Lejos de la crisis

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Victoria Verlichak

(Especial desde Venecia)

LA BIENAL de Venecia, la más que centenaria "madre de todas las bienales" -desplegada por primera vez en 1895- goza de buena salud, a pesar de la crisis económica internacional y del creciente cuestionamiento a la legitimidad de este tipo de encuentros artísticos. La 53ª edición de la Exposición Internacional de Arte se desarrolla hasta el 22 de noviembre en Venecia, sin estridencias y con la participación de más países que nunca.

La Bienal consiste oficialmente en una gran muestra central, Making Worlds (haciendo mundos), curada por Daniel Birnbaum -el curador más joven de su historia- con los trabajos de 90 artistas desplegados en los Giardini di Castello y en el Arsenale (grandes galpones navales y jardines adyacentes). Las otras vertientes de la Bienal son los "eventos colaterales", tan o más interesantes que muchas de las representaciones nacionales, que suelen ajustarse a la propuesta conceptual del curador. Esta vez son 77, incluida la propagandística presencia de los Emiratos Árabes Unidos con dos pabellones, albergando a dos de los siete emiratos que conforman el país.

Además del Palazzo delle Esposizioni (ex pabellón Italia), alrededor de 30 países poseen pabellones también en Giardini (Uruguay, Brasil y Venezuela) o alquilan espacios en el Arsenale (Chile) a continuación de la muestra Making Worlds, o en palacios, (ex) iglesias, salas de conferencias, fundaciones, dispersos por la ciudad. En la zona del Arsenale, donde se creó el nuevo pabellón Italia, se multiplicaron los espacios de exhibición. El área se extendió hasta el Giardino delle Vergine, en cuya torre el indio Nikhil Chopra realizó una performance, con múltiples cambios de vestuario, adoptando distintos aspectos de un multifacético personaje, entre mítico y real. Hay instalaciones y videos en los jardines y en los cuartos donde se guardaban las herramientas de trabajo, como las hileras de aros para ejercitar colgados del techo del bailarín y coreógrafo norteamericano William Forsythe.

Enfrente, cruzando el agua a dos minutos de lancha, se abrió al público el denominado Arsenale Novissimo. Allí se exhiben varias muestras como la "colateral" y colectiva Unconditional Love (Amor incondicional), en la que se luce el colectivo ruso AES+F, con una video proyección en nueve canales de La fiesta de Trimalco, transposición a la actualidad de las hedonistas y orgiásticas celebraciones del poderoso romano, extraídas del Satiricón de Petronio.

Hay, entre el público, numerosos africanos que venden imitaciones falsificadas de carteras y bolsos; están inquietos por la posible cercanía policial. Es lo único que recuerda los conflictos del mundo exterior, ya que éstos parecen no existir en esta bellísima ciudad-museo en cuyos canales, pasajes y recintos se perciben iguales dosis de bienestar, frivolidad y curiosidad intelectual (no siempre equitativamente repartidas). Por la gran confluencia de importantes artistas, curadores, coleccionistas, modelos y celebridades, desde Jeff Koons o Marina Abramovic a Naomi Campbell -muchos de los cuales sólo se movilizan en lancha-taxi por la laguna- en los días previos a la apertura de la Bienal (que es cuando hay que estar) se organizan decenas de comidas, beneficios (Salven a Venecia) y fiestas, algunas en los imponentes yates registrados en las Islas Cayman y anclados allí durante esos días.

Hacer mundos. Algunas obras examinan el contexto actual, sueñan universos, miran hacia la naturaleza, fundan diseños imposibles, se asoman a la arquitectura (mitológica, existente), "hacen mundos". Para pensar su propuesta curatorial, Birnbaum partió de la idea de la globalización como "fuerza emancipadora que libera a los individuos de las limitaciones de su cultura local", pero también como "una tendencia homogeneizadora que implica borrar las diferencias culturales, convirtiendo al mundo en un lugar de monótona igualdad". En este sentido, Birnbaum propone que el arte sea una manera de contraponerse a tal aplanamiento, insistiendo en subrayar las diferencias y no el concepto políticamente reaccionario de los nacionalismos. Plantea el entrecruzamiento de nacionalidades antes que el patrioterismo.

