Danza con disfraz

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Hugo Fontana

EDITH PIAF PUBLICÓ en 1958 El baile de la suerte, un remedo autobiográfico que había dictado al periodista Louis-René Dauven. Aquella primera edición llevaba un prefacio escrito por Jean Cocteau, y reunía una serie de desordenados apuntes en los que la cantante francesa repasaba algunos episodios de su vertiginosa y dramática vida, eludiendo justamente todo lo que de vértigo y drama había cargado siempre sobre sus hombros. Tres meses después de su muerte, ocurrida el 10 de octubre de 1963, cuando apenas tenía 47 años, se publicó el volumen Mi vida, una recopilación de artículos y entrevistas realizadas por otro periodista, Jean Noli.

En la Introducción de este libro, firmada por Marc Robine, el lector es advertido de mentiras y diferentes versiones acerca de un mismo suceso; algo similar ocurre con muchas citas a pie de página donde se convoca a diversos testigos que no hacen otra cosa que refutar lo que la "autora" nos está contando.

Para el gran público, la vida de la Piaf fue siempre de la mano de la tragedia. Así su nacimiento, el 19 de diciembre de 1915 en plena calle parisina, con una madre abandonada por el esposo y que al poco tiempo la dejaría en manos de una abuela; así su infancia, en compañía de un padre acróbata de circo, alcohólico y trashumante, que la hacía cantar y pedir limosna; así su única hija, nacida cuando ella tenía apenas 17 años y fallecida de meningitis a los 18 meses; y así el resto de sus días, barajados entre la fama universal y un dolor íntimo que no la abandonaron un solo instante. Quizá llegue a ser razonable, pues, que una vez dedicada a rememorar y a hacer públicos algunos momentos de su vida, solo atienda a aquellos en los que se vio abrazada por el amor y la gloria. Pero lógicamente, el resultado es un libro donde bulle más lo que se oculta y lo que se desdice, la máscara sobre los ojos, el disfraz sobre el cuerpo.

Cumplidos sus veinte años, la pequeña Edith Giovanna Gassion tuvo la suerte de ser escuchada por Louis Leplée, el dueño de un cabaret parisino. Leplée la llevó a cantar a su establecimiento y se convirtió, casi sin querer, en el padre que ella nunca había tenido. Pero cuando todo parecía que iba a cambiar definitivamente, "Papá" Louis fue asesinado en un macabro ajuste de cuentas. Durante algunos meses, y hasta que conoció al compositor Raymond Asso, todo se volvió a desbarrancar. Asso le escribe algunas canciones, se convierte en su amante y la ayuda a debutar en el music-hall. De allí en más, su carrera no conoce tropiezos y durante más de veinte años recorre el mundo cosechando éxitos profesionales y fracasos afectivos. El baile de la suerte se dedica a los primeros, y como racconto no acotado a ninguna cronología va señalando sus primeros pasos en el mundo del disco, del teatro (es Cocteau quien le escribe la pieza breve "El bello indiferente"), del cine, y las conquistas de públicos tan disímiles como el neoyorquino, el griego o el latinoamericano.

En estas memorias desfilan también numerosos artistas sobre los que ella se atribuye un indiscutible "madrinazgo", entre ellos Les Compagnons de la Chanson, Yves Montand, Charles Aznavour, Gilbert Bécaud y George Moustaki, la gestación de algunas de sus canciones más famosas, como "Mon légionnaire", "La vie en rose" e "Hymne al`amour". Falta, sin embargo, el nombre de Marcel Cerdan, el boxeador francés del que se enamorara perdidamente a fines de los 40 y que falleciera en un viaje de París a Nueva York tras abordar un avión a expreso pedido de ella; falta el grave accidente que sufriera el mismo año que dictaba este libro, en un auto conducido por Moustaki y que le provocara múltiples fracturas y aumentara su adicción a la morfina; falta el alcohol descontrolado y el desaforado sexo, y las tantas veces que el amor se apagaba y volvía a renacer en su corazón. Pero sin duda la môme Piaf ("la niña gorrión", como Leplée la había bautizado) tuvo, furtivamente, la oportunidad de ocultarlos.

EL BAILE DE LA SUERTE, de Edith Piaf, Globalrhythm, colección Biorritmos, Barcelona, 2008. Distribuye Océano. 153 págs.

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