negro para referirse a la mole, símbolo de la represión estatal: decían que era el edificio con mejor vista de la ciudad pues desde cualquiera de sus ocho pisos, y aun desde el sótano, se divisaba Siberia. Porque en el imaginario colectivo, tanto en la URSS como en Occidente, Siberia era sinónimo de prisión en condiciones extremas. La enorme construcción emplazada en el centro de Moscú permanece en pie y en ella funciona el cuartel general del Servicio Federal de Seguridad (FSB) de la Federación Rusa.
Tras un año de gestiones, Shentalinski pudo por fin franquear la entrada de la fortaleza. No encontró allí cámaras de tortura ni nada que recordara el siniestro destino del lugar. Había oficinas limpias y sencillas, y empleados que cumplían horario. Pero cuando comenzó a leer los expedientes caratulados "Conservar a perpetuidad" y "Estrictamente confidencial", Shentalinski tuvo la sensación de estar en el "gran osario de la memoria histórica". Por sus manos pasaron miles de actas de interrogatorio, denuncias anónimas, confesiones, cartas y fotos: la Lubianka reunía la "biografía" de miles de escritores, poetas y artistas rusos.
La trilogía incluye numerosas imágenes de archivo. Son fotos de prontuario, tomadas por burócratas que no imaginaban que un día, exhumados del olvido, esos rostros se convertirían en las verdaderas actas de acusación. La mirada de los que van a morir -a veces son fotos tomadas tras el interrogatorio y poco antes de la ejecución- interpela de manera conmovedora a quien las contempla.
En julio de 2007 se exhibió en Madrid una muestra de esas fotografías que estuvieron bajo llave en la Lubianka durante medio siglo. La exposición "Ciudadanos comunes. Las víctimas de Stalin", integra la colección de más de veinticinco mil imágenes reunidas por David King, propietario del mayor archivo de fotos sobre el período, y autor del libro The Commissar Vanishes (1997) sobre el trucaje fotográfico con fines políticos en la era de Stalin.
Los dos primeros hallazgos de Shentalinski permitieron recuperar el diario personal de Mijáil Bulgákov y arrojar luz sobre la muerte de Isaak Babel.
SÁTIRA CONTRARREVOLUCIONARIA. El expediente Bulgákov se inicia en 1922 y concluye con su muerte dieciocho años después. Por razones que desconoce, a Shentalinski se le negó el nombre de los informantes que se habían dedicado al escritor durante casi dos décadas. El más antiguo de los informes daba cuenta de que Bulgákov -por entonces casi desconocido- había leído, en casa de una amiga y ante otros escritores, fragmentos de la novela inédita "Corazón de perro". El informante consideraba que la obra era una peligrosa lección de cómo sortear la censura y hacer propaganda sin exponerse. A partir de ese momento los servicios secretos extremaron la vigilancia sobre el sospechoso.
En un encuentro de escritores, Bulgákov pronunció palabras que llevaron al OGPU -sucesor de la Checa- a pasar a la acción. "Basta ya de escribir sobre héroes en chaqueta de cuero, de ametralladoras y comunistas heroicos. Estoy harto. (…) Es preciso escribir sobre el hombre", dijo Bulgákov. El 7 de mayo de 1926 le allanaron la casa y se llevaron el original de "Corazón de perro", poemas y una parodia, obras que circulaban bajo la forma de samizdat.
También le confiscaron su Diario. Bulgákov reclamó una y otra vez la devolución del texto hasta que lo citaron a la sede del OGPU. Sus declaraciones fueron de una franqueza insolente y provocadora: "No puedo escribir sobre temas rurales porque no me gusta el campo. (…) Sobre la vida de los obreros me resulta difícil escribir (…) no la conozco lo suficiente. Además, me interesa poco. (…) Escribo siempre con la conciencia limpia, describo las cosas tal como las veo. Los aspectos negativos de la vida soviética atraen mi atención porque en ellos percibo, intuitivamente, el alimento para mis obras (soy un satírico)".
