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Los mitos fantásticos estimulan el ingenio

| Lo que no debe hacerse es insistir con el relato imaginario más allá de la perspicacia del niño, dicen expertos. Siempre hay que respetar su inteligencia, así como su necesidad deilusión.

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GABRIELA VAZ

Para muchos niños en todo el mundo, la mañana de hoy fue una de las más mágicas del año. No importa que las generaciones actuales vengan cada vez más avezadas, más perspicaces o más tecnológicamente curtidas. No importa que entiendan mejor que los abuelos cómo funciona el iPod o qué botón apretar para encontrar los juegos en el celular. No hay arsenal científico de última generación que pueda ganarle la partida a un estímulo cien veces más fuerte: la fantasía.

Esta mañana, miles, millones de niños a lo largo y ancho del globo despertaron, es verdad, con la ilusión de encontrar un obsequio. Pero sobre todo con la de creer, de saber, que por su casa anduvo un trío de reyes mágicos, montados en camellos, que con alguna fórmula misteriosa logró visitar todos los hogares del planeta en una sola noche. Igual que lo hace Papá Noel cada Navidad. Igual que lo hace el ratón Pérez cada vez que un pequeño pierde un diente. Seres que los niños no necesitan ver, ni tocar, ni escuchar para creerlos fervientemente y que pueblan, entre otros, su vasto universo mágico.

¿Qué papel juegan estos personajes en el desarrollo infantil? ¿Qué tan importante es la fantasía? ¿Y cuál es la fórmula para manejarla en su justa medida?

Si en algo hay consenso, es en que la fantasía resulta fundamental para un crecimiento saludable. "La fantasía, es decir la capacidad de experimentar mentalmente sensaciones y afectos no vinculados a la experiencia sensorial concreta, es una de las capacidades más preciosas del ser humano", afirma el psicoanalista Luis Correa. Y agrega que la creatividad está en la base de la abstracción y de la capacidad del pensar especulativo. "La imaginación nos ha dado el arte y la filosofía, pero también es imprescindible para la ciencia y el desarrollo de la técnica. Es sabido que estas herramientas se desarrollan desde la primera infancia y que poder jugar, así como el estímulo narrativo de la fantasía (los cuentos), es decir los mundos del `como si`, son fundamentales para que un niño crezca bien. El psicoanálisis, sobre todo a partir de la obra de Bruno Betelheim, ha visto en la fantasía y en su estímulo un recurso valioso de la psiquis infantil para poder lidiar con los conflictos inherentes al desarrollo: celos, temores, rabia, impotencia, deseos prohibidos... Los seres imaginarios protectores como Papá Noel o los Reyes Magos son proyecciones fantásticas de las funciones paternas de cuidado y gratificación. Además, como están vinculados a mitos culturales, de significado religioso y ligado a los ciclos naturales, forman parte de la inmersión en la cultura a la que el niño pertenece. El ratón Pérez tiene el sentido de compensar la pérdida de un elemento corporal (un diente), con la secuela previsible de tristeza y miedo, con una compensación material que le permite el niño en cierto sentido reparar lo perdido adquiriendo algo que desea. Es decir, enseña que lo que hay que dejar atrás por el paso del tiempo y el crecimiento puede ser sustituido por objetos anhelados, con el agregado de que para obtenerlos se da una participación en las transacciones del mundo real, representadas por el uso del dinero".

Es que los primeros años de vida son el momento para aprehender valores, normas; en sí, cimientos para desenvolverse a nivel social. En simultáneo, las explicaciones sobre las cosas que suceden se entrelazan con lo mágico. Y eso es positivo, señala la psicóloga Mariana Álvez. "La fantasía no solamente será un juego, sino una aliada para su crecimiento". Entre otras razones, dice la especialista, porque "creer en personajes mágicos les brinda a los niños felicidad, los hace sentir especiales, ya que saben que alguien los recuerda año tras año. Más allá de los padres, cuentan con `alguien más` que los quiere y los premia por ser buenos".

Otra licenciada en Psicología, Sandra Jegerlehner, coincide: "La creencia en Papá Noel, los Reyes y cualquier otro personaje imaginario en los niños es sano y saludable en determinadas edades; no olvidemos que su mundo se va formando de fantasías. El niño se manifiesta a través del juego y va logrando así relacionarse con el mundo externo. Allí pone lo que no puede poner en palabras y las fantasías y creencias forman parte de ese `diálogo`".

"COMO SI". A veces, empachados de entusiasmo, los adultos llevan adelante la materialización de la fantasía con demasiado ímpetu. Pero todos los especialistas consultados aclaran que, aún manteniendo la ilusión, ésta nunca habrá de reemplazar la realidad. Las historias debe ser contadas desde el lugar de ficción, de mundo mágico; " allí cada uno librará su imaginación y viajará con ella", apunta Jegerlehner.

