EL PAÍS DE MADRID
"No sabes lo importante que es la BlackBerry. No es una tontería. Trabajo de guía turístico por Europa y sin este teléfono no se puede hacer nada", replicaba un lector a otro que aseguraba vivir fantásticamente sin celular.
"¿Se podía trabajar antes?", continuaba. "Claro... con cabinas y llamadas a cobro revertido. Pero es que toda la estructura de la empresa se basa en que tengamos una. Los coordinadores casi mueren de estrés".
La avería de las BlackBerry fue un trastorno inesperado para millones de personas. Una avería en sus hábitos. Lo reconocía un ejecutivo: "He tenido que volver a hablar". Desde que los móviles incorporan los mensajes, sobre todo aquellos que circulan como en un chat, hablar se ha convertido en algo prescindible, incluso incómodo, porque el chat permite ocultarse mejor.
"No te das cuenta de lo importante que es respirar, hasta que no se puede hacer", dijo un banquero de Nueva York a la agencia Reuters. La falla dejó a estos terminales sin correo y, sobre todo, sin su servicio de mensajería instantánea. El teléfono solo servía para lo que sirve desde siempre: hacer llamadas y, eso sí, enviar SMS.
Un congresista estadounidense explicaba ayer al The Washington Post que, en cierta manera, la avería le trajo un descanso. Volvía a mirar de frente a las personas y no estaba cada medio minuto cabizbajo consultando los mensajes.
El problema para muchos clientes no era ya el no poder enviar mensajes. Era no recibir ninguno. Quedarse solo, sin esta compañía digital que va llenando las horas el día.
Únicamente en España, el fabricante canadiense del aparato, Research in Motion (RIM), calculó que la falla bloqueó dos millones de líneas. Y quien usaba cada día su BlackBerry la encontraba menos útil.
Este teléfono inteligente tiene dos clientelas muy determinadas. Los empleados de las empresas y los adolescentes que, precisamente, se apuntaron por el gancho que tenía su herramienta de comunicación instantánea.
Los adolescentes con BlackBerry son un club especial, con sus propios recursos para el contacto. Berta, de 15 años, no lo vivió dramáticamente. Cuando llegaba a casa usaba el chat de Facebook. A Ana, de 14 años, sí le molestaba tener que hacer una llamada telefónica, aunque fuera importante, era porque suponía gastar dinero. "En cualquier caso, salvo para estas cosas fue un placer desconectar. Lo intento a veces, pero el resto de la gente sigue enviando mensajes compulsivamente. Estos tres días el apagón fue total. Descansé".
En algunas publicaciones se habló de la nomofobia o el miedo irracional a salir a la calle sin el celular. Antoni Bulbena, catedrático de Psiquiatría de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) y director del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del hospital del Mar (Barcelona), no entró a valorar neologismos, pero admitió la existencia de una adicción al teléfono.
"Sirve para orientarnos social y personalmente a través de las comunicaciones que establece. Eso explica esos viajeros de avión que lo primero que hacen tras aterrizar es conectar el celular. Necesitan orientarse de nuevo, ver quién les ha llamado, etcétera".
El celular, subrayó, nos puede crear la fantasía de que podemos conectarnos con quien sea a cualquier hora y ello puede convertirse en una adicción, en una filia. Esos días de avería no van a curar a nadie de su filia, pero, admitió Bulbena, "puede que más de un ciudadano haya reflexionado sobre sus hábitos con el teléfono".
Joan Mayans, antropólogo experto en las tecnologías de la comunicación y usuario intensivo del aparato, dijo no creer que la avería, si no se prolongaba excesivamente, causara emigración de la clientela juvenil.
"De momento lo han resuelto con bromas en Twitter. Si el problema se resuelve con celeridad, ni el público corporativo ni el juvenil pasarán factura porque las elecciones de terminal corporativo son costosas y no se tomará ninguna decisión de cambio, masiva, por la falla".
Tampoco el público juvenil, prosigue, lo abandonará. Si se soluciona pronto se habrán reído un rato y poca cosa más. Precisamente de Twitter ha salido un nuevo término: el CrackBerry.
La agilidad de su mensajería engancha. "Todos sabemos que la tecnología falla. Que no hay proveedor infalible. Lo que debe cuidar el fabricante, RIM, es la campaña de explicación y restitución para no perder la reputación que tiene. Yo no me planteo cambiar de terminal".
Para Rafael Acherandio, de la consultora IDC, los efectos de la avería en las empresas españolas han sido menos sensibles que en otras regiones porque el miércoles fue feriado.
El problema, en su opinión, es que estos episodios minan la confianza del cliente en la compañía y, ya antes de la avería, BlackBerry estaba viendo como la competencia entraba con fuerza en su terreno. "De ahí que se moviera a buscar el consumo particular".
Con tanta oferta en el mercado, dice, no se toleran las fallas. Credit Suisse, por ejemplo, a principios de este año comenzó a permitir a sus empleados que usaran sus smartphones de Apple y Android en la red de la empresa. Barclays Capital permite a empleados usar iPhones e iPads. Standard Chartered ha pasado de BlackBerry a iPhone para muchos usuarios hace varios meses, según Reuters. La avería de esta semana no favorecerá a RIM.
El jueves en la tarde, RIM anunció que se habían restaurado todos los servicios que empezaron a fallar el lunes. El problema lo originó un dispositivo que no desvió el tráfico de datos de un servidor paralizado a otro adicional, lo que provocó un monumental atasco.