Tres años después le devolvieron el Diario. Espantado ante la posibilidad de que lo requisaran nuevamente Bulgákov lo quemó. Pero el texto no se perdió: en la Lubianka guardaron una copia. En su novela El maestro y Margarita el protagonista procede de igual manera -quema su diario- y también como sucedió en la realidad, Bulgákov le hace decir a su personaje: "¡los manuscritos no arden!"
En 1929 toda su obra ingresó al índex. Un año después tuvieron lugar dos episodios que son bien conocidos. El escritor envió una carta al gobierno -en realidad a Stalin- pidiendo que lo autorizaran a emigrar. El Jefe lo llamó por teléfono ("¿tan harto está de nosotros?", le preguntó) y después ordenó que le dieran un puesto de asistente de dirección en el teatro oficial. Inmediatamente alguien lo denunció al OGPU para boicotear su regreso. A principios de 1931 volvió a pedir que lo dejaran salir del país. Tuvo que esperar otro año para que una nueva intervención de Stalin lo salvara de la ruina moral y económica. Estrenó con gran éxito de público una obra sobre Molière. El diario Pravda la destruyó: "Lustre exterior y falso contenido".
Bulgákov se quedó cada vez más solo pues gran parte de sus amigos fueron víctimas del gran terror que comenzó con las purgas de 1936 y 1937. En ellas cayeron los dirigentes históricos de la Revolución, los generales del Ejército Rojo y buena parte de la intelligentsia.
En el expediente Bulgákov, Shentalinski encontró denuncias anónimas y de colegas con quienes este se había confiado en momentos de desesperación. Un solo documento resplandece por su luminosidad entre tantos papeles oscuros. Es la carta de una joven bibliotecaria del Museo Politécnico de Moscú, que seguramente el destinatario nunca recibió: "El heroísmo ruso no se parece al francés. Nuestra vida siempre ha sido más difícil y enmarañada, bastante incomprensible (…) El aislamiento cultural, la ausencia de una sociedad unida, la hostilidad suspicaz en las relaciones entre los individuos, todo eso es penoso. Esta es una época triste, temible, difícil".
EL CASO BáBEL. En 1934, en el congreso que dio origen a la Unión de Escritores Soviéticos, se firmó el acta de nacimiento del realismo socialista, que rigió por décadas el arte oficial soviético. En ese congreso Bábel afirmó que el Estado daba al pueblo todo cuanto éste tenía y que solo privaba a los escritores del derecho a escribir mal: "Camaradas, no es poca cosa perder ese derecho". Luego agregó que estaba convirtiéndose en maestro de un nuevo género literario: el género del silencio.
En mayo de 1939 el comisario Lavrenti Beria ordenó su detención. Aunque casi no publicaba, Bábel escribía mucho, a juzgar por la cantidad de papeles que le confiscaron. En la Lubianka se vio obligado a escribir la obra más difícil de su vida. En ella se acusó de trotskista, de escéptico, de despreciar la organización de escritores, de burlarse de las consignas del Partido y de haber afirmado que la Guerra Civil Española terminaría en fracaso. Inventó que André Malraux lo había reclutado como espía al servicio de Francia y admitió que había sido incapaz de escribir un buen libro sobre el "grandioso proceso" de la colectivización rural. La lista de autoincriminaciones es interminable.
Cada tanto el oficial interrogador intervenía, pidiendo más detalles o exigiendo que denigrara su obra. Así el escritor dice: "La caballería roja me sirvió de pretexto para expresar el espantoso estado de ánimo en que me encontraba, que no tenía ninguna relación con lo que estaba sucediendo en la Unión Soviética. De ahí que destacara la descripción de las crueldades y absurdos de la guerra civil, de ahí esa artificial inclusión de elementos eróticos…". Se acusaba a sí mismo y denunciaba a los amigos.
