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Lástima pero adiós

| ¿Qué dicen los tupamaros de la vieja "pesada" que ya no está en el movimiento? Entre la nostalgia y la crítica, los ex guerrilleros revisan los años de clandestinidad.

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Eran 54 jóvenes de las más diversas líneas ideológicas. Raúl Sendic había estado en el Partido Socialista. A Eleuterio Fernández Huidobro lo habían echado del mismo partido por trotskysta. José Mujica había sido secretario de Erro y había coqueteado con el populista de derecha Benito Nardone. También había maoístas y renegados del batllismo. León Duarte y Gerardo Gatti venían del anarquismo. Todos eran uruguayos, menos dos argentinos y dos brasileños. Se hacían llamar "El Coordinador" y fue el germen tupamaro, un grupo de muchachos descreídos de la democracia formal en el año 1963.

El fracaso de la Unión Popular, coalición integrada por el Partido Socialista y algunos sectores blancos, generó desbande y cruce de reproches entre dirigentes por haber abandonado los "principios revolucionarios".

El historiador español Eduardo Rey Tristán retrata ese microclima en A la vuelta de la esquina, una investigación comparada de movimientos guerrilleros.

El grupo denominado "El Coordinador" no era una institución en sí. "Era más bien un punto de encuentro entre jóvenes. Yo pude identificar cuatro grupos fundadores. El Movimiento Revolucionario Oriental, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Federación Anarquista y una cuarta corriente conformada por los cañeros de Sendic y ex militantes de partidos tradicionales".

El Coordinador organizó el asalto al Tiro Suizo en Nueva Helvecia el 31 de julio de 1963, el primer golpe grande en la ilegalidad. El objetivo era el robo de armas para apoyar la ocupación de tierras de la Unión de Trabajadores azucareros de Artigas. Rey Tristán agrega: "había en El Coordinador una clara renuncia al debate ideológico profundo. En lo que coincidían era en que se habían agotado las vías políticas tradicionales".

El grupo dejó de funcionar en 1965. El detonante fue el robo de una armería. Las armas robadas desaparecieron sin explicación alguna y el núcleo decidió separarse. Unos meses después, una parte de aquellos primeros dirigentes se reunió en Parque del Plata y se pusieron de acuerdo en seis puntos: dirección única, fin de la coordinación, llamado a convención nacional, comisión investigadora para las armas robadas y la denominación Tupamaros como nombre tentativo. La convención agregaría "Movimiento de Liberación Nacional".

Entre 1966 hasta su derrota en 1972, el MLN-Tupamaros (y en menor medida la Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales, Fuerzas Armadas Revolucionarias Orientales y el trotskysta Frente Revolucionario de los Trabajadores) protagonizaron 32 ataques a propiedades, 45 atentados, 50 copamientos, siete fugas masivas, 134 robos y 23 secuestros. Murieron 54 personas bajo el fuego de la guerrilla, 33 policías, 9 civiles y 12 militares. Las sucesivas caídas de la cúpula determinaron estructuras con compartimientos independientes, en los cuales primaron criterios disímiles. La falta de experiencia de los líderes hizo crecer la escalada de violencia y los errores. "En unos grupos pesó más la vertiente militarista, en otros la política. No hay evidencias de que el MLN haya sido una alternativa de cambio. La guerrilla triunfó en otros lados porque había condiciones sociales favorables. ¿Qué posibilidades de cambio tenía Uruguay más allá del MLN?", se pregunta Rey Tristán.

Historias que faltan y sobran

Los tupamaros que abandonaron el movimiento son testigos privilegiados de esa evaluación. "En la historia que luego escribieron algunos compañeros sobran cosas y faltan cosas", anota Efraín Martínez Platero, ex comandante de las columnas Cinco y Diez, y luego jefe tupamaro en el exilio. El menor de los Martínez Platero llegó al MLN por su hermano Leonel, que una tarde de 1965 le confió que militaba en un grupo clandestino.

Leonel Martínez Platero, alias Javier, dirigió los grandes operativos hasta su muerte en un tiroteo en Parque del Plata el 14 de junio de 1972. El primer contacto de Efraín con el MLN fue en una casa de Gonzalo Ramírez y Salterain. Con los otros cinco jóvenes salían a recorrer las cloacas de Montevideo para ver su trazado y dejar marcas en la calle. Era una de las estrategias que luego utilizarían para escapar de la Policía.

