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A la sombra del Líder

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MARÍA SÁNCHEZ

CUANDO UN país se sume en una gran crisis desciende de forma abrupta el consumo de casi todos los productos excepto uno, el maquillaje. De forma inexplicable se ha convertido en un bien de primera necesidad, así como peluquerías y salones de belleza. Pobres pero lindas, las norcoreanas demuestran que una crisis que se vuelve endémica no hace más que validar esta máxima: "La señora Song prefería saltarse el desayuno antes que acudir al trabajo sin maquillaje" (Querido Líder, de Barbara Demick). Este gasto que parece prescindible es en realidad un mecanismo de afrontamiento, la forma de reforzar la imagen propia y lidiar con la situación. En una sociedad donde el yo queda subyugado a lo colectivo, los pómulos rosados son, más que una muestra de individualidad, una metáfora de los grandes esfuerzos que hace Corea para "maquillar" hacia dentro y hacia fuera la situación provocada por esta dinastía comunista. Para cuánto tiempo más les queda pintura es una incógnita, ya que los analistas internacionales llevan vaticinando su caída desde los años 80.

Hace pocos meses, Corea del Norte volvió nuevamente a las tapas de los diarios. Había muerto el "Querido Líder" Kim Jong-il -segundo dictador de este país- y los fieles se postraban ante sus estatuas llorando desesperadamente. Si lloraban por dolor, por lo que se les venía encima o por miedo a las purgas no importa, lo que cuenta es que no lloraron suficiente. Pocos días después muchos fueron azotados por este motivo. Parece ser que tampoco lloraron suficiente cuando murió Kim Il-sung, el "Presidente Eterno" (1994). Entonces habían convencido al pueblo de que un llanto sincero y abundante resucitaría al muerto.

Corea del Norte está llena de incongruencias pero, como afirma Tony Wheeler, el fundador de las guías Lonely Planet, en su libro Bad Lands, "es demasiado fácil para los medios de comunicación internacionales caer en retratar a Corea del Norte como un lugar en el que se alterna el horror y la comedia, un parque temático estalinista, un gulag dirigido por los Monty Python".

LAS DOS COREAS. La península de Corea se encuentra en una situación geopolítica clave. A lo largo de su historia ha sufrido la continua invasión de pueblos vecinos, como los japoneses y los manchúes. Sin embargo, la dinastía Joseon logró mantener el Gran Imperio de Corea unido hasta el siglo XX. En 1905 Japón, nueva potencia asiática, consigue anexionarse Corea y la convierte en una colonia. Las sucesivas invasiones hacen al pueblo coreano consciente de su autodeterminación y hacen arraigar un nacionalismo que será fundamental para instaurar el régimen comunista posterior. Durante la ocupación japonesa se estableció una política feroz de asimilación cultural. Se impuso el idioma, las formas de vestir, se obligó a cambiar de nombre y se impartieron únicamente artes marciales niponas; pero aún así los coreanos mantuvieron su identidad.

La capitulación japonesa en 1945 será también el momento de retirada sobre la península coreana, pero la tranquilidad no durará mucho. Por el norte entran las tropas soviéticas y en el sur Estados Unidos -temeroso de que Corea pudiera ser controlada por completo por el enemigo- apoya al líder Syngman Rhee, partidario de la separación de la península en dos estados.

Cinco años después Corea del Norte ataca al Sur, hecho que marca el comienzo de la Guerra de Corea y el primer escenario de acción bélica durante la Guerra Fría entre las dos potencias mundiales. Al final de la guerra, en 1953, la frontera volvía a estar en el paralelo 38, el mismo punto del que partieron. El verdadero resultado de este conflicto fue un gran número de pérdidas humanas a lo largo de toda la península coreana y una nueva recesión económica.

Desde la década de los 90 ha habido avances en cuanto al acercamiento entre los dos estados; en varias olimpíadas los deportistas de ambos países han desfilado bajo una única bandera. Sin embargo, aún parece que la reunificación está lejos.

LA IDEOLOGÍA JUCHE. Corea del Norte se define como una república socialista autodependiente y se rige por el Juche, un sistema ideológico y filosófico ultranacionalista con bases marxistas-leninistas. La idea del Juche es resumida en dos máximas: "El hombre y la mujer son responsables de su destino" y "Los propietarios únicos de la revolución y la construcción posterior son las masas". El Partido de los Trabajadores ostenta el poder y organiza al pueblo en estructuras verticales.

