Trabajos forzados

Para intentar terminar con situaciones "indignas" y casi "esclavizantes", el Ministerio de Trabajo aumenta controles en el medio rural. Se detectaron campamentos precarios en la forestación.

 20120608 600x349

SEBASTIÁN CABRERA

No fueron uno, dos ni tres. "Fueron demasiados casos", dice el inspector general de Trabajo, Juan Andrés Roballo, mientras busca datos en su laptop en un Ministerio de Trabajo en obras y con paredes descascaradas. Y se refiere a los campamentos precarios vinculados a la pequeña forestación que los inspectores laborales detectaron en ocho departamentos en 2011.

Allí encontraron a hombres viviendo en carpas durante semanas y sin las condiciones mínimas requeridas. Que se dedicaban a talar montes enteros sin agua potable ni botiquín. Sin medios "para comunicarse con los servicios de emergencia si hay un accidente" ni elementos de protección indispensables, como zapatos, guantes y cascos.

En algunos casos, hace días que lo único que comían era una especie de carne salada o charque. En otros había adolescentes trabajando. Roballo dice que, tras recibir denuncias y realizar tareas "un poco de Inteligencia", la Inspección de Trabajo llegó a lugares "casi inaccesibles" para detectar esos campamentos. Las "peores" situaciones se encontraron en Durazno y Florida. Se inspeccionaron 34 lugares y solo nueve quedaron sin ningún tipo de observación, dice Roballo. Pero, sin embargo, desde el sector sindical tienen dudas respecto a la eficiencia de estos controles y el dirigente del Sindicato de Obreros de la Industria de la Madera (Soima), Hugo de los Santos, sostiene que los operativos en el monte el año pasado terminaron sin sanciones para pequeños empresarios y con los obreros con deudas impagas. Roballo, en cambio, dice que las empresas fueron sancionadas.

-Un grupo de trabajadoras de las aceitunas en Castillos denunciaron hace unos días que estaban en una situación esclavizante. ¿Ustedes han detectado situaciones así?

-Sí. En algunos lugares nos hemos encontrado con eso sí. De hecho, en esos campamentos nos hemos encontrado con situaciones de precariedad grave.

En 2011 las inspecciones y sanciones aplicadas en el interior y en el medio rural aumentaron al menos 20% y este año el Ministerio de Trabajo comprará nuevas camionetas 4x4, que se sumarán a los vehículos que ya existen, dos autos y seis otras 4x4 que se usan exclusivamente para entrar al campo, las canteras o la forestación (a las ciudades los inspectores van en transporte colectivo). La idea es aumentar la presencia en el medio rural, que se entiende que aún es insuficiente.

Roballo, un ex diputado de Alianza Progresista, saca un papel que es una especie de memoria de las actuaciones realizadas y empieza a leer cuáles fueron las peores situaciones detectadas en el interior rural en 2011, más allá de los casos de campamentos precarios ya mencionados.

Y ahí saltan primero las malas condiciones en el alojamiento de trabajadores en el campo. En tres casos en Paysandú, Artigas y Rivera "se constataron situaciones muy precarias que afectan la dignidad de la persona". Eran viviendas que no reunían condiciones mínimas de habitabilidad y que ni baño tenían. "Y en uno de esos casos el trabajador y su familia, incluyendo niños, fueron despedidos días después de realizada la inspección", dice el inspector de Trabajo.

También se han constatado condiciones precarias en las instalaciones eléctricas, uso de productos químicos afectando la salud de los trabajadores, falta de elementos de protección personal (desde guantes a zapatos), de provisión de agua para consumo humano, carencia de botiquín y de plan de salida de zonas de difícil accesibilidad.

