ANDREA BLANQUÉ
HACE SETENTA años, moría James Barrie, el creador del mítico personaje de Peter Pan, el niño que no quería crecer. Barrie había llegado a los 77 años, había crecido y envejecido y visto morir a varios seres queridos a su alrededor.
Mucho se ha especulado sobre la proyección del autor en su pequeño héroe. Un detalle estremecedor era la altura de James Barrie: se dice que nunca pasó el metro y medio de estatura: en verdad, sólo medía un metro cuarenta y siete. Hay más aspectos perturbadores en una biografía que trascendió a raíz del indudable éxito que obtuvo como escritor y como benefactor de niños.
FANTASMAS. El escocés James Barrie (otro más en la importante lista de autores nacidos en Escocia y seductores de lectores infantiles, como Stevenson y J.K. Rowling) pertenecía a una familia victoriana cuyo padre era un tejedor de telar manual y su madre una enamorada de los libros. De los diez hijos que tuvieron, el escritor sería el penúltimo, nacido en 1860. Pero una desgracia marcó para siempre esa familia: el hermano mayor de James, llamado David, halló la muerte patinando en un lago helado el día antes de cumplir catorce años. Ese niño perdido a quien la pubertad estaba a punto de darle la oportunidad de crecer, se convirtió en obsesión y tortura para la madre de los Barrie: se encerró en un cuarto a oscuras a llorar su hijo perdido. El pequeño James, de unos seis años, intentaba introducirse en el cuarto materno penumbroso, pero siempre era confundido con el fantasma de David. El niño hizo caso de las fantasías de la madre y se vestía incluso con las ropas del hermano muerto. Más tarde, cuando llegó a los 12 años, parece que su propio cuerpo interrumpió su crecimiento: quedó pequeñito, para siempre.
Una infancia perdida en el abandono tiene como isla de refugio una portentosa imaginación. James Barrie, como muchos escritores, escribió desde chico. Fue lector contumaz del romántico Walter Scott y también un atento escucha del folclore escocés. Estudió en la Universidad de Edimburgo donde fue compañero del propio Stevenson e íntimo amigo de Arthur Conan Doyle, y por supuesto, colaboró en los periódicos locales. Un tiempo después se trasladó a Londres y allí, en los libros que escribe, recuerda su tierra natal, su pueblo y su propia casa familiar a la que denominaba "Thrums", algo así como "flecos" (Los nombres y los juegos de palabras son fundamentales en la obra de James Barrie).
El escritor, tan corto de estatura y ensimismado (decían que reía muy escasamente) se dedicó, como tantos otros colegas, al teatro. El éxito de sus libros se contagia a la escena: es una época donde el teatro congrega multitudes y ovaciones. Pronto Barrie se casa con una actriz protagonista de una de sus obras, Mary Ansell. Paradójicamente, un hombre que se entendía a las mil maravillas con los niños no tuvo hijos. Su biógrafo, Andrew Birkin, aventura la hipótesis de que el matrimonio no llegó nunca a consumarse, tal vez por impotencia, o porque Barrie era asexuado. La relación fría y conflictiva con su mujer terminó quince años después, con un resonante divorcio, en 1909.
LOS LEWELLYN DAVIS. Para entonces, Barrie había formado una familia alternativa: era un frecuente paseante en los jardines de Kensington, donde hoy se alza la famosa estatua a Peter Pan. Solía observar a los niños e involucrarse en los juegos que ellos imaginaban. Así conoció a los hermanitos Lewellyn-Davies: cinco chicos acompañados por su niñera con quienes estableció un vínculo poderosísimo.
Poco tiempo después, conocería en una cena a la propia madre, Sylvia, hija de un conocido artista y escritor, George Du Maurier. Sylvia y su esposo Arthur se hicieron íntimos amigos de Barrie, que para entonces ya era un dramaturgo de éxito. Durante años fue una especie de hijo adoptivo, y, a la vez, todo hace pensar en un gran amor platónico de James Barrie por la madre de los niños. Es una situación especular con lo que sucede en su archifamosa novela Peter Pan y Wendy, donde ambos personajes se plantean si el protagonista es verdaderamente hijo de la madrecita Wendy o padre de los niños perdidos y por lo tanto, una especie de esposo de la niña.