La sociedad se organiza en 51 categorías sociales agrupadas en tres grandes clases (la principal, la vacilante y la hostil) y el delito de una persona revela que hay sangre impura o contaminada en la familia. Para erradicarla hay que acabar con la generación del traidor y con las dos siguientes. Como los esquimales con la nieve, los norcoreanos tienen muchas palabras para designar la cárcel, porque existen diferentes tipos de cárceles en función de los delitos. David Jiménez, enviado especial del diario español El Mundo, señalaba -en su crónica del 20/09/2010 sobre Corea- que el testimonio de ex presidiarios revela desde la existencia de "cámaras de gas donde se ensaya el efecto de agentes químicos en detenidos a la ejecución de familias enteras condenadas bajo la ley de Responsabilidad Colectiva" y que en Corea no se encuentran personas con deficiencias mentales porque son eliminados al nacer dentro de un programa de purificación de la raza.

La raza superior -parecida a la del nazismo- y la concepción paternalista del confucianismo son fundamentales también en este pensamiento. Los hijos pertenecen a la familia paterna y el lugar de origen de la persona no es su lugar de nacimiento, sino la región de la que provenga su padre. Un hijo nunca contradirá la voluntad del padre, así como ningún norcoreano hará nada contrario a lo mandado por el "padre" Líder. El dictador es mucho más que un padre, es un dios, "el sol". Y como tal está presente en todos los momentos del día. Cada familia tiene dos cuadros con las imágenes de Kim Il-sung y Kim Jong-il y un trapito especial para sacarles el polvo. La imagen del líder que preside los edificios tiene que ser proporcional al tamaño de la construcción y en la solapa todos los norcoreanos llevan un pin con la cara del Presidente Eterno. Jiménez relataba en otra de sus crónicas (13/09/2010): "Se dice que un norcoreano ve la imagen de su dictador una media de 30 veces al día y ya les adelanto que no es cierto. En mi primer día en Pyongyang, lo he visto en 47 ocasiones".

El Presidente es Eterno y el nacimiento de su hijo -el recién fallecido Kim Jong-il- fue anunciado por una golondrina y señalado con la aparición de una nueva estrella en el cielo y un doble arco iris el monte Paektu. La biografía occidental afirma que nació en un campamento militar de la Unión Soviética. Para completar la analogía entre religión y Estado se decía que Kim Il-sung obraba milagros: un barco que zozobraba durante una tormenta se salvó cuando los marineros empezaron a entonar un canto al líder.

TESTIMONIOS. En Querido Líder Barbara Demick recoge el testimonio de varias personas que vivieron los años más difíciles de Corea del Norte. En concreto, su estudio gira en torno a la ciudad de Chongjin -situada al norte y la tercera más grande del país en número de habitantes- durante las dos últimas décadas del siglo XX. Alterna el relato de estilo más literario de la vida de sus personajes con datos de carácter periodístico-ensayístico. Sus protagonistas son: una médica, un kochebi o "golondrina errante" -niños que han sido abandonados y viven en grupos en las calles-, un científico, una profesora y una mujer con su devota madre. Los testimonios son espeluznantes y, aunque la autora afirma que éstos no pueden ser contrastados por el hermetismo de Corea del Norte, se repiten en el caso de personas que nunca se conocieron: campos de reeducación, purgas, ejecuciones públicas, propaganda,…

Tras una experiencia traumática muchos no quieren hablar de lo que vivieron pero todos recuerdan qué estaban haciendo cuando ocurrió un hecho decisivo. "¿Qué estabas haciendo cuando murió Kim Il-sung?" -pregunta Demick- y la conversación fluye por sí misma.

Era el 8 de julio de 1994 y la doctora Kim Ji-eun estaba trabajando en un hospital cercano a la plaza de Pohang, donde se encontraba la principal estatua del dictador y donde todos los habitantes de Chongjin debían ir a llorarle. En realidad, Kim casi siempre estaba en el hospital. Los médicos en Corea del Norte son seres entregados por completo al régimen: trabajan una media de 12 horas al día y tienen la obligación de recoger hierbas en las montañas para fabricar medicinas, donar sangre e incluso piel. Kim trabajaba en pediatría y recuerda cómo los niños morían sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo: no había material, medicinas ni comida. Para fabricar el suero los pacientes tenían que traer dos botellas de cerveza vacías y, en esa época, ya ni siquiera quedaba gasolina para las ambulancias. Cuando huyó a China lo primero que se encontró fue un plato de arroz con carne en el piso: era para el perro, "los perros en China comían mejor que los médicos en Corea".

