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El Watergate de Rupert Murdoch

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UNA OPINIÓN

Carl Bernstein

Si alguien puede comparar el escándalo que terminó con la administración Richard Nixon a raíz de escuchas ilegales, ese es el periodista estadounidense Carl Bernstein, recordado por su investigación junto a Bob Woodward que llevó, justamente, a destapar todo aquel escándalo. Ahora para la revista Newsweek, Bernstein analiza los coletazos que puede traer el cierre del News of the World, una de las ramas de ese cada vez más grande -y cada vez más polémico- imperio de los medios que maneja Rupert Murdoch.

El escándalo de la piratería que actualmente está haciendo temblar al imperio de Rupert Murdoch sorprenderá solo a quienes voluntariamente se han tapado los ojos sobre la perniciosa influencia que ese imperio tiene sobre el periodismo del mundo angloparlante. Demasiados de nosotros hemos guiñado entretenidos ante la salacidad sin considerar la mucho mayor corrupción del periodismo que se ha promulgado a causa de la cultura Murdoch en los dos lados del Atlántico.

Los hechos del caso son asombrosos en su alcance. Miles de conversaciones telefónicas privadas hackeadas, presumiblemente por gente afiliada al periódico News of the World, propiedad de Murdoch, con un espectro que va desde el príncipe William o el actor Hugh Grant hasta víctimas de asesinatos y familias de soldados muertos en Irak o Afganistán. El arresto de Andy Coulson, el ex jefe de prensa del primer ministro David Cameron, por su rol en el escándalo durante su actuación como editor del periódico. El arresto (por segunda vez) de Clive Goodman, el anterior editor del periódico. El shockeante anuncio del 7 de julio acerca de que el diario terminaría su publicación tres días después, poniendo a miles de empleados en la calle. La oferta de Murdoch para adquirir el control completo de la compañía de cables y noticias BSkyB que quedó en peligro. Acusaciones de sobornos, espionajes telefónicos y otras formas de quebrantar la ley -sin mencionar los cargos de que los correos electrónicos fueron eliminados de a millones a la vez para frustrar la investigación de Scotland Yard. Todo esto rodeando a un hombre y un imperio de los medios sin rivales serios que le disputen la influencia política en Inglaterra -especialmente, aunque no exclusivamente, entre los conservadores Tories que actualmente gobiernan el país. Casi todos los primeros ministros desde Harold Wilson en la década de 1960 y la de 1970 han rendido tributo a Murdoch y su incomparable poder. Cuando Murdoch organizó su fiesta anual de verano para los políticos, periodistas y la elite británica en Orangery, en los jardines de Kensigton el 16 de junio, el primer ministro y su esposa, Sam, estuvieron allí, como también los líderes laboristas Ed Miliband y otros ministros del gabinete.

Los asociados de Murdoch, de hoy y de ayer -y sus biógrafos- han dicho que una de sus ambiciones a largo plazo ha sido la de replicar ese poder político y cultural en los Estados Unidos. Por mucho tiempo su vehículo fue el New York Post que no era rentable, pero era útil en la tarea de incrementar su eminencia y para trabajar un cambio en gran escala no solo en el periodismo estadounidense sino también en la cultura. Page Six, emblemático por su desprecio por la precisión o la verdad o el contexto -pero tan seductor- se volvió el modelo para la "rumorización" de una prensa estadounidense que solía resistirse siquiera a considerar su publicación. (Murdoch logró una degradación similar en las frecuencias de radio en la década de 1990 con el -controlado por los mucho menores estándares de hoy- el tabloide televisivo A Current Affair.)

Luego llegaron las injustas y poco balanceadas "noticias" políticas de Fox News, algo que mostró (nuevamente) el talento de Murdoch para construir un imperio sobre la base de un denominador periodístico cada vez más bajo. El canal también se construyó sobre una base que tiene poco o nada que ver con las mejores tradiciones y valores del reportaje de la verdad y del periodismo responsable. Al ideal periodístico, la perdurable ética de Murdoch la sustituye con rumores, sensacionalismo y controversia manufacturada.

Y finalmente, en 2007, las familias, reñidas entre sí, dueñas del Wall Street Journal sucumbieron a su visión, voluntad y dinero, logrando el sueño de Murdoch de ser dueño de un periódico estadounidense que pudiera equiparar la influencia y el prestigio de su firma en Inglaterra, The Times de Londres, uno que realmente importara y estuviera en el más alto nivel del periodismo.

Entre el Post, Fox News y el Journal, es difícil pensar en otro individuo con mayor influencia en la política estadounidense así como en su cultura mediática durante el último medio siglo.

Pero ahora el imperio se está tambaleando, y no hay quien sepa cuándo esto parará. Mis conversaciones con periodistas y políticos británicos -quienes pidieron el anonimato para protegerse de represalias del todavía todopoderoso magnate- hacen evidente que el quiebre del News of the World, y las investigaciones oficiales anunciadas por el gobierno británico, son el principio, no el fin, del evento sísmico.

News International, el brazo británico del imperio de Murdoch, "siempre ha tenido el principio de omertà: `No digas nada a nadie fuera de la familia y cuidaremos de ti`", dice un antiguo editor de Murdoch que conoce el sistema bien. "Ahora están dejando a la gente sola. En ese momento el omertadesaparece, y la gente va a comenzar a hablar".

"Al final, lo que cosechas es lo que siembras", dice uno de sus antiguos ejecutivos -quien solía ser un asesor cercano a Murdoch-. "Él es una víctima de la cultura que ha creado. Fue su personal en los más altas esferas el que incentivó y permitió el quiebre de la ley y el hackeado de teléfonos".

El periodismo de tabloide -y su cultura- nunca serán los mismos.

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