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DÉBORAH FRIEDMANN

El equipo de seguridad del Museo de la Marina de París probablemente todavía continúe preguntándose cómo pudo pasar por alto que la mujer a la que le revisaron el bolso como a una ciudadana más era Carla Bruni, inconfundible por su belleza y, dato nada menor, primera dama de Francia. Lejos de quejarse, ella misma contó hace pocos días la anécdota como una forma de explicar que la notoriedad no le pesa y que le basta solamente una peluca para convertirse en una francesa más y circular por el metro o visitar una sala de exposiciones masiva.

Es que Carla Bruni, en medio de la campaña electoral que tendrá este 22 de abril su primera vuelta, intenta cultivar (o eso dice) un perfil bajo pero no lo consigue y, otra vez, está en boca de todos. Ahora por ser, o intentar parecer, una francesa que encaja en el promedio.

Hasta octubre de 2011, antes de convertirse por segunda vez en madre, tenía acostumbrado al mundo a deslumbrar en sus apariciones públicas. "Lección de estilo" o "reina de la elegancia" eran algunos de los calificativos que obtenía su vestuario. Ahora el cambio de look es evidente. Acompaña a su marido, el presidente Nicolas Sarkozy, a encuentros con simpatizantes con ropa informal. Los tailleurs y vestidos Dior quedaron en el ropero y se deja ver con pantalones anchos y pulóveres de lana. Un cambio que la revista Hola definió como "falta de interés en el glamour" que deja "boquiabiertos" a los especialistas en moda.

El cambio en el atuendo de Bruni vino acompañado de una nota que dio a la revista Tv Magazine donde posa en "ropa de andar por casa" y cuenta que le gusta ver televisión con su hija Giulia en sus brazos. E incluso "confiesa" que es espectadora habitual de alguna de las telenovelas más populares de ese país.

Con estas actitudes Carla Bruni provocó que una vez más se hable sobre ella. ¿Es ésta la "real"? ¿Su cambio es parte de una estrategia electoral? ¿Intenta aparentar ser humilde o así es su personalidad?

Sea cual sea la verdad, lo cierto es que Bruni no está ajena a la coyuntura y ha roto su habitual silencio para salir a defender a su marido en medio de una carrera electoral muy pareja. "En estos tiempos de crisis Francia necesita a un hombre como él", dijo la semana pasada. "Tiene un sentido del deber inimaginable. Trabaja todo el tiempo. Poca gente tiene su fuerza", agregó en una entrevista con el semanario Le Nouvel Observateur.

Incluso, ha salido a declarar que si su marido es reelecto tendrá un rol más activo como primera dama, en especial para apoyar a las mujeres y en la lucha contra el analfabetismo. Tampoco esta vez sus dichos estuvieron lejos de la polémica. Cuando la compararon con la mujer del expresidente francés Georges Pompidou, quien se dedicaba a las obras de caridad, dijo: "Al lado de la señora de Pompidou, con mi experiencia en los medios de comunicación, soy Lady Gaga".

PASARELA Y ESCENARIO. Las transformaciones de Bruni son más la regla que la excepción en su vida. Italiana de nacimiento (1968), tenía cinco años cuando su familia se marchó de Turín a París, y posteriormente a Suiza. Tras terminar sus estudios secundarios decidió regresar a la capital francesa para cursar la carrera de Arte y Arquitectura. Pero ese no sería su presente por mucho tiempo.

Esta mujer de cabello castaño y ojos azules dice que nunca había pensado en dedicarse al mundo de la moda, pero la novia de su hermano Virginio logró convencerla de sus posibilidades y se contactó con la agencia City Models. Allí fue una más hasta que el presidente de Guess, Paul Marciano, vio sus fotografías y la eligió como el rostro de la famosa grifa.

Comenzó una carrera que la llevó a ser portada de revistas como Vogue y Elle y el rostro de marcas como Prada (1992), Christian Dior (1993), Dolce & Gabbana (1993) y Chanel cosmetics (1994). A la vez, se convirtió en una de las mannequins más cotizadas. Pero decidió cambiar y abandonar esa profesión en 1997 cuando estaba en la cima: el año anterior había facturado US$ 7,5 millones según la revista BusinessAge.

El dejar las pasarelas tenía un propósito: poner sus energías en la música. También en eso la buena estrella la acompañó. Conoció en una cena al popular cantautor francés Julien Clerc. Pocas semanas después decidió escribirle y enviarle la letra de la canción Si j`étais elle (Si fuera ella). Él confió en su talento y le permitió escribir la letra de otras canciones.

Pero fue en 2003 cuando Bruni cantautora saltó a la fama: su álbum debut Quelqu`un m`a dit (Alguien me dijo), con el estilo de sus ídolos Joni Mitchell y Serge Gainsbourg, fue un éxito instantáneo en Francia y vendió sólo en ese país un millón de copias poco después de su lanzamiento. Para ese entonces, ya había tenido a su primer hijo, Aurélien (2001).

Su segundo álbum, No Promises (Sin promesas), apareció en enero de 2007. Ese disco, en el que acompaña su música con textos de poetas como Auden o Dorothy Parker, consiguió vender solamente 80.000 ejemplares. Pero ese año no sería recordado para Bruni por su música: el 16 de diciembre el presidente Sarkozy confirmó su relación, que formalizarían el 2 de febrero siguiente.

Después, continuaría con su carrera. Lanzó en 2009 su tercer disco Comme si de rien n`était (Como si nada hubiere pasado), que tuvo menos ventas de las esperadas, pero siempre se las ingenió para seguir en boca de todos. Ahora es por su nueva apariencia. ¿Qué seguirá?

Carla Bruni puede presumir de sus romances. Conquistó al músico Eric Clapton, al multimillonario Donald Trump y a los actores Kevin Costner y Vincent Pérez. Pero su relación más polémica fue con la estrella de rock Mick Jagger. ¿El motivo? Provocó que Jerry Hall se separara del líder de los Rolling Stones. Luego vino

Raphael Enthoven, un profesor de filosofía, padre de su hijo Aurélien. Y por último, el que hasta ahora la enamora: Nicolas Sarkozy.