En ese mismo momento, Mi-ran tenía su examen final de música. La muerte del líder aplazó su graduación hasta el otoño siguiente. Era profesora y consiguió un puesto en la guardería de las minas cercanas a Chongjin. Los niños iban a la escuela porque recibían una comida, pero pronto ésta también desapareció y eran los alumnos los que tenían que traer madera y comida de casa. El número de niños fue menguando: primero se sentían cansados y se quedaban dormidos sobre las mesas, luego se enfermaban y un día dejaban de asistir. Pero Mi-ran seguía tocando el acordeón -el instrumento del pueblo y obligatorio para todos los maestros-, seguía impartiendo las sesiones de adoctrinamiento y las asignaturas del programa, sin preguntarse por el contenido de lo que enseñaba. En el libro de Demick se incluyen algunos ejemplos sobre cómo las materias también estaban cargadas de propaganda antiimperialista y de odio al otro. En matemáticas, por ejemplo, los problemas no tienen a María y Pedro que van a comprar manzanas, sino situaciones mucho más "instructivas": "Tres soldados del Ejército Popular de Corea matan a treinta soldados norteamericanos. ¿A cuántos soldados norteamericanos mató cada uno si todos mataron al mismo número de soldados enemigos?"

En los 90 no había comida ni había electricidad, pero la gente no se resignó a morir siguiendo las reglas del sistema comunista. Dentro del régimen el ciudadano debía ser provisto de todo: ropa, sanidad, alimentación y casa. Es cierto que, en los primeros años, cuando los hermanos del sur sufrían la pobreza de la postguerra, el sistema dio buen resultado: el analfabetismo había sido erradicado y no había gente sin techo o sin trabajo. Según el empleo y el nivel social a cada familia se le asignaba una vivienda en un lugar determinado y una cantidad de alimentos. Todo quedaba registrado en una cartilla de ciudadanía. Para viajar, incluso a las afueras de la ciudad, hacía falta un permiso y los edificios o conjuntos de viviendas estaban organizados y dirigidos por alguien perteneciente al régimen. Los muros de las casas no podían superar el metro y medio de altura, para que la policía pudiera ver qué ocurría dentro de las casas. La intimidad no era un derecho o un privilegio, simplemente no existía

Mi-ran y Jun-sang eran novios, pero pertenecían a clases sociales diferentes. La sangre de ella era impura porque su padre fue un soldado surcoreano capturado y que los vieran juntos podía truncar la carrera prometedora de Jun-sang. Se veían de noche a escondidas, en la verdadera oscuridad que ofrece un país sin electricidad. A veces algunos atrasos son positivos. Sin embargo, lo que más les atraía de mantener oculta su relación era justamente la clandestinidad, compartir un espacio psíquico privado como una forma de rebelión contra el control absoluto de sus vidas.

En los 90, ante la imposibilidad de alimentar al pueblo, el régimen tuvo que permitir, de forma no reconocida, que la población buscara otras maneras de sustentarse. Aprendieron el trueque, hicieron contrabando con China, crearon huertos en los jardines e incluso en ciudades como Chongjin apareció un mercado de venta privada. Las encargadas de esto fueron principalmente las mujeres, mientras los hombres seguían en sus puestos burocráticos, en los que llevaban años sin pagarles. Las ayudas humanitarias se repartían entre los militares o iban a parar al mercado negro. Las playas tenían vallas electrificadas así que no había ninguna forma de hacerle llegar los alimentos directamente a la población.

El número de personas que consiguieron huir del país fue muy pequeño en los primeros años comparado con el Berlín de la RDA, ya que las penas eran realmente graves; no sólo llevarían al fugitivo capturado a una cárcel de reeducación, sino también a sus familiares. Para evitar que los diplomáticos no volvieran, les impedían viajar con sus hijos; estos se convertían en los mejores rehenes.

