Redacción El País
Hay una duda que surge en nuestros primeros años de vida y, en general, nos acompaña mientras crecemos, sin ser respondida: ¿Por qué se arruga la piel después de estar mucho tiempo en el agua? Esto, además, es aún más interesante porque no pasa en todo el cuerpo; se arruga la piel de las manos y la de los pies, pero no la del abdomen o la del cuello. Otra vez: ¿¡Por qué!?
Primero, es importante saber que la capa más externa de la epidermis, conocida como estrato córneo o capa córnea, está compuesta por células planas y muertas que están empaquetadas en un colchón de proteínas y lípidos. Esta capa es una poderosa barrera ante las amenazas externas.
La evidencia científica reciente indica que el arrugamiento de la piel tras la exposición al agua resulta de la vasoconstricción de los vasos sanguíneos en esa zona. Cuando el agua penetra en la epidermis, altera el balance de electrolitos, y eso genera una respuesta: contraer los capilares subcutáneos y evitar el flujo de la sangre. Debido a que en la capa más exterior de nuestra piel —recordemos: estrato córneo o capa córnea— hay menos vasos, esta tiende a arrugarse.
Todo pasa para algo.
Ahora bien, ¿sirve para algo esta respuesta? Durante mucho tiempo, investigadores intentaron responder esta pregunta, motivados por la idea de que, en la naturaleza, todo tiene su razón de ser.
Pronto, la investigación dio sus frutos. Se comprobó que los dedos arrugados ayudan a canalizar el agua fuera de los dedos cuando se mojan, por lo que la capacidad de agarre es mayor. Es decir que las arrugas de nuestros dedos facilitan el agarre de objetos mojados.
En cuanto a las arrugas de los pies, es posible que también se trate de una ventaja evolutiva, ya que aumenta la adherencia al suelo y facilita el caminar por superficies mojadas. Otro punto para la naturaleza y el cuerpo.