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"Extraño tener una vida como cualquiera"

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Este 2015 cumple 25 años de carrera y sus hits no conocen barrera de edad. Bajó la cantidad de shows para dedicarse a la familia, y aun así realiza siete actuaciones por semana.

Suena el teléfono. Fabián Delgado atiende y siente la voz excitada de un amigo: "Prendé la radio y sintonizá Concierto". El Fata, como lo conocen todos, hace caso y queda maravillado al escuchar que están emitiendo Comadre, Compadre. Por primera vez una estación de FM no dedicada a la música tropical pasa una canción suya. Con el pecho inflado se acerca al pizarrón de su improvisada oficina, toma el marcador y anota: "4 de junio de 1999, hoy es el día".

No se equivocó. Aquella tarde, nueve años después de su debut como cantante de una banda, sintió que la suerte estaba de su lado. Y hoy, a 25 años del inicio de su carrera, puede decirse que su éxito sigue vigente. Su música, definida por él mismo como "pachanguera", atrapa por igual a ricos y pobres, quinceañeras y recién casados o rockeros y cumbiancheros. Por semana no baja de las siete animaciones de fiestas y, salvo en enero —cuando hace una pausa—, para él todo el año es zafra.

De ahí que su vida va contrarreloj del resto de la sociedad. Invita a su casa del Buceo a horas de la tarde del lunes, ya que por la mañana prefiere dormir. Es que cuando la inmensa mayoría de los uruguayos da comienzo a su semana, el Fata (48) inicia su descanso.

"Extraño tener una vida como cualquiera", dice sin que la reflexión suene a una queja. "Hace años que vengo postergando jugar al fútbol con amigos un sábado en la mañana o salir a cenar el fin de semana", admite. Y hace tiempo que olvidó cómo es ser un invitado en una fiesta. Ni bien entra a un salón le preguntan cuándo tocan Los Fatales o tiene que retirarse en la mitad del agasajo para trabajar en otro lugar y luego regresar para el brindis.

A fin de cuentas lo suyo es un trabajo más. De martes a jueves hace las veces de empresario, arregla los contratos, planifica, hace las compras y crea. Los viernes, sábados y domingos tiene el desfile de shows privados, previa concentración con una siesta y escuchando la radio en AM antes de pasar a buscar a sus compañeros en el auto.

"Si uno quiere alegrar a la gente, también tiene que estar alegre". No admite mirar películas de terror o entrar en acalorados debates que lo dejen perturbado antes de ponerse en personaje, tomar el micrófono y hacer bailar al público al ritmo del Bicho Bicho o Pizza Muzzarella, dos infaltables en su repertorio.

—¿Por momentos no te aburre tocar siempre lo mismo?

—No sé qué química hay, pero me divierto mucho. Puede que sea la banda que toca muy bien o puede que sea que interpreto la música que me gusta escuchar y bailar.

Pero, para no quedarse anclado en el pasado y dar a conocer a su grupo más allá de las fiestas, el Fata tiene otros proyectos. Está componiendo un disco de pop latino junto a Mateo Moreno (ex NTVG). Planifica el show de los 25 años de carrera, "con 25 canciones, 25 artistas y, quizás, sea el 25 de setiembre", adelanta y ríe de la expresa coincidencia aunque no sea cabalero. Y en julio volverá con el espectáculo para niños, su público "más exigente" y que le permite decir presente en cada nueva generación. No faltará el personaje del Bicho Bicho. "No sé qué tiene, no sé si son los colores, pero los niños con dos años ya lo quedan mirando… el Bicho Bicho es para Los Fatales lo que Mickey es para Disney".

Eso sí, en los últimos años el Fata sacó el pie del acelerador. El problema no es la vida nocturna. Siempre le tuvo "respeto a la noche" y supo poner freno a las tentaciones de la bohemia porque para "bancar 20 shows en una noche como hacía con (los parodistas) Los Gabys no hay mejor receta que descansar". Pero notó que se perdió "de ver crecer" a su hija María Victoria (14) y para no repetir lo mismo con Felipe (8), a quien suele acompañar al baby fútbol, optó por ordenar las actuaciones y renunciar a propuestas más taquilleras, como los shows en Argentina.

Es que antes de la debacle de 2001, Los Fatales eran un hit en la vecina orilla. A tal punto que fueron invitados a tocar en la fiesta de la revista Gente. "Mientras el público comía —recuerda el Fata— se acerca un productor y comenta que actuará Celia Cruz" y que ellos iban para el cierre. Sí, puede decirse que la salsera cubana fue su telonera.

Fortuna.

