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Los recuerdos son imágenes veladas

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FERNANDA MONTORO pertenece a la octava generación de una familia de odontólogos. Su camino parecía ya marcado. "Cuando tenía 18 no sabía qué quería hacer y seguí la corriente. Me gustaba, pero no era mi vocación". Descubrió que quería hacer cine, atraída especialmente por el documental, y se mudó de Montevideo a Londres, que es "donde ocurrió todo". "Todo" significa para Fernanda el hallazgo de la fotografía polaroid como medio para expresarse y el descubrimiento de que podía elegir su propio camino: "Yo acá era dentista, tenía mi lugar que estaba autoforzado. Además, en Uruguay uno se cree que es lo que los demás creen que es". Aunque sería una buena odontóloga, por la paz que ella transmite, Fernanda optó por dedicarse a la fotografía analógica, especialmente a la polaroid.

Tras ocho años en Inglaterra, en 2010 volvió a Uruguay. La culpa la tiene Agustín Ferrando, su pareja y compañero artístico. Juntos expusieron en la muestra "Lovearoid" -galería Art Burö, julio-agosto 2012- sus fotografías (Fernanda) y las creaciones audiovisuales de Agustín, contagiadas también de la estética analógica.

LONDRES.

-¿Cómo llegaste a la polaroid?

-En Londres, mientras estudiaba cine. Un día, de causalidad, buscando en Internet di con una foto en el Museo del Principito en Japón que me cambió la vida. Quedé hipnotizada, pero por suerte me animé a escribirle a la autora y a preguntar qué era eso, si una foto o una pintura. Me dijo que era una foto sacada con una cámara de los años 70 y que el rollo se llamaba Time Zero. Todo lo que me decía me sonaba mágico, hasta el nombre del carrete. [Risas]. Ese mismo día me compré la cámara por eBay.

-¿Qué cámara era?

-Una Polaroid SX-70, del 73. No es la misma que tengo ahora porque esa se me rompió y luego compré varias del mismo modelo. Pero a partir de ese día no paré nunca. Me di cuenta de que había encontrado la forma de expresarme, que reflejaba mi universo. Me contacté con ella y se formó con un grupo re-lindo, mucha gente japonesa. Fui a Japón -yo estudiaba japonés hacia como diez años, así que ya estaba predispuesta- y empezamos a sacar fotos y a exponer juntas. Ella después vino a Londres y se quedó a vivir conmigo. Ahora somos íntimas amigas.

-¿Y la polaroid estaba volviendo entonces?

-No, no estaba de moda todavía, era 2006.

ACTITUD ANALÓGICA.

Dos años después la entonces minoritaria fotografía polaroid volvió a estar en las tapas de los diarios. La empresa cerraba y los fieles seguidores hicieron todo el ruido posible para evitar su desaparición. Save the Polaroid fue el primer proyecto, convertido ahora en The Impossible Project, que luchó en una tarea titánica por salvar y mantener la fotografía instantánea. Fernanda estuvo entre ellos.

-¿Cómo viviste el movimiento posterior al cierre de Polaroid?

-Yo era parte del movimiento Save the Polaroid, hacíamos exhibiciones y actividades para mantener el formato vivo. Después fue comprado por The Impossible Project y todos nos quedamos muy dentro del proyecto, yo soy tester de Impossible. ¿Sabes por qué se llama así? Porque Edwin Land, que fue quien creó Polaroid en el 48, decía "nunca hagas un proyecto a no ser que sea imposible". Y lo hizo. Y esta gente del IP están haciendo lo imposible para mantener la foto instantánea, buscando incluso nuevas formas químicas.

-Ahora el proceso de revelado es diferente, ¿no?

-Es muy diferente, hay que cuidarlo de la luz cuando sale. Antes estaba bien hecha la aislación, la foto salía y no pasaba nada. Ahora ya casi consiguieron el proceso químico, pero todavía cuando sale hay que protegerla. Yo arreglé la cámara metiéndole lengüetas para que al salir no les diera la luz. Hay que adaptarse. [Encoje los hombros y se ríe].

-En el momento en que las cámaras digitales han llegado a una definición profesional el arte se vuelve hacia lo analógico, hacia lo más plástico; incluso las aplicaciones fotográficas digitales incluyen ahora filtros para que la imagen parezca analógica. ¿Por qué crees que se está dando este giro?

-Creo que la vuelta que hay es más estética que otra cosa, si tengo que generalizar. No considero que todo lo que valoro del modo analógico esté en lo digital, para mí la belleza no se mide en píxeles. Yo empecé antes de la moda y, cuando deje de estarlo, sé que voy a seguir haciendo lo mismo. Me pasa al revés que la gente, uso polaroid y lo analógico como mi cuerpo de trabajo y cuando realmente quiero divertirme uso digital, como Instagram [aplicación fotográfica para smartphones]. Porque el modo digital es demasiado HD para lo que quiero transmitir. Los recuerdos del pasado, la memoria, los tenemos borrosos, velados. Si te muestro una foto de una bicicleta digital es esa bicicleta, pero si es una polaroid puede haber sido tu bicicleta, porque vas olvidando los detalles.

