ESTADOS Unidos y Australia no han firmado el Protocolo de Kyoto, un acuerdo internacional para frenar las emisiones de gases que calientan la capa atmosférica y favorecen el efecto invernadero. Esos gases son responsables del gradual aumento de temperatura que derrite los casquetes polares y demás glaciares, permite que suba el nivel de los mares, provoca alteraciones irreparables en el ecosistema y puede borrar del mapa costas, puertos, playas y ciudades enteras, a menos que se tomen rigurosas medidas al respecto. Sin ir más lejos, cabe pensar en la catástrofe que ello provocará en zonas como Holanda, Andalucía la Baja, Bangladesh o los grandes valles fluviales de China. Hace unos días, los meteorólogos argentinos se preguntaban si las consecuencias del cambio climático ya podían detectarse en ese país vecino, y llegaban a la conclusión de que sí: el cambio era a esta altura palpable.
CONSISTE en que las tormentas extremas se han triplicado sobre territorio de Argentina, con índices de lluvias que están provocando calamidades en la zona rural del norte, mientras esas mismas medidas pluviométricas descienden un 50 por ciento en Chile, donde las sequías podrán provocar desastres inversos. Al mismo tiempo, todos los glaciares argentinos ubicados por debajo del paralelo 32 están en retirada, y ese balance negativo del hielo —dice la prensa porteña— "es mucho más que una nota pintoresca. Probablemente tendrá consecuencias importantes en la vida y la dinámica productiva de las zonas que abastecen". Esos y otros datos fueron divulgados en Buenos Aires, mientras se desarrollaba en dicha ciudad la Décima Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático.
EN ese encuentro convocado por Naciones Unidas, el jefe de negociadores norteamericanos declaró que su país "no reconsiderará la negativa a someterse al Protocolo de Kyoto hasta después de 2012". Entre los argumentos que sostiene Estados Unidos para no suscribir ese acuerdo mundial figura el riesgo de disminuir la producción industrial (y aumentar una masa de desempleados ya grande) si se abaten las emanaciones de gases contaminantes: a esa altura conviene saber que Estados Unidos es responsable del 25 por ciento del total de gases de efecto invernadero que se producen en el mundo. En otros puntos del planeta también se registran alteraciones del clima que contribuyen a multiplicar la inquietud internacional: en el Caribe hubo este año cuatro huracanes de fuerza extraordinaria, en México murieron decenas de personas por las inundaciones del mes de abril, en Haití y la República Dominicana, hubo dos mil víctimas a causa de lluvias diluviales y desplazamientos de tierra.
ESO no ha sido lo único. En Colombia, otras precipitaciones torrenciales destruyeron cientos de viviendas y afectaron a 240.000 personas. En varias ciudades de Francia (Marsella, Avignon, Montpellier) hubo miles de evacuados por lluvias de insólita intensidad durante el invierno pasado. En Inglaterra, hace un año y pico se produjeron 2.500 muertes a causa de una desusada ola de frío. En las Filipinas, fuertes riadas y movimientos de tierra mataron a 200 personas y obligaron a evacuar a otras 7.000. En el Sudeste Asiático, las peores inundaciones de los últimos tiempos causaron la muerte de 1.700 personas y provocaron daños materiales a otros cinco millones de habitantes.
Todo ello demuestra la urgencia por controlar el efecto invernadero, pero como alivio al respecto corresponde agregar que las normas establecidas por el Protocolo de Kyoto entrarán en vigor el mes que viene. Están haciendo falta, aunque algunos países sigan dándoles la espalda. Con todo, la actitud norteamericana no ha impedido cierto margen de compromiso de parte de ese país, que "se obliga a reducir un 18 por ciento la intensidad de esos gases para el año 2012. Alcanzar esa meta evitará el equivalente a la liberación de unos 500 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera". Se dijo en Buenos Aires que Estados Unidos "invertirá 5.800 millones de dólares en programas referidos al cambio climático, incentivos fiscales y planes de asistencia internacional en la materia".
EN contraste, y por el momento, la Unión Europea se ha fijado como meta la reducción inmediata de un 8 por ciento en emisiones de dióxido de carbono (junto a otros cinco gases) con respecto a las cifras de 1990. Para tener idea del agravamiento del cuadro mundial, las emisiones de Estados Unidos son actualmente un 14 por ciento mayores que las de 1990. Por algo la opinión pública está alarmada.
Divulgar mejor
Si los resultados de trabajos de investigación realizados en nuestro país no se publican en alguna revista científica de prestigio internacional, les resulta muy difícil trascender. Parecería que si no reciben ese "bautismo" de calidad otorgado fuera de fronteras, los logros de ese trabajo no merecen ser divulgados y conocidos por la sociedad. En los últimos días, la investigación del arqueólogo uruguayo José Iriarte, realizada en varios cerritos de indios ubicados en la sierra de los Ajos (Rocha), despertó mucho interés.
Pero claro, una prestigiosa revista británica de divulgación científica publicó sus trabajos. Los mismos forman parte de un amplio abanico de investigaciones llevadas a cabo, desde hace mucho tiempo, por calificados antropólogos uruguayos. La invalorable riqueza que se extiende por la cuenca de la laguna Merín, está reescribiendo la historia nacional. Gracias a esas investigaciones sabemos que pueblos indígenas poblaban el este uruguayo, por lo menos desde hace unos cuatro mil años. Construían aldeas, cultivaban la tierra y enterraban sus muertos.
Esta realidad debe sustituir la visión prehispánica predominante en nuestra sociedad, de un territorio habitado por indígenas cazadores nómades, como fueron los charrúas. Pero, como decíamos, la divulgación de toda esta información conocida desde hace tiempo, al igual que muchos otros hallazgos y logros alcanzados por científicos uruguayos, hasta ahora no han encontrado canales y estrategias exitosas. Esta claro que tanto los centros de generación del conocimiento científico como los medios de comunicación tienen bastante que coordinar. El estímulo y apoyo a la investigación nacional se juega mucho en ese terreno.