Todo el que huye se dirige a Corea del Sur, donde, por Constitución, los norcoreanos son reconocidos automáticamente como ciudadanos. Pero para esto hay que llegar primero al territorio por cuenta propia, no se puede solicitar a través de las embajadas y con China existe un acuerdo para la devolución de los encontrados al norte. Una de las mejores opciones es ir a Mongolia y presentarse ante las autoridades como ilegal, quienes los deportan al Sur. Una vez en Corea del Sur deben asistir durante unos meses a un curso de integración y, al acabar, les dan una suma de alrededor de 25.000 dólares para comenzar su nueva vida. Sin embargo no es tan fácil como parece, muchos caen en mafias, no logran adaptarse al ruido y el estrés de la 13ª economía mundial o tienen problemas con las cosas más simples, como saludar al vecino o elegir qué ponerse (en toda su vida jamás habían elegido nada por sí mismos). Además, casi todos viven con la idea de que pronto volverán al Norte, por lo que no hacen todos los esfuerzos por echar raíces.

1984. Jun-sang era toda una promesa para el Partido de los Trabajadores, pero su inteligencia le jugó en contra al Gran Hermano. En la biblioteca de la universidad, a la que muy pocos tenían acceso, había encontrado libros extranjeros que devoró con avidez. Cien años de soledad y Lo que el viento se llevó estaban entre sus favoritos. Otro de los libros que más le prendió fue Cómo hacer amigos e influir en la gente, un clásico estadounidense de autoayuda. No podía creer que los "cerdos imperialistas" hablaran sobre amar y respetar al otro. Pronto descubrió que no era el único descreído. Gracias a algunos compañeros leyó bajo las sábanas de su habitación compartida un cuadernillo de educación sexual de las autoridades chinas y un libro sobre las reformas económicas del gobierno ruso.

Jun-sang estaba cometiendo crimental -aunque él aún no supiera qué significaba- pero "el crimen de pensamiento no era de los que se pueden disimular eternamente. Se podía engañar con éxito durante cierto tiempo, incluso durante años, pero antes o después, era inevitable, te pillaban" (George Orwell, 1984). Por eso Jun-sang se prometió no hablar de política hasta que hubiera salido del país, ni siquiera con su novia; quien, por su parte, ya había trazado también su propio plan de huida.

Años más tarde el libro favorito de Jun-sang sería 1984, del que admira que "hubiese comprendido tan bien, aún sin haberlo vivido, la clase de totalitarismo que padecía Corea del Norte". Jun-sang, como el protagonista de Orwell, tuvo que transitar un proceso de desaprendizaje para poder aceptar que la utopía en la que creía haber vivido era justo lo contrario, la más cercana imagen de la distopía.

1984 es también el libro de referencia que usa Guy Delisle para comprender a Corea del Norte. Este dibujante canadiense, autor del cómic Pyongyang, fue invitado a trabajar en los estudios de animación norcoreanos. Su estancia fue una excusa perfecta para acercarse un poco más que el resto de extranjeros a la realidad de este país. El resultado es una novela gráfica con mucho humor y trazos mínimos en blanco y negro, que propone "juegos" como adivinar quién de los personajes presentados es conspirador o tiene el alma corrompida por la burguesía imperialista. Para cualquiera será imposible ver la diferencia, pero un informador entrenado puede ver que uno de ellos lleva la insignia del Eterno Presidente sucia.

La primera imagen de la novela gráfica es una ilustración del exterior del aeropuerto. No hay casi movimiento, no hay luz ni autos, pero un enorme cuadro del Líder vigila desde lo alto. Es interesante que esta imagen de aeropuerto desolado sea también la primera que impacta a Tony Wheeler en su crónica de viajes de Bad Lands y a Shane Smith en su documental The VICE Guide to North Korea. Un aeropuerto vacío es para un occidental la viva imagen del fin del mundo.

CINE. Si no hay arroz, al menos que no falte el circo. Kim Jong-il era un gran amante del cine, entendiéndolo como el mejor medio para inculcar a las masas la lealtad al régimen. Kim Jong-il poseía una enorme colección fílmica, con más de 20.000 cintas, incluyendo cientos de películas pornográficas. Pero estas eran para el disfrute personal, en las películas norcoreanas la insinuación de un beso ya se considera inapropiada para el público infantil. Para este pueblo-hijo, el Querido Líder creó los Estudios Cinematográficos de Pyongyang, unas instalaciones de más de 100 hectáreas que reconstruyen calles enteras de diferentes partes del mundo.

