El aventurero

Elvio E. Gandolfo

NO ES SÓLO una recopilación de artículos y ensayos. Ni de notas periodísticas o entrevistas. Ni una fragmentaria memoria personal. Lo que el crítico, profesor, por momentos periodista y polígrafo argentino Jorge Lafforgue ha estructurado en Cartografía personal, es todo eso a la vez y algo distinto. En sus páginas figuran, por ejemplo, entrevistas memorables a Jorge Luis Borges (realizada en colaboración con Andrés Oppenheimer, hizo historia por la virulencia de las respuestas), Pablo Neruda y Bioy Casares. En otros casos, como el reportaje al mexicano Vicente Leñero o los perfiles de Antonio Di Benedetto, Julio Ramón Ribeyro o el multinacional Augusto Monterroso, estas páginas sirven de útil material de consulta sobre nombres que, aún con su obra, fama y vidas consolidadas, siguen siendo difíciles de ubicar con claridad. En parte esa zona justifica el subtítulo "Escritos y escritores de América Latina".

Con aportes ineludibles como su libro sobre la novela policial argentina Asesinos de papel (con Jorge B. Rivera) o sus inmejorables perfiles biográficos sobre Horacio Quiroga (en las colecciones Clásicos Castalia y Archivos), Lafforgue ya se había destacado de sobra. Con una particularidad: todo el mundo esperaba desde hace tiempo "el" libro que hiciera ver al mundo su capacidad mil veces reconocida en distintos ámbitos: crítico, docente, editorial. Ese reconocimiento no sólo proviene de lectores aliviados al encontrar expuestos con nitidez y originalidad diversos planos de campos enteros de la literatura rioplatense y latinoamericana. Hay además un vasto número de estudiantes de doctorado, traductores, prologuistas, y simples buscadores de un sitio donde desplegar sus saberes y aprendizajes que han conocido su generosidad y creatividad en sellos como Losada (la antigua), o Legasa (con sus colecciones de política o su sitio de refugio o despegue para autores como Guillermo Martínez, Hugo Foguet, Amalia Jamilis o Héctor Tizón). Desde sus cátedras sucesivas, también supo ir fomentando la curiosidad y el rigor en una corriente ininterrumpida de alumnos.

ÚNICO Y MÚLTIPLE. Si hay algo que debe aclararse de inmediato es que Cartografía personal no es el libro consagratorio, único y contundente, que ya muchos cogeneracionales de Lafforgue habían dejado de esperar. Es más y es menos que eso. Se trata de una recopilación de sus diversas funciones que se aparta del mero amontonamiento y agrega una dimensión extra. En efecto, en cada una de sus cuatro partes cada texto va precedido y seguido por una corriente de recuerdos y datos mínimos que le dan una textura de diario extraño, más comunicativo y digno de una de esas conversaciones que uno recuerda después con nostalgia, que íntimo o revelador de secretos. Es íntimo en otro sentido. Como cuando termina el reportaje hecho a Borges a pocos días de la victoria peronista de Héctor Campora, y en la puerta de la casa de su madre casi centenaria, Borges toma de la manga a Lafforgue, después de haberse despachado con la violencia de un incendio acerca del peronismo o los negros, y le pregunta preocupado: "Sinceramente, ustedes ¿qué piensan? ¿Creen que me harán algo?".

Después de la gran entrada que son los reportajes a Borges, Neruda y Jorge Amado, nombres con gran poder de atracción, Lafforgue tiene el coraje de meterse en zonas que reducen con eficacia el magnetismo masivo: tanto la larga discusión sobre literatura latinoamericana como la serie de notas más bien breves dedicadas a la literatura argentina reciente (incluida una discusión casi de entrecasa con el crítico Jorge Panessi) tienen un campo bastante acotado. Con inteligencia, sin embargo, un bloque excelente sobre la figura de Mario Vargas Llosa hace de contrapeso poderoso: su perfil crítico sobre el autor peruano se mueve con la solidez de la lectura a fondo y la libertad de ideas del ensayista, apuntando genialidades y descuentos que el tiempo no ha hecho más que subrayar.

