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La era de la madurez del rock

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Fotos: Fernando Ponzetto/ Darwin Borrelli

El rock uruguayo llegó a su edad adulta y le abrió paso a una nueva generación artística.

Hace rato que la atención se instaló sobre la cumbia pop, ese fenómeno que, con sinceridad, fue otra vez lo que marcó el año musical a nivel nacional, con la consagración de Márama en los Premios Graffiti y otros asuntos que son para otra nota.

Pero a la sombra de los espejitos de colores, al resguardo de un barullo invasivo que llegó a oídos de todos, la música uruguaya siguió con su paso cansino pero siempre seguro y hacia adelante. Siguió en silencio, haciendo que su sonido sordo repercutiera apenas y empezara a generar ondas expansivas que siguen en movimiento.

Siguió, para hacer de este año que se cierra una bisagra que parte la línea temporal entre la maduración del rock uruguayo y la confirmación de un nuevo sonido que ya no tiene que ver necesariamente con el rock. Las voces quieren y piden cantar sobre otra cosa, y lo hacen con la urgencia que denota la apertura de otra era artística.

Madurar.

Hace 30 años, Montevideo se volvía rockero con la edición de un primer festival que quedaría grabado a fuego (el Montevideo Rock), el debut de La Tabaré, la salida del primer disco de Los Tontos y la edición de Montevideo agoniza de Traidores. ¿Hasta dónde se podía llegar en aquella ciudad oscura y fría pero que se daba el lujo de ser rebelde?

A 30 años de esa pequeña revolución, el rock uruguayo —ya no montevideano, sino con pretensiones de abarcar una totalidad— llegó a una madurez que estuvo representada en algunos aniversarios que atravesaron la agenda.

El peso de La Vela Puerca, que celebró sus 20 años llenando el Velódromo, ya es sabido. La banda fue clave en la renovación de un rock que era rústico y ácido, y que luego del disco Deskarado se volvió crítico pero festivo, marcado por los instrumentos de viento.

Buenos Muchachos volvió a superarse con un nuevo disco de estudio (Nidal) y una presentación a la altura, pero sin pasar por alto que cumplieron 25 años de darle novedad a la banda sonora nacional. Su aporte ha sido fundamental, pero ahora empieza a verse ya en otros grupos que están buscando nuevos caminos, y encontraron ahí una referencia de lo que está bien. Qué suerte.

También Trotsky Vengarán, que está liderando las ventas de noviembre por su flamante (y tremendo) disco Relajo pero con orden, llegó al cuarto de siglo con la bandera de la perseverancia bien en alto. Es una banda que ha soportado críticas y ha salido bien parada, con buenas canciones y un show en vivo que es siempre pura fiesta.

La vuelta de Traidores con una decena de fechas agotadas, otro retorno del Peyote Asesino con la vigencia de siempre, el anunciado regreso de La Trampa y el éxito de convocatoria de Once Tiros, La Triple Nelson o Cuatro pesos de propina son muestra de que el rock uruguayo maduró y llegó, tal vez, a su techo. ¿Qué más le queda?

Empezar.

La nueva generación es, si se quiere, la del post rock. Hay excepciones porque apareció The Islingtons, una de esas bandas que puede seguir el camino de Buenos Muchachos y que editó uno de los mejores discos del año, 11235. O porque Senda 7 (aunque no tan rockera) toma toda la tradición mestiza y le agrega todavía más condimentos, como el samba brasileño y la influencia murguera, para moldear un sonido propio, entretenido y diverso.

Pero esta nueva era que está logrando abrirse puertas —a pesar de las dificultades de siempre— tiene otra sensibilidad, está buscando algo más, quiere decir otra cosa: suena a pop, a hip hop, a canción de autor, y no suena a rock.

En un muy amplio universo del pop resalta Alucinaciones en familia, que este año consiguió tres Premios Graffiti como artista nuevo, mejor álbum indie y mejor álbum de pop alternativo. Hay que ver su propuesta, una original con aire renovador marcado por el genio de Pau O Bianchi, y que inspira a otras bandas de su circuito.

En la prolífica órbita del hip hop, la rapera Eli Almic y el dúo Los buenos modales sorprendieron con dos discazos de gran nivel, de sofisticación y de proyección, siguiendo los pasos de otras bandas que venían haciendo ya cosas muy buenas. Y el semillero de cantautores sigue tan fértil como siempre pero más femenino que nunca, una imagen que se puede resumir en Papina De Palma, de las mayores sorpresas del año.

Sin intención parricida, la nueva generación se desentiende de sus antecesores y se propone jugar otro juego, lanzar otro discurso, cambiar el rumbo. La mesa quedó servida este año con varias óperas primas, y lo que se viene pinta bien.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Fotos: Fernando Ponzetto/ Darwin Borrelli

MÚSICABELÉN FOURMENT

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