El efecto Whisky

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Ángeles Blanco

LA PRENSA NO les ha dado tregua en los últimos meses. En Control-Z Films, los teléfonos no paran de sonar. Puede ser una entrevista, o algún arreglo de último momento con un festival cinematográfico de Grecia o Japón. Es que un doble premio en Cannes y el entusiasmo de la crítica especializada internacional son motivos de sobra para disputarse el interés por una película. Por raro que parezca, esto ocurre en Uruguay, acá nomás, en una cuadra cualquiera del Parque Rodó. Ese es el punto neurálgico donde Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, directores de Whisky, viven este estado de cosas, que si bien es una realidad comprobable, por momentos tiene la disfrutable consistencia de un sueño.

Stoll y Rebella tienen treinta años y se conocieron como estudiantes de la carrera de Comunicación Social. Uno llegó allí con la idea clara de hacer cine; el otro, buscando canalizar su potencial creativo. La complicidad no tardó en imponerse, y junto a Gonzalo Delgado (coguionista de Whisky) y otros amigos, compartieron más de una función de Cinemateca. Algo se había generado para siempre en las inevitables charlas que siguieron a cada proyección, y al poco tiempo comienzan a bosquejar el guión de su primer largometraje: 25 watts. En aquellos tres personajes había mucho de autobiográfico, y ya se patentaban ciertos rasgos distintivos de la dupla Stoll-Rebella: la cámara quieta, el humor en lo absurdo, cierto encanto en lo cotidiano. Premiada y también discutida, 25 watts llevó a las salas un importante número de espectadores, y no reportó ganancia alguna. Pero fue un antecedente más que atendible y la oportunidad de conocer el mundo de los festivales internacionales.

Un día como tantos, Stoll y Rebella conocieron una fábrica de medias. El impacto tomó cuerpo en el guión de Whisky. La tinta aún estaba fresca cuando el Festival de Amiens y los premios del FONA y el Instituto Sundance, le dieron el imprescindible impulso financiero. Sin lugares comunes, desbordes literarios ni facilismos, la película tiene algo así como el sabor de una fruta en su punto justo. "No podríamos hacer películas sin un poco de humor" observa Rebella, más inquieto y comunicativo; "Prefiero quedarme acá. Las historias que contaría en otros lados no sé si estarían tan buenas", asegura Stoll, más silencioso pero punzante en sus juicios.

NADA DE MARACANÁ

—En este país donde hacer cine es casi utopía, ¿son conscientes de lo que están viviendo?

Rebella: —Somos conscientes de eso, pero también somos conscientes de que en algunos casos se sobrevaloró el hecho y en otros se subvaloró.

—Por ejemplo...

Rebella: —Por ejemplo, (Andrés) Pazos, por divino y bueno que es el loco, apareció en Búsqueda diciendo: "fue como meter cinco goles en Maracaná". A mí eso me causa mucha gracia y simpatía, pero no creo que sea así. De hecho en Uruguay nadie sabe quien ganó Un certain regard del año anterior.

Stoll: —A mí lo que me molesta un poco es la "futbolización" de lo que pasó, porque el fútbol es lo único que hay para comparar...

R: —... y porque Onetti no ganó el Premio Nobel de Literatura.

S: —Algo importante es que nosotros no vamos a representar a Uruguay, no somos una delegación celeste. Vamos a presentar una película...

R: —...y el gobierno no tuvo nada que ver con ella.

—¿Qué cambiarían hoy de Whisky?

R: —Los dos estamos de acuerdo en sacar extras del aeropuerto.

S: —Hay un par de escenas que cambiaría. Por ejemplo la del fútbol, que no nos dejó muy conformes, y la de la carretera, cuando van a Piriápolis. Pero no cambiaría nada de la historia ni de los personajes, ni los actores. La producción fue grande, teníamos tiempo, plata, y no estábamos acotados por ningún lado. Así que una de las cosas que nos propusimos fue no quedarnos con ganas de nada.

—Hay muchos pequeños misterios en la película. ¿No quedan demasiadas cosas libradas a la interpretación del espectador?

