Construcciones fantásticas

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EL MUSEO Gurvich es uno de los principales museos monográficos de nuestro medio. Con la ambición de acceder a otros ámbitos, como una forma de difundir la obra de Gurvich entre nuevos sectores de público, el museo ha desarrollado una estrategia de colaboración con otras instituciones, así como con investigadores que aportan nuevos puntos de vista sobre la obra del artista. En 2010 publicó Gurvich, viajes por el tiempo judío, que, con coordinación de Alicia Haber, reunió textos de autores de diferentes ámbitos sobre la relación entre esa obra y las tradiciones judías.

Una retrospectiva que incluyó cerca de 130 obras fue mostrada en la Fundación Atchugarry, y luego en el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo. Con motivo de estas muestras el Museo Gurvich publicó el catálogo Los mundos fantásticos de José Gurvich (el mismo título que el de la muestra), un cuidado volumen de más de 400 páginas con cientos de reproducciones de obras.

Los materiales del catálogo están organizados por grupos de obras con motivos comunes, como "El puerto de Montevideo", "El universalismo constructivo", "El mundo fantástico", "El Cerro de Montevideo", "La pareja", así como otros motivos que fueron la base de exposiciones temáticas anteriormente organizadas por el Museo Gurvich, como "New York, New York", "Naturalezas muertas" y "Los universos judíos".

En el catálogo colaboran los ex miembros del Taller Torres García, Cecilia de Torres y Rafael Lorente, así como autores de diferentes orígenes que -como conocedores del arte latinoamericano- aportan nuevas miradas sobre la obra de Gurvich. Varios aportes provienen de académicos de la Universidad de Buenos Aires: Laura Malosetti, Cristina Rossi y Julio Sapollnik.

TESTIMONIOS. Cecilia de Torres, alumna de Gurvich, y luego esposa de Horacio Torres (hijo menor de Torres García), evoca la vida de la comunidad judía en el Barrio Sur a través de palabras de amigos del artista como Niko Schvartz y Jaime Sznadtner, con los que también compartió el interés por la música, a la que accedían luego de darle una propina a un amigable portero del Auditorio del SODRE.

El interés por la música fue también importante para la integración de Gurvich al mundo de la plástica. Era alumno del violinista ruso David Julber, en cuya casa en Pocitos conoció a Horacio Torres, quien lo introdujo en el círculo de amigos y alumnos de Torres García en 1945. Gurvich tenía entonces 18 años y, aunque literalmente colgó el violín para dedicarse a la pintura, continuó interesándose por la equivalencia entre la música y lo visual, lo que expresó en diagramas de correspondencias, algunos de los que son reproducidos en el texto de de Torres. Otra valioso recuerdo es la relación de identidad de Gurvich con su origen familiar, que se manifestó en una mayor identificación con artistas de sesgo fantástico (de Bruegel a Chagall) que con la tendencia "clásica" imperante en el ámbito del Taller Torres García.

El arquitecto Rafael Lorente, alumno de Gurvich y Guillermo Fernández, reflexiona sobre la identificación de Gurvich con el ámbito físico del barrio del Cerro de Montevideo, un compromiso que fue tanto vital como estético. Cuando Gurvich dejó la casa de sus padres hacia 1950, se mudó a una pieza de la zona del Puerto, donde vivían varios artistas. Pero en 1957, luego del regreso de su primer viaje a Europa e Israel, se instaló en el Cerro, donde residió hasta su partida definitiva de Uruguay en 1969. Primero vivió en una casa ubicada en el límite de la traza urbana, en la calle Polonia 3166, donde hasta entonces había vivido Gonzalo Fonseca, y luego, ya casado con Julia "Totó" Astorga, compró la casa de Polonia 3286.

La vivienda-taller de Gurvich fue frecuentada por artistas jóvenes, especialmente después del cierre del Taller Torres García en 1962. Según Lorente, esta época se caracterizó por el desarrollo de la cerámica, realizada con barro que Gurvich recogía en las cercanías del Arroyo Pantanoso con ayuda de alumnos, entre otros Antonio Cavo, así como Ernesto Drangosch y Adolfo Nigro (dos argentinos radicados en Uruguay atraídos por la experiencia del Taller Torres García). Gurvich plasmó en sus pinturas el espíritu del barrio, su gente y sus anécdotas. Un motivo de carácter universal, como la familia reunida alrededor de la mesa compartiendo pan y vino, también incluye figuras como la de "El Manco", que cuidaba la casa de Gurvich.

Martín Gurvich aporta historias de carácter fantástico que su padre le contaba cuando era pequeño, cuentos que fueron origen de algunas obras que muestran personajes de estilo ingenuo, agrupadas bajo la rúbrica "mundo infantil".

ESPIRALES Y MONUMENTOS. Los significados que distintos lugares relacionados con la vida de Gurvich tuvieron para su obra son analizados por el español Rafael Bonet y el colombiano Álvaro Medina. Bonet inscribe el período en que Gurvich vivió en la zona del Puerto de Montevideo, en la pieza ubicada en la calle 25 de Agosto, en el marco del género de paisajes urbanos que pintaban los miembros del Taller Torres García: vistas de puertos en las que el planismo dominante es interrumpido por líneas en perspectiva. Medina estudia la visión particular de Gurvich del paisaje de Nueva York, que lo inspiró a realizar una serie de bocetos para esculturas de tipo monumental integradas a los elementos de la ciudad, una especie de variantes de arte público transitable que lamentablemente nunca fueron realizadas.

Malosetti y Rossi escriben sobre obras de Gurvich que se inscriben en el marco del universalismo constructivo y los mundos fantásticos del artista respectivamente. La primera analiza el espiral, una forma muy utilizada por Gurvich, que diferenció su obra de las de sus colegas, la mayoría de los que continuaron creando estructuras ortogonales. Rossi analiza el desarrollo posterior de Gurvich: grandes hombres poblados por pequeños elementos, y formas y personajes que flotan en los espacios de las telas, mientras que el crítico estadounidense Edward Sullivan estudia el tratamiento dado por Gurvich al género de la naturaleza muerta.

Sapollnik escribe sobre los universos judíos de Gurvich, un tema anteriormente tratado en profundidad por Alicia Haber. Para este catálogo Haber escribió un texto sobre la pareja en la obra de Gurvich, un motivo recurrente cuyo tratamiento fue variando a lo largo de distintas épocas: figuras realistas durante los años 50, formas integradas en estructuras constructivistas hacia 1960, para culminar con las parejas "cósmicas" creadas durante el correr de la década de los 60. En éstas, las figuras del hombre y la mujer contienen una infinidad de formas, un reflejo de la totalidad de la creación que Gurvich quería expresar en su obra plástica

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