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No destruirán el rico patrimonio

El nuevo gobierno egipcio, las pirámides y los miedos occidentales.

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ROD NORDLAND-MAYY EL SHEIKH (*)

Los nuevos dirigentes islamistas de Egipto quieren arrasar las grandes pirámides? ¿Pretenden raspar las imágenes en las máscaras mortuorias de los faraones? ¿Quizá hasta borrar la sonrisa de lo que queda del rostro de la esfinge?

Se le podría perdonar a alguien que lee muchos blogs derechistas de Estados Unidos por pensar así. Sin embargo, no hay ningún señal concreta de que haya surgido realmente tal clamor islamista para destruir los monumentos del antiguo Egipto.

El temor que conlleva, no obstante, es un ejemplo elocuente de cómo un rumor, especialmente sobre un lugar tan turbulento como Egipto, puede adquirir vida propia, impulsada por una semilla de hechos, un poco en Twitter y una o dos coincidencias convenientes.

La afirmación de que islamistas radicales, en nombre de la aversión musulmana a los artefactos del paganismo, pidieron al presidente Mohamed Morsi que mandara derribar las pirámides comenzó con un artículo el 30 de junio en Rose el Yusef, una revista egipcia que durante años fue portavoz del predecesor de Morsi, el derrocado Hosni Mubarak.

La revista citó que un prominente jeque bareiní, Abdelatif al Mahmud, exigió en un tuit del 24 de junio que Morsi "lograra lo que Sahabi Amir bin al As no pudo" y destruyera las pirámides idólatras. La alusión fue a un compañero del profeta Mahoma, que fue a conquistar Egipto, aunque los eruditos del islam dicen que nunca intentó siquiera derribarlas.

Para el 12 de julio, alguien que proclamaba ser el jeque bareiní había repudiado el tuit, diciendo que era una patraña, que se había publicado una toma falsa de una pantalla para que pareciera que el jeque había publicado el mensaje.

"Yo no escribí ese tuit, y los traidores lo hicieron con Photoshop para distorsionar mi imagen", dijo Mahmud. O al menos el usuario "@amahmood2011" que dice ser Mahmud.

No obstante, si "@amahmood2011" realmente es el principal clérigo sunita de Baréin, algunos de sus comentarios en Twitter son algo peculiares. Como por ejemplo, el que indica que vio al Profeta en un sueño y le dio permiso de saludar de mano a las mujeres.

En árabe, en la descripción biográfica que aparece en Twitter, se afirma que se trata de "la cuenta oficial Barodia" del jeque. Eso suena a una transliteración fallida de la palabra "parodia" (no se pudo localizar al verdadero Mahmud para que hiciera comentarios).

El hecho de que esas fuentes fueran vagas no sirvió de nada para aplacar el vapor que salía de los informes en internet y que comenzaron a aparecer este mes. En la mayoría de éstos se citaban unos a otros, en vez de recurrir a una fuente origina. Y esto para advertir que los islamistas querían terminar finalmente el trabajo que había comenzado el conquistador islámico de Egipto y que Morsi no hacía nada al respecto.

"Las cosas que dicen los estadounidenses nos muestran que están locos", dijo en entrevista Abdel Halim Nur el Din, un egipcio catedrático de antigüedades y ex presidente del Consejo Supremo de Antigüedades del país.

Una publicación de un blog llamado American Thinker dice: "No debería sorprender a nadie que los fanáticos quieran hacer explotar monumentos de 5.500 años de antigüedad, dedicados al genio de un hombre", con lo cual introdujo potentes explosivos al discurso. La revista Commentary fue algo más moderada, pero estaba preocupada: "Debería ser motivo de inquietud que una idea tan marginal y descabellada logre expresarse en los medios árabes o en sitios web islamistas, dados los precedentes".

MEMORIA. El antecedente obvio fue la destrucción reciente de monumentos antiguos en Timbuctú (Mali), la cual llevaron a cabo extremistas islamistas que se habían apoderado del norte del país, por considerar que no eran islámicos.