-¿Usas rollos caducados? ¿Cómo trabajas con ellos?

-Más o menos puedo saber qué rollo va a dar qué colores, los compro vencidos, a lo mejor de hace 10 años, o los dejo que se caduquen. Tengo una heladera solo de rollos. Pero igual es imposible predecir al 100% con polaroid y me aprovecho de esas imperfecciones. Imperfecciones, entre comillas, porque para mí aporta a lo que va a ser la obra.

-¿Es prueba y error?

-Sí, y es muy instintivo. Lo que tiene lo analógico es el respeto al medio. Uno cuando empieza algo comienza a respetarlo, pero tenés que perderle el respeto para empezar.

-Aunque en digital muchas veces se pierde demasiado ese respeto.

-Exacto, y luego es difícil recuperarlo. Ahora en las producciones se sacan miles de fotos y se piensa luego. Sacás en ráfaga y no importa si atrás hay alguien en bicicleta porque después en posproducción lo van a sacar; pero a mí sí que me importa, porque mis fotos son tal cual como se ven. Hay que pensar más y hacer menos, tener una actitud analógica. Con polaroid sólo tienes 8 o 10 fotos por carrete.

-¿Y qué implica esa actitud analógica además de la fotografía?

-Es el respeto, la actitud reflexiva, consciente. El pararse a pensar; en el mundo todo hoy va muy rápido. No hay tiempo, y la gente toma malas decisiones por tomarlas apuradas. Por mi parte también va asociado a lo onírico, a la memoria y el tiempo, que es para mí lo más importante.

REVIVIR EL MOMENTO.

-¿Tiene que ver la memoria con la memoria histórica?

-Me gusta mucho al historia, y yo empecé haciendo documentales. Agustín hace videos de música pero su pasión también está en el documental. Aunque nuestro trabajo está enfocado en recuperar lo mejor, hacia la belleza, que a veces puede sonar hueco, pero no lo es. Es la búsqueda de la luz en ese momento, de la luz interna.

-Tus imágenes remiten a lo naf, la naturaleza, el mundo femenino de la infancia, donde el sol te ciega parcialmente. ¿Es esa la luz?

-Puede ser. Hemos notado [Agustín y ella] que mucha de mi obra fotográfica es atemporal, te lleva a la infancia porque no te lleva a otro lado. Hay fotos que pueden haber sido la niñez de cualquier persona, a no ser que haya un elemento que defina el lugar o ropa que te muestre el tiempo, que generalmente no pasa en mis fotos.

-¿Creás o encontrás fotos? Por ejemplo, la foto de la niñita japonesa con el globo rosado.

-Esa foto fue un encuentro, en Tokio. Estaba con mis amigas japonesas, caminando por una calle siempre prontas con nuestras cámaras viejas, y de golpe se da vuelta ella. Fue la captura del segundo, hasta me asusté porque la cámara hace mucho ruido. Se da vuelta la abuela y dice "arigato". La abuela me agradecía de que yo hubiera visto ese momento y lo hubiera capturado, allá tienen esa sensibilidad. Otra cosa que pasa mucho es que, aunque digan que ya no nos sorprendemos de nada, cuando saco una polaroid todos los niños están a mi alrededor con la boca abierta, es magia. Esa es una cosa genial de Polaroid, que uno captura el momento y luego lo empieza a revivir en el revelado. Con cualquier cámara logras parar el tiempo, pero con polaroid lo recreas. Con Agustín creamos un dispositivo para un libro de Chronicle Books sobre Polaroid para filmar el revelado perfecto de la polaroid.

AUDIOVISUAL.

Agustín Ferrando y Fernanda Montoro se conocieron trabajando en la filmación de un concierto de Bajofondo en Londres. Ahora es impensable hablar de uno sin hablar del otro, incluso comparten la misma oficina en la productora. Él se compró su primera cámara con 12 años y su interés por la música lo ha llevado a trabajar en videoclips con el Cuarteto de Nos, Astroboy o No Te Va Gustar, por mencionar sólo algunos. Ella comenzó con Satori Films, una productora de documental junto a Fernanda Trias, y ahora está también muy involucrada en el plano musical. En su web se pueden ver retratos a Martina Gadea o Ana Prada y trabajos realizados para los discos de Campo, La Vela Puerca o Martín Rivero, entre otros. Así como retratos a personas relacionadas con la literatura o la pintura uruguayas.

