Washington - La Casa Blanca lanzó una intensa guerra de comunicación para intentar aplacar a los críticos que la acusan de haber manipulado información de inteligencia antes del conflicto de Irak y con el fin de reducir las presiones para que regresen los soldados estadounidenses desplegados en el país asiático.
A la defensiva, la Casa Blanca está utilizando desde el viernes una técnica de comunicación usualmente reservada para períodos electorales, con el fin de difundir a la prensa comunicados titulados "Para que no haya ninguna confusión".
En los cuatro comunicados difundidos hasta hoy, el gobierno del presidente estadounidense George W. Bush se dedica a responder punto por punto a sus críticos y a mostrar sus contradicciones.
Dos de los comunicados están dirigidos a los senadores demócratas Edward Kennedy y Carl Levin. Los otros dos, intentan aplacar los incendios provocados por artículos o editoriales publicados en los diarios Washington Post y New York Times.
En esta batalla mediática, ya calificada como "guerra de palabras" por la prensa, la administración Bush y el partido demócrata se acusan mutuamente de pretender reescribir la historia.
Según los demócratas, la administración Bush exageró la amenaza del programa de armas iraquí y los hipóteticos vínculos entre Bagdad y el terrorismo para justificar una guerra que estaba ya decidida de antemano.
La Casa Blanca responde que todos los funcionarios habían accedido a las mismas informaciones de inteligencia, y recuerda a los parlamentarios que en aquel momento habían estado a favor de la guerra.
Detrás de este excepcional esfuerzo de comunicación, figura lo que verdaderamente está en juego para el gobierno a menos de un año de las legislativas de la mitad del período presidencial: la mentira.
"Si los estadounidenses creen que Bush les mintió para ir a la guerra, su presidencia se termina", advertía el sábado el editorialista conservador William Kristol en la revista Weekly Standard.
Súbitamente, la Casa Blanca emprendió el contraataque. Y retomó comentarios hechos en febrero de 2003 por uno de los más férreos opositores a la guerra, el francés Dominique de Villepin, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, para afirmar que "incluso los gobiernos extranjeros opuestos al derrocamiento de Saddam Hussein estimaban que Irak poseía armas de destrucción masiva".
Y Bush, cuya popularidad está en su nivel más bajo en los sondeos de opinión pública, lanzó la contraofensiva mediática el viernes 11 de noviembre, cuando calificó a los demócratas de "irresponsables", en una escala en Alaska rumbo a su gira asiática de una semana.
Ayer el Senado pidió al presidente que rinda informes periódicos sobre Irak. Mientras, inspirados por la opinión pública, los demócratas y algunos republicanos se pronuncian cada vez más abiertamente por un rápido regreso de los soldados, aunque los republicanos lograron evitar el establecimiento oficial de un calendario de retirada.
El periódico USA Today, en un largo editorial de hoy, pide al presidente que "reconozca" su error, como lo hizo el ex presidente Kennedy en la fracasada invasión a Bahía de Cochinos en Cuba.
El secretario de Defensa Donald Rumsfeld dio un primer paso al reconocer que los "errores" respecto a las supuestas armas de Saddam Hussein, habían sido cometidos "honestamente".
AFP