Barrie confesó que al conocer a Sylvia Lewellyn-Davies, había dado con la "criatura más hermosa que había visto jamás." La bella película protagonizada por Johnny Depp y Kate Winslet (Descubriendo el país de Nunca-Jamás, 2004), aunque basada en hechos reales, se saltea una serie de datos sustanciales. No ya el portentoso bigote de James Barrie con el que no aparece el más alto Johnny Depp, sino al mismísimo marido de Sylvia, Arthur, quien resulta muerto al comienzo de la historia. También se elimina a uno de los hermanitos, Nico, pues los chicos, en realidad eran cinco: George, Michael, John (o Jack), Peter y Nicholas.
El devenir de la historia real resulta oscuro: cuando mueren los padres de los niños, Barrie se hace cargo de ellos y recibe su custodia. Pero los acontecimientos trágicos no terminan con la orfandad. En 1914 el mayor de los chicos, George, moriría en la Gran Guerra. En 1921 su hermano Michael, de veinte años, se suicidaría con su pareja, acosado por las culpas relativas a su homosexualidad. Cuando hacía varios años que James Barrie había muerto, el más conflictivo de los hermanos, Peter, que también resultó ser escritor, (y de quien se decía que había inspirado al celebérrimo personaje), se tiró bajo el metro de Londres.
El propio James Barrie, a pesar de su amor por estos niños, y el cuidado extremo que puso en su educación y futuro, no se salvó de las murmuraciones. Igual que en el caso de Lewis Carroll no fue vista con buenos ojos su amistad con los niños inspiradores de su creativa literatura. La acusación de homosexualidad y pedofilia lo acosó en los círculos de Londres, lo que fue desmentido rotundamente por Nico, el menor de los hermanos Lewellyn-Davies.
VARIAS VERSIONES. Peter Pan es un personaje que su autor masticó, barajó, escribió y reescribió durante años. Hay quien dice que quien se lo sugirió fue su amigo Conan Doyle, otros en cambio opinan que surgió de los cuentos con los que deleitaba a los hermanitos Lewellyn-Davies, y que incluso su nombre surge de uno de ellos (Peter), más el apelativo del dios griego Pan. Pero el hecho es que "el niño que conserva sus dientes de leche como perlas" apareció por primera vez en un relato llamado El pajarito blanco, escrito en 1896 y publicado en 1902. En 1904 se estrena con gran éxito la obra teatral, Peter Pan o el niño que no quería crecer donde el personaje de Peter era interpretado por una actriz. El autor continuará modificándola e incluso llevándola a la prosa narrativa, primero en formato de cuento como Peter Pan en los Jardines de Kensington, (1906), hasta que, finalmente, aparece la novela que se convertiría en uno de los grandes clásicos de la literatura para niños: Peter Pan y Wendy (1911).
Mucho se ha hablado del porqué del éxito avasallante de este libro y de esta obra de teatro (en Estados Unidos y en Inglaterra se ha representado a lo largo de todo el siglo XX). Se puede inferir que el cine ha contribuido a ese éxito: es una historia sumamente visual, lo que se supo desde los orígenes del cine, pues hubo un intento de llevarla al cine mudo. Con Disney, en 1953, empezaría a volverse mito absoluto representando la nostalgia por la infancia. Spielberg rodaría Hook en 1991, luego en 2002 vendría una versión II de Disney, con una hija de Wendy, Jane, que regresa al País de Nunca Jamás, entre otras películas.
Pero ninguna de las versiones cinematográficas alcanzan el deleite poético que Barrie, un gran escritor y elaborador del lenguaje, consigue con su novela. El estudioso francés de la literatura infantil Marc Soriano cree que el éxito se explica por la historia y la antropología, porque la obra expresa el malestar de nuestra civilización: "el niño se da cuenta de que va a entrar a un mundo inquietante: se aferra, pues, a los héroes que no envejecen, o mejor aún, a los que se niegan a crecer".