En la misma dirección, el psicólogo Correa enfatiza que la fantasía "debe moverse siempre en el plano del `como si`, como un cuento, que no se dice que es mentira, pero al que tampoco se le da el mismo carácter que a las verdades notorias de la experiencia cotidiana. Lo que no debe hacerse es insistir con el relato imaginario más allá de la perspicacia del niño. Siempre debe respetarse su inteligencia, pero también su necesidad de ilusión". Sobre este punto, el psicoanalista revela que ha atestiguado cómo, frente a algunos padres que desde el principio explican el verdadero carácter de los regalos de Papá Noel o de los Reyes, a veces el niño prefiere, al menos en un primer momento, creer la versión imaginaria. "Le seduce más creer en la visita fantástica de los Reyes en sus camellos que ver a sus padres esforzándose, como tantas otras veces, en darle cosas buenas. La excepcionalidad del relato imaginario sobre lo cotidiano sintoniza mejor, para esos niños, con sus necesidades psíquicas".

También la psicóloga Álvez se detiene en la importancia de mantener a la fantasía en su justo lugar. "Como padres debemos complementar la realidad con la colorida imaginación de los más pequeños, pero, por supuesto que ellos deben distinguir lo real de lo imaginario y es nuestro trabajo ayudarlos en ese proceso. Con los límites claros, debemos motivar sus juegos, que entiendan que la magia y la creatividad son en sí mismas cosas muy buenas que debemos estimular. Está comprobado que la creatividad y la curiosidad aportan a la inteligencia".

Esto tiene directa relación con el llamado "juego simbólico", que no es otra cosa que la tan frecuente representación de situaciones o roles que los niños crean para su entretenimiento. "De esta manera ellos van entendiéndose a sí mismos mejor", señala Álvez, a la vez que destaca que, en estas situaciones la fantasía "aportaría en realidad".

SOLO PARA BIEN. ¿Existen desventajas o aspectos negativos de alimentar estas ilusiones sobre "mundos mágicos" o imaginarios en los niños? Si se lleva adelante de un modo saludable, la respuesta unánime es no. "Cuando vemos a una persona, niño o adulto, negar la realidad y refugiarse en creencias imaginarias o delirantes, la raíz de esa patología no debe buscarse en el estímulo a la fantasía sana, sino en la dureza de la realidad que a esa persona le ha tocado vivir", reflexiona el psicólogo Correa. "Tal vez la desventaja mayor es que los Reyes y Papá Noel no pueden ser más generosos que la realidad material de los padres. Pero en términos generales y dentro de ambientes sociales homogéneos, no se advierten desventajas en `jugar` con los hijos dentro de estas ilusiones ancestrales", añade.

Álvez concuerda, pero pone un matiz. "Las fantasías no son negativas aunque, cuando se dan ciertas condiciones, sí tendríamos que estar atentos". Como señal de "alarma", destaca a niños que tienen fantasías que ya no son acordes a su edad. En ese caso, "puede ser un indicador de soledad o la existencia de algún disturbio emocional". Pero, insiste, en edades acordes, tener amigos imaginarios, hablar con muñecas, creer que las cosas están vivas (piedras, almohadas, juguetes) es totalmente esperable. Cuando el niño va creciendo la ilusión tiene que ir transformándose y la imaginación tendría que encontrar su manera de expresarse mediante, por ejemplo, la lectura. Algo seguro: "La fantasía es necesaria, positiva y tenemos que motivarla", concluye.

EL "DESENGAÑO" DEBE DARSE NATURALMENTE

¿Cuál es la mejor manera de manejar la desilusión, cuando los chicos descubren la verdad? En general, apunta el psicólogo Luis Correa, es el propio niño el que con sus preguntas, o la ausencia de ellas, va guiando el proceso de esclarecimiento. "En el fondo lo que va a descubrir es que sus padres lo quieren, que saben fantasear sin confundir lo real con lo imaginario y que no lo han estado engañando sino transmitiéndole una tradición, con sus valores e identidades propias". Su colega Mariana Álvez opina que el desengaño "no es tan terrible" si, por ejemplo, se le dice a los niños que tienen que guardar el secreto para los más pequeños. "De esta manera se los hace sentir importantes, cómplices, y pueden de alguna manera seguir participando de la ilusión desde un plano más maduro".

Cuando, en general cerca de los seis años, personajes como Papá Noel y los Reyes Magos empiezan a "desdibujarse", dando paso a las dudas, hay que "ser honestos", apunta Álvez. Una forma de lidiar con la desilusión "es explicar que cuando nosotros éramos pequeños también creíamos y queríamos transmitirles a ellos esta magia". La psicóloga cree importante que lo vean como un juego, que se sientan importantes de saber la verdad y de tener que guardar el secreto para los más chicos.

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