S:—La idea es dejar espacios para que el espectador entre y haga su propia historia. El guión ya lo planteaba así, y hay una intención deliberada de mostrarlo de esa manera. La historia del hombre que le pide a la mujer que se haga pasar por su esposa, está contada doscientas mil veces en millones de películas. Parte del asunto era entonces no mostrar escenas como "ché vamos a sacarnos una foto..." Esos arreglos se omiten, es parte de la forma narrativa que elegimos.

—¿No es ya bastante recurrente el humor asociado a los judíos, el apego al dinero, por ejemplo?¿Por qué son judíos los personajes, y por qué creen que la prensa local ha insistido tanto en esta inquietud?

S: —Son judíos porque la fábrica de medias en la cual se gestó el asunto, era de los padres de Fernando (Epstein), que son judíos, y porque la mayoría de los propietarios textiles en el Uruguay son judíos. No pondría en la película un bar o un almacén donde el dueño, en lugar de gallego, fuese irlandés. Y además por la propia narrativa; nos importaba que fueran judíos por la ceremonia de colocación de la lápida, un año después del entierro. Tampoco investigamos mucho en el mundo judío. Lo que sí me parece es que la película tocó un nervio de sensibilidad antijudía del uruguayo básico, que está salada... Mucha gente pone de escudo eso, para no identificarse con la película.

—¿Cómo es eso de que para uno Whisky es una comedia y para otro un drama?

R: —Lo que pasó es que una vez Pablo me preguntó dónde me parecía que el señor del video club ubicaría la película, si en comedia o en drama. Pablo pensaba que en comedia; yo en drama. Con esto la gente tiende a pensar que Pablo escribió los chistes y yo las partes tristes, y no es así.

S: —No se trata de que yo quisiera hacer La pistola desnuda y él Cumbres Borrascosas (risas).

—¿Cómo lograron la composición de los personajes, especialmente el de Marta? ¿En quiénes se inspiraron?

R: —Cuando escribís un guión, inconscientemente le asignás una cara a tus personajes. Así como Pablo le asignaba la cara de Bolani a Herman desde un principio, para crear a Marta, yo me imaginaba a una tipa que conozco. Y claro que los dos conocemos mujeres solas.

S: —Lo de Leonardo Favio fue un detalle que apela a un romanticismo naif, perdido.

R: —Incluso lo de Marta, lo tomé un poco de mí mismo, porque soy muy romántico y cuando era chico, y alguna mina no me daba pelota, iba en el ómnibus escuchando esos temas melancólicos de rock, y haciéndome la película de que iba a venir la princesa azul.

S: —Hay un detalle en Marta que es la bolsa de Stadium, y no es un chivo. Si te ponés a ver, hay muchísimas mujeres que andan con esas bolsas.

R: —Esta mujer de la que te contaba, siempre anda con una. Así que fuimos a esa zapatería, y nos dijeron que ya no tenían de esas bolsas, que tenían un modelo nuevo. Pero insistimos en que queríamos esa. Al final, hicimos un canje, y a Stadium le sirve y a nosotros también (risas).

POÉTICA DE LO PATÉTICO

—Tanto en 25 Watts como en Whisky, parece sobrevolar una crítica a nuestra sociedad, a los uruguayos. ¿Es así?

R: —Suena terraja, pero se trata de algo así como una "poética de lo patético". No sabría hacer algo donde no haya un poco de melancolía o desencanto en el fondo. Y ya ves que no soy una persona que me vista de colores, ni soy optimista. En 25 watts, nos pasó que estábamos podridos de ver películas de jóvenes que me parecían horribles, tipo Trainspotting, o las más chotas, más americanas, donde todos gritan iujuuu!!!! Como joven me sentía perdido, desencantado. En 25 watts tratábamos de pintar un personaje a partir de nosotros mismos, entonces eso tenía que estar. Y el hecho es que cuando vos estás así, sos un poco crítico. Lo que no hay es una intención de hacer crítica, anterior a la historia.

S: —Yo me identifico mucho con el patetismo de lo cotidiano; situaciones que si las vieras de afuera te reirías porque son completamente absurdas. Me gustan esas cosas.

R: —Un caso es la escena del karaoke. Quisimos generar algo patético. Lo que pasa es que mucha gente lleva lo patético a la sátira más extrema, y entonces parece una escena de Telecataplum.

S: —Tenés que tenerle ternura a los personajes....

R: —Me parece importante que por un lado seas duro con ellos, pero si no los querés, van a ser como los malos de Cupido Motorizado. No hay que subestimar al espectador dándole un personaje cuadrado y malo para que quiera al otro.

