No olvidar a los más vulnerables

PAMELA COX*

Tras cinco años de sostenido crecimiento económico con un promedio del 5% anual, América Latina no pudo escapar a la crisis financiera global y en 2009 verá recortadas sus expectativas de crecimiento a un promedio cercano al 2%. La región no entrará en una recesión como el mundo industrializado; pero el golpe se hará sentir.

Es que por primera vez en 30 años, varios países lograron revertir los índices de desigualdad tan marcados en la región. La pobreza se redujo en parte como resultado del espacio fiscal creado por mejores políticas macroeconómicas que permitieron generar un gasto social más inteligente y mejor focalizado.

Pero cuando una empresa importadora en la Unión Europea o Rusia carece de crédito para la compra de materias primas de la región y simultáneamente los precios de los productos de exportación caen, son los trabajadores que quedan sin empleo quienes primero sufren.

Afortunadamente, los gobiernos de la región son conscientes de que es el momento de actuar. Donde existen redes de protección social sólidas hay posibilidades reales de evitar que el impacto de la crisis financiera se transforme en una crisis social, proporcionando fondos adicionales a dichos programas, y protegiendo las ganancias logradas en los últimos años en el terreno del desarrollo social y humano.

Mientras los países ricos preparan paquetes fiscales para estimular la economía, la región debería -con fondos propios o asistencia de los organismos de cooperación-, priorizar los paquetes con contenido social para evitar una recaída en los índices de pobreza.

En América Latina, las redes de protección social representan bases sólidas sobre las cuales edificar una plataforma más amplia que cubra a la población vulnerable y proteja los logros ya alcanzados.

Tras casi una década de aprendizaje, los programas de transferencias monetarias condicionadas (TMC), a partir de los cuales la jefa (e) de familia se compromete a que sus hijos asistan regularmente a la escuela, al liceo y al médico, a cambio de una transferencia monetaria de apoyo, permitieron que millones de personas retomen una senda de esperanza.

En tiempos de crisis se debe expandir su cobertura, para adelantarse al impacto que la misma ha de tener. De hecho, muchas de las redes de protección social de la región han crecido principalmente a través las TMC, desarrollados tras la crisis de inicios de década.

El Banco Mundial ha sido un activo impulsor de estos programas y hoy en día coopera con más de US$ 2 mil millones para su ejecución. En países con sistemas de protección social ya institucionalizados, se trabaja en programas de segunda generación, que utilizan las TMC para facilitar el acceso a capacitación y al mercado laboral.

Ser oportuno es esencial. Si la experiencia dicta que en tiempos de crisis, se debe expandir el gasto público dirigido a las redes sociales de emergencia, se trata de hacerlo antes que sea tarde y así prepararse para cuando la tormenta pase y la sociedad pueda retomar una agenda vigorosa de crecimiento tendiente a continuar reduciendo la brecha social que en América Latina separa a tantos de tan pocos.

(*) Vicepresidente del Banco Mundial para América Latina.

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