VIRGINIA MARTÍNEZ
SEPULTADA con honores en una ceremonia en la que Lenin estaba arrasado por la pena, Inessa Armand no conquistó gloria, ni siquiera una mención en la historia oficial de la revolución bolchevique escrita bajo el estalinismo. Sus biógrafos explican el hecho por la transformación del partido comunista soviético en una organización gobernada exclusivamente por hombres que no tenían interés por la equidad ni la modificación de la estructura tradicional de la familia. Hubo también otras razones. Inessa no era un ejemplo de la heroína salida de la clase obrera y, además, había sido amante de Lenin los diez años previos al triunfo de la Revolución de Octubre.
Nacida en París, políglota y excelente pianista, se casó muy joven con Alexander Armand, primogénito de una familia de empresarios rusos. Como regalo de bodas, la pareja recibió una finca cerca de Moscú, donde pasó cinco años ocupada en la crianza de cuatro hijos, estudiando economía agraria y enseñando en una escuela para niños campesinos que ambos fundaron.
DE LA FILANTROPÍA AL MARXISMO. En Moscú comenzó a trabajar en obras de caridad para prostitutas y mujeres pobres. Abrió una escuela para adultas, intentó crear un diario y una biblioteca femenina. Aunque las animadoras de la Sociedad moscovita para el mejoramiento de la condición de la mujer eran burguesas de intachable reputación, la policía obstruyó su trabajo argumentando que agentes subversivos las usaban como fachada para difundir ideas revolucionarias.
Durante las estadías en Moscú, se quedaba en casa de Vladimir, el menor de los hermanos Armand, un joven universitario de ideas radicales. El contacto con él y sus compañeros tuvo gran influencia en la evolución de su pensamiento y compromiso político. La amistad pronto se transformó en relación amorosa y en 1903 Inessa quedó embarazada de su cuñado, diez años menor. A fin de ese año se mudó a Suiza donde nació su quinto hijo.
En febrero de 1905 un atentado hizo volar la carroza donde viajaba el Gran Duque Sergei Alexandrovich Romanov. El episodio -recreado magníficamente por Albert Camus en Los justos- desencadenó una avalancha de detenciones que alcanzó a Vladimir e Inessa. Salieron de la prisión meses después, esqueléticos y enfermos, gracias a las gestiones de Alexander. En 1907 volvieron a detenerla. Esta vez la influencia de Alexander no pudo impedir que la confinaran a Mezen, cerca del Ártico.
Vladimir era la única presencia amiga en ese sitio helado, lejos de la civilización. Cuando él partió a Niza para curarse la tuberculosis contraída en la prisión, Inessa abandonó Mezen sin permiso del juez. La muerte del amante la sumió en la desesperación: "Toda mi felicidad personal estaba ligada a él y sin felicidad personal la vida se hace muy difícil", le escribió a una amiga en esos días de duelo y soledad.
AL SERVICIO DE LENIN. En 1910 comenzó una relación de colaboración política y amistad con Lenin y su mujer, y se mudó con ellos a París. Identificada con la fracción bolchevique, tuvo un desempeño destacado en la Conferencia de la socialdemocracia rusa realizada en 1912, en Praga, donde se consumó la escisión entre aquellos y los mencheviques. Lenin sostenía la creación de un "partido de nuevo tipo", centralizado y basado en la profesionalización de sus militantes. En esa forja, la prensa partidaria y la educación política eran herramientas capitales. Inessa se puso al frente de la escuela de cuadros que el Partido abrió en Longjumeau, cerca de París.
Tiempo después volvió a San Petersburgo donde pudo apreciar los cambios producidos en la composición del proletariado ruso. Cada vez más trabajadores se incorporaban a los talleres y fábricas, y en esa nueva fuerza de trabajo las mujeres eran un porcentaje significativo. Humilladas por capataces y supervisores, no tenían el apoyo de sus hermanos de clase. Analfabetas e indiferentes en su mayoría a los asuntos políticos, no encontraban, y era natural, motivo para afiliarse a los sindicatos.