También se recordó la destrucción perpetrada por los Talibán en 2001 de estatuas del Buda, esculpidas en la montaña hace 1,500 años en el centro de Afganistán. Sin embargo, en su mayor parte, la historia sobre las pirámides ganó impulso sólo en relativamente pocas agencias de noticias.

Se mencionó en un programa de entrevistas en la televisión egipcia, pero sólo para denunciar al jeque saudita Ali al Rabieei, a quien se citó en un informe anterior como un potencial destructor de pirámides. El jeque no sólo negó haber hecho esos comentarios, sino que ofreció una recompensa a cualquiera que pudiera decirle quién los había hecho en su nombre, usando lo que dijo eran dos cuentas falsas en Twitter.

"Estas historias son actos baratos orientados a dañar a Egipto y su imagen, así como a Morsi", dijo Nur el Din, el catedrático de antigüedades.El experto expresó que Morsi garantizó a los funcionarios de turismo de Egipto que no existe ningún peligro para las antigüedades del país por parte del nuevo gobierno.

No obstante, declaraciones desmedidas de algunos salafis -como se le llama a los de la línea dura egipcia- echaron más leña al fuego. Los salafis han mostrado un poderío político considerable: su candidato presidencial obtuvo 25% de los votos en la primera vuelta. Luego, respaldaron a Morsi, el candidato apoyado por la Hermandad Musulmana en la segunda. Son muchísimo más conservadores que la Hermandad, y menosprecian todas las obras de arte que representan a la figura humana porque sugieren una alternativa a la perfección de Dios.

En enero de 2011, el portavoz del Movimiento de la Predicación Salafí, el jeque Abdel Moneim el Shahat, dijo que la cuestión de las antigüedades de Egipto es simplemente un problema teológico, y sugirió un compromiso: cubrir la cabeza de las antiguas estatuas con cera. Quedarían visibles pero, técnicamente, se "obliterarían" los rostros. "Haré algo que combine la adhesión religiosa con dejar las antigüedades como monumentos históricos", dijo en un programa de televisión.

Luego, en agosto pasado, se le pidió a Shahat que explicara la diferencia entre su plan y la destrucción que hizo el Talibán de los antiguos budas, lo cual se abstuvo deliberadamente de criticar. "El Talibán estaba en el poder en ese entonces", dijo, mientras que los salafis no lo están en Egipto.

Pero Yunis Majyon, un veterano integrante del Partido Salafí Nur, dijo que nunca nadie de su organización sugirió un piramicidio. "Estas acusaciones no tienen ningún fundamento ni ninguna base en la realidad", dijo. "Son parte de un intento por convertir a los islamistas en espanta pájaros para asu star al mundo con ellos".

El 20 de julio la historia adquirió vida gracias a un comentario de Joel Brinkley, un profesor en la Universidad de Stanford y ex corresponsal de The New York Times, en el sitio web de Newsday: "Morsi ha sido presidente de Egipto por menos de un mes, y clérigos en su país y por todo el mundo islámico ya están llamando en voz alta a la demolición de las pirámides", escribió Brinkley. "Morsi no ha tenido nada qué decir al respecto, ni una palabra", agregó.

Ahmed Sobeai, vocero del Partido Libertad y Justicia, el partido político de la Hermandad Musulmana, replicó: "El doctor Morsi no puede responder a algo que no ha sucedido". Sobeai calificó a todo el asunto como "un intento de inventar una crisis a partir de una ilusión". Las pirámides, dijo, están seguras.

(*) The New York Times

Equilibrio delicado

La corresponsal de Newsweek Sarah Topol señaló que más allá de los enormes desafíos de gestión -burocracia, corrupción, infraestructura, el novel presidente egipcio debe dilucidar el enigma de saber exactamente cuánto poder el gobierno interino de militares le ha cedido.

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