Se rebautizó con el alias "Carlos" y su primer reclutado fue Julio Marenales. Efraín entrenó en Cuba, pero en 1974 renunció a sus cargos en el MLN por discrepancias con la cúpula. Se fue exiliado a Suecia. La familia Martínez Platero, hoy alejada del MLN, tuvo sus malos momentos. Ricardo fue preso en la ESMA argentina y luego emigró a España. Eduardo estuvo preso hasta 1985 y se quedó en Uruguay. Los tres se mantienen alejados de la política y en el único que confían hoy es en "El Pepe" Mujica. "Se está transformando en el líder de pueblo que debió haber sido Raúl Sendic", dice Eduardo.

Alias Bazooka

El asesinato del peón rural Pascacio Báez y la toma de Pando son dos de los episodios más cuestionables del MLN-T. Luis Alemañy, alias "Bazooka", agrega que el principio del fin fue la ejecución del agente de la CIA Dan Mitrione. "Hasta ese momento éramos Robin Hood. Más allá de quién era Mitrione y qué hacía acá, fue un golpe muy fuerte para un país que estaba en contra de la pena de muerte. Perdimos muchos simpatizantes", reconoce Alemañy, quien llegó al MLN proveniente del Partido Nacional, al que regresó luego.

Alemañy, alias "Prudencio", integró la Columna Uno que lideraba Andrés Cultelli. Fue de los pocos tupamaros que no participó de la fuga masiva de Punta Carretas ya que estaba a punto de obtener la libertad. Luego de salir se exilió en Chile y luego en Cuba, donde preparó guerrilleros para una contraofensiva. En un momento había 300 uruguayos aprendiendo a usar las armas.

Después del golpe de Estado y con la plana mayor encarcelada, el MLN tuvo que tomar decisiones: "si se hacía la contraofensiva, ejecutaban a los rehenes. Además no estábamos preparados militarmente. Hubiera sido nefasto", dice a más de 30 años del episodio.

Esa decisión le costó el mote de "traidor" por parte de un sector tupamaro y Alemañy decidió desvincularse. "Yo creía en la solución política con el peso de Wilson, Toba y Zelmar. Eso cayó mal en la militancia".

Alemañy cree que Mujica y Fernández Huidobro finalmente tomaron el mejor camino: "ha sido un esfuerzo inmenso. Pero todavía subyace (en el MLN) la tendencia a dividir el mundo en buenos y malos. No es lo que el país necesita para realizar transformaciones".

David Cámpora, alias "Esteban", nunca se imaginó que sería un subversivo. En 1969 tenía 34 años, vivía en una casa quinta con su mujer y tres hijos. Nunca había militado, ni siquiera como estudiante. "Los comandos del hambre (asaltaban camiones y repartían la mercadería en los cantegriles) me despertaron de la siesta. Me producían curiosidad e idolatría", dice.

A través de unos amigos estableció contacto con el MLN. Le pidieron que fuera a la esquina de Pablo de María y 18 con un ejemplar de Marcha debajo del brazo.

Esa misma noche fue reclutado y apenas unos días después, al caer el Cantón Marquetalia, su domicilio pasó a ser una nueva sede tupamara. Explosivos, documentos y autos se trasladaron a su casa de El Prado.

"Empecé chofereando para la orga", dice en un lunfardo muy reconocible entre tupas. "Un día llevé a un hombre de pocas palabras que me pareció Supermán. Había conocido a Sendic. Era un hombre que estaba muchos años adelantado", dice Cámpora.

Al poco tiempo, él ya integraba los órganos de dirección del MLN. El 16 de marzo de 1971 fue detenido y procesado por asistencia y asociación para delinquir.

Fue uno de los fugados del Penal de Libertad y cuando cayó por segunda vez estaba en la casa de Malvín del matrimono Martirena, asesinado en el operativo de las Fuerzas conjuntas. En 1980 salió de la cárcel y se exilió en Alemania. A su regreso, en 1987, el MLN le encarga la redacción de una historia oficial de la organización. "Yo creo que el MLN orgánico se asustó de que revolviera tanta porquería, porque hay de todo".

El proyecto se clausuró, pero Cámpora siguió adelante y abandonó el movimiento. Recorrió Europa, Chile y Argentina buscando documentos e imágenes de la actuación del grupo guerrillero. Hoy es el mayor archivo histórico tupamaro. Reúne 700 libros y documentos que cedió a la Facultad de Humanidades.

Cámpora es uno de los mayores críticos de la organización: "por algo la toma de Pando fracasó. No había capacidad militar suficiente. Tampoco teníamos meta estratégica. Faltó autocrítica colectiva. El ardor de la lucha nos hizo torpes. Menos mal, porque si hubiéramos tenido suerte con la mentalidad militarista hacíamos una cagada mucho más grande".

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