La moral contemporánea

Oscar Brando

HABÍA ALGO peculiar en el estilo del muy difundido libro de Gilles Lipovestky La era del vacío que no se revelaba inmediatamente. El ensayista deslizaba sus especulaciones en el flujo de la descripción del acontecer social, con lo que daba a los hechos expuestos cierto aire de inevitabilidad, de fatalidad. "Es lo que hay, valor", parecía decir Lipovetsky, sin preocuparse en ahondar por qué sucedía lo que sucedía; al mismo tiempo intentaba disuadir al lector de imaginar o proyectar cosas que ya no fueran posibles. En los intersticios del panorama que trazaba Lipovetsky, se filtraba una mezcla de conformismo con optimismo: el tan abusado universo posmoderno resultaba en la propuesta del sociólogo francés menos oscuro y abismal.

De todas maneras, el planteo de La era del vacío era coherente, intenso, buscaba llegar a todos los rincones y recorrer todos los vericuetos de la sociedad de fines del siglo XX. Metamorfosis de la cultura liberal, a diferencia de aquel libro, es una recopilación de circunstancia en el que se reúnen cuatro conferencias pronunciadas por Lipovetsky en Canadá. El desarrollo de ideas es muy limitado aunque en él se pueda advertir la misma actitud que en su libro mayor. Las conferencias dedicadas a la moral empresarial ("El alma de la empresa: ¿mito o realidad?") y a la moral de los medios ("¿Hay que quemar a los medios?") descubren con nitidez los rasgos señalados del pensamiento de Lipovetsky: el francés sugiere que en la medida en que la existencia de la empresa de producción capitalista es inevitable, es mejor que sea lo más humana posible. El sociólogo sostiene que hay una moral del liberalismo que permite a la empresa y a sus negocios elegir políticas de beneficio a la comunidad, aunque ese comportamiento esté ordenado por la lógica del espectáculo. ¿Por qué oponerse a que las empresas intenten una acción social más solidaria o sean menos crueles en sus relaciones laborales? En la conferencia que titula "Muerte de la moral o resurrección de los valores: ¿qué ética aplicar en nuestros días?" Lipovetsky afirma que en la sociedad liberal hay referencias morales; que no se vive en un mundo posmoral sino posmoralista, en el que la moral no está regida por el deber, como a principios del siglo XX, sino por los deseos, el bienestar, la felicidad. Lipovetsky advierte un "caos organizador" que hace posible, sin los rigores disciplinarios de la religión del deber, desarrollar acciones humanitarias, organizar grupos voluntarios, comités bioéticos, pronunciamientos antirracistas. No deja de reconocer que a pesar de las calificaciones negativas con que se ha descrito la sociedad posmoderna ésta ha mantenido los valores mínimos de la democracia y ha agregado un ethos práctico de la tolerancia, difícil de encontrar en décadas anteriores.

Si la empresa tiene un alma y los negocios pueden ordenarse en los límites de una ética, también los medios de comunicación son salvables en una sociedad democrática. La conferencia: "¿Hay que quemar los medios?" retoma el planteo frankfortiano de demonización de los medios para rebatirlo. Algunos argumentos no difieren grandemente de los que Umberto Eco usó hace cuatro décadas en Apocalípticos e integrados: lo medios democratizan y expanden la información, etc.

La conferencia que abre el libro, "¿Narciso en la trampa de la posmodernidad?", es la que Gilles Lipovetsky pronunció en la Universidad de Sherbrooke, Canadá, al recibir el doctorado honoris causa. Es una brevísima exposición centrada en los conceptos centrales de "neoindividualismo" y "egofilosofía". Lipovestsky regresa a la imagen de un Narciso frágil, replegado sobre sí mismo, que tiene que llevarse a cuestas. El homenajeado quiere ver en la ceremonia del doctorado la salvación por la tradición de ese ser solitario.