—Desde 25 watts hasta Whisky, ¿qué cosas han cambiado para ustedes? ¿Hay un mayor profesionalismo?

S: —Profesionalismo siempre hubo. En 25 watts, el rodaje fue muy profesional por más que no tuviéramos plata. Además teníamos veinticinco años, y acá veintinueve. A nivel de producción, Whisky fue como subir el escalón, porque teníamos todo el tiempo para filmar, toda la disponibilidad para hacer los planos, y todo el mundo cobró. En ese sentido sí hubo un cambio. Si se nota o no en la película, si hoy sé poner la cámara mejor que antes, no lo ves día a día. Pero obviamente, vas aprendiendo.

R: —En Whisky aprendimos mucho durante el rodaje. Fue un desafío más grande, porque a los actores ya no les podíamos decir "¡ché, boludo!" como en 25 watts, donde la relación era más de amigos que de director-actor.

CUANDO DOS SON UNO

—¿Cómo comparten la dirección? ¿Qué cosas le corresponden a cada uno?

S: —Un día va él y el otro voy yo (risas).

R: —En realidad, nosotros no sabemos dirigir de a uno, si bien hemos dirigido cosas por separado. Yo al menos, siento mucho placer al dirigir cortos o videos con Pablo (Stoll). El primer corto que hice, fue con él. Se dio también un proceso natural, porque nos conocemos hace once años, los dos somos hijos únicos, y tenemos una relación de hermanos. Siempre estamos juntos en todos los proyectos laborales y como estudiantes siempre hicimos equipo juntos. Con el tiempo nos dimos cuenta que dos directores con la última palabra pueden generar un encontronazo constante que entorpece el rodaje.

S: —Tratamos de planificar todo antes, y nos dividimos un poco los roles. En 25 watts era más claro, Juan hablaba con los actores, yo con los técnicos. Ahora se mezcló todo.

R: —La clave es ensayar mucho con los actores antes del rodaje. Ahí sí nos tomamos tiempo para discutir entre nosotros y con los actores en cada escena, y hacer los dibujos.

—¿Siempre quisieron hacer cine, desde chicos? ¿Son muy cinéfilos?

S: —Mi relación con el cine es como espectador: me gusta muchísimo ver cine. No soy un cinéfilo en el sentido clásico, yo no sé quien era el actor de la segunda película de Godard, ni cuántas películas hizo Laurence Olivier. Sí me bajé muchos video clubes en mi vida, fui mucho a Cinemateca, y cuando era chico hice un curso de cine para niños, pero nunca en el marco "ah, el nene quiere ser cineasta". Me gustaba mucho hacer comics, pero no soy bueno dibujando, entonces decidí hacer video, y cuando entré en la Universidad ya quería hacer algo relacionado al cine o la televisión. Un poco todo es casualidad; hoy podríamos tener un programa de radio.

R: —Hasta más o menos los diecisiete años, el cine para mí era lo mismo que para cualquiera. De cinéfilo, cero. Iba con mis amigos a veces. Sí era muy fanático del rock y me gustaban los comics. De chico jugaba mucho con soldaditos, inventando historias y haciendo dibujitos. Cuando entré en la facultad, era el típico nene de papá que lo mandaron a estudiar. Estaba buscando canalizar mis inquietudes creativas. Primero conocí a Gonzalo (Delgado), después cayó Pablo (Stoll), y se formó un grupito que me cayó muy bien, con una misma manera de pensar. Ahí empecé a ir a Cinemateca. Un día vi una película que me cambió la vida y a partir de allí, no me hice cinéfilo porque yo no sé ni quien es Laurence Olivier, y de cine viejo, no sé nada, pero el cine definitivamente me hechizó.

—¿Qué película era?

R: —Bajo el peso de la ley de Jim Jarmusch. Ahí empecé a coquetear con la idea de escribir diálogos, de imaginarme en una película.

S: —Lo que no podés perder de vista es que vos sos un espectador que pasaste al otro lado del mostrador. Si te gusta el cine de verdad, no podés comerte la pastilla de que sos un autor y actuar como si estuvieras en otra parte. En realidad la película la estás haciendo para verla vos.

