Gritos

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El País

Felipe Polleri

A UNOS AMIGOS que fueron a Hungría sólo les pedí que saludaran a Attila József de mi parte. Nunca pude hacerlo personalmente porque nunca fui, porque nunca voy a ir, a Europa, a Hungría, a Budapest; y porque József se quitó la vida a los 32 años lanzándose bajo las ruedas de un tren. Mis amigos, siempre fieles, me trajeron la foto de un monumento (un monumento muy humilde, pero cubierto de flores) levantado en memoria de ese poeta muerto 25 años antes de que yo naciera. Y al que todavía muchos vienen a ofrendarle flores, o a fotografiarlo para un amigo uruguayo o japonés.

Nació en un arrabal de Pest, entre los miserables que inspiraron buena parte de su poesía. Y entre estos miserables se encontraba su madre que se quitaba el pan de la boca para dárselo a Attila. "Frágil era mi madre. Murió pronto/ porque las lavanderas mueren pronto…". Hace pocos días compré por $10 los Poemas escogidos de Attila József en una liquidación; era la mismísima edición que había leído en la Biblioteca Nacional décadas atrás. ¿10 pesos? Claro que sí. ¿A quién le puede importar József si pueden leer a Grisham o El código Da Vinci? Por otra parte, es uno de esos poetas tristes y deshollados desde la infancia que no suelen estar de moda en la sociedad de consumo, del espectáculo y de la pavada; es un poeta amargo, desencantado, que no solía levantar la voz excepto cuando se enfurecía con los opresores de su pueblo, de todos los pueblos del mundo. Y aún así: como los horrores que lo rodeaban le llenaban la boca de silencio, tenía que darle un puntapié a su corazón para que gritara.

Pero no sé por qué estoy tratando de describirles la vida y la poesía de József. Resulta que cuando yo era joven, un chiquilín, mi padre me compró la mitad (la otra mitad ya no se pudo) de un diccionario, Singular, donde se lee: "Attila József (1905-1937). Uno de los mejores poetas húngaros. En su poesía se rebela contra la aplastante pobreza del proletariado del cual surgió. Ingresó en el Partido Comunista, del que se separó en desacuerdo con los dogmáticos. Años de desdicha, colapsos nerviosos y aislamiento, junto con las espantosas realidades del fascismo, lo impulsaron al suicidio. Fue un poeta de los barrios bajos, de las aldeas hambrientas, de su propio espíritu vulnerable e irreconciliable y del amor frustrado". Prohibido en las mejores librerías de nuestra capital, tal vez el lector encuentre en alguna mesita de saldos sus poemas escogidos. Y enseguida darle un puntapié a sus corazones, como él escribió, para que griten.

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