Pero la complicación de armado del libro es aún mayor. A esos agregados en presente se suman las notas al final, numeradas en cada uno de los cuatro bloques. El tercer bloque es el dedicado más específicamente a la literatura latinoamericana (con muy buenos perfiles de Raúl Larra —un especialista pionero en Arlt—, o Luis Ordaz —campeón de la investigación teatral en Argentina). El cuarto, por último, reúne a diversos amigos de Lafforgue a lo largo del tiempo. Una vez más el probable tono más o menos unitario es cortado, esta vez por un extenso reportaje sobre su formación y actividad universitaria en una época de cambios diversos y a veces brutales de la universidad argentina. En este caso hay perfiles de León Sigal (a quien considera y extraña como su mejor amigo), Germán Rozenmacher, el inclasificable Carlos Correa, seguido de inmediato por un amigo de ambos, Oscar Masotta, y Ángel Rama, de quien toma como base su magistral Diario para recordar su gargantuesca energía de trabajo y promoción cultural.

LA SELVA DE LO REAL. La idea que va comunicando la lectura continuada del libro es la de un desorden relativo, donde Lafforgue aprovecha para manifestar una considerable gana de ser filósofo, o poeta, o narrador (dicho explícitamente), para de inmediato dar un paso al costado, y manifestarse como cualquier otra cosa. Esa tendencia a la humildad declarada sistemática por momentos suena casi a coquetería, pero la defendió valerosamente ante la insistencia de la editora Jorgelina Núñez para que aminorara lo que ella veía como subestimación de sí mismo. Algo por cierto innecesario, porque de inmediato aparece una prueba contundente de que Lafforgue no sólo estuvo exactamente allí (en una serie de lugares y momentos de la historia cultural de esta zona del planeta) sino que además supo aprovechar su ubicación.

Es posible que parte del despiste para leer con fluidez el volumen dependa de un par de decisiones adecuadas para una probable segunda edición. Por ejemplo marcar claramente cada una de las cuatro áreas con una carátula grisada, usar una tipografía más pequeña para distinguir más claramente las zonas de notas, e incluir ese índice alfabético final que el libro reclama a gritos.

Más de una vez los escritores en general, y los escritores latinoamericanos en particular, han hablado de la dificultad para reflejar mínimamente "la selva de lo real". Este libro, a su muy particular manera, lo logra en buena medida. Sobre todo si uno conoce en persona a Lafforgue, no sólo verá el mismo tipo de esguince justo y adecuado que usa en la realidad, en el momento preciso, para zafar de cualquier pedantería. También aparece la misma precisión para explicar con desvíos y vacilaciones, sí, pero con absoluta claridad final (que depende justamente de esos matices agregados) su opinión positiva o negativa sobre algo.

Cuando se termina el recorrido, la impresión general, es la del diario de bitácora de un gran aventurero, de esos que saben enfrentar tanto la acción de la refriega o la tormenta, como disfrutar a pleno de los momentos de pausa. Eso al margen de algunas referencias inevitables al paso del tiempo y la cercanía siempre imprevisible de la Gran Cosechadora (que rozó a Lafforgue en un par de quirófanos y un accidente rutero). Fascinado siempre por seguir degustando los buenos textos, las buenas amistades, los buenos vinos y percibiendo las muy agradables damas que pasan por la inextricable selva de lo real, hay momentos en que sus profesiones de humildad suenan más bien al intento sutil de desmarcarse para seguir ejerciendo esas diversas tareas sin el asedio de las distintas formas vocingleras de lo público, lo famoso o lo meramente vulgar.

CARTOGRAFÍA PERSONAL. ESCRITOS Y ESCRITORES DE AMÉRICA LATINA de Jorge Lafforgue. Alfaguara, Buenos Aires, 2005. Distribuye Santillana. 427 págs.

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