Numerosos artistas y curadores no viven ni trabajan en sus países de origen; el propio Birnbaum reside en Alemania y no en Suecia, donde nació en 1963. Por caso, el británico Liam Gillick ocupa el pabellón alemán con una críptica instalación y el de Holanda es protagonizado por los emocionantes videos de Fiona Tan, nacida en Indonesia. El tucumano Tomás Saraceno, celebrado por sus galaxias dibujadas con sogas negras en el espacio, vive en Frankfurt, e Iván Navarro en Nueva York aunque representa a Chile con su instalación lumínica de apariencia interminable.

La naturaleza predomina en la representación rumana, cuyos artistas construyeron cubículos para mostrar videos con techos sobre los que plantaron pasto y flores. El efecto invernadero se da también en el pabellón checo y eslovaco, convertido por Roman Ondák en un bello jardín. Es profunda la investigación del belga Jef Geys en torno a las plantas (silvestres, medicinales), que crecen en los intersticios del cemento en cuatro ciudades diferentes.

Son poderosos los retratos animados de Lucas Samaras (Grecia) y de Péter Forgács (Hungría). Es lírica la película de Steve McQueen (con número y turno para ingresar a la sala) que imagina la soledad y el deterioro del Giardini al fin de la Bienal, con forzados clichés "políticamente correctos" que le hacen perder cierta poesía, como ocurre frente al pabellón de Israel con el abrazo quizá fraterno entre dos hombres de piel oscura.

Resulta fantasmagórica la proyección del polaco Krzysztof Wodiczko, asomándose a la invisibilidad de los trabajadores informales, al igual que la manipulación de sangre de víctimas del narcotráfico en el pabellón mexicano, con obras de Teresa Margolles; también hay sangre y asombro en tres muestras del pabellón de Rusia.

Luis F. Noé "construye mundos" con La estática velocidad (11 x 3 m.) y Nos estamos entendiendo (15 x 3 m., con 15 piezas de marcos irregulares), ocupando dos paredes en un difícil espacio de exhibición, con techos bajos e inoportunas aberturas. Artista brillante, Noé revela la agitación de un nacimiento y la explosión del caos como motor de la creación en sus técnicas mixtas, sobre papel y tela. Gloria Bender, directora de Asuntos Culturales de la Cancillería argentina, y el ministro Sergio Baur inauguraron la presencia oficial, esta vez en el tercer piso de la Librería Mondadori vecina a San Marcos.

En la muestra de Birnbaum, donde los latinoamericanos no superan los dedos de una mano, se recrean los mundos de luz con hilos de oro de la brasileña Lygia Pape, los experimentos formales, con soportes y pinturas monocromáticas, del alemán Blinky Palermo y las imágenes de las intervenciones arquitectónicas revolucionarias del norteamericano Gordon Matta-Clark; todos fallecidos. Artista nómada, el camerunés Pascale Marthine Tayou recrea un asentamiento precario, mientras proyecta escenas cotidianas de ciudades occidentales, donde vive. Hans-Peter Feldman deleita con un ingenioso teatro de sombras chinescas hecho con pequeños juguetes, antigüedades y objetos cotidianos que se mueven mecánicamente. El chino Chu Yun inventa mágicas constelaciones a partir de luces de electrodomésticos, que titilan en un cuarto oscuro.

John y Yoko. La Bienal celebró la trayectoria de John Baldessari (California, 1931) y Yoko Ono (Tokio, 1933) concediéndoles el León de Oro (el mismo que recibió León Ferrari en 2007), porque su "trabajo de vanguardia abrió nuevas posibilidades de expresiones poéticas, conceptuales y sociales para los artistas de todo el mundo"; hay obra de ambos en la muestra Making Worlds. Más conocida como esposa de John Lennon, Yoko Ono es una relevante artista conceptual y de la performance, con un camino de casi 50 décadas en el mundo de las artes visuales y muy vinculada con el movimiento multidisciplinario Fluxus (fluir, dejarse llevar), un provocador colectivo de artistas, diseñadores, compositores, arquitectos de distintos países, de fines de los años 50. Los memoriosos recordarán su visita a Buenos Aires en 1998 cuando presentó las despojadas instalaciones conceptuales -objetos y escrituras- en la muestra Yoko Ono: en trance del Centro Cultural Recoleta.