En el curso del proceso, animado por una tímida esperanza, escribió a Beria. Pidió que le devolvieran los manuscritos para continuar su obra e iniciar un ensayo: "Proyecto relatar el itinerario, en cierto modo típico, que me ha llevado a la perdición y a cometer crímenes contra el país socialista (…) me corroe la sed de trabajo, la sed de redimir y estigmatizar esta vida que he desperdiciado de manera errónea y delictiva". Beria nunca le contestó.
Shentalinski pudo reconstruir los últimos días de Bábel y la fecha de su asesinato: 27 de enero de 1940. Tras la ejecución incineraron el cuerpo y arrojaron las cenizas a una fosa común. El 18 de diciembre de 1954 fue rehabilitado, pero el investigador no pudo ubicar el manuscrito de la novela que estaba escribiendo cuando lo detuvieron.
APRENDICES DE ESOPO. Los funcionarios de la Lubianka no podían entender la persistencia de Shentalinski, su empeño en revisar carpetas viejas ni la consternación que le provocaba cada hallazgo. No había estado preso, no tenía familiares muertos y su padre había sido presidente de un koljós. Él les explicó que estaba allí para rescatar la palabra silenciada, pero nada dijo del viaje personal que había iniciado y que le dejaría huellas: "Leer aquellos expedientes me hizo entender muchas cosas sobre el hombre y sus fronteras. He visto enormes grandezas, y vilezas sin límite. Y lo más sorprendente es que a menudo se trataba de la misma persona".
El investigador se conmovió ante el doble martirio que padecían los detenidos: el impuesto por la tortura y el que nacía de su conciencia. En la soledad de la celda o desde el lejano gulag, muchos de los que habían delatado a los amigos enviaban cartas al Partido y a los jueces intentando reparar el daño. En enero de 1940, sabiéndose perdido, Bábel escribió su última carta, ésta de auténtico y abrumador arrepentimiento: "Todo es una mentira sin fundamento. Todas esas personas son ciudadanos soviéticos honestos y abnegados. Esta calumnia se debió a mi cobarde actitud durante la instrucción". Beria había considerado las actas de su interrogatorio como "verdaderas obras de arte".
Un profesor de Derecho llamado Guiduliánov denunció a Pável Florenski, a quien se conoce como el "Leonardo da Vinci ruso". Matemático, físico, teólogo, historiador, poeta y filólogo, Florenski vivía en el monasterio de la Trinidad-San Sergio. El régimen lo consideraba centro contrarrevolucionario y de refugio de toda clase de "ex": príncipes, aristócratas, popes. En febrero de 1933 el OGPU detuvo a Florenski bajo acusación de integrar el subversivo e inexistente "Partido del Renacimiento de Rusia".
Desde su cautiverio en Kazajstán, el profesor Guiduliánov escribió una carta en la que limpiaba a Florenski y describía el método empleado para instruir los procesos y lograr la sumisión de los detenidos: los interrogadores no exigían verdad sino verosimilitud. Aun a costa de mentir. Siguiendo esas reglas, Guiduliánov había aprendido lo que un preso calificaba con ironía como "el lenguaje esópico del OGPU".
Ni la víctima ni el delator lograron salvarse. A Florenski lo condenaron a trabajos forzados en un gulag llamado "Libertad" y lo ejecutaron en diciembre de 1937. Igual suerte corrió Guiduliánov.
DESTINO DE POETAS. En la Lubianka, Shentalinski también encontró gran parte de la obra poética inédita de Nikolái Kliúyev. Detenido en 1934, profundamente religioso y anticomunista, Kliúyev se cuenta entre los pocos detenidos que no firmó declaraciones falsas ni acusó a nadie. Estando desterrado en Siberia, escribió a un amigo: "Llegará el cruel invierno de cincuenta grados bajo cero, y yo estoy casi desnudo, ni siquiera tengo un gorro de piel (…) ¡Piensa querido amigo, cómo puedo ayudar a mi musa, a quien han arrancado salvajemente sus proféticos ojos!". Tras un breve período de libertad, Kliúyev fue detenido y fusilado en octubre de 1937. Lo rehabilitaron cuarenta años más tarde, pero hasta 2006 su obra no había sido publicada íntegramente.
