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Acoso a las mujeres poetas

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Erika Martínez

Con motivo del Día Mundial de la Poesía (21 de marzo), la periodista Luna Miguel abordó en la publicación española Playground el espinoso tema. Y las poetas no callaron.

Lo dijo primero la poeta granadina Erika Martínez en 2010, en el Festival de Poesía Cosmopoéticaa la cual había sido invitada:“Por inverosímil que parezca, no hemos venido a acostarnos con nadie. Hemos venido a leer”. Pudo parecer un exabrupto. Pero no para los conocedores, los del ambiente, los que escuchan los chismes y las habladurías cuando cae la noche y aparecen los tragos. Cuando los hombres poetas —según la leyenda— se deleitaban comentando sobre las cualidades extrapoéticas de sus colegas mujeres, haciendo apuestas sobre con cuál se iban a acostar. Según esa misma leyenda al festival, "sólo se invitaba a poetas emergentes —esto es, a las más jóvenes— que fueran guapas y solteras" afirma la periodista Luna Miguel en el periódico digital Playground, en un artículo titulado "Cuando ser escritora es sinónimo de humillación, desigualdad y acoso sexual", publicado con motivo del día mundial de la poesía, que se festejó el 21 de marzo.

El artículo explora uno de los aspectos más disimulados —pero no menos conocidos— del comportamiento machista en ámbitos donde el arte debería prevalecer. Luna Miguel entrevistó a varias poetas españolas para que hablen "de los comentarios sexistas, alusiones al físico, acusaciones de haber mantenido relaciones sexuales con editores para publicar, tocamientos, insultos, descalificaciones o paternalismos que han sufrido a lo largo de su carrera".

Miguel apela a su propio anecdotario para entrar en tema. La nota comienza así:"Una anécdota que tuvo lugar alrededor de 2004 en Almería, cuando yo tenía 13 años. En aquel momento empecé a leer poesía. Me gustaba la Generación del 27, pero sobre todo me gustaban las escritoras españolas contemporáneas, porque aunque los del 27 estaban muy bien, las autoras más jóvenes conectaban más con mi alma adolescente. Una de esas autoras a las que admiraba era Miriam Reyes, poeta confesional de una lírica muy bruta, capaz de narrar con sus versos situaciones tremendas en las que muchas chicas podíamos sentirnos reconocidas. Era 2004, como digo, no me acuerdo del mes mes pero sí de que en aquella época se estaba celebrando alguna feria del libro o algún ciclo poético excepcional en mi ciudad. Una tarde, en la biblioteca pública donde por aquellos días se paseaban los autores, llegué emocionada al salón de actos porque precisamente era Miriam Reyes la que iba a leer allí. En la puerta de esa sala aún vacía me topé con los organizadores del acto, unos poetas locales que en Almería tienen cierta fama. No les dije nada ni me dijeron nada pero estaban allí, a mi lado, hablando entre risas de Miriam Reyes, a la que según dijo uno 'querían verle las tetas'. Así. Tal cual. 'Verle las tetas'. De hecho eso no fue todo lo que dijo. Su frase completa fue algo así como que 'iba a pedir al conserje de la biblioteca pública que subiera la calefacción para ver si Reyes tenía calor, se quitaba la camiseta y se le veían las tetas'. Esa misma persona, minutos después, estaría en el escenario junto a la poeta, alabando su obra, mirándola fijamente mientras leía, asegurando que ante nosotros estaba una de las grandes voces de la literatura española y —aunque esto no lo dijo en alto, pero seguramente estaba pensando— la de mejores tetas".

Luna recuerda su indignación. Era "la adolescente de la segunda fila que se aguanta las lágrimas ya no sabe si por la emoción que le produce ver a su ídolo en acción o si por aquella grosería que hacía unos minutos acababa de escuchar, y que todavía no entiende, y que no se atreve a contar a nadie casi hasta muchos años después. Cuando reflexiona. Cuando toma conciencia. Cuando se da cuenta de que ya es hora de hablar". Se encuentra con Miriam Reyes 12 años después, y le relata la historia. Reyes, entonces, le dice que "se lo imaginaba porque a cada recital, acto o reseña en los que su nombre era mencionado, la sensación de revuelo y risilla que se generaba era siempre la misma. Revuelo porque se trataba de la poeta guapa y joven. Risilla porque era una mujer que escribía sobre sexo, y eso a algunos les parecía —y aún parece— que sólo era una señal de luz verde para permitir insinuaciones, miradas seductoras, piropos no solicitados y otra serie de cosas que consideramos más habituales en una barra de discoteca de madrugada que en un acto literario".