Un prólogo firmado por Sebastien Charles de la Universidad de Sherbrooke, tan extenso como las conferencias, completa este libro menor y complementario de la ideas y las interrogaciones (los cuatro títulos de las conferencias preguntan) del influyente pensador francés.

METAMORFOSIS de la cultura liberal. Ética, medios de comunicación, empresa, de Gilles Lipovetsky, Anagrama, Barcelona, 2003. Distribuye Gussi. 128 págs.

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Cuentos

RECUENTO. Cuentos Completos, de Ana Rossetti. Editorial Páginas de Espuma, Madrid, 2001. 352 págs.

RECUENTO era un buen título. La española Ana Rossetti (1950), famosa por su poesía varias veces premiada y antologada, reúne aquí su narrativa breve, le agrega párrafos y vuelve a contar en más de un sentido. Hay dos zonas diferenciadas y a veces integradas en su obra: en la primera se perfila una escritura didáctica y edificante, que reelabora desde el coloquialismo textos varios (de literatura infantil, religiosa, o documentos históricos); la segunda abarca una prosa sensual y previsible, hecha de los lugares comunes de la literatura erótica, donde las imágenes son obvias y recurrentes. De todos modos, esta segunda zona es mejor que la primera.

En un orden no cronológico Recuento incluye textos dispersos editados en varias publicaciones, un cuento largo sobre el tema del doble ("El antagonista"), y los libros de relatos Una mano de santos y Alevosías. Abre la primera sección "Bitácora inmóvil", un cuento hecho por encargo para el aniversario del Descubrimiento en 1992, que dialoga con los diarios de viaje de Cristóbal Colón, y hace una defensa de la diversidad cultural mientras repudia las leyes de extranjería de la actual España. Como en el resto del volumen hay erratas varias, más una mala transcripción de citas por lo menos si se compara con la edición de Austral de Los cuatro viajes del almirante y su testamento (1946), más errores de distracción como confundir fechas y días. A pesar de esos detalles si se quiere secundarios, Rossetti despliega una escritura intertextual, con cuentos que desacralizan el mundo museístico en clave fantástica ("El joyero de la infanta"), que españolizan algún episodio bíblico ("Ensueño de una noche de verano"), o revisitan viejos cuentos y leyendas ("Solamente una vez", "La cueva de la doncella"). Pero aun siendo entretenidas, estas historias que parecen armadas para un lector infantil o adolescente se quedan en el clisé, se resuelven en explicaciones sobrantes que desmoronan cualquier tensión narrativa, y tropiezan en fundamentalismos de género. La narradora ejemplariza y dictamina cuál debe ser el camino, tanto si habla de liberación femenina en manuales trasnochados como "¿Esto es mi cuerpo?" y "La niña extranjera", de la eterna lucha entre el bien y el mal, o de la intolerancia en el mundo.

Rossetti coloca ideas esquemáticas por encima de las historias y de la prosa, almibarada y estridente. Apenas en unos pocos textos de Alevosías (Premio La Sonrisa Vertical 1991, la colección de literatura erótica dirigida por García Berlanga) surge algún personaje menos estereotipado. Es el caso de la mujer de "La noche de aquel día", presionada por su alargada virginidad, por la envidia propia y la mirada de los otros, que acaba tomando una decisión singular; el de la protagonista de "Malquerida siempre" que termina el frustrante tour afectivo de su vida pagando por sexo; o incluso el del niño que busca una salida a su libido en "Del diablo y sus hazañas" y empieza un vínculo homosexual con su primo.

En el terreno del erotismo, la verborragia imaginativa de Rossetti supera los ejercicios directos de otras españolas como Almudena Grandes o Mercedes Abad. Adjetiva indiferenciada y torrencialmente, abusando del recurso de la repetición, que crea un efecto pero también lo diluye. Las imágenes eróticas para designar al cuerpo no escapan del repertorio usual: "oscuras rosas de sus pezones", "cálida miel de la boca", "cáliz empapado de su sexo", "coral mojado de su lengua", "testículos altos y duros como nueces", etc. Tampoco es novedoso el almacén de metáforas bélicas y climáticas que contextualizan el acto sexual. Apenas el humor cínico de mujeres superadas y frustradas de sus protagonistas alivia en parte esa sobrecarga, nos reímos un poco, pero el lugar común asoma también ahí, donde nos explican cómo son los hombres, cómo son las mujeres y cómo es el sexo. Todo clarito.