La voz de las trabajadoras, sin embargo, empezó a escucharse en la prensa partidaria. La cantidad y el tono de las cartas enviadas a Pravda la motivó a proponer la edición de un periódico dirigido a las trabajadoras y escrito por mujeres. Lenin recibió con frialdad la iniciativa y el Comité Central -69 hombres en 76 miembros- dio largas al asunto. Finalmente, vio la luz Rabotnitsa, publicación fundada a pulso por Inessa.
Durante casi cuatro años fue la emisaria personal de Lenin. La policía política del zar la catalogó como "prominente figura del socialismo internacional, considerada mano derecha de Lenin en los círculos revolucionarios rusos". Lo representaba en reuniones políticas -era el otro yo del líder- traducía sus discursos y actuaba según su mandato. Treinta años después, la revolucionaria rusa Angélica Balabanoff evocaría con dureza esa función: "Hablaba con fluidez varias lenguas y en todas repetía textualmente a Lenin".
Sin embargo, en privado, la relación no era de sumisión ni incondicional. Lo criticaba por el trato en las relaciones personales y discrepaba con sus opiniones políticas. En 1914, sometió a su consideración el borrador de un folleto en el que estaba trabajando sobre los derechos sexuales de la mujer. Lenin cuestionó el texto y las ideas argumentando que eran reivindicaciones de la burguesía, no de la clase obrera.
Por ese entonces circulaba entre los jóvenes revolucionarios rusos la llamada teoría del vaso de agua: el deseo sexual, como la sed, debía saciarse con la misma naturalidad que se toma un vaso de agua. Lenin condenó esa concepción empleando una potente metáfora visual: "¿Acaso una persona normal, en condiciones normales, se pondría en plena calle a beber de un charco embarrado? ¿O de un vaso cuyos bordes hayan pasado por decenas de labios?". Inessa también rechazaba, por promiscua, la teoría pero era partidaria de la emancipación sexual de la mujer, como un aspecto de la lucha por su liberación, y entendía la pareja como fruto del libre contrato entre personas iguales.
Su estadía en París, en 1915, marcó el inicio del distanciamiento personal. Volvieron a tratarse de usted y se mostró reacia a continuar oficiando de traductora. La búsqueda de independencia intelectual y de un lugar propio la obligaban a sacudirse la función de "la más leal colaboradora".
FUNCIONARIA Y FEMINISTA. Cuando Lenin subió al célebre tren blindado que lo llevó de Suiza a San Petersburgo, Inessa viajaba con él y cuando triunfó la revolución, empezó a desempeñar cargos de gobierno.
La nombraron Directora del Departamento de la Mujer, el Zhenotdel, que, hasta su clausura en 1930, tuvo un papel fundamental en la lucha contra el analfabetismo y por la equidad política, social y económica de las mujeres rusas.
Trabajaba 16 horas por día, apenas tenía tiempo para comer y no paraba de fumar. Una amiga que la visitó en Moscú la encontró mal vestida, viviendo en un apartamento sucio y helado. En febrero de 1920 contrajo neumonia. Lenin se preocupó seriamente y la convenció de hacer un alto para tomarse vacaciones en un sanatorio del Cáucaso.
En setiembre, la guerra civil había ganado el país. De acuerdo a las instrucciones de Lenin, en caso de peligro, Inessa debía estar entre los primeros evacuados. Rechazó el privilegio y se quedó en Kislovodsk cuando las fuerzas de la reacción cercaron la ciudad. Finalmente todos los habitantes fueron desplazados. La víspera de la llegada a Nalchik, siguiente destino, comenzó a vomitar y tuvo convulsiones. La internaron en un hospital donde le diagnosticaron cólera. Murió tres días después.
Lenin estuvo al frente del cortejo fúnebre pero no se contó entre los oradores que la despidieron en la Plaza Roja. Según Balabanoff, estaba tan abatido que era incapaz de hablar: "Nunca lo había visto tan atormentado. Nunca vi a un ser humano tan completamente absorbido por el dolor".