La máquina de leer

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OSCAR BRANDO

PERIODISMO, MODERNISMO, ocultismo, anarquismo, socialismo: ésa es una de las tantas series que la crítica argentina Josefina Ludmer propone para entender un poco mejor el 900 en el Río de la Plata. Y la ciencia, claro. Rubén Darío es el eje de ese sistema, ya que condensa a la vez que irradia: es maestro, teósofo, artista, genio, revolucionario. Recorre los límites de la ciencia, el misterio, la bohemia, la conspiración, la secta.

La Cosmópolis rioplatense quiere albergar los sujetos del mundo moderno: el científico, el detective, el periodista-escritor de los grandes medios, y para eso incorpora los modelos metropolitanos. Resulta de allí un engendro bifronte que cultiva al mismo tiempo y, si cabe, en el mismo sujeto, el más alto grado de esoterismo y sofisticación junto a la creación para consumo masivo. Sin ese mixto no hay cómo entender cabalmente a Darío, a Quiroga, a Lugones, a Herrera y Reissig.

SOIZA-ARLT. En 1916 o 1917, para un muchachito desconocido llamado Roberto Arlt, el periodista Juan José de Soiza Reilly (1879-1959) era "el gran Soiza Reilly". Así lo recordó Arlt en 1930, cuando su fama estaba en ascenso y la de Soiza Reilly aún no se había apagado. Soiza era o había sido cronista y reportero de guerra, fundador o colaborador de revistas y autor, entre muchos, de un libro que Arlt recitó de memoria en el primer encuentro que tuvieron. El alma de los perros, tal era el título, ofició de contraseña para poner en las manos de Soiza el primer escrito de Arlt. Hoy el best-seller Soiza Reilly es el "no leído" de las series que estudia Ludmer, mientras Arlt conquistó, por ahora, un cómodo nicho en el parnaso argentino.

"(Soiza Reilly) fue la primera mano generosa que me regaló la más extraordinaria alegría de mi adolescencia" escribe Arlt en el aguafuerte donde recuerda a su maestro. En la recreación del episodio Arlt descubre un nudo dramático. El jovencito conquista al gran periodista y lo convence de que publique su ilegible artículo en la Revista Popular. ¿Qué adivinó Soiza en la primitiva nota de Arlt? Seguramente una filiación que entre lo "moderno" y "popular" permitiera leer en Arlt la filosofía de "los perros" de Soiza. Se trata de la pertenencia de Soiza a una tradición que nació como la mezcla de una escuela filosófica y una actitud ante la vida: los cínicos, cuya etimología remite al griego kyon, perro.

¿Por qué los filósofos cínicos se identificaban con los perros? Porque aspiraban a vivir conforme a la naturaleza, en condición animal, y veían en el perro el animal irrespetuoso que podía representar la irreverencia. Los cínicos (Diógenes de Sínope es una de sus figuras más conocidas) construyeron, a partir de actitudes, una contraética de la razón, una antinormativa de la convivencia y de los contratos públicos que respetan las sociedades. Su posición anómica, individualista, acrática propone una teoría baja y una dialéctica de la desinhibición. Soiza, dice Ludmer, encarna esta tradición cínica que tuvo como antecedentes la sátira menipea, Rabelais, Montaigne, Robinson Crusoe, y sobre todo los textos satíricos del siglo XVIII: Swift, Rousseau, Diderot (El sobrino de Rameau es un texto central en este sentido).

DE BEST-SELLER A "NO LEÍDO". El exceso de Soiza Reilly provoca el parentesco con la mala escritura del anarquismo, con la ubicación baja, plebeya de su literatura y sus personajes. Soiza es el escritor popular por antonomasia. Como en el caso del colombiano Vargas Vila, obliga a preguntarse cómo sucede que un escritor leído por cientos de miles se convierta, en poco tiempo, en un desconocido. La reedición de algunos textos de Soiza en este volumen que lleva por título el de una de sus novelas, La ciudad de los locos, tal vez permita intentar alguna respuesta.