CINE DE ACÁ

—¿Qué es lo que más les ha interesado del cine uruguayo hasta la fecha?

R:—Los dos coincidimos en que el mejor director es Aldo Garay, y la mejor película es precisamente La espera.

S:—Todo lo que hace Garay está buenísimo. Es un tipo muy capo.

R: —En su actitud frente a lo cinematográfico, es donde nos sentimos un poco más emparentados, si bien es muy distinto a nosotros.

—¿Qué les pareció Aparte?

R:—Ahí, no coincidimos. A mí me pareció una película interesante pero no me fanatizó. Justo fui al estreno, cuando los protagonistas pasaron al frente y me sentí muy incómodo.

S: —A mí no me gusta cinematográficamente. La discusión que se dio con Aparte giró alrededor de un montón de cosas que no tienen que ver con la película en sí. No me gusta el mecanismo que utilizó.

—¿Pero como móvil de la crítica no creés que funciona?

S: —No, a mí me pareció una película terriblemente tranquilizadora. Te provoca un shock, pero no te conmueve. Después, cuando volvés a tu casa, te encontrás con pibes como los de la película, y nada... cruzás la calle.

—¿Y El dirigible?

S: —Me pasó que cuando la vi, no me gustó. Pero la vi de nuevo hace un año, y me gustó mucho más. Y es más fácil criticar El Dirigible desde el otro lado del mostrador que hacerlo desde este, del cineasta. Me parece que es una película muy personal, que sufrió el provincianismo general. Se anunciaba como la primera película uruguaya, donde todos nos íbamos a ver reflejados, pero el cine no es un gran espejo. No se la juzgó como una película, sino como el inicio de la industria audiovisual en Uruguay. Hace poco estuve con Mariela Besuievski, productora de El Dirigible y le dije: "si estrenaras El Dirigible ahora, te iría rebien".

—¿Por qué?

S: —Porque la gente está más acostumbrada a ver otro tipo de películas.

R: —Y no le va a exigir a El Dirigible ser la comedia para toda la familia. Yo me acuerdo de estar viendo el programa de Omar Gutiérrez, donde decía "¡vecina, se viene El Dirigible!" Estoy seguro que el Omar Gutiérrez francés no decía "¡se viene Sin Aliento de Godard!". Yo no les voy a leer a mis primitos a los doce años, libros de Onetti, si ellos quieren Harry Potter.

S: —En ese momento unos amigos y yo, pintamos un graffiti que después recogió Búsqueda y que decía: "Yo entendí El Dirigible", firma: "José Feliciano" (que era ciego). Después de haberla visto hace un año, entiendo mucho más la cabeza de Dotta, y la de los tipos que hicieron la película...

R: —En la puta vida en cambio, tuvo éxito porque es un modelo de película bastante parecido al que pasan los lunes por televisión, que es al que está acostumbrada la gente, pero en escenarios uruguayos y prolijamente filmada. Más allá de que en su momento se dijo que era una película de denuncia por lo de la prostitución. Yo creo que si existe denuncia, está tan almibarada que queda ridícula.

EL HUMOR, SIEMPRE

—¿Qué referentes tienen en el cine con respecto al humor?

R: —Nada me ha hecho reir tanto como los Monty Python...

S: —...Woody Allen también.

R: —La pistola desnuda me hace reír mucho. Pero me interesa mas ir al cine y reírme de cosas como en el cine de Kaurismaki, un director que en cierto punto no negamos que nos haya influenciado.

—¿Cómo sienten la comparación con Kaurismaki?

R: —Mientras no me digan que lo estoy copiando, no me molesta. Todo el mundo reconoce sus influencias.

S: —Es algo necesario, en todas las ramas del arte pasa. El arte es un diálogo.

—¿Piensan seguir en esta línea de trabajo, en el drama y la comedia?

R: —No pensamos mucho en general (risas). De lo que sí estoy seguro es de que no podríamos hacer películas sin un poco de humor. Yo a todo en la vida le veo algo de humor. Nos ha pasado de ir a Cinemateca, ver una película que no tiene la etiqueta de comedia, y la gente se enoja porque nos reímos. Pablo se ríe de una manera muy molesta (risas)...

S: —Una vez estábamos viendo una película de Buster Keaton, y un tipo se dio vuelta y nos dijo: "esto es arte y el arte no es para reírse"...