"Tuve la suerte de que Dios me diera diez veces más de lo que soñé". Esta frase que puede parecer trivial dice mucho sobre el Fata. Habla de un ser creyente, formado en un colegio de salesianos en La Teja, que se considera católico aunque no suele ir a misa. Refleja el pasado de un niño que se crió en el Cerro y que, por más que pudo hacer dinero (lo que no quiere decir "que pueda dejar de trabajar mañana", acota) mantiene la austeridad del pibe de barrio que permanece intacto, algo que le hace saber a sus hijos. Y, sobre todo, da cuenta de cómo su carrera parece una ruleta en la que siempre lo acompañó el azar.

"Era el payaso de la barra", el que se disfrazaba en los cumpleaños familiares, el que estudió música hasta los 12 (cuando renunció porque todos los compañeros eran mujeres) y el niño que salió tercero en un concurso de canto en el Teatro Solís al que lo llevó su madre cuando tenía siete años. El momento bisagra fue el Carnaval de 1987. Los humoristas Los Carlitos hicieron un casting y, suerte de por medio, el Fata se cruzó con la fila de la audición de camino a una práctica de fútbol; para cumplir su sueño de actor optó por faltar al entrenamiento. Quedó seleccionado, luego lo escucharon cantar, lo llevaron para la música tropical-romántica, integró Karibe con K en su época de oro y, por sugerencia del fundador Eduardo Rivero, inició su propio grupo con estilo "pachanguero".

Dejó el trabajo en la papelería primero y en la peluquería después (hizo cursos de coiffeur junto al humorista Pichu Straneo) para dedicarse por completo a alegrar al público. Tocó en teatros y boliches, en 2003 empezó con la animación de fiestas y desde 2009 pasó a ser cantante solista en esos eventos luego de un show en el casamiento de Claudia Fernández en Buenos Aires.

Clave.

En base al carisma, que en su caso considera innato, el Fata "jamás" se enfrentó a una fiesta en la que nadie quisiera bailar. Dos veces le pasó que el público, tímido, prefería escucharlo sentado en lugar de ir a la pista de baile. "En esos casos aprovecho que toco en vivo, paro la banda y amenazo: Si ahora no bailan, después no pidan otra".

—¿Cuál es la clave del éxito?

—Seguir tocando. El éxito es no haber parado de hacer fiestas, de tocar temas fusionados. Voy seguido a Florianópolis y traigo música brasileña que mezclo con la tropical. Lo mismo hago con el candombe y la murga (esta última, dice, es su categoría pendiente y sueño en el Carnaval). Grabo todos los temas con el mismo amor e imagino cómo se verá en el escenario, lo que no quiere decir que sepa si será un hit o no.

Suele ser un infaltable en las fiestas de los jugadores de fútbol y uno de los más solicitados en las despedidas de año que organizan las empresas. Saben que con el Fata la "joda" está asegurada.

"Me ven más como showman que como cantante", reflexiona y deja al descubierto cierto enojo. "No es que no reconozcan mi talento artístico, pero hay quienes piensan que cantar lo que hacemos nosotros es fácil… y hay que aguantar varias fiestas seguidas".

SUS COSAS.

Su pelota.

Dentro de una vitrina y acompañada de una foto que es testimonio del momento, guarda una pelota autografiada por Diego Maradona. El Fata encontró al Diez de casualidad en una playa del Este. Más casualidad aún es que en su auto tenía una pelota que le había regalado el Pato Aguilera, usada en un amistoso en el que el propio Maradona marcó un gol.

Su grabador

La melodía es lo fundamental; luego viene la letra. "Lo que no quiere decir que sea un contenido vacío", aclara. Esa es la idea musical que tiene Fata Delgado. Opta por estilos alegres y que inviten a bailar. Por eso a donde va lleva su pequeño grabador digital con el que deja registrada cualquier ocurrencia. Pone "rec" y tararea esas notas que suenan en su cabeza.

Su cantante.

En 2004 Cacho Castaña le regaló Buenos Aires lado B y hoy es una parte preciada de su colección discográfica. ¿Por qué? "Las canciones de Cacho me inspiran, él canta lo que te pasa en la vida", cuenta mientras explica que a él le sucedió eso de juntarse en un bar a crear y terminar borracho o pensar que una mujer lo miraba "con ganas" en un show y simplemente era una admiración musical.

Su relax

Antes de ir al baile, Fata Delgado no come pizza muzzarella. Prefiere dormir una siesta o escuchar la radio sintonizada en AM. "Es una herencia que traigo de mi padre, tengo la necesidad de sentir la compañía de gente hablando en vivo", dice. Eso sí: jamás mira películas de terror o tristes que le dejen el ánimo por alterado previo a un show.

Su colección.

Así como los jugadores intercambian remeras luego de un partido, Fata Delgado trueca discos de Los Fatales por la camiseta de sus ídolos futbolísticos. Tiene una colección que ronda las 40 remeras. Está la del Chino Recoba cuando defendió al Inter de Milán, o la de Bengoechea y Pacheco de su querido Peñarol. La de Nacional prefirió regalársela a su hermano.

fabián "Fata" DelgadoTOMER URWICZ

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