En 1934 detuvieron a Osip Mandelshtam. Lo denunció un colega que frecuentaba su casa. Mandelshtam había escrito y recitado en rueda de amigos un poema contra Stalin por el que podían fusilarlo: "Nos lanza decretos y decretos como si fueran herraduras/ a uno en la ingle, a otro en la frente, en la ceja o en el ojo./ Para él, cualquiera de sus castigos es algo exquisito…".
En el interrogatorio, el poeta dio el nombre y la opinión de quienes lo habían oído recitar. La Policía se interesó especialmente en conocer la reacción de la poeta Anna Ajmátova. "Indicó, con la perspicacia lacónica y poética que la caracteriza el `carácter fugaz, pseudo popular y labrado` de la obra", respondió Mandelshtam. El poeta compartía la opinión de su amiga: no era una gran composición, pero tenía la eficacia del panfleto. Tiempo atrás, él mismo había dicho: "A partir de ahora los poemas tienen que tener un valor cívico".
Lo condenaron a tres años de destierro. Volvió destruido y dispuesto a colaborar con el régimen, pero no con la policía política. Alucinaba, se mortificaba por los nombres mencionados y tuvo un intento de suicidio. Lo marginaron de la vida literaria: "Estoy en la situación de un perro, de un chucho… Soy una sombra. No existo. (…) Sólo hay una persona en este mundo a quien puedo y debo recurrir con todo este asunto…", escribió a un amigo. Esa persona era Stalin. Entonces se humilló y compuso una oda al Jefe.
Ante el secretario de la Unión de Escritores se comprometió a luchar por "una nueva melodía creadora en la poesía". Días después, el secretario hizo llegar un informe a la Lubianka: la obra de Mandelshtam era contrarrevolucionaria, difamatoria y de escaso valor.
El 3 de mayo de 1938 volvieron a detenerlo. Ocho meses después su familia supo que estaba en un campo de Vladivostok: "He adelgazado, soy casi irreconocible, pero no sé si tiene mucho sentido que me envíen ropa, comida y dinero". Su mujer le envió un paquete. Se lo devolvieron con una inscripción: "Muerte del destinatario". Mandelshtam fue rehabilitado en octubre de 1987. Una calle de las afueras de Vladivostok lleva su nombre.
CONTRA EL PILNIAKISMO. El sistema de delación que cubría la sociedad podía asumir la forma de denuncia anónima o disfrazarse de campaña para desprestigiar a una persona pública, de preferencia un creador. Es el caso de Boris Pilniak. Su nombre se convirtió en insulto. Se hablaba de la impostergable lucha contra el pilniakismo. El escritor se arrepintió, juró fidelidad al Partido y elogió a Stalin, pero no logró salvar la libertad ni la vida. En su expediente Shentalinski encontró decenas de discursos pronunciados contra él en las asambleas de la Unión de Escritores y artículos publicados en revistas literarias. Esos documentos alimentaron a los jueces que finalmente condenaron a muerte a Pilniak.
El escritor siguió el camino que habían recorrido otros: en el interrogatorio se acusó de espía japonés y luego, durante el proceso, se dirigió al tribunal: "Quiero vivir, trabajar mucho, me gustaría tener papel para escribir una obra que sea útil al pueblo soviético". Lo ejecutaron el 21 de abril de 1938. En 1956 lo rehabilitaron pero recién en 1976 volvió a publicarse su obra. Shentalinski no pudo localizar en la Lubianka el manuscrito de la novela que Pilniak estaba escribiendo cuando lo detuvieron.