R: —...me calienta mucho esa actitud solemne ante el arte. La carcajada es sinónimo de inteligencia, de placer.

—¿Harían un cine más comprometido?

R: —A mí me interesa el cine antes que nada, como espectáculo y lo que busco es conmoverme y emocionarme. Pero no me conmuevo ni me emociono si se notan mucho las hilachas. El cine comprometido, especialmente el latinoamericano, suele ser panfletario. A la gente de mi generación en general, eso le molesta: nos cansó que todas las películas sean sobre la dictadura. Yo estoy contra la dictadura y soy de orientación izquierdista, pero así como me molesta que en Galeano esté antes el mensaje que lo narrativo, me molesta el cine "uy ché, qué comprometido" que apela a remover emociones ligadas a un contexto histórico, un truco barato para llegar a una emoción que por sí la historia no tiene. Es el cine latinoamericano for export apoyado por fundaciones europeas que así parecen lavar las culpas de quinientos años de colonización. Lo que me molesta, es que alguien me acuse a mí de no hacer películas comprometidas y se comente "pá, los jóvenes de 25 watts no proponen nada".

S: —El compromiso que yo tengo, es con el cine. Hay muchas películas que están comprometidas con la guita que quieren hacer, y no con los personajes o la historia. Yo para mandar mensajes, uso el correo.

—Los han comparado con el llamado cine independiente argentino. ¿Se sienten próximos?

R: —Lo que pasó es que, desde 25 watts, la crítica internacional nos metió en la misma bolsa, porque tenemos más o menos la misma edad y es gente que salió de las escuelas de cine en Argentina, un boom que se dio a principios de los noventa. De esas escuelas salieron Pablo Trapero, Lucrecia Martel, y un montón de tipos que nosotros conocimos en las vueltas de los festivales. De algunos nos hicimos conocidos, de otros muy amigos, con ninguno mala onda. Como espectador vi las primeras películas de este nuevo cine argentino, cuando ya habíamos filmado 25 watts. La primera que vi fue Silvia Prieto de Martín Rejtman, donde por fin, en vez de tango, gente en bolas y papelitos, y otra vez la dictadura, había un humor que me hizo sentir identificado.

—¿Emigrarían para vivir del cine? ¿Han recibido propuestas del exterior?

S: —No, hemos recibido propuestas de adentro: "¿ché por qué no emigran?" (risas). Es algo que nos preguntan todo el tiempo. Y la respuesta es no, al menos en mi caso personal. Por un montón de razones. Nosotros afortunadamente vivimos hace un año del cine, de Whisky. Tenemos esta pequeña productora, y hay otros proyectos. Sí, la idea es vivir del cine. Pero el día que no pueda, no viviré del cine. Prefiero quedarme acá, hacer publicidad y otras cosas, y el cine lo haré cuando se pueda. Además, las historias que contaría en otros lados no sé si estarían tan buenas.

Ficha técnica

Producción: Control-Z Films.

Elenco: Andrés Pazos, Mirella Pascual, Jorge Bolani, Daniel Hendler, Ana Katz, Verónica Perrota, Jorge Temponi, Alfonso Tort e Ignacio Mendy.

Coproductores: Rizoma Films / Hernn Musaluppi / Pandora Film Produktion / Christoph Friedel.

Apoyo financiero: FONA / MVD socio audiovisual / I.N.C.A.A. / Global Film Initiative / Filmstiftung NRW / Fondo para el desarrollo de guiones del Festival D’Amiens /Ganadora del Premio Sundance - NHK 2002.

Con la participación de: Wanda Visión / Jose María Morales / Canal Plus. España.

Productor Asociado: Fabio Berruti.

Montaje: Fernando Epstein.

Director de Arte: Gonzalo Delgado Galiana.

Sonido: Catriel Vildosola / Daniel Yafalián.

Jefe de Producción: Diego Fernández.

Música Original: Pequeña Orquesta Reincidentes

Fotografía y Cámara: Bárbara Álvarez.

Guión: Pablo Sstoll / Juan Pablo Rebella / Gonzalo Delgado Galiana.

Productor Ejecutivo: Fernando Epstein.

Dirección: Juan Pablo Rebella / Pablo Stoll .

Retrato: Martín Verges Rilla.

Diseño Gráfico: Luis Bellagamba.

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