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De bahía de Cochinos a la crisis de los misiles

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Castro en un tanque T-34 de fabricación soviética durante la lucha contra la invasión de 1.500 cubanos disidentes. Foto: Archivo.

Juego fuerte. El régimen aseguró su supervivencia aliándose a la Unión Soviética.

Desde muy temprano, en 1959, sectores del gobierno estadounidense concluyeron que Fidel y Ernesto "Che" Guevara eran dos balas perdidas, comunistas heterodoxos proclives a toda suerte de experimentos, y que se proponían incendiar las praderas y los montes de América Latina.

Estados Unidos había echado a los españoles de Cuba (también de Puerto Rico y Filipinas) tras una breve guerra en 1898, y luego, en 1902, le había concedido la independencia. Sin embargo continuó ejerciendo una influencia muy fuerte sobre los gobiernos de la isla hasta la llegada triunfante de Fidel a La Habana.

En abril de 1961 el ejército revolucionario cubano acabó fácilmente con la incursión de unos 1.500 anticastristas entrenados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en campamentos de América Central. El pequeño ejército disidente, que estaba infiltrado por informantes castristas, había desembarcado en bahía de Cochinos, o playa Girón, con intenciones de desencadenar una rebelión popular contra Fidel Castro. Cuando el fracaso del ataque fue evidente, la CIA pidió al presidente John F. Kennedy que involucrara directamente las fuerzas armadas de Estados Unidos en apoyo de la invasión, pero éste se negó. Kennedy había dudado mucho de los planes de la CIA, que databan del gobierno anterior, presidido por Dwight Eisenhower, y no quería derribar al gobierno cubano a costa de un baño de sangre y una mayor impopularidad de Estados Unidos en la región.

En los inicios de la incursión de bahía de Cochinos o playa Girón, que provocó cerca de 300 muertos en ambos bandos y 1.200 prisioneros entre los atacantes, Castro anunció públicamente el carácter socialista de su revolución, cosa hasta entonces negada o en duda. Meses después, en diciembre de 1961, mientras los comunistas de Alemania del Este terminaban de construir el muro de Berlín, fue aún más explícito: "Soy marxista-leninista y seré marxista-leninista hasta el último día de mi vida".

El triunfo en playa Girón elevó la autoestima de los cubanos afines al gobierno y reforzó a Castro. No mucho después, durante 14 días de octubre de 1962 el mundo estuvo cerca de otra guerra global. La razón: Cuba.

Después de bahía de Cochinos, la admisión del carácter comunista de su régimen y la creciente hostilidad de Estados Unidos, Castro apuró a los soviéticos por un mayor respaldo militar. Los dirigentes de la URSS, que al principio consideraron la revolución cubana como un asunto menor, casi folklórico, ya negociaban en secreto cuestiones económicas y militares con La Habana desde 1959. Nikita Jruschov hizo una apuesta muy alta y Castro y sus asesores aceptaron meterse por completo bajo el paraguas soviético: instalar misiles con cabeza nuclear en la isla, lo que demostraría a Washington el riesgo de cualquier intento de invasión o desestabilización. Cuba también serviría de base para aviones, barcos y soldados rusos.

Las bases de misiles fueron detectadas por aviones espías de Estados Unidos, cuyo gobierno exigió su retiro a Moscú y bloqueó la isla con barcos y aviones. Washington tenía razones militares, por supuesto, y también de prestigio: un país enano no podría desafiarlo y meterle misiles por la boca. Los rusos no estaban respetando las esferas de influencia trazadas tras la Segunda Guerra Mundial y reconocidas en los hechos desde entonces. Después de grandes tensiones, Kennedy y Jruschov, prescindiendo de la opinión de Castro, que estaba dispuesto a una escalada de efectos imprevisibles, acordaron que los misiles serían retirados de Cuba, en tanto Estados Unidos se comprometía en secreto a no atacar la isla y a retirar, en un tiempo prudencial, sus misiles atómicos Júpiter instalados en Turquía, al otro lado de la frontera con la URSS.

Castro quedó frustrado y furioso, aunque no tanto como el siempre radical "Che" Guevara, quien tendía a ver las cosas en blanco y negro. Pero el saldo final de la crisis implicó el fortalecimiento del régimen. Los cubanos en las calles gritaban: "Nikita, mariquita, lo que se da no se quita"; sin embargo el gobierno de Estados Unidos levantó el bloqueo militar (mantuvo la prohibición de comerciar con Cuba, o embargo), aceptó la revolución como hecho consumado y convirtió a la isla en un santuario comunista.

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Castro en un tanque T-34 de fabricación soviética durante la lucha contra la invasión de 1.500 cubanos disidentes. Foto: Archivo.

FIDEL CASTRO 1926 - 2016

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