TÉRMINO. Roballo dice que él no puede usar la palabra "esclavitud" para definir a muchas de las situaciones detectadas porque eso implica que las personas sean retenidas contra su voluntad en esas situaciones, lo que no fue comprobado. "Ahora, los actores sociales -a la hora de referirse a estas condiciones extremadamente precarias- pueden calificar de esa manera, de esclavitud o semi esclavitud, para dar cuenta de la gravedad de estas situaciones", dice el inspector. Y sigue: "Alguien podría calificarlo de esclavitud porque mucha gente no tiene los medios para poder salir de esa situación".

En estos días en Castillos, Rocha, se debate públicamente un caso relacionado con trabajadoras de la cosecha de aceitunas en una plantación en Cerro Agapito, a 10 kilómetros de la ciudad, quienes denuncian que en la firma en la que trabajaban debían orinar y defecar entre los arbustos y tapadas con lonas para que no las vieran sus superiores o los hombres que trabajaban allí. No tenían agua para higienizarse.

El diario El Este de Rocha tituló: "Mujeres rochenses denuncian condiciones infrahumanas de trabajo". Las denuncias se difundieron en la FM Esteña de Castillos, y llegaron a la junta departamental, donde el edil nacionalista Alfredo Bertoni leyó una carta de una de las trabajadoras, Zully Pereira, quien dice haberse sentido esclavizada (ver nota en páginas 6 y 7).

El intendente rochense Artigas Barrios dice que la denuncia "es muy grave" y la comunicó al inspector general de Trabajo. De hecho, la inspección visitó hace unos días la empresa y, aunque la zafra allí ya había terminado, comprobó que en la zona de la plantación había ausencia de "servicios de bienestar". Se le pidió al empresario que -para la próxima cosecha- ponga baños químicos y una carpa para que las trabajadoras puedan cubrirse del sol o la lluvia, entre otras correcciones. Al cierre de esta edición no se sabía si la firma sería sancionada, porque no estaba pronta la resolución.

En la junta departamental de Rocha, Bertoni pidió "hacer caer todo el peso sobre esta gente". El edil dice que, de unas 30 mujeres que trabajaban en la firma, luego quedaron 17. Y que la denuncia pública probablemente ha hecho mejorar las condiciones "deplorables" en la plantación.

La edila Graciela Sarova, también del Partido Nacional, dice que la empresa mostró "falta de humanidad", además de no tener conocimiento de cómo se trabaja. "No hay derecho de que no les dieran agua para lavarse las manos antes de comer o sacarse la sed. O que no tuvieran a dónde ir al baño", afirma Sarova. "Además la mujer es diferente al hombre, no puede hacer pis en cualquier lado y una vez al mes tiene menstruación".

Otro edil blanco, Marcelo Rocha leyó hace unos días en la junta una carta escrita a mano por un trabajador rural que pasó por la misma empresa y habla de "condiciones deplorables" y con muy poca remuneración. "Muchos lo aceptamos, por la vieja necesidad", dice el trabajador en la carta que se trató en la junta rochense, que pasó el tema a la comisión de asuntos laborales.

DEBATE. Germán González, secretario de la Unión de Trabajadores Rurales y Afines del Sur del País (Utrasurpa), dice que en Uruguay sigue habiendo "trabajo esclavo", aunque obviamente ya no es la norma en el medio rural.

Y el empresario Guzmán Tellechea, vicepresidente de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), opina que, como en cualquier otra actividad, hay excepciones que se salen de las normas "y ahí está el desastre". Tellechea cree que en general han mejorado las condiciones laborales en el campo, pero que "en zonas alejadas o en rubros donde se trabaja en campamentos" pueden haber condiciones laborales muy precarias.

González recuerda dos casos muy graves en los últimos años. En 2006, en una bodega y plantación de vid en Colonia trancaban con llave en un galpón a los trabajadores junto a sus familias, incluyendo a niños, de 8.30 de la noche a 7 de la mañana. Tras la denuncia de una trabajadora, la Inspección General del Trabajo sancionó a la firma y dispuso la clausura temporal en aquel momento.