Todo el cine norcoreano se construye siguiendo la ideología Juche. Sobre el arte cinematográfico, otro de los libros del dictador (la propaganda afirma que escribió más de 10.000 obras), es el texto de teoría normativa que recoge estos preceptos. Se establecen principios de calidad a nivel estético e ideológico y se circunscriben sus temáticas. La resistencia antijaponesa, la lucha revolucionaria, la lealtad al Partido, el sentimiento colectivo y el nacionalismo son denominador común en todas ellas. El cine se considera un arte colectivo, por lo que los realizadores no son relevantes ni ostentan la autoría sobre su obra. En los años 70 y 80 la industria norcoreana se encontraba en su máximo auge y producía alrededor de cuarenta películas al año. En esa época hasta las poblaciones más pequeñas contaban con una sala de cine en su centro cultural.

Tal fue la locura cinematográfica norcoreana que el régimen llegó a secuestrar en 1978 a la actriz surcoreana Choi Eun-Hee y a su marido, el director Sang-Ok. Estos, en trámites de separación, decidieron volver a casarse y trabajar para la propaganda del estado por "recomendación" del líder. Diez años después, en 1986, lograron escapar, durante un viaje a Viena, de ese macabro baile de marionetas.

LA OSCURIDAD. Tanto el cine como Corea del Norte se "fundieron a negro" a principio de los años 90. Tras la caída de la Unión Soviética, principal aliada -junto con China- que le suministraba combustible barato, el país empezó a sufrir un desabastecimiento energético. El deterioro de sus centrales eléctricas y los robos del cobre de los cables sumieron a Corea del Norte en la oscuridad.

"Contemplar el espacio vacío que hoy es Corea del Norte le recuerda al espectador las aldeas remotas de África o el Sudeste Asiático que aún no conocen el efecto civilizador de la electricidad. Y sin embargo Corea del Norte no es un país subdesarrollado, sino un país que ha abandonado el mundo desarrollado", asegura Barbara Demick en Querido Líder. Este libro comienza, justamente, con una imagen captada por el satélite de la península de Corea. En ella se aprecia el contraste de un sur poblado de puntos lumínicos y un norte absolutamente negro.

Durante la década del 90 Estados Unidos le ofreció ayuda energética a cambio de que abandonara su programa de armamento nuclear. El Acuerdo Marco entre la administración de Bill Clinton y Kim Il-sung consiguió congelar la actividad nuclear desde 1994 hasta 2002. Sin embargo, la llegada de Bush al poder volvió a tensar los hilos. Mientras Clinton había reconocido al régimen de Pyongyang, Bush irrumpió en la prensa con una declaración tajante, anunciando que Estados Unidos no quería hablar con un régimen en el que no se podía confiar. La línea dura aplicada a la política exterior situó al estado asiático en la lista del "eje del mal". Los experimentos con uranio, la ruptura del acuerdo, los ensayos con armas nucleares de Corea en 2006 y 2009 o la invasión de Iraq son factores que han ido tensando aún más las relaciones entre estos dos países y cambiando el papel de los agentes en el juego de negociaciones. (Este cambio de roles ha sido analizado por Walter C. Clemens, Jr. en el ensayo "Negotiation with North Korea: Clinton vs Bush").

Sin electricidad pero con armas nucleares, ésta no es más que otra de las dicotomías que hacen inesperable la evolución de Corea del Norte. Obama también adoptó inicialmente una intención negociadora, ahora su actitud es de espera. La muerte de Kim Jong-il y la sucesión en un joven formado en el extranjero abre un momento de expectativa, pero también de oportunidades para estrechar las relaciones entre estos dos países. Sin embargo, 2012 es año de elecciones en Estados Unidos y no parece que el presidente quiera arriesgarse a recibir críticas de sus rivales republicanos.

EL FUTURO. Kim Jong-un es el tercero en la "sucesión". Hijo de la tercera mujer de Kim Jong-il, ostenta el cargo militar de general de cuatro estrellas y el sobrenombre con el que la prensa coreana lo ha designado es "Brillante Camarada". Le gusta el baloncesto y estudió en Suiza, por lo que habla inglés y alemán.

