JUAN PABLO CORREA (desde Caracas)
UN MÉDICO, Andrés Miranda, se entera de que su padre padece cáncer y se ve en la circunstancia de tener que decírselo. A su vez, sufre el acoso de un hombre, presumiblemente hipocondríaco, que lo ve como el único profesional que puede salvarlo de una indeterminada enfermedad.
A partir de estas dos historias, el autor venezolano Alberto Barrera Tyszka construye una hermosa novela sobre las limitaciones de la medicina, la precariedad de la vida y las dificultades de la comunicación entre padres e hijos. Son esos y otros temas que el escritor plantea con una sutileza que evita cursilerías, y que al mismo tiempo conmueve.
La novela es La Enfermedad, ganó el premio Herralde de Novela en noviembre pasado, y fue publicada por Anagrama en su colección Narrativas Hispánicas. Así Barrera es el primer venezolano que recibe este galardón, que en su última edición tuvo como jurados a Salvador Clotas, Juan Cueto, Esther Tusquets, Enrique Vila-Matas y Jorge Herralde. No es, sin embargo, el primer latinoamericano en recibirlo, ya que lo obtuvieron Sergio Pitol (1984), Jaime Bayly (1997), Roberto Bolaño (1998), Alan Pauls (2003), Juan Villoro (2004) y Alonso Cueto (2005).
Es el libro del momento en Venezuela, donde ya lleva tres ediciones. Barrera Tyszka (nacido en Caracas en 1960) es poeta, novelista, cuentista, autor de guiones de telenovelas y desde 1996 columnista dominical del tradicional diario El Nacional. Es además autor, junto con Cristina Marcano, de Hugo Chávez sin uniforme. Una historia personal, una biografía del presidente venezolano que la crítica ha considerado muy objetiva y documentada.
LA ENFERMERÍA. Las 168 páginas de La Enfermedad le llevaron a Barrera tres años de escritura, y tienen su génesis en un cuento sobre un hipocondríaco que -cuenta el autor en un café caraqueño- "se me fue de las manos". Entre múltiples llamadas a su celular, recuerda que en parte el impulso inicial se vinculó a su propia experiencia de enfermero. "Cuando yo era muchacho, cuando tenía 18 años, por una serie de circunstancias fui enfermero en un hospital oncológico llamado Padre Machado, regentado por unas monjitas. Tuve una experiencia impresionante frente al hecho de la enfermedad, que me tumbó las lógicas de la medicina, de la fe", recuerda. Otro impulso provino de lo que a su modo de ver es la nueva obsesión de Occidente, la salud, que sustituyó a la muerte en el sitial de suprema preocupación. "Tenemos la utopía de ser saludables. Hay que ser exitoso, bonito, eficaz, rico, pero además, ahorita, sano. Y es quizás la utopía más difícil. Está toda esta cosa del ejercicio, de la alimentación, los supermercados nuevos que saltan, que son todos ligados a lo farmacéutico… Pero todos estamos cerca de la enfermedad y de la muerte" , comenta.
La Enfermedad no solo toca las fibras más íntimas sino que también atrapa. "Aquí hay un empeño en cazar al lector y mantenerlo atado al libro, que se lea rápido y no pueda dejarlo. Dentro del panorama latinoamericano, en el cual tenemos literatura que juega a la erudición, al humor, al desenfado, la novela de repente apuesta a una cosa que es vieja pero que quizás hemos olvidado, que es la literatura que apuesta por conmover al lector, sin ser sensiblera, como diciendo `esto es un tema terrible pero lo vamos a tratar con elegancia y con respeto, pero no olvidemos que es un tema que nos afecta´. La intención es llegar a esa difícil línea donde te sacudes pero no te desbordas, donde se van contando cosas pero no de una forma irrespetuosa ni truculenta", resume Barrera.
La narración deja preguntas abiertas sobre los personajes, fundamentalmente en relación al enfermo, cuyo único hijo, Andrés, descubre durante el proceso de la dolencia de su padre unas pocas pistas sobre lo que fue su vida de viudo. "Narrativamente me interesa lo no dicho. No es una cosa mía. Ernest Hemingway hablaba del iceberg. La literatura solo dice una punta y todo lo demás está abajo. El lector es el que construye, el que se queda con las dudas", dice.
A la confesa intención de Barrera de retener al lector con frases cortas, con la precisión de la palabra justa, con la presentación de personajes que rebosan humanidad, fragilidad y desamparo, se suma el suspenso aportado por una de las dos historias que se cuentan en la novela. Pero además de las dos historias centrales existen otras laterales, a veces tragicómicas, que lejos de hacer perder fuerza a la trama "traen a tierra" lo contado. Lo traen concretamente a la Venezuela de hoy. Ese parece ser el rol de Merny, la empleada doméstica de Javier Miranda, a la que el mal del enfermo también afecta pero que a la par sufre sus propios males, aunque de otro tipo: la pobreza y la preocupación por un hijo que está en malos pasos. Merny hace entrar a los venezolanos pobres a una narración que hasta su ingreso pintaba un ambiente puramente de clase media. Esos pobres que desde sus precarias casas de las alturas de Caracas viven con sentido de ajenidad lo que ocurre en el valle, por donde circulan las "cuatro por cuatro".
HISTORIAS ILUMINADAS. Como suele pasar, el libro tomó vida propia y ya no le pertenece totalmente al autor, porque las interpretaciones de los lectores han sido diversas. Barrera reconoce que ha recibido comentarios opuestos sobre la pertinencia de las dos tramas que son la columna vertebral de la narración. "Hay dos lecturas que me asombran a mí y que me gustan muchísimo. Hay una cantidad de lectores a los que les parece que la historia descansa sobre Ernesto Durán (el hombre que cree estar enfermo). Y hay otros a los que les parece que Ernesto Durán es un error del libro, al que no entienden, al que ven como un relleno, que entorpece la verdadera historia que es la central. Pues ahí no sé qué decir. Por un lado, está el enfermo con una sintomatología clínica probada y por otro, el enfermo que supuestamente no lo está pero que siente lo mismo que el que lo está. Yo lo que quería, y no sé si se logra o no, es que fueran historias que se iluminaran la una a la otra", señala Barrera.
Su estilo es contenido, adjetivado pero sin excesos, y construye escenas que seguramente quedarán en el recuerdo de quien lea La Enfermedad. "El éxito de lectores aquí me ha sorprendido. Porque uno de mis grandes temores era que siendo el del libro un tema muy fuerte, con un título pesado, se podía convocar a la desazón y al miedo, se podía generar un rechazo", admite Barrera.
En cualquier caso, y dejando de lado alguna probable y discutible debilidad en la trama, la novela es sólida, remueve, es simple y compleja a la vez. Se cierra de una forma que obviamente no conviene revelar, pero que es de gran belleza.
Barrera trabaja ahora en una telenovela que se estrenará en abril y tiene en mente una ficción sobre la industria de la televisión. Parece un autor a seguir, de un país cuyas plumas contemporáneas no son hoy muy conocidas en el sur del continente.