Pero la peor experiencia que recuerda el secretario del sindicato rural ocurrió hace solo dos años, cuando se enteró de las condiciones en las que vivieron cuatro meses un grupo de 15 trabajadores salteños en una plantación de papas en San José.

Esas personas, algunas de las cuales no sabían leer ni escribir, habían vivido un verano entero en un ómnibus viejo sin techo en medio del campo. Le habían puesto una lona y en la parte de arriba, donde iban los asientos, era el comedor. "Para dormir esa parte no servía porque si llovía, se mojaban los colchones", recuerda González.

"Y ellos dormían en la bodega, tipo tumba, como si fueran nichos", relata el sindicalista. El baño era una casilla hecha con palos y bolsas de nylon, que adentro tenía una silla playera con un agujero y un pozo en la tierra. La casilla se iba moviendo de lugar a medida que se llenaba el pozo.

El patrón, dice González, les llevaba algunos alimentos cada quince días, pero se los descontaba del sueldo. "Lo peor es que ellos habían perdido la rebeldía o el coraje de decir `te prendo fuego la quinta`. Porque los derechos humanos hay que respetarlos todos los días y no solo recordar la dictadura".

González se enteró del caso cuando recibió un llamado de un periodista de Radio 41 de San José, quien le avisó que un grupo de trabajadores habían llamado a denunciar que el patrón los había dejado (con colchones y cobijas) en plena ruta, una tardecita que llovía a cántaros.

El sindicalista armó un pequeño operativo con un camión y una camioneta y los fue a buscar a la ruta 3. "Encontré a esos hombres más desprotegidos que niños de jardinera, tapados con un nylon. Fue feo", dice ahora.

Después se enteraría de todo lo demás y de que los habían despedido porque le habían reclamado que no les descontara la comida del jornal La historia terminó con sanciones económicas del Ministerio de Trabajo a la empresa y -antes de enviarlos otra vez a Salto- durante 15 días el sindicato dejó a los trabajadores en San José, haciendo rondas de prensa "para sensibilizar a la gente sobre la situación que viven los trabajadores rurales".

RESULTADO. Claro que también hay quienes creen que, si el trabajador acepta determinadas condiciones, luego es demasiado tarde para quejarse. Así, por ejemplo, el sindicalista maderero Hugo de los Santos, dice que -en las casos de los campamentos precarios dedicados a la tala de montes- hay "condiciones desiguales" donde el principal culpable es el patrón "pero en general el trabajador también elige el camino de estar lejos de la ley y del sindicato".

De los Santos dice que, cuando se descubren casos como los que cuenta el inspector general de Trabajo, al final, al ser tan precario todo, los trabajadores suelen no cobrar y a veces ni siquiera se logra ubicar al empresario. Y, según el Soima, en algunos de los pequeños campamentos descubiertos por el Ministerio de Trabajo en 2011 al final los más perjudicados fueron los obreros.

"¿Entonces cuál es el papel de la Inspección?", pregunta el sindicalista. "Le sacaron fotos al campamento, a la gente y se fueron. No encontraron al contratista, la gente quedó sin trabajo y no les pagaron lo que les debían porque el contratista inmediatamente los echó a todos. A los efectos de los trabajadores, haberlo descubierto fue peor porque los trabajadores no encontraron protección. ¿Y entonces cómo es? El Ministerio de Trabajo se desentendió".

Hoy más del 90% de los trabajadores de la forestación ya no duerme en el monte, según el sindicato maderero. Pero De los Santos admite que "la forestación se ha ganado el derecho a ser mirada con desconfianza por el trabajo terrible realizado por contratistas durante años", aunque las condiciones han mejorado. "Para mí, la verdadera cuestión de esclavitud está en lo que ganan. A veces no sacan ni 5.000 pesos en un mes", afirma el sindicalista. Pero ese es otro debate.

130.000

trabajadores rurales están registrados ante el BPS, unos 37.000 de ellos en Montevideo.