Una de las frases más célebres del texto de Barrie es "después de los 12 años no hay nada que valga realmente la pena", pero mucho más perturbadora es la frase con la que prácticamente se inicia la novela "los dos años son el principio del fin".
CONTRA EL TIEMPO. La obra es removedora por muchas cuestiones más. La angustia del paso del tiempo, que es simbolizada en el tic-tac del reloj que se ha tragado el cocodrilo que persigue al Capitán Garfio, planea por toda la novela. A esa angustia se la conjura con la realidad (real, que no inventada) del País de Nunca Jamás, donde el tiempo se convierte en una extraña mezcla en donde John cuenta que llevaban "dos mares y tres noches" volando hacia la mágica isla.
El fantasma del abandono es otro de los tópicos de la novela. Los niños perdidos que viven en Nunca Jamás y a los que capitanea Peter Pan son niños que se han caído del cochecito. Peter dice que se escapó el día en que nació, cuando escuchó a sus padres decir qué iba a ser cuando se convirtiera en hombre: "Yo no quiero ser un hombre jamás." Así, a la sombra del abandono de los niños por los adultos se suma el abandono de los adultos por los niños.
Felices como son los niños perdidos en la guarida subterránea de Peter Pan, olvidan por completo sus orígenes, de dónde vienen. Michael expresa una pregunta inquietante: "¿Cómo nos conocimos tú y yo, madre?". También el fantasma de la esterilidad recorre el texto: la mamá de Wendy creía haber visto el rostro de Peter Pan en las mujeres que no tienen hijos. Peter Pan es en ocasiones el compañero que sosiega al niño que va hacia la muerte, que baja al submundo. En efecto: Peter es el que acompañaba a los niños muertos para que no tuvieran miedo.
Pero la dicotomía ausencia/sustitución de la madre es una de las cuestiones sobrecogedoras que pueden haber enganchado durante tantas décadas a los niños: "Peter Pan no sólo no tenía madre, sino que no tenía ganas de tenerla. Las madres le parecían personas muy sobrevaloradas." Al escuchar esto Wendy se percata de que están en presencia de una tragedia.
James Barrie veía a la maternidad como algo innato. Aunque "sólo se podía hablar de madres en ausencia de Peter Pan", todos los personajes -¡hasta el capitán Garfio!- erigen a Wendy como una madre en miniatura. Para ser madre, dice la novela de Barrie, sólo se necesita ser "amable y maternal". La ausencia de madre es el origen de la oscuridad psicológica del Capitán Garfio, un hombre extremadamente deprimido, cuyo retrato se define así: "todo en él era cadavérico y negruzco", y del que se lo pinta con "la cabeza apoyada en el garfio en una postura profundamente melancólica".
Wendy -la niña- es la madre por excelencia, cura heridas, cuenta historias y vive feliz en el espacio doméstico (la guarida subterránea), pero también es la que recuerda los orígenes, es el principio de realidad en esa desaforada imaginación que es la isla de Nunca Jamás. Cuando crece, Wendy siempre deja la ventana abierta por si regresa Peter Pan, para que una cadena de mujeres -su hija, su nieta, su bisnieta- continúe su vínculo con Peter Pan hacia el infinito.
PETER PAN, de J.M. Barrie, Alfaguara, Madrid 2006. Distribuye Santillana. 223 págs.
Segundas partes
DESPUÉS DE LA reedición del clásico de James Barrie, se ha publicado la traducción al español de una segunda parte autorizada por los usufructuarios de los derechos de Peter Pan, es decir, por el Hospital de niños de Great Ormond Street, dueño de las regalías de James Barrie desde 1929, por disposición del propio autor.
La cuestión de la posibilidad de continuar Peter Pan siempre se enfrentó a la discusión de los derechos. Hubo incluso juicios contra escritores americanos que se habían tomado la prerrogativa de usar al personaje de Barrie para hacer una segunda parte. Dado que en Estados Unidos el tiempo necesario para que una obra comience a integrar el dominio público es diferente que en el Reino Unido, el Hospital se vio enfrentado a la madeja jurídica de defender a capa y espada su privilegio hasta que no se cumpliesen los años estipulados en su país de origen.
