El decorado es sugestivo: una ruinosa iglesia gótica creada mediante tecnología digital y convertida en restaurante, cuyo nombre (El Cenáculo) remite directamente al "aposento alto" donde Jesús compartió con sus discípulos la Última Cena.
De hecho, un vitral que reproduce ese acontecimiento evangélico domina la escena, y cada uno de los cuatro episodios que integran este film argentino se conecta de alguna manera con él. Por una razón u otra, todos los capítulos tienen algo de "último encuentro", y la Muerte es una presencia reiterada o aludida a lo largo de la mayor parte de la película.
Una familia desavenida que debe resolver algunos asuntos financieros se reúne en el primer episodio, y allí se apuntan algunas referencias a la corrupción política y empresarial, con una especificidad en el tráfico de efedrina que debió provocar algún sarpullido en los muchachos de la Cámpora y los inminentes votantes de Aníbal Fernández en las próximas elecciones a gobernador bonaerense.
El segundo enfrenta a dos amantes largamente distanciados (al final se sabrá por qué) interpretados por Oscar Martínez y Julieta Díaz. En el tercero hay un gritado conflicto de pareja a cargo de Leticia Brédice y Alfredo Casero. En el último, una amiga (Ana María Picchio) proporciona su última oportunidad de reunirse a un dúo de lesbianas (Norma Aleandro, Marilina Ross), una de las cuales padece una enfermedad terminal. Representación de la Providencia o el Destino, los encargados del lugar (Graciela Borges, Pepe Cibrián) observan lo que ocurre, lo comentan y a veces intervienen.
El mayor problema del film se llama Marcos Carnevale, un director y guionista que viene de la televisión y que en cine rara vez convence, aunque China Zorrilla pudo ayudarlo en Elsa & Fred (2005). Toda la película (que repite el formato episódico de Relatos salvajes aunque no su ocasional inventiva) es un catálogo de pretensiones y solemnidades, de Grandes Temas gritados para que los entienda hasta un espectador somnoliento en la última butaca de la sala. Hay una dosis de emoción legítima en el capítulo Aleandro/Ross/Picchio, pero el resto parece una involución del cine argentino a los tiempos deAlejandro Doria (Los pasajeros del jardín, 1982) o Eliseo Subiela (El lado oscuro del corazón, 1992) : está sobreescrito, con ambición de sermón o editorial, y su único estilo de dirección de actores consiste en el alarido.
El espejo de los otros
Argentina 2015. Dirección y guión: Marcos Carnevale. Fotografía: Horacio Maira. Música: Gipsy Bonafina. Montaje: Ariel Frajnd. Producción: Varsovia Films /Millecento/Miracine /Telefé/AZ Films/HD Argentina. Elenco: Norma Aleandro, Graciela Borges, Leticia Brédice, Alfredo Casero, Pepe Cibrián, Marcelo Dayub, Julieta Díaz, Luis Machín, Oscar Martínez, Ana María Picchio, Fabio Posca, Carola Reyna, Marilina Ross, María Socas.
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