20%

aumentaron las sanciones del Ministerio de Trabajo el año pasado en el interior y en el medio rural

25

de 34 empresas y campamentos forestales visitados el año pasado por el MTSS eran irregulares.

BRASIL Y ARGENTINA

El panorama en la región

En Argentina el gobierno de Cristina Fernández ha tenido en las denuncias de trabajo rural "esclavo" otro tema de choque con las gremiales del campo. En 2011, la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) detectó y denunció públicamente casos de trabajo ilegal en condiciones infrahumanas.

En el verano de 2011, por ejemplo, una pesquisa judicial llevó al ingreso sorpresivo en unos campos en la zona agrícola de San Pedro, en la provincia de Buenos Aires, donde se halló a unos 130 individuos reducidos a servidumbre, entre ellos una treintena de niños. Los trabajadores dormían en carros y hacinados. La empresa descontaba a cada jornalero los bienes consumidos, como alimentos o elementos de higiene.

La presidenta se refirió entonces al cuadro hallado en la finca de San Pedro como propio "del siglo XVII" y llamó a las cámaras empresariales rurales a tomar "activa presencia" y "lograr que estos enclaves sean eliminados", según publicó BBC Mundo.

Para los dirigentes del agro correr la discusión hacia ese tema era "embarrar la cancha", según expresó en aquel momento el titular de la Sociedad Rural Argentina, Hugo Biolcati.

En el Parlamento brasileño, en tanto, los diputados aprobaron hace unos días una enmienda constitucional que aumenta las sanciones contra empleadores que mantienen trabajadores en situación de servidumbre.

"Esta es la segunda abolición de la esclavitud en Brasil", dijo a la agencia AP el diputado oficialista Domingos Dutra tras la votación. Un total de 360 diputados votó a favor y 58 contra.

La disposición fue rechazada por la bancada ruralista, que alegó que la norma carece de una definición clara sobre lo que es trabajo esclavo, lo que puede conducir a sanciones contra propietarios que incurren en faltas laborales menores.

Entre 2003 y 2012, fueron rescatadas en Brasil 35.834 personas en situación análoga a la del trabajo esclavo o trabajo forzado, según datos oficiales.

TESTIMONIO

"Hay dos tipos de mujeres"

COSECHA. Dicen que las obligaban a ir al baño entre los árboles y envueltas en lonas

S.C.

Hay dos tipos de mujeres: las que orinan y las que mean", le dijo uno de los jefes a Zully Pereira, una trabajadora de la cosecha de aceitunas en una empresa en Cerro Agapito, cerca de Castillos. El único baño que había estaba a unos 600 metros de la zona de la cosecha de olivas y Pereira dice que a ella y otras trabajadoras no se lo dejaban usar. Entonces, según recuerda la mujer, le explicaron: "Ustedes mean, así que hay bastantes coronillas para que vayan a mear nomás".

La denuncia de Pereira llegó a la junta departamental de Rocha, donde fue difundida por un edil nacionalista. Y fue trasladada por el intendente Artigas Barrios al Ministerio de Trabajo. Madre de seis hijos y abuela de diez nietos, Pereira tiene 55 años. Antes fue apicultora, bombero forestal y bolichera en Aguas Dulces en verano. Hace tres años le detectaron un cáncer, vivió en Montevideo seis meses, donde fue tratada. Este año, por primera vez, se dedicó a la cosecha de aceitunas.

Además de evacuar sus necesidades fisiológicas entre los árboles, Pereira dice que en la empresa en la que trabajaba ella y sus compañeros no tenían agua para limpiarse, debían cargar cajones pesados, comían en el suelo, las cargaban en zorras sin condiciones de seguridad, y eran acosadas verbalmente por sus jefes. Pereira dice que se sintió "medio esclava" en Cerro Agapito, donde trabajó tres semanas y luego se fue a otra empresa del rubro.