El director del festival Cosmopoética cuando la intervención de Erika Martínez era el reconocido poeta y traductor español Carlos Pardo, crítico literario en El País de Madrid (fue entrevistado en El País Cultural en julio de 2016; publicó su poesía completa en la editorial uruguaya HUM en 2011). Desde su perfil de Facebook, Pardo agradeció a Luna Miguel por el artículo, e hizo algunas aclaraciones: "Me parece muy valioso el artículo de Luna Miguel. No obstante, tengo que precisar algunas cosas: En ningún momento me parecen rumores sin sentido (los que revela Miguel), sino que mi percepción de Cosmopoética nunca fue la de quien va a ligar, sino la de un organizador que se pasaba los días, tardes y noches hablando de poesía con sus maestros. Y siempre me pareció que quien decía que invitábamos a poetas mujeres para follárnoslas (normalmente hombres) no hacía sino repetir un cliché machista. Invitábamos a más mujeres que hombres, eso es cierto. También lo es que hay más mujeres poetas de calidad que hombres entre lo más joven. Es un dato objetivo que no reproducen las antologías de este país: Julieta Valero, Mercedes Cebrián, María Eloy-García, Berta García Faet... la nómina de invitadas (e invitados) a Cosmopoética, jóvenes en su momento, es intachable. Por eso me quedé alucinado cuando escuché a Erika Martínez, gran poeta y amiga, decir eso en su lectura. ¿No era más fácil desenmascarar al subnormal que te había dicho eso en vez de lanzar una sombra sobre el festival? Por desgracia los directores no podemos responsabilizarnos del machismo de algunos poetas invitados, que no pongo en duda porque conozco el percal (otro día hablaremos de las peleas por incluir mujeres en antologías en las que me pidieron consejo), pero sí de nuestra selección de poetas de calidad, intachable". Pardo dirigió el festival hasta el 2011, y ha seguido participando en él. Cosmopoética es un encuentro de creciente prestigio en el mundo de la poesía, tanto en la península ibérica como en el mundo. La última edición tuvo lugar en Córdoba, España, en 2016.

Erika Martínez, al igual que Pardo, sintió necesidad de aportar más elementos al reportaje de Miguel. En su perfil de Facebook publicó: “En mi intervención como emergente en la lectura de Cosmopoética 2010, decidí nombrar en público una presión pública. Escogí para hacerlo el tono más jocoso que pude (solo recuerdo a la gente riéndose), sin acusar a la organización con la que me fui a cenar después del acto. Personalmente siempre he sido tratada de forma exquisita por las diferentes organizaciones de Cosmopoética. En todas las ediciones en las que he participado, he sentido reconocimiento y respeto por parte de las personas que me han invitado. Creo que el festival ha sido una de las mejores cosas que le han pasado a la poesía en España en los últimos veinte años. Además, siento una enorme admiración poética y afecto personal por los organizadores de las primeras ediciones. Dicho esto, soy testigo, como tantísima gente, de que sistemáticamente se repetía, dentro y fuera del festival, que las poetas emergentes eran invitadas como posible harén de la organización y no porque sus poemas tuvieran algún tipo de interés. En absoluto pienso que fuera cierto, pero la insistencia en el tema llegó a ser verdaderamente desagradable. Otras muchas entrevistadas por Playground son testigos de los chistes, las porras y los comentarios insultantes al respecto. Cosmopoética está muy lejos de reducirse a esto, pero sucedió. Se le puede dar mucha o poca importancia, dependiendo de la lectura política que queramos hacer de ello. Jamás otorgaría a una habladuría estatuto de verdad, cosa que no quita que estas habladurías en concreto generasen una presión colectiva muy real, que funcionaba en gran medida por inercia (como toda ideología) y que tenía entre otros resultados la objetualización y deslegitimación de las poetas jóvenes que participaban en el festival, algode loque -repito- no es responsable la organización. Eso sí, creo que una dinámica de género tan tóxica solo es invisible para aquellos que ven normal ese tipo de dinámicas. Si está sucediendo a tu alrededor, en un contexto en el que estás muy implicado, y no lo ves, habría que pensar por qué. Otra cuestión es que la percibas sin haber participado en ella, por supuesto”.

En el extenso artículo de Luna Miguel vuelcan sus experiencias de acoso o abuso mujeres poetas españolas como María Sánchez, Carmen Camacho, María Sotomayor, Paula Aguirrezabala, Sonia Fides, Amarna Miller, Elena Medel, Lola Nieto, Laia López Manrique, Sofía Castañón y Yolanda Castaño. (Lea aquí el artículo completo).

Mi casa es este cuerpo que parece una mujer,
no necesito más paredes y adentro tengo
mucho espacio:
ese desierto negro que tanto te asusta.

(Miriam Reyes, enBella durmiente)

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Erika Martínez

españa: cuando la poesía importa pocoLászló Erdélyi

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