Ejemplo extremo de delación obstinada es Boris Diákov, a quien la Policía llamaba "Pájaro Carpintero". Informante de vieja data, pasó de soplón a prisionero. Desde el gulag escribió a sus antiguos jefes: "Aunque ahora estoy encerrado en un campo de concentración, sigo preocupado: en organizaciones cinematográficas independientes había personas que por propia voluntad, o quizá por intervención de terceros, saboteaban el futuro triunfo de la cinematografía soviética".
VERDUGOS Y VICTIMAS. Shentalinski no solo siguió el rastro de las víctimas. En la Lubianka también examinó expedientes que dan cuenta de la red de grupos y grupúsculos de agentes que conspiraban dentro de los órganos represivos del Estado. El triunfo de una banda derribaba a los enemigos internos y entronaba un nuevo jefe. El poder del jefe, mientras duraba, era absoluto. Cuando le llegaba la hora, el verdugo caía como antes habían sucumbido sus víctimas.
Yákov Ágranov integró el grupo de hombres cercanos a Lenin. Tuvo a su cargo la investigación de la sublevación de Kronstadt, hizo carrera en la Checa de Petrogrado e instruyó la mayoría de los procesos de la década del veinte y treinta. Dirigió el interrogatorio de la vieja guardia del régimen: Kámenev, Zinóviev, Bujarin, y condujo el arresto y asesinato del poeta Nikolai Gumiliov. Estuvo al frente del Departamento que supervisaba el arte y la literatura. Fue íntimo amigo de Vladimir Maiakovsky y le regaló el arma con la que el poeta se suicidó en 1931. Ágronov murió ejecutado en agosto de 1938, acusado de espionaje y de intentar asesinar a Stalin.
Guénrij Yágoda, jefe del OGPU, fue agente personal de Stalin. Reclutó para sus filas al secretario y representante de Gorki, Piotr Kriuchkov, y a la mayoría del personal que trabajaba al servicio del escritor. En marzo de 1938 el verdugo y el informante fueron detenidos y condenados. Se confesaron autores de la muerte del hijo de Gorki. Durante el juicio Yágoda pidió declarar a puertas cerradas: admitió que lo había mandado asesinar por una razón personal. Estaba enamorado de Timosha, la mujer del malogrado hijo de Gorki.
Nikolai Yezhov sustituyó a Yágoda en la policía secreta que, en su tercera etapa asumió el nombre de NKVD. Durante su jefatura los asesinatos se hicieron masivos. El terrorismo de Estado del período se conoció como "yezhovina". Shentalinski relata que en la cárcel de Lefortovo, donde se realizaron miles de ejecuciones, había dos piezas destinadas al efecto. La primera, antesala de la muerte, no más grande que una inocente "sala de espera"; la segunda era el cadalso. En esa habitación Yezhov mató a miles de personas y también él fue ejecutado.
Los detenidos eran liquidados por la noche pero no morían, como podría suponerse, frente al pelotón de fusilamiento. El verdugo -guantes de goma y delantal cubriéndole el pecho- les disparaba en la nuca, tras la oreja izquierda. Los cuerpos eran llevados a un crematorio que, como la Lubianka, funcionaba en el centro de Moscú. Arrojaban los restos a una fosa común en la que se mezclaban víctimas y verdugos. La investigación llevó a Shentalinski a una de esas fosas, donde muy posiblemente se encuentren las cenizas de Bábel y de Yezhov. Sobre el terreno aplanado luce una inscripción: "Aquí yacen los restos de las víctimas inocentes, torturadas y fusiladas por la represión política. Que descansen en paz".
ESCLAVOS DE LA LIBERTAD. Los Archivos Literarios de la KGB; DENUNCIA CONTRA SÓCRATES. Nuevos descubrimientos en los Archivos Literarios de la KGB; CRIMEN SIN CASTIGO. Últimos descubrimientos literarios en los archivos de la KGB, de Vitali Shentalinski. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2006, 2006 y 2007. Ediciones en tapas duras, 555, 516 y 587 págs. Aún no disponibles en Uruguay.