Finalmente, al cumplirse el centenario del estreno de la obra de teatro que comenzó la carrera de éxitos de Peter Pan, el Hospital convocó un concurso al que se presentaron unos doscientos autores de todo el mundo.
Los rumores hacían pensar en que sería otra escocesa, J.K. Rowling, la autora que ganaría el privilegio de continuar las aventuras de Peter Pan con la ley a su favor.
Sin embargo, la ganadora resultó ser una escritora sumamente popular en el Reino Unido y autora prolífica, con más de ciento treinta libros y numerosos premios en su haber, llamada Geraldine McCaughrean. El concurso consistía en escribir un primer capítulo y presentar además un esquema de la trama del conjunto de la novela.
Efectivamente, el primer capítulo de la nueva versión de Peter Pan en manos de la escritora Geraldine McCaughrean resulta atrapante. La autora tuvo la ingeniosa idea de poner a los ex niños perdidos (Wendy, John, Curly, Slightly, Nibs, Tootles, los Gemelos, todos ya convertidos en rigurosos adultos) a soñar pesadillas que dejan rastros en la vida real: "Después de cada sueño, a la mañana siguiente aparecía un objeto en su cama, como los huesos que quedan en el plato después de haber comido ciruelas. Un día era una espada, otro una vela, un arco, un frasco con jarabe, un sombrero de copa… La noche en que John soñó con sirenas, al día siguiente un olor a pescado impregnó las escaleras durante todo el día".
Los señuelos significan algo doloroso y perturbador: "Algo no marcha bien en el País de Nunca Jamás, caballeros… y por ello debemos regresar." Volver a Nunca Jamás no es tarea fácil para esa gente adulta que ya no puede volar. La conversión en niños se realiza metiéndose en la ropa de sus propios hijos. En el caso de Tootles (de adulto devenido en juez), la conversión no sólo es de mayor a niño sino de hombre a niña, porque tiene sólo hijas. En efecto, vuelve a Nunca Jamás, pero con largas trenzas. Y hay un niño que nunca regresa, porque la historia está ambientada en la década de los 20, y Michael ha muerto en la Primera Guerra Mundial.
El desafío de la ganadora del codiciado concurso, Geraldine McCaughrean, era triple: mantener las consignas del creativo libro de Barrie, como por ejemplo que sólo se podía volar rociándose con polvo de hada; mantener la dicotomía entre Peter Pan y el Capitán Garfio (el Bien y el Mal), aunque éste daba la impresión de estar totalmente muerto y bien muerto en la barriga del cocodrilo creado por Barrie, y, finalmente, atrapar a los niños contemporáneos como las aventuras del Peter Pan de hacía un siglo los habían atrapado durante décadas.
El resultado se acerca mucho a la saga de Harry Potter, con un siniestro nuevo Voldemort que no termina de morir nunca. Porque el inquietante gran cocodrilo imaginado por Barrie no ha logrado matar al malvado pirata, según esta nueva versión siglo XXI. Como Pinocho en el vientre de la ballena, Garfio ha resistido en el vientre del cocodrilo y ha logrado desde allí adentro vencer a su perseguidor implacable.
Y el encanto del País de Nunca Jamás ha desaparecido por completo. Ahora la isla con tanto de paraíso perdido es un territorio extraño y repugnante, cubierto de un brillo rojizo. Peter Pan es un individuo narcicista -como en la versión de Barrie- pero nada queda de aquel candor que cautivó a tantas generaciones. Es un ser deprimido, tanto como Garfio, y profundamente malhumorado. El mal casi ha llegado a dominarlo, pues el capitán Garfio, tiene un poder inexplicable sobre él.
Cabe preguntarse si este oscuro tono "Harry Potter" es una necesidad de la autora Geraldine McCaughrean, una necesidad de los pequeños lectores que se han adiestrado en textos bien diferentes al primer Peter Pan, o una necesidad del mercado, ese mismo mercado que ha convertido a J.K. Rowling en una de las principales millonarias del mundo.
PETER PAN DE ROJO ESCARLATA, de Geraldine McCaughrean, Alfaguara Juvenil. Distribuye Santillana. 288 págs.