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Rania una reina audaz

Popular fuera de fronteras y cuestionada en su país, la esposa del rey jordano sigue con su agenda a full y un look cada vez más occidental.

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En su imagen está representado todo lo bueno y lo malo de la monarquía de Jordania. Desde lo macro, lo positivo de que una mujer no sólo tenga sus opiniones formadas sino que sea capaz de expresarlas a viva voz. En el otro extremo, que esa libertad vaya a contracorriente de las tradiciones arraigadas en un pueblo desde su origen y genere más problemas que beneficios. Aunque fuera de fronteras todo es popularidad, beneficencia y glamour, Rania no es la reina que muchos jordanos imaginaron que les tocaría en suerte, y tampoco se esmera en serlo. "Rania amada, reina odiada", llegó a titular El País de Madrid en octubre pasado para sintetizar el caos del reino hachemí.

Jordania, un país pequeño con 6,5 millones de personas, muestra una realidad compleja. Allí conviven los transjordanos, personas procedentes de las tribus nativas de la ribera oriental del Jordán, y los palestinos, desplazados desde la ribera occidental del río como consecuencia de los conflictos con Israel. ¿Qué tiene que ver esto con Rania? Mucho. Porque la actual reina tiene origen palestino. Nació en Kuwait el 31 de agosto de 1970 como Rania Al-Yassin. Estudió Ciencias Empresariales en la Universidad Americana de El Cairo y luego se fue a vivir con su familia a Ammán, la capital de Jordania, en la que sus padres se instalaron cuando Irak invadió Kuwait, en 1990. Trabajó en empresas como Citibank y Apple. Conoció a Abdalá, el hijo mayor del entonces rey Hussein, en 1992 cuando éste era un alto oficial del Ejército y no tenía en sus planes convertirse el rey.

Pero la interna familiar se empezó a complicar a partir de 1998, cuando el rey Hussein enfermó de cáncer. El príncipe heredero era Hassan -hermano de Hussein- pero, como si se tratara del argumento de una telenovela de la tarde, las malas relaciones entre ambas cuñadas -la reina Noor- hicieron que terminara puesto a un costado. Para evitar tensiones, poco tiempo antes de morir Hussein designó a Abdalá como heredero al trono. Cuando asumió, en febrero de 1999, Rania adoptó el título de princesa real y Noor mantuvo el de reina. Pero el idilio duró sólo semanas: el 21 de marzo el rey Abdalá nombró reina a su esposa. Noor, viuda y sin título, se mudó inmediatamente a Estados Unidos. "Desde entonces, mi relación con Noor ha sido fría", reconoció Abdalá en su autobiografía La última gran oportunidad.

Al hecho de ser palestina -en un país con un "problema palestino"- se sumó el tema de que a buena parte de la tradicional población transjordana nunca compartió su modus operandi. No les gustaba su preferencia por marcas de lujo en Occidente como Givenchy o Gucci. No les gustaba que saliera en la tapa de revistas como ¡Hola!. No les gustaba que fuera un referente entre las mujeres con poder. Que publicara en Twitter intimidades de sus vacaciones. Mucho menos les gustaba que se exhibiera por el mundo con la cabeza descubierta.

Pero esto no es todo, porque resulta que a Rania también le gusta opinar de política. Es sabido que la reina ha hecho advertencias sobre el poderío de Irán y ha elogiado la gestión de Barack Obama al frente del gobierno de Estados Unidos. En su país fue duramente criticada por defender una ley para que las mujeres jordanas puedan transmitir la nacionalidad a sus hijos, lo que abriría la puerta a la nacionalización de miles de descendientes de padres palestinos.

Esto último, para las tribus jordanas más poderosas y tradicionales resulta intolerable. Por ello, a comienzos de 2011 un grupo de 36 figuras representantes de este sector de la población le enviaron al rey Abdalá un comunicado para que pusiera fin al papel de su esposa en la política. El texto advertía que el país sufría una "crisis de autoridad" y criticaba la "interferencia en decisiones ejecutivas de aquellos que no tienen poderes constitucionales", una tan sutil como clara alusión a la reina Rania. "Está construyendo centros de poder para su interés que van contra lo que los jordanos y los hachemís han acordado en el gobierno. Es un peligro para la nación, la estructura del Estado, la estructura política y la institución al trono", decía la petición.

El comunicado representó un cambio radical para la sociedad jordana, pues rompió el tabú que prohibía atacar públicamente a los miembros de la realeza. La monarquía ya no era intocable. Y además se tambaleaba. No fue la primera vez que algunas personas atacaban directamente a la reina. Unos meses antes, en un partido de fútbol hinchas jordanos cantaron lemas denigrando el origen palestino de la reina e incluso instaron al rey a que se divorciase de ella, recogió El Mundo.

Mientras tanto, al menos de la puerta para afuera Rania parece imperturbable. En las revistas y fotos de agencia se la ve tan linda como siempre (dicen que incluso es más hermosa en persona), radiante, elegante y opinando sobre salud, educación y pobreza. Como muestra de ello, la semana pasada fue designada por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para integrar un panel de 26 miembros con el fin de hacer recomendaciones de nuevos objetivos sociales y ambientales para una agenda global pos-2015.

El próximo viernes 31 cumple 41 años, y aunque seguramente no celebre con una fiesta con 600 invitados en medio del desierto como lo hizo para los 40, es altamente probable que los flashes la capten espléndida en algún lugar del globo. Así es Rania, con todo lo bueno y todo lo malo.

MONARCAS LLEGAN DEL EXTERIOR

Por más que estén distanciadas o tengan una relación plagada de tensiones, Rania y su antecesora Noor tienen más de un aspecto en común. Para empezar, ambas cargan sobre sus hombros el rótulo de extranjeras. Noor nació en Washington (1951) como Elizabeth Najeeb Halaby. Se casó con el rey jordano en 1978, se convirtió al Islam y cambió su nombre por Noor Al-Hussein, que significa "la luz de Hussein". Fue la cuarta y última esposa del rey (ninguna de ellas jordanas) y tuvieron cuatro hijos.

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