La patrulla musical

Los miembros de la disuelta banda de la Jefatura vigilan desde hace dos meses las calles de la Ciudad Vieja. Sin mucha experiencia, intentan combatir el delito. Pero algunos no se animan a usar el arma, otros están deprimidos, con licencia siquiátrica o pidieron el retiro.

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SEBASTIÁN CABRERA

Soy feliz", la canción de Ricardo Montaner que popularizó Marcelo Tinelli, era una de las piezas preferidas de Julián, un clarinetista de la banda musical de la Jefatura de Policía de Montevideo, que dejó de tocar hace dos meses. Justo el 22 de noviembre, el Día Internacional de la Música, el grupo fue disuelto por el jefe de Policía, Diego Fernández.

Después de unas jornadas de capacitación para recordar cómo era aquello de disparar, esposar a alguien o actuar en un procedimiento, la mayoría de sus 30 miembros -algunos con varias décadas de trayectoria en la banda- pasaron a cumplir tareas ejecutivas. Para la Policía la prioridad es la seguridad y no la música, explicó Fernández.

Pero cinco de los 30 pidieron pase a retiro, entre ellos uno de los fundadores del grupo, y otros tres están con licencia siquiátrica porque no se sienten preparados para combatir el delito. El resto patrulla las calles de la Ciudad Vieja, en medio de un sentimiento generalizado de angustia porque de golpe y porrazo pasaron de dedicar su vida al arte a poner su vida en juego cada día.

-¿Ya tuvo que actuar en algún procedimiento violento?

-No, no, no -dice el clarinetista, que en realidad no se llama Julián; su nombre fue cambiado porque pidió anonimato para evitar represalias-. Por suerte, gracias a Dios, no.

-¿Y se siente con confianza para usar el arma si tuviera que hacerlo?

-No, porque nosotros no tenemos experiencia, no sabemos.

-¿Y si tuviera que disparar?

-No sé, no sé… Me parece que no lo haría. Para uno que no está en esto, es difícil sacar el arma y dispararle a alguien… Yo no estoy para esto.

-¿Qué haría entonces en ese caso?

-Pediría apoyo. Yo no voy a sacar el arma y tirar. Me la van a devolver y me mandarán al cementerio o igual me procesan a mí. Desde el principio les dije que esto no era lo mío. Estoy, pero no me adapto. Estoy porque estoy nomás, por una necesidad económica.

El diálogo se produce cuando el efectivo termina sus ocho horas de trabajo en la Ciudad Vieja. Julián tenía una larga trayectoria musical en la Policía, pero nunca había cumplido funciones de calle. Así, la decisión que tomó el jefe de Policía le cambió la vida. Para mal. "No es la mismo estar en la banda que en una seccional. Nos destrozaron con esto, nos perjudicaron moralmente", dice él, resignado. A veces se ríe, pero es de esas risas nerviosas.

Julián siente que lo suyo es el arte. "Y sí: mal o bien, somos artistas. No seremos súper profesionales, como los del Sodre o la banda municipal. Pero somos músicos, es nuestro oficio".

Washington, un compañero suyo, había comprado la trompeta hace unos años. Porque la mayoría de los músicos de la banda policial usaban instrumentos propios: los compraban, no se los daba la Policía.

"La banda la hacíamos a pulmón", dice Washington, cuyo nombre también es ficticio. Y cuenta, por ejemplo, que hace seis años se rompió el amplificador, por lo que entre todos los músicos pusieron dinero de su bolsillo para comprar uno nuevo. "Y hoy está en poder del Ministerio del Interior", dice el trompetista.

Cada noche, Washington llega a su casa y saca la trompeta. "Trato de practicar para no perder la embocadura, para no perder el labio. El músico precisa constancia", dice él. Y explica que un viento no es como un guitarrista, ya que el ejercicio pulmonar se pierde si no se entrena. "Y terminás en el fracaso", cuenta Washington, quien realiza algunas "changas" con la música para completar el sueldo de policía.

Entre los efectivos que hoy patrullan las calles del casco antiguo de Montevideo hay un integrante de Conjunto Casino y otro de Sonido Cotopaxi, entre otras agrupaciones de música tropical.

A Julián y Washington les dieron un entrenamiento rápido de tiro y otros aspectos prácticos, además de clases teóricas y respecto al marco legal. Todo duró cerca de una semana.

Los miembros de la banda habían entrado a la Policía tras pasar un examen para confirmar sus aptitudes musicales, pero también recibieron la formación policial como cualquier otro efectivo del escalafón "ejecutivo". En algunos casos eso fue hace más de 20 años.