M. E.

Filosofía

FIGURAS DEL DESASOSIEGO MODERNO, Encrucijadas filosóficas de nuestro tiempo por Jacobo Muñoz. A. Machado Libros, Madrid, 2002. Distribuye Océano. 480 págs.

UN BALANCE retrospectivo de los debates filosóficos más importantes del siglo XX, aunque algunos hayan comenzado mucho antes, su vinculación con las problemáticas del sujeto contemporáneo y un vasta erudición, alcanzan para hacer de este opus un valioso aporte. De Weber a Habermas, pasando por Heidegger, Wittgenstein, Adorno, Benjamin, Lyotard y Vattimo, entre otros, el autor recorre el pensamiento de Occidente para mostrarnos lo que cita textualmente de Schopenhauer en su acápite: "en vez de contar alguna fábula sobre un futuro infierno, en que se pagan los pecados, he mostrado que el lugar del pecado —este mundo en que vivimos— tiene ya mucho de infierno...

Crisis, quiebre, complejidad, culminación de la modernidad, aparición de una "nueva opacidad", son algunos de los términos a partir de los cuales Muñoz explora viejos y nuevos conflictos entre teorías filosóficas contrapuestas, en relación a lo que denomina "la orgullosa civilización occidental" volcada al consumismo y a las reglas del mercado puro y duro. En ella aparecen insólitas formaciones sociales y tecnológicas como rechazo a la universalización de los procesos de modernización: "nuevos tribalismos fundados en la religión y la sangre, transformaciones radicales en la naturaleza del trabajo, nuevas tecnologías con fuerte impacto social", entre otras, lo que desemboca en un "desasosiego permanente de la conciencia occidental", el que ha sido, a lo largo de más de un siglo, preocupación filosófica de varios pensadores fuertes: Nietzsche, Heidegger, Marx, Weber, Freud, Adorno, Horkheimer, entre otros.

En el centro de la reflexión que Occidente se debe a sí mismo respecto de sus propios "mitos, construcciones y espejismos de la propia galaxia ilustrada", yace, desde hace tiempo la Ilustración, y sus ideas sustantivas: tolerancia, libertad, espacio público, emancipación, libertad de conciencia, estado de derecho, y sus reivindicaciones. Para el autor, estos temas están todavía candentes, y no parece fácil abordarlos en el mundo "fragmentado, multifocal y heteróclito" de la posmodernidad, preocupada por la autodeterminación y la autorrealización.

Entre todos los autores y debates que presenta, tal vez valga la pena detenerse en el clarividente Max Weber, cuyas ideas centrales, el autor explora con ponderada comprensión. El filósofo alemán se constituye en una de la figuras sustantivas en la reflexión sobre el destino y consecuencias de los procesos de secularización de Occidente. Su teoría de la racionalidad "moderna" se sostiene en casi todos sus términos si se intenta comprender la historia de la Europa Moderna a través de los conceptos de individualismo y de autonomía, que, entre otros, atraviesan el pensamiento contemporáneo. "El proceso de racionalización es, pues, tanto un proceso de desilusionamiento y desacralización, como un proceso de ilustración, según Weber", explica el autor, proceso que hizo posible el desarrollo de la ciencia, la emancipación del arte, la lógica impersonal de los sistemas anónimos, altamente administrados, la mecanización, en fin, de la vida, y la privación ulterior, de la libertad y el sentido. Quien sienta que hay significativas coincidencias entre estas hipótesis y los paisajes de la vida cotidiana en las culturas urbanas masificadas, que se interne en esta obra para dilucidarlas.

T. P.

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