Gloria Salbarrey
ENTRE 1927 y 1937, Francisco Espínola publicó Raza ciega (1927), Saltoncito (1930), Sombras sobre la tierra (1933) y La fuga en el espejo (1937), algunos poemas de escasa notoriedad y los tres primeros episodios que culminarían en la edición póstuma de Don Juan el Zorro. Cultivó amistades, recibió numerosos elogios y dos distinciones oficiales. Conquistó un público amplio, evidente en la reedición de Sombras sobre la Tierra de 1939, que superó el escándalo provinciano provocado por la sublimación crítica del Bajo y la prostitución insertos en la trama. En 1935 participó, en Paso de Morlán, del levantamiento armado contra Terra y cayó preso. Ya entonces cautivaba un auditorio con sus dotes de narrador oral, charlista imparable, comentarista e intérprete de sus creaciones.
La consagración corrió paralela con la formación del escritor, que transitaba por diferentes géneros y ensayaba diversos modos de representación. La pretensión de este nuevo volumen —estudiar la incidencia de la crítica en un fenómeno tan complejo y meteórico— queda en parte desvirtuada al no enunciarse el criterio de selección por el que se incluyen notas de Alberto Zum Felde, Alfredo M. Ferreiro, Jorge L. Borges, Enrique Centrón, Juan C. Onetti y Rodney Arismendi y se desdeñan otras firmas prestigiosas sin siquiera mencionarlas. Estos olvidos ocultan el recibimiento persistente que el autor también ha cosechado desde una óptica moral o esencialista. Lejos de ser homogénea, la producción de Espínola muestra inflexiones o vertientes que deberían señalarse para apreciar el análisis de los coetáneos.
En la nota inicial Pablo Rocca escoge una cita de Pierre Bourdieu de la amplia bibliografía que ha demolido el carácter eterno, atemporal y universal del canon literario, para señalar que "el valor de una obra de arte" es una construcción histórica, que se consagra cuando ésta "es conocida y reconocida" por sus pares. Mientras Pierre Bourdieu analiza en el libro citado la lucha por el poder y el reconocimiento en el campo literario francés de fines del siglo XIX, el compilador vuelve a inscribir a Espínola en la narrativa posgauchesca y enumera los estudios que ha merecido a lo largo del siglo, para probar la unanimidad celebratoria nacida en la polémica, instaurada entonces, entre lo local (nacional o regional) y lo universal. Las obras habrían superado la desvalorización creciente de la literatura de asunto rural gracias a las innovaciones estéticas, rescatadas por la visión de Onetti, o gracias a la denuncia social, exaltada por la crítica marxista.
La consideración de algunos datos históricos permitiría calibrar la posición desde la cual se elaboraron estos juicios. En 1927 Zum Felde, por ejemplo, hablaba desde un órgano de masas, El Día, entonces periódico batllista oficialista; al final de la década siguiente, Centrón y Onetti lo hacían desde la naciente prensa de oposición impulsada por Quijano. Entretanto Alfredo Mario Ferreiro y Borges ocupaban el terreno restringido y especializado de las revistas literarias. Estos espacios han constituido circuitos heterogéneos de producción, difusión y recepción, en los que nace la tensión entre oralidad y escritura identificadora del autor. Puede explicarse desde ellos la puja entre la literatura ciudadana y la rural, desplazada finalmente hacia la periferia del imaginario colectivo por fuerzas que exceden el campo literario.
Rocca insiste en interpretar este fenómeno desde la categoría posgauchesca, cuyo significado expone en la revista brasileña Fragmentos (2002). Con ella comprende una amplia serie narrativa compuesta en el Río de la Plata y Río Grande del Sur a lo largo del siglo XX que, como última respuesta a la modernización, constituiría una modalidad agotada, salvo excepciones, de impronta naturalista. En conclusión sustituye las etiquetas anteriores, criollismo, nativismo, por una noción que abarca un período extenso y heterogéneo sin aportar novedades. El quiebre operado en la literatura uruguaya de asunto rural por Tomás de Mattos y Mario Delgado Aparain parece haber liquidado la contienda en términos de producción y recepción, sin embargo sigue pendiente un balance profundo de este espacio narrativo, obligatorio para releer a Espínola desde la actualidad. l
PRIMERA RECEPCIÓN CRÍTICA (1927- 1939) DE FRANCISCO ESPÍNOLA, de Pablo Rocca (compilador). Universidad de la República, PRODLUL, Montevideo. 2002. 68 págs.