"Pero ahora nos dieron una explicación así nomás, unas clases en el aire", cuenta Julián. "Todos estamos bajoneados. Lo que nos decían nos entraba por un oído y nos salía por el otro". Hay tres que pidieron licencia siquiátrica. "Tenían ganas, pero se asustaron y los superó la situación", relata uno de sus compañeros. Varios fueron a la oficina de "estrés", una especie de consultorio psicológico de la Jefatura de Policía.

Un veterano miembro de la banda que está entre los que pidieron licencia médica dice que no se siente capacitado para trabajar como policía. "Yo le di mi vida a la música, elegí un camino de paz", relata a Qué Pasa por teléfono. "Y ahora nos encontramos con esto. No estoy psicológicamente preparado para actuar en situaciones de violencia. No estoy ni ahí con el choque armado. Si tengo que poner en riesgo mi vida lo hago por un dinero que valga la pena y no por lo que nos pagan en la Policía (el sueldo de una agente de segunda está en torno a los 12.000 pesos líquidos)". Él no sabe qué sucederá cuando se termine la licencia médica. "Mi futuro es de interrogación", dice.

EL FINAL. Cuando se disolvió la banda aquel 22 de noviembre había doce "servicios" pedidos, es decir, doce conciertos ya pactados que debieron ser suspendidos. En aquel entonces el jefe de Policía dijo al suplemento Domingo de El País que "en esta coyuntura de seguridad es necesario destinar todos los recursos de la Jefatura al orden público". La música acerca la Policía a la sociedad, admitió Fernández, pero la banda seguirá desactivada "hasta que la coyuntura varíe".

Al principio se resolvió que los miembros de la banda pasarían a ser policías comunitarios, pero el plan cambió y los enviaron a la seccional 1° de la Ciudad Vieja, prioritaria para el gobierno en un momento del año en que llegan los cruceros. Allí cumplen un horario de ocho horas, que a veces les corta la posibilidad de realizar trabajos paralelos en la música o incluso en el servicio 222, que algunos hacían. En la banda el horario era más flexible: ensayaban tres días por semana, y luego acudían a los conciertos.

En la seccional 1° los recibió el comisario Gustavo Porro. "Sé que vienen obligados", les dijo, según recuerdan ellos. "Voy a hacer lo posible para que se sientan bien". Pero el sub comisario Leonardo Seugi chocó con algunos de los músicos. "Los de la banda vienen a hacer la plancha", dijo, según relatan ellos. Y un día sancionó a algunos por estar tomando mate en horario de trabajo. Otro oficial les dijo: "Ustedes tienen que sacarse el chip. No son más músicos, son ejecutivos y tienen que salir a reprimir a la delincuencia".

Un miembro de la banda musical se sorprendió cuando uno de sus nuevos compañeros le señaló dónde había "bocas" de venta de drogas en la Ciudad Vieja. Y cuenta que le aconsejó que en esos lugares ni se detuviera.

Pero ellos aún sueñan con volver a tocar en "la banda de músicos de la Jefatura de Montevideo", como era presentada en cada concierto.

"Nos encanta, la música es lo más lindo que hay para nosotros", dijo el presentador de la banda en el último Día del Patrimonio. "Si a esas palmas le regalan una sonrisa, yo quedo más contento", arengó ese día el hombre, antes de que el grupo empezara a tocar "Soy Feliz", la canción preferida de Julián. Todavía no sabían que ese sería uno de los últimos conciertos después de 37 años de historia. Que un par de semanas más adelante saldrían a patrullar la Ciudad Vieja. Y a disparar, si fuese necesario.

Había dos bandas musicales

El comisario César Pereira entró a la Policía hace 37 años, casi al mismo tiempo que se creó esta banda musical. Pereira dirigía desde hace 25 años el grupo que se disolvió en noviembre. Él prefirió no hacer declaraciones ante la consulta de Qué Pasa, ya que está convencido que la desintegración es transitoria. Pero no es la única orquesta en la Policía: hay otra que sigue funcionando en la Escuela Nacional.

Repertorio popular

"La banda era el peldaño cultural de la Jefatura", dice uno de sus miembros. El repertorio, sin embargo, no apuntaba a lo que se conoce como música culta. Era un repertorio popular, básicamente cumbia, algo de música típica, brasileña y melódica. Así, se podía pasar de La Cumparsita de Gerardo Matos Rodríguez a un tema melódico del cantante mexicano Juan Gabriel, o clásicos de Los Iracundos como "Y te has quedado sola", "La lluvia caerá" o "Puerto Montt". Tocaban en actos oficiales de la Policía, pero también a pedido de entidades benéficas o centros comunales.

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