El León de Oro al Mejor Pabellón fue recibido por el rosarino Carlos Basualdo, curador del Philadelphia Museum y de la muestra Topological Gardens (casi una retrospectiva, también desplegada en dos universidades venecianas) del reconocido artista conceptual norteamericano Bruce Nauman (Indiana, 1941); escultor, videasta y artista del sonido de 68 años. La sueca Nathalie Djurberg fue distinguida con el León de Plata como "joven promesa", con Experimentent, un gigantesco jardín del Edén distópico desarrollado con arcilla y escabrosos videos de personajes animados, también de arcilla. El alemán Tobias Rehberger, en Making Worlds, ganó el premio al "mejor artista" por su fresco diseño de la cafetería en uso, más cercano a una instalación de Op Art que a un establecimiento de comidas.

Los curadores Michael Elmgreen e Ingar Dragset fueron reconocidos por Los coleccionistas, popular parodia de los Países Nórdicos y de Dinamarca donde se recrearon dos casas de clase media alta. La residencia de gusto más conservador estaba supuestamente en venta y era mostrada a los visitantes por unos actores-vendedores y la otra aparecía como perteneciente a una pareja gay; muebles, obras de arte, gestos creativos y violentos escenificaron -en ambas- pasiones de todo tipo, incluyendo destrucciones parciales y el suicidio de un coleccionista ahogado en su pileta de natación.

Efectos colaterales. Entre la avalancha de "eventos colaterales" se destaca la inauguración de Mapping the Studio en la Punta della Dogana, el rutilante emprendimiento del multimillonario empresario francés Francois Pinault (dueño de marcas de lujo), que tras un enfrentamiento con las autoridades francesas decidió traer su colección de arte a Venecia, que es desplegada también en el Palazzo Grassi desde 2007. La imponente antigua aduana, ese triángulo junto a la iglesia Santa Maria della Salute -enfrente de la Plaza San Marcos- fue renovada por el afamado arquitecto japonés Tadao Ando a un costo de 20 millones de euros. La Dogana ostenta en su vértice la escultura del Niño con rana de Charles Ray, una obra con reminiscencias clásicas que ya fue repudiada por los defensores de animales (una exageración) y que es la imagen de la muestra inaugural; seguramente, se convertirá en un nuevo hito de Venecia. Dueño también de la casa de subastas Christie`s, Pinault tiene en su colección obras de los artistas "que hay que tener". Muchos de ellos, aunque de moda, conservan su carácter provocador con obras disparadoras de sentido como las de Félix González-Torres, los hermanos Chapman, Cindy Sherman, Maurizio Cattelan; y otros son, a esta altura, clásicos contemporáneos como los pintores Cy Twombly, y Sigmar Polke.

Había grandes nombres en la muy concurrida y espectacular muestra In-Finitum en el Palazzo Fortuny, con 300 objetos arqueológicos, pinturas de los grandes maestros europeos, arte conceptual y videos, junto a muebles y objetos de reciente facturación, remedando una gran casa con atmósfera renacentista, armada por el muy conocido coleccionista, decorador y marchand Axel Vervoordt, repitiendo la ambientación de su castillo y de su colección en unos reciclados silos en Bélgica, visitados por esta cronista cerca de Maastricht (Holanda).

Lejos de la grandilocuencia de las "muestras colaterales", se presentaron otras obras más íntimas y emotivas como Interior Landscapes, de la libanesa Mona Hatoum, en la Fondazione Querini Stampalia (donde estaba la muestra de Croacia). Y fue proyectada -en el reconstruido y resplandeciente teatro La Fenice- una nueva versión o reedición de la película de la artista de objetos y cineasta alemana Rebeca Horn, Buster`s Bedroom (1991), con Valentina Cortese, Donald Sutherland y Geraldine Chaplin.

