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Sin razón para reír, pero se reía

La risa en los campos de exterminio nazis: un ensayo de la especialista italiana Antonella Ottai

El humor teatral en un contexto kafkiano

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Antonella Ottai

por Juan de Marsilio
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El cartel en la puerta de los campos nazis decía “Arbeit macht frei” (“El trabajo nos hará libres”). La risa nos hará libres, de la italiana Antonella Ottai, estudia la actividad teatral, fomentada por las autoridades, a cargo de estrellas judías del cabaret berlinés de los 20 y 30, en los campos de Westerbork (Holanda) y Theresienstadt (República Checa).

En una ciudad cosmopolita y permisiva como la Berlín de los 20, el espectáculo ligero de los cabarets practicaba un humor incisivo que los nazis suprimirían. Muchos de sus artistas, judíos asimilados, se sentían alemanes y no emigraron. No pocos volvieron a Alemania entre el 33 y el 39 para actuar ante público judío y con libretos judíos. Casi todos serían gaseados.

En los campos no había razón válida para reír, pero se reía. Para los verdugos, el judío que se ajustaba a los estereotipos racistas era risible de por sí, y vejarlo era una diversión. La rutina era horrenda pero también absurda, kafkiana, y reírse podía ayudar a los presos a seguir vivos. Por otra parte, la risa no razona: le alcanza la ocasión que la dispara. Y los seres humanos necesitan reír.

En Westerbork, un campo de tránsito, y en Theresienstadt, el “gueto modelo” que engañó por un tiempo a la Cruz Roja, el humor teatral alcanzó complejidades técnicas y morales inusitadas. No sólo por el nivel artístico de los implicados, sino también y más aún, por la connivencia entre verdugos y condenados: Albert Konrad Gemmeker, comandante de Westerbork, estaba orgulloso de “sus judíos”, asistía a las funciones en primera fila, invitaba a otros jerarcas y algunas veces se llevaba a los artistas de tertulia a su casa… pero los transportes al Este nunca se atrasaron.
En Theresienstadt la ficción era cotidiana, y alcanzó el paroxismo en la “Operación embellecimiento” previa a la visita de la Cruz Roja de junio de 1944, a la que siguió el encargo al comediante y cineasta Kurt Gerron de dirigir el rodaje de un documental laudatorio de la vida en el gueto. Cuando el camarógrafo checo se dirigió a él como “Herr Gerron”, el SS que los vigilaba le recordó que hablaba con un “cerdo judío”. Gerron murió en Auschwitz, sin haber visionado una sola toma.

LA RISA NOS HARÁ LIBRES. Cómicos en los campos nazis, de Antonella Ottai. Gedisa, 2021. Barcelona, 256 págs.

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