Se estima que tiene 27 ó 28 años pero se modificó su fecha de nacimiento para elevarlo a los 30. Su juventud podía ser un problema para la credibilidad del pueblo, aunque también una amenaza para la gerontocracia que domina la cúpula del régimen. La hermana del padre, Kim Kyong-hui, y su tío político, Chang Sung-taek, serán los encargados de tutelar a Jong-un; si la tutela es el manejo de un títere o si el muñeco utilizará su nuevo poder para rodearse de tecnócratas formados en Occidente son tan sólo las dos opciones más fáciles de imaginar.

Para este último problema el gobierno no tiene solución, pero para el problema de la legitimidad popular parecen haber encontrado uno. El servicio de inteligencia surcoreano afirma que el plan perfecto consiste en hacer parecer al Brillante Camarada la reencarnación del abuelo. De ser así, lo habrían hecho engordar, recibir clases sobre cómo comportarse, aplaudir, vestir o reírse e incluso someterse a cirugía plástica. An Chan-Il, ex oficial norcoreano, explicó a The New York Times (01/02/2012) los motivos de esta maniobra: "Cuando los norcoreanos miran a Kim Jong-un, ven a Kim Il-sung cuando tenía 33 años -momento en el que se proclamó libertador de un pueblo oprimido por los japoneses-", y añade: "Después de todos estos años de dificultades -los que el país ha estado bajo el yugo de Kim Jong-il-, el pueblo quiere un nuevo libertador".

Kim Jong-nam, el hermanastro mayor del Brillante Camarada y primogénito, no cree que la cirugía plástica pueda reparar las grietas que abre este nuevo mandato. Pone en duda la capacidad de su hermano para dirigir el país y, en una entrevista concedida a un diario chino, afirma que "los sucesores reales de su padre son las élites de poder ya existentes". Además, criticó duramente el sistema de sucesión hereditaria, argumentando que ni siquiera Mao lo permitió.

Jong-nam es la oveja negra de la familia. Vive en China después de ser repudiado por su padre en 2001, cuando fue detenido en el aeropuerto de Tokio con un pasaporte dominicano falso. El supuesto y dulce motivo del viaje era llevar a su hijo a visitar Disneylandia.

De momento, lo único que ha hecho Kim Jong-un ha sido seguir los pasos de su padre, con revisiones a las fuerzas navales y regalos. Eso sí, su trato con el pueblo parece ser más cálido y cercano, estrechando manos y abrazando a los niños, al estilo del abuelo.

QUERIDO LÍDER. VIVIR EN COREA DEL NORTE, de Barbara Demick. Turner, 2011. Madrid, 382 págs. Distribuye Océano.

* Otras referencias bibliográficas y fílmicas: Bad Lands. A Tourist on the Axis of Evil, de Tony Wheeler (Lonely Planet, 2007), The VICE Guide to North Korea (Shane Smith, 2008) y Friends of Kim (Raphael Wilking y Hans van Dijk, 2006).

PYONGYANG

EL LIBRO Architectural and Cultural Guide. Pyongyang (DOM Publishers, 2012) ya desde el principio advierte de la dificultad para hacer una guía turística en un país donde no existe la posibilidad de hacer turismo como se entiende en Occidente. Y describe la ciudad como "el museo al aire libre de arte soviético mejor preservado del mundo": bloques de viviendas comunitarias, edificios públicos, avenidas monumentales para las que no hay apenas autos y, por supuesto, un lujoso metro con lámparas de colores, mármol y mosaicos. En las calles no existe otra decoración o color que los carteles con letras rojas de la propaganda oficial.

Architectural... consta de dos volúmenes: el primero recopila imágenes y descripciones de la ciudad dividida en bloques (hoteles, infraestructura de transporte, monumentos,…); mientras que el segundo es de carácter más analítico. También dividido en bloques y principalmente gráfico, el volumen II incluye ensayos sobre arquitectura y su relación con la cultura. Propaganda urbana, los juegos gimnásticos masivos como deporte nacional, el aprendizaje en Pyongyang o Pyongyang desde arriba son algunos de los capítulos que incluye. No es una guía de viajes al estilo tradicional, y eso queda definido desde el principio por los propios autores, pues entra dentro de las imágenes permitidas por el régimen. Sin embargo, de vez en cuando, aparece alguna fotografía tomada con teleobjetivo de zonas menos maquilladas de la ciudad. Entonces se ven en las terrazas de los edificios-colmenas el óxido, la falta de azulejos; arrugas de un régimen que no pueden ser tapadas con una mera capa de pintura.

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