El rol de la negociación en la vida cotidiana es fundamental; es elrecurso básico y constante con el que contamos las personas para resolver conflictos, tomar decisiones conjuntamente y alcanzar acuerdos en situaciones donde existen intereses compartidos y, a la vez, opuestos.
La negociación no se limita a grandes transacciones comerciales, sino que es una habilidad interpersonal diaria que permite a los individuos interactuar eficazmente en múltiples contextos, buscando resultados que satisfagan, en la medida de lo posible, a todas las partes involucradas (enfoque "ganar-ganar").
Una capacidad con muchos beneficios
La capacidad de negociar cumple varios roles esenciales para el desarrollo personal y social:
· Es la herramienta principal para gestionar y solucionar las diferencias de opinión o intereses que surgen inevitablemente en las interacciones humanas, evitando que escalen a conflictos mayores.
· Nos permite discutir propuestas, compartir ideas y encontrar puntos en común para llegar a un acuerdo sobre qué hacer, ya sea que estemos interactuando con nuestra pareja, familia o compañeros de trabajo.
· Es el mecanismo para asegurar que las necesidades, metas e intereses personales sean considerados y satisfechos por los demás, ya sea en el ámbito laboral, familiar o social.
· Las negociaciones efectivas promueven el respeto mutuo, generan confianza y fortalecen los vínculos a largo plazo, ya que todas las partes se sienten escuchadas y valoradas.
Componentes esenciales
Existentes ciertos componentes que son esenciales y estructuran cualquier negociación, incluso en la vida cotidiana.
Por un lado, es necesario reconocer la identidad de las partes. Son las personas o grupos involucrados (mínimo dos) que tienen un interés en común pero también un conflicto. En la vida diaria, son la pareja, los hijos, el jefe, un vendedor, un vecino, etc.
Luego, es necesario identificar los intereses y necesidades. Se trata de conocer el "por qué" detrás de lo que las partes piden. Una negociación efectiva se centra en lo que se denomina “intereses subyacentes”, y para ello es necesario descubrir lo que realmente necesita cada parte (por ejemplo, tranquilidad o reconocimiento), y no solamente en las posiciones rígidas (que se manifiestan como exigencias).
En tercer lugar, debemos poner el acento en la comunicación. Este es el vehículo de un proceso de negociación. Implica la escucha activa para comprender los intereses del otro y la expresión clara y asertiva de los propios. Un proceso efectivo de comunicación minimiza los malentendidos y fortalece los vínculos.
Otro punto importante lo constituyen las opciones y las soluciones. Son las diversas alternativas creativas que somos capaces de proponer para satisfacer los intereses de todas las partes. La meta es aumentar los beneficios mutuos o encontrar una solución en la que todos los involucrados sientan que están ganando, de modo que todos en conjunto sientan que su situación ha mejorado.
Los criterios de legitimidad, mientras tanto, son fundamentales en una negociación porque representan los estándares objetivos, justos e independientes que se usan para justificar las propuestas (por ejemplo, el precio de un artículo, la lógica, la experiencia, los acuerdos sobre horarios y lugares de las reuniones familiares, la equidad). Estos criterios ayudan a despersonalizar los debates.
Finalmente, cada parte debe identificar cuál es la mejor opción alternativa en el acuerdo que está buscando. O sea, cuál es la mejor salida en caso de no llegar a la solución ideal. Esto es crucial porque nos da la medida de lo que estamos dispuestos a aceptar.
Atendiendo todos estos puntos clave, es posible alcanzar un pacto o una resolución. Esta conclusión debe ser clara, específica y viable para que todas las partes sepan exactamente a qué atenerse y qué pasos deben seguir después de la negociación.
El rol del cerebro
En una negociación, las habilidades cognitivas son cruciales para el análisis estratégico, la toma de decisiones y la interacción efectiva con las otras partes.
· Pensamiento analítico y crítico. Es la capacidad de descomponer el problema y evaluar la información de manera lógica y objetiva, identificar las variables clave (intereses, posiciones, límites), diferenciar entre hechos y suposiciones, y desglosar el conflicto en partes manejables. Al evaluar la solidez de los argumentos propios y ajenos, reconocemos y evitamos los sesgos cognitivos que distorsionan nuestro juicio, y podemos anticipar las posibles respuestas de la contraparte y las consecuencias de cada movimiento o concesión.
· Flexibilidad cognitiva y creatividad. Esta habilidad se relaciona con la capacidad de adaptarnos rápidamente y generar soluciones novedosas. Cuando ajustamos la estrategia o la postura en función de la nueva información recibida, podemos pasar de una mentalidad de competición a una de colaboración. Junto con esto, pensando "fuera de la caja" ideamos múltiples alternativas que satisfagan los intereses subyacentes de todas las partes.
· Toma de decisiones. La negociación es un constante proceso de decisión, en el que debemos evaluar el riesgo y el beneficio de cada paso (incluso cuando la información es incompleta o ambigua), así que debemos medir el valor de cada propuesta o contraoferta en relación con los objetivos preestablecidos.
· Autoconocimiento y autocontrol. Esta facultad implica que seamos conscientes de cómo se está desarrollando la negociación y cómo influye nuestro propio estado emocional y cognitivo. Al reconocer y regular nuestras emociones (ira, frustración, miedo), evitamos que éstas limiten el procesamiento lógico y el juicio racional, para no experimentar reacciones impulsivas, manteniendo el enfoque en los intereses centrales sin distraernos con ataques personales o detalles irrelevantes.
· Perspectiva y empatía cognitiva. A pesar de su carácter emocional y social, la empatía se puede analizar desde una perspectiva cognitiva. Es la capacidad de comprender y simular la lógica, los intereses y las motivaciones de otra persona. Esto nos permite predecir el comportamiento de la otra parte en una negociación.
En el entorno dinámico de nuestra vida cotidiana, el dominio del arte de la negociación va más allá de “salirnos con la nuestra”: es una inversión continua en nuestro desarrollo personal. Al ejercitar activamente estas habilidades, transformamos los conflictos en oportunidades de crecimiento mutuo y fortalecemos nuestros vínculos afectivos, profesionales y comunitarios. Así, la negociación se vuelve una de las competencias más valiosas para alcanzar el bienestar en todos los ámbitos de nuestra existencia.
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