La mirada limpia

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Fotografía: Paula Delgado

Un retrato de gran precisión, en pocos trazos, por parte de un narrador uruguayo que se consolida.

AL NARRADOR de Adiós Diomedes le tocó ser joven justo en los años en que Uruguay salía de la dictadura y comenzaba a armarse una rutina democrática. La novela es, entonces, una fotografía posible de esos años que, entre otras cosas, vieron morir al canto popular y explotar al rock nacional, pero también es mucho más.

Es posible que su enorme belleza esté en el tono, a la vez ingenuo y certero, de la voz narrativa. Hace algunos años Leandro Delgado publicó en prensa (La Diaria) unas crónicas breves en una sección que se llamaba Psicogeografías. Proponía un juego en el que el narrador contaba sus impresiones mientras recorría distintos lugares de Montevideo. La trampa consistía en que hablaba en primera persona y en tiempo presente, como si efectivamente estuviera escribiendo mientras se movía. Las crónicas eran agudas, pero su encanto no radicaba en eso, sino en la limpidez de la mirada, en la voluntad de verlo todo (una esquina, el tronco de un árbol, las letras despintadas de un antiguo cartel) con los ojos desnudos, como si vieran por primera vez. Algo de ese registro situacionista está presente, también, en Adiós Diomedes. Cierta voluntad de eludir cualquier dramatismo, de contarlo todo con palabras de reconciliado.

No pasan muchas cosas en el libro, salvo que el narrador va viviendo. En ese vivir, sin embargo, se cruza varias veces con Diomedes, un sujeto en continua mutación pero siempre idéntico a sí mismo, a cierta forma genuina y personal de estar en el mundo e interpelarlo. Al comienzo (la novela sigue un trazado temporal lineal) Diomedes es empleado en un bar cualquiera de Montevideo. Pero esa existencia insignificante da lugar rápidamente a una encarnación militante en el liceo nocturno, que no es la última ni la más interesante. Diomedes tiene la capacidad de desaparecer de su propia vida sólo para volver a nacer bajo una nueva forma allí donde menos se lo espera, siempre sacando de la manga alguna habilidad secreta, alguna destreza adquirida no se sabe en dónde, algún talento con el que fascinar a los incautos. Diomedes es, en los dos sentidos más directos de la palabra, un personaje. Al interior de la ficción, porque sus rasgos son singulares y llamativos, porque siempre consigue irritar a unos y seducir a otros, porque lleva adelante con convicción un programa de vida que lo ubica ya en una trinchera, ya en la opuesta, siempre con la fuerza gravitatoria de un agujero negro. En la escritura, porque el dibujo que Delgado hace de Diomedes es de gran precisión, aunque se base en unos pocos trazos (el lenguaje pomposo, la actitud moralizante, la vocación de incordiar, el despliegue de saberes de autodidacta). Lejos de ser una simple función narrativa, Diomedes tiene el espesor de un protagonista. Como el Carlos Argentino Daneri, protagonista del cuento "El Aleph" de Borges, Diomedes es esencial para que lo mejor y lo peor del narrador salga, también, a la luz.

Leandro Delgado es autor de la novela Ur (Hum, 2013, finalista de los premios Bartolomé Hidalgo), de la colección de relatos De tripas corazón (Estuario, 2010) y del poemario Tres noches bajo agua (Noctua, 1999). Adiós Diomedes fue publicada por primera vez en 2005 por Ediciones Planetarias.

ADIÓS DIOMEDES, de Leandro Delgado. Hum, 2014. Montevideo, 152 págs.

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