El otorrinolaringólogo Alejo Suárez recuerda en un momento de la charla el hipotético dilema que muchos se han hecho alguna vez: si tuvieras que renunciar a la vista o al oído, ¿con cuál te quedarías? El propio Suárez responde que la mayoría eligiría ser sordo antes que ciego, pero luego agrega que esa elección no tiene en cuenta algo fundamental: alguien sin vista puede seguir teniendo una vida social relativamente convencional, mientras que aquel que no oye va quedando cada vez más aislado. Y no solo eso: también es probable que tenga problemas cognitivos.
Hoy, en el Día Mundial de la Audición, conviene llamar la atención sobre la importancia de cuidar el oído, en particular porque todo indica que la pérdida de capacidad auditiva solo irá en aumento en el futuro.
Aunque muchos demos por sentado que seguiremos escuchando sin mucho problema, a medida que envejecemos, no estamos demasiado lejos de que algún hecho puntual pueda afectarnos.
Al propio Suárez le pasó. Apasionado de la música, fue una vez a un concierto de la banda de rock argentina Divididos, en el desaparecido cine Plaza. El show se anunciaba como “acústico”, pero cualquiera que conozca algo de la trayectoria de Divididos sabe el grupo era conocido como una “aplanadora del rock”, y que parte de esa noción incluía un volumen muy alto.
Suárez salió del concierto con un zumbido que aún persiste: ese espectáculo le provocó tinnitus.
Más allá de casos como ese, el profesional explica que los datos con los que se cuenta actualmente indican que los problemas de audición serán cada vez más.
“Es lo que marcan las estadísticas, por dos razones. Por un lado, por la edad. La gente sobrevive más tiempo y, como parte del envejecimiento, el oído se va deteriorando. Por otro lado, la exposición al ruido es cada vez mayor. Entre la población más joven, por ejemplo, es cada vez más común tener acceso a auriculares, ya sea para escuchar música o jugar a videojuegos”, relata.
En otras palabras, los oídos están cada vez más expuestos a los ruidos propios de una ciudad (95% de la población mundial vive en ciudades) y también elegimos distintos tipos de auriculares que —muchas veces— usamos durante períodos prolongados.
Además, las más de las veces la pérdida de audición es un proceso paulatino, que se da a lo largo de un período extendido de tiempo, por lo cual ocurre que uno recién se percata de esa pérdida cuando ya ocurrió.
Suárez recurre a la analogía de una gota de agua que, a lo largo de los años, erosiona una superficie.
—¿Cuán resistente o frágil es nuestro oído?
—Existe un “rango de seguridad”, en el cual el oído está a resguardo de daño, tanto si se trata de la intensidad como la duración del ruido. El tope de ese rango se mide en decibeles y está entre 70 y 75 decibeles.
Esos números posiblemente no sean útiles para quien no sea otorrinolaringólogo como Suárez, o un ingeniero de sonido. Pero se trata de un nivel de volumen bastante más bajo de lo que muchos podrían suponer.
En ese rango se encuentra, por ejemplo, el volumen de una aspiradora, un lavaplatos o un secador de pelo en funcionamiento, todos electrodomésticos que se usan con relativa frecuencia en muchos hogares.
Otro caso ilustrativo es el del tránsito. Si se tratara de una cantidad de tránsito moderada, se andaría en el rango de decibeles ya mencionado, pero como sabe casi cualquier montevideano, buena parte del tránsito en la ciudad dejó de ser “moderado” hace décadas.
En definitiva, nuestros oídos están en zona de riesgo muy a menudo en las actuales condiciones de vida. ¿Qué se puede hacer al respecto?
El experto dice que es fundamental tomar conciencia de esos riesgos, y actuar en consecuencia. Una acción puede ser, como él mismo hace, usar algún tipo de protección auditiva cuando se asiste a conciertos masivos, que recurren a un sistema de amplificación que entrega volúmenes considerablemente más altos que 75 decibeles.
Tan importante como proteger a los oídos de ruidos muy altos es someterse a exámenes médicos de audición regularmente cuando ya se ha alcanzado cierta edad.
A partir de los 50 años, lo ideal es examinarse la audición una vez cada tres años, por ejemplo. Pero no solo para personas mayores esto es aconsejable. El médico afirma que sería ideal hacer una prueba auditiva a todos los niños que empiezan su ciclo escolar, ya que una audición disminuida puede llevar a problemas de aprendizaje.
El que escucha es el cerebro, no el oído
La pérdida auditiva puede darse en un período prolongado o de manera súbita. Cuando esto último ocurre, dice el otorrinolaringólogo Alejo Suárez, hay algunos casos puntuales en los cuales es posible hacer una intervención médica que recupere parte de la audición, aunque el tiempo apremia (Suárez explica que uno dispone -por lo general- de un par de semanas). “Ahora, cuando la pérdida es producto de un proceso más lento, no tenemos mucha chance de recuperar el oído”.
Por eso él recalca la importancia de cuidarse —evitar exponerse a ruidos altos durante un tiempo prolongado, limitar el uso de auriculares— y evaluarse la audición regularmente. El daño no solo lleva a un mayor aislamiento social (“Una persona que no escucha, se va aislando”), sino también a un declive cognitivo, porque como explica Suárez, “en realidad, el que escucha es el cerebro, no el oído, ya que este transforma las ondas de sonidos para que lleguen al cerebro y este y las descifre. Si el cerebro no es estimulado durante mucho tiempo, cambia y para peor”.
Una vez ocurrido el daño, el remedio puede ser audífonos médicos o implantes cocleares, un campo en el cual por fortuna se ha avanzado de manera sustancial en los últimos años, y en Uruguay existe un programa de implante coclear que hasta ahora ha realizado más de 600 implantes.
También desde ese programa advierten sobre la creciente tendencia de pérdida auditiva entre la población. “Por ejemplo, en 2023 se hicieron aproximadamente 60 implantes, mientras que el año pasado esa cifra aumentó a aproximadamente 90”, dice Carla Cassano, parte de ese programa.