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Civilización o barbarie

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Domingo Faustino Sarmiento y José Hernández, por Ombú

Buscando las claves de la identidad argentina en su propia literatura.

ENTRE LAS ambiciones de la Argentina, tener una literatura ha sido especialmente afortunada. No deja de ser asombroso que un país violento y de instituciones débiles haya cultivado durante doscientos años la continuidad de expresiones y relecturas del pasado para traerlas a su perseverante discusión.

A propósito del reciente bicentenario del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento, en el Centro Cultural Ricardo Rojas los escritores y académicos Jorge Monteleone, Martín Prieto, Martín Kohan y Cristina Iglesia, cruzaron ideas sobre la canonización del Martín Fierro, de José Hernández, como clásico nacional, y el Facundo de Sarmiento. Es el tema inicial del voluminoso tomo de Carlos Gamerro, Facundo o Martín Fierro. Los libros que inventaron la Argentina que, como el debate, recupera las provocaciones de Borges en distintos prólogos, y pueden sintetizarse en la posdata agregada en 1974 al prólogo que escribió para una edición de Recuerdos de Provincia en 1944: "Sarmiento sigue formulando la alternativa: civilización o barbarie. Ya se sabe la elección de los argentinos. Si en lugar de canonizar el Martín Fierro, hubiéramos canonizado el Facundo como nuestro libro ejemplar, otra sería nuestra historia y sería mejor". En la entrelínea del texto y de las fechas quedó implícita la idea de que los libros también fundan la realidad, y el conflicto que todavía ocupa a los argentinos: la razón del peronismo.

MITOS LITERARIOS FUNDANTES.

Carlos Gamerro (1962) es autor de varias novelas y ensayos, y hasta el año 2002 fue docente en la Facultad de Letras de la Universidad de Buenos Aires. Su libro abarca una porción considerable de la literatura argentina, desde la gauchesca hasta la última producción de los hijos de desaparecidos, con una lectura que ubica las obras literarias sobre la trama de la ideología y la política. La perspectiva es típicamente argentina y responde a una tradición intelectual que en los inicios reunió los libros con la espada. Basta recordar al abogado Manuel Belgrano obligado a dirigir el ejército en las campañas libertadoras contra los españoles, que el general Mitre tradujo La divina comedia de Dante Alighieri, o las estupendas memorias que escribió el general Paz en sus días de cárcel. Pero Gamerro retoma la idea de que varios mitos literarios fundaron la identidad de un modo más sostenido que la experiencia, y en esa clave organiza los énfasis de su recorrido por la creación y la crítica argentinas. La información que maneja es portentosa y ofrece un análisis pormenorizado de las obras que fundaron y reescribieron la mitología gauchesca, núcleo central de la primera parte del libro, junto a la construcción literaria del indio. En la secuencia irradia la idea de que como emblema nacional, el gaucho es un héroe exterminador de indios, que el mito de Martín Fierro, canonizado por Leopoldo Lugones, primó sobre las condiciones reales del gaucho argentino, así como La cautiva, de Echeverría, impuso un imaginario sobre la vida de los indios; luego el mito se degradó y bifurcó en las populares recepciones del Juan Moreira, de Eduardo Gutiérrez, y Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes, tuvo correcciones narrativas en los cuentos de Borges, y la figura del indio en Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio V. Mansilla, y en El entenado de Juan José Saer.

Borges y Sarmiento comparecen en una compleja red de préstamos y discursos que giran alrededor de la dicotomía "civilización o barbarie", el más caro presagio de la vida argentina. Quiso ser una disyuntiva rápida, operativa y falsa para acabar con los caudillos regionales y ordenar el poder, y la historia la convirtió en el augurio de una convivencia que va camino de confirmarse perpetua. La discusión ha transitado por muchos niveles y también por la literatura de Borges, Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar, Leopoldo Marechal, entre otros, en una obligada deriva de la gauchesca al peronismo, creaciones originales robustecidas por una densa mitología popular, más allá de la suerte corrida por los distintos liderazgos que encarnaron la fuerza partidaria. Del problema y de las obras literarias se ocupa Gamerro con una actitud docente que lo lleva a exponer, más que a pensar, el itinerario de los escritores y sus ficciones, asistido por un nutrido cuerpo de referencias y notas bibliográficas.

Una segunda zona se ocupa de recorrer las claves históricas de otras obras y escritores emblemáticos: El juguete rabioso de Roberto Arlt, y sus anticipaciones del horror dictatorial en Los siete locos; la obra de Borges, con una veneración que no elude sus limitaciones; la de Bioy Casares y la de Manuel Mujica Láinez; las estrategias narrativas frente a la lucha revolucionaria en Rodolfo Walsh y Manuel Puig; las huellas de la dictadura en Respiración Artificial, de Ricardo Piglia, y en las novelas de Juan José Saer; la recuperación del diario de Ernesto Che Guevara en el Congo; la experiencia de Rodolfo Fogwill con Los pichiciegos durante la guerra de Malvinas; una reivindicación de Osvaldo Lamborghini; los libros de la pos dictadura de Martín Kohan; los testimonios y ficciones de los hijos de los desaparecidos.

LOS MAPAS DE LA MEMORIA.

El mérito de un recorrido tan extenso es esencialmente didáctico. La exposición es ordenada, recoge estudios críticos con sentido de la oportunidad para introducir las citas y no abusar. Gamerro esgrime una distancia crítica que le permite jerarquizar las obras con admiraciones y reparos, tiene una perspectiva histórica que incorpora las contradicciones a la valoración. El tono vacila sin embargo, entre la precisión académica y generalizaciones personales arbitrarias y gruesas, que a menudo buscan un consenso difícil de acompañar.

La crítica literaria, no solo en Argentina, pero especialmente cuando opera sobre las tramas históricas, suele olvidar que una obra de creación rara vez está atravesada por las estrategias deliberadas que mueven a la crítica. Hay un orden del azar, nacido dentro de las obligaciones con la coherencia de la obra, el abanico de sus oportunidades y sus limitaciones, que decide la fortuna de su singularidad y jerarquía, ajena a los propósitos que se les adjudican por la sola capacidad de acoger muchas lecturas. No es un asunto menor ni negado a la consideración. Conviene recordarlo cuando se ordenan los mapas de la memoria, aunque solo sea por no confundir a las obras con programas, ni a los escritores con agentes, estrategas, operadores y soldados.

FACUNDO O MARTÍN FIERRO. Los libros que inventaron la Argentina, de Carlos Gamerro. Sudamericana, 2015. Buenos Aires, 523 págs. Distribuye Penguin Random House.

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