Desde que empezaran a intercambiar emails y salidas fotográficas, sus proyectos se han visto mutuamente influenciados. Mientras Fernanda decidía el motivo o el encuadre de sus escasas 8 imágenes, Agustín empezó a filmarla a su alrededor, convirtiéndo a Fernanda en protagonista de su propio mundo. En la muestra "Lovearoid" se proyecta un video que tiene por título Expo Lovearoid y que recoge -en movimiento- esos instantes suspendidos que la fotógrafa busca con su cámara.

-¿Cómo nació esta muestra?

-Nos empezábamos a dar cuenta estando en la distancia de que, a pesar de que los dos hacíamos cosas muy diferentes, había mucho en común, un punto estético, y no solo eso, una actitud. Ahí surgió "Lovearoid". Creemos que en la vida hay mucha oscuridad y queremos irradiar un poco de luz. Mis fotos están llenas de luz, luz natural pero también conceptual.

-¿Cómo integran esa estética de la fotografía analógica en lo audiovisual a nivel profesional?

-La mayoría de los videos de Agustín, que son filmados con cámaras HD, tienen efectos y no son de posproducción, son todos creados artesanalmente, con prismas o filmando a través de otras cámaras. Un ejemplo de la aplicación de la estética común de la luz es el videoclip de "A donde van los pájaros" de Supervielle, especialmente en los estribillos.

VOLVER A CASA.

-¿Se puede trabajar y vivir de la fotografía analógica?

-Sí, yo creo que sí. Es caro, hay rollos de 10 fotos que sé que no los voy a conseguir por menos de 200 dólares. Por eso hay que pensar antes de sacar las fotos. Y los podés poner en la cámara, y que ya estén muertos, que no salga ni una foto.

-Es siempre un riesgo.

-Es un riesgo. A veces me preguntan si me siento desafiada por la gente que ahora en digital pone filtros y le da un efecto vintage a las imágenes, y digo "no, porque no pasan por eso que paso yo". Lo que hago yo es todo artesanal, es diferente el camino. Si ellos llegan por ese método a lo que quieren llegar, bárbaro, pero para mí el camino es súper personal.

-Has estado muy relacionada con la moda, donde este formato y su naturalidad no son habituales. ¿Cómo se ven estas imperfecciones plásticas en este mundo?

-Es gracioso, cada vez que caigo a un set de moda con 2 o 3 rollos, que son 20 fotos, me miran con una cara de "pará, ¿vas a sacar solo con eso?", y yo les digo: "ustedes quédense tranquilos que van a tener sus fotos lindas finales". Y las modelos no lo pueden creer porque escuchan click, pasan 15 minutos, click. Pero bueno, es mi actitud, y por suerte ahora cuando me llaman ya saben cómo trabajo, y por eso me contratan.

-¿Y al principio cómo fue?

-Fue complicado, aunque tengo amigas diseñadoras que confiaron plenamente en mí. También he trabajado bastante en Londres y acá confían mucho en lo de afuera. Creo que ahora en Uruguay estoy en un buen momento en ese sentido. En Inglaterra me pasó que, en una feria de arte vendiendo fotos, alguien me dijera "ay, yo en mi casa tengo este cuadro, ¿sos Fernanda Montoro?" o que una mujer me contara que tal cuadro fue el regalo de proposal de matrimonio de su marido. Eso es muy emocionante, que la gente conozca tu obra. Imaginate acá…

-Que te reconozcan en casa es siempre una satisfacción mayor.

-Por supuesto, y también el hecho de llegar a un set de moda y no tener que explicar por qué voy a sacar solo seis fotos, que ya me contraten por mi mirada. En eso estoy contenta.

-¿Conocés algún otro fotógrafo que trabaje con polaroid en Uruguay?

-Jennifer Evans, una amiga americana que conocí en Inglaterra. Ella hace polaroid aquí en Uruguay, se vino también por amor, y juntas hemos vendido bastante en Inglaterra. Jennifer es diseñadora de moda y todas las campañas de sus colecciones las saca ella con polaroid. Y fuera de Uruguay hay mucha gente, los conozco sobre todo a través de esta comunidad.

-¿Qué tiene Uruguay para el fotógrafo?

-Mirá qué pregunta interesante, nunca me la habían hecho. Me pasa acá en Uruguay que subo una foto a Internet y me mandan un email diciendo "ah, tú porque viajás pila" y yo les digo: "¿Sabés dónde es esta foto que me acabás de comentar? Es en Florida". Como decía Cartier-Bresson, cada sujeto puede ser un leitmotiv, todo puede tener su encanto y a todo le podés sacar algo. Pero yo le puedo decir a la persona, "salí a la esquina tuya y mirá de una manera diferente, abstraélo". Me parece que la gente no le da esa oportunidad, saco fotos que los propios uruguayos no creen que es acá. Aunque no lo dicen en una mala. Creo que es la mirada, el ojo lo es todo.

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