Uruguay en escena

LA UBICACIÓN del pabellón de Uruguay en Giardini posee una ventaja incomparable, que el país ha sabido valorar y cuidar. Los artistas Raquel Bessio, Juan Burgos y Pablo Uribe fueron elegidos por una democrática comisión de cinco personas de distintas perspectivas artísticas. El curador Alfredo Torres afirma sobre los trabajos de Paisajes críticos que éstos eluden las "ideas tradicionales, convenciones y rutinas" asociados al sustantivo del título, y son "críticos" porque están trabajados desde un espacio de incertidumbre. Tal como lo recuerda Torres -en la introducción del buen catálogo de la muestra- los artistas de la contemporaneidad carecen de certezas sobre "lo que se cree saber… De lo que se conoce y de lo que se descubre. De lo que se percibe claramente o de lo que tan sólo se intuye".

Con Patricia Betancourt como comisaria, el envío uruguayo hace trabajar al espectador y comienza en las escalinatas del pabellón con La tierra prometida (te quiero, mucho, poquito y nada). La obra de Bessio, compuesta por cinco cajones de chapa con los escudos de los países del Mercosur y otros cinco repletos de "margaritas" de resina pintadas con metal ("para que parezcan lo que no son" y que se van a deshojar), se ofrece como en una verdulería. Las cajas de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela (como país invitado) están expuestas a la corrosión del tiempo, o quizá entregadas al mejor postor. Casi como reflejo, el observador se tienta con una lectura política: el tratado de libre movimiento e intercambio comercial está oxidado, se va deteriorando (vaya que sí, con la Argentina cortando ilegalmente el paso de frontera de Gualeguaychú). Pero, aunque Bessio da la bienvenida a cualquier interpretación, ella pensó su obra desde su situación personal. "Mi obra está afuera del pabellón que es un pedacito de Uruguay, siento que estoy a la intemperie, me hicieron migrar", dijo.

La obra de Burgos pide tiempo; es preciso detenerse para descubrir la compleja trama de sus dos collages, Nuestro amor y Déjeuner sur l`herbe (ambos 122 x 202 cm.), que ocupan una pared del espacio de exhibición. El artista corta, pega, fotografía, cita a León Ferrari y su Cristo crucificado, en relación a la crueldad, y al famoso pintor francés Édouard Manet y su "almuerzo sobre la hierba", por las inesperadas imágenes y la voracidad que trasuntan sus composiciones. Son fragmentos, colores y texturas en un cóctel de imágenes tomadas de libros infantiles e historietas posmodernas, de los medios de comunicación y la publicidad, de las marcas de productos de consumo masivo que parecen remitir al asedio informativo y contaminación visual que padecen los habitantes de las grandes urbes. Las imágenes consignan la arquitectura enloquecida y al hacinamiento que soportan los habitantes de las mal planificadas megalópolis latinoamericanas con crecimientos irracionales, como México DF, San Pablo o Buenos Aires (con los cordones del conurbano bonaerense). El fútbol y el mate ahí están, la presencia asiática también, en medio del cataclismo dibujado con recortes de colores festivos, falsas sonrisas y principios de un incendio hechicero.

La tarde de la inauguración del pabellón uruguayo sorprendió a los asistentes con una tormenta de verano que materializó el castigo deseado por Bessio para su obra. El chaparrón obligó a muchos a buscar refugio adentro, poblando el espacio con las resonancias de la hora de los brindis. Sin embargo se precisa silencio para escuchar el sonido de la notable videoinstalación de Pablo Uribe, con sublimes cantos de pájaros y ecos de animales que pueblan el Uruguay. Quizá Amanecer es una instalación sonora, con una grabación hecha en medio del monte o del campo. Pero no, la obra de Uribe es un díptico donde se aprecia el retrato animado de un hombre que, parado de cuerpo entero, imita el sonido de animales nativos y echa a volar la imaginación del espectador. Magnético, el video muestra a un mismo hombre de pobladas cejas y penetrante mirada, que enfrenta a los espectadores casi de perfil en dos pantallas y "hace mundos" con la complicidad voluntaria del espectador que se deje envolver en la penumbra, para sentir, oír.

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