Tomemos la novela que da título al libro u otra breve que se titula "La embalsamada". Se trata, en los dos casos, de novelas de científicos locos, personajes tópicos de la ficción científica y, aún antes, de la mística alquimista. En La ciudad de los locos la experiencia para transformar un sujeto en un genio mediante la inyección de un fluido extraído del cerebro de un idiota perfecto, se entrevera con otros estereotipos novelescos: el del maleducado de cuna bien, el de Locópolis, la ciudad que fundan los locos después de incendiar el manicomio, el del final en el que, desaparecida la raza humana, reinan los animales en el mundo. Esa dispersión y la explotación de lugares comunes de la novela popular desdibujan la intensidad de la idea de la locura, la ciencia, su uso, la pulseada con el poder divino, etc.

En la historia moderna de la ciencia ficción, cuyo ejemplo primero es el Frankenstein de Mary Shelley, el exceso del experimento científico afecta con la locura a los dos protagonistas del suceso: el sabio juega con el límite prometeico, se propone una omnipotencia que se toca con el poder demoníaco. La víctima del experimento será producto de una falla, un ser excepcional, un anormal incontrolable por las leyes del mundo para el que fue creado. La historieta del siglo XX será capaz de poner la anormalidad al servicio del orden social: son los superhéroes. La novela de Soiza Reilly fagocita todos los asuntos sin hacer de ninguno de ellos el central. No se detiene en la circunstancia de que el sabio y su víctima sean padrastro e hijastro, un vínculo que forma un arco desde Frankenstein hasta los replicantes de Blade Runner. En "La embalsamada" la idea de mantener a la muerta viva, cara a Poe-Quiroga con distintos recursos, es arruinada por un mistificado efecto final. Los relatos de Soiza son maquinarias de lectura devoradoras, que toman sus energías de la voracidad con que son leídas y consumen al lector.

La otra novela que se incluye en este volumen, Las timberas, deja ver con más claridad los agregados digresivos del argumento. En ningún caso evita el melodrama de la muchachita del conventillo que pone en riesgo su virtud para obtener el beneficio de un trabajo mejor o el canillita apaleado o acusado injustamente por la policía ("El dolor de un niño"). Soiza sabía cómo hacer sonar las fibras emocionales del público masificado de diarios y revistas porteñas de principios del siglo XX. Fue formador de lectores y, como el propio Arlt ha declarado, de escritores. No pocas cosas de la primera novela de Arlt, El juguete rabioso, tienen su antecedente en la cosmópolis escrita por el periodismo. Los locos, las prostitutas, las fieras arltianas provienen del mundo de delincuentes y "apaches" creado por Soiza. Pero los borran porque la escritura de Soiza, la del periodismo popular, se escribe para ser borrada.

FREAKS AND WONDERS. Soiza recurrió largamente al reportaje como medio de vida. Viajó, entrevistó y reunió en libro, respondiendo también a una idea moderna: la fama. Pero como el Baudelaire de los pequeños poemas en prosa o el Arlt de las aguafuertes, Soiza recreó un universo de raros, "freak and wonder" según la fórmula que Ludmer aplicó al circo Barnum, explotador de excepcionalidades.

El policial fue otro de los géneros atendidos por Soiza. Dos breves novelas reproducidas en este libro, las dos protagonizadas por niños, aprovechan el género para depositar una mirada negra sobre la justicia. José Enrique Rodó, que había leído a Soiza, le pidió que fuera menos cruel con el mundo que pintaba. Con Rodó o con Manuel Ugarte dialogó la obra de Soiza, pero ambos le rogaron algo de piedad. Finalmente, de la obra enorme que dejó Soiza, este volumen recupera, como muestra curiosa, dos de sus lecturas radiales. Soiza integró desde su origen a la radio como medio de difusión de sus escritos y lo hizo por más de treinta años, hasta su muerte.

Poder volver a Soiza Reilly asegura la lectura de eslabones salteados de una literatura. Explica de dónde vienen algunos escritores, qué fue el tal fenómeno de la literatura popular y masiva. Su disfrute es también posible. Hay que dejarse devorar por una maquinaria, mezcla de demonio e inocencia.

LA CIUDAD DE LOS LOCOS, de Juan José de Soiza Reilly. Edición crítica de María Gabriela Mizraje, Buenos Aires, 2007. Adriana Hidalgo Ed.; Distribuye Gussi. 520 págs.

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