"Sí, somos mujeres trabajadoras pero tampoco podés andar escondiéndote para orinar. La ley marca que debe haber baños en cada lugar donde hay gente trabajando", dice Pereira a Qué Pasa. Dos mujeres que trabajaban en esa empresa dan la misma versión. El caso sorprendió a los ediles y al intendente (ver nota principal).

Cinthia Da Silva de 29 años, habla de condiciones "decadentes, horribles, traumáticas". Y cuenta cómo hacían para ir al baño: "Nos envolvíamos en las lonas que usamos para recolectar las aceitunas y así orinábamos sin que nos vieran los hombres". El inspector de Trabajo, Juan Andrés Roballo, dice que lo que cuentan las trabajadores "es consistente, lo hemos visto en otros lugares". Tras visitar el lugar, la Inspección exigió a la firma que, para la próxima cosecha, ponga baños químicos, una carpa y que mejore el sistema de traslado hacia las plantaciones.

Pereira afirma en una carta que se leyó en la junta departamental que, como no había agua, "orinamos, defecamos y comemos en el campo, merendamos y nunca nos higienizamos las manos". Y dice: "Lo más triste es que en la casa grande existen baños y un super comedor que está prohibidísimo. Parece que en una cosecha anterior le ensuciaron feo los baños y decidió cerrar todo".

También dice que las zorras en las que las trasladaban medían "tres metros de largo por dos de ancho" y allí iban las trabajadoras y el material de trabajo, como cajones y lonas. Johana Dorao, de 26 años, dice que cobraban 40 pesos el cajón con 25 kilos de aceitunas (aunque la empresa dice que cada cajón carga "15 kilos a reventar"). Y que si no llenaban el cajón, debían seguirlo cargando hasta llenarlo.

TECHO. El empresario Andrés Rodríguez, dueño de la firma, responde que todo es "una movida política" vinculada a la lista 71 "porque los blancos y colorados tienen que hacer ruido, no existen y el Frente Amplio se ha comido la cancha". Agrega que con estas denuncias, buscan "pegarle" indirectamente al intendente Barrios, que inicialmente apoyó su emprendimiento por las fuentes de trabajo que generan. "Y yo, que no tengo filiación política, quedo en el medio", dice, después de parar su camioneta en la banquina de la ruta 9.

"Yo ni contesto", dice Rodríguez. Pero enseguida agrega: "¿Que nosotros esclavizamos? ¿Qué pretenden? ¿Que teche el campo? ¿Qué ponga losa radiante? ¿Qué las lleve en un taxi en vez de en zorras? ¿Quieren que les dé ropa adecuada para arrancar coquitos de un árbol de un metro ochenta de altura? Capaz una aceituna les abolla el pie. Son una manga de gente inescrupulosa".

Y protesta: "Quieren que haya trabajo en el campo pero después vienen con estas bobadas y complican la cosa". Rodríguez admite que está pensando en incorporar maquinaria para suplantar a los trabajadores en las próximas cosechas.

Pereira, la principal denunciante, tiene "problemas de coeficiente intelectual" y "todo es mentira", salvo por lo de los baños. "Poner un baño debajo de cada olivo es un poco complejo logísticamente", dice. "Tenemos un baño a 600 metros de la plantación". El empresario afirma que les daba café caliente cuando hacía frío, pero hubo problemas porque "dejaban los vasos descartables tirados" en el campo.

En una entrevista con el diario El Este, dijo hace unos años que en Rocha falta hábito o cultura del trabajo: "Parece que los 10 kilómetros entre Castillos y el establecimiento están pesando".

Una zafra otoñal en Rocha

La cosecha de aceitunas es algo reciente en Rocha. Es un trabajo zafral y casi una continuación de la temporada veraniega, sobre todo para las mujeres que suelen ser contratadas porque -se supone- tienen mayor poder de observación y cuidado para esta tarea.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar