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Prohibido para uruguayos

| Una botella de whisky vale 3.000 pesos. Una cerveza 90. Los uruguayos tienen prohibida la entrada. Las uruguayas no. Son las whiskerías exclusivas para coreanos.

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Gabriel Farías, Diego Pérez

El Dong Bang 101 zarpó del puerto de Montevideo a fines de diciembre. De bandera coreana y 60 metros de largo, el buque pasó seis meses anclado en la terminal marítima uruguaya. Había arribado en junio con 33 tripulantes, entre marineros e ingenieros, después de estar seis meses en alta mar.

En ese mismo período hubo en Uruguay otros 38 barcos como el Dong Bang 101. Todos se dedican a la pesca del calamar y permanecen en puerto mientras dura la veda en la captura de este molusco, durante la época en que la especie se reproduce, entre junio y diciembre.

Las tripulaciones de estos barcos están formadas por entre 24 y 35 marinos, la mayoría de Corea del Sur. La mayoría, luego de desembarcar en Montevideo, vuelven en avión a su país. Pero en los barcos queda una guardia permanente de diez personas durante los seis meses. Algunos técnicos de la tripulación también permanecen aquí, pero alojados en hoteles.

Junio, julio, noviembre y diciembre son los meses de mayor circulación de coreanos en Montevideo debido a la llegada o partida de buques y al relevo de las tripulaciones.

Estos marineros vienen casi todos de Pusán, al suroeste de Corea el Sur, una ciudad que tiene, ella sola, más habitantes que todo Uruguay: 3.830.000, según un censo de 1999.

Al arribar al puerto los espera un funcionario de la agencia marítima con la que trabajan y Young Min Ha, el dueño de una whiskería exclusiva para los recién llegados. Ha se para a un lado de la escalerilla, da la bienvenida a sus compatriotas y reparte volantes que publicitan su negocio.

Jacinto, como le dicen al señor Ha las mozas de su local, vino hace 12 años. En Seúl trabajaba en la construcción de apartamentos. Viajó, conoció diez países y le gustó Uruguay por la tranquilidad de su gente y el clima que, según dice, es muy parecido al de Corea.

Ha instaló una whiskería en Colonia entre Florida y Andes que permaneció abierta diez años allí y hace dos se mudó a su actual ubicación, en Ciudadela entre plaza Independencia y Rincón.

—¿Por qué abrió Korea House?

—A los extranjeros como yo, que vengo de un lugar donde la cultura es muy diferente, nos es difícil mantener un negocio para uruguayos. Lo busqué pero no lo encontré. Vi que al puerto de Montevideo entraban una gran cantidad de coreanos y pensé que podía trabajar con ellos. Y puse el restaurante.

Ese fue el primer restaurante exclusivo para coreanos, más parecido a una whiskería. Luego abrieron otras del mismo tipo, de otros coreanos que se quedaron a vivir en el país. No son tan pocos como puede pensarse: desde 1980, 140 coreanos se han nacionalizado uruguayos. Hoy hay cuatro locales: Korea House, De Oriente, Rose Pub y Bar Karaoke. Este último abrió hace apenas dos meses.

Para la Intendencia de Montevideo los cuatro locales mencionados son "restaurantes coreanos". "Están registrados como locales de comida, donde hay karaoke", dijo Magdalena Pereyra, inspectora de Espectáculos Públicos.

Jorge Abreu, otro inspector municipal, dijo que "lo que hay allí son ‘coperas’, mujeres que acompañan a los hombres, pero adentro no pasa nada".

El arquitecto del Centro Comunal Zonal Nº1, Álvaro Domínguez, explicó que "cuando vienen al centro comunal para pedir permiso, registran esos locales para actividades que supuestamente no tienen nada que ver con el comercio sexual. Sin embargo se da".

En Montevideo hay 35 whiskerías y 22 prostíbulos. La mayoría está concentrada en las calles Andes, Constituyente y San José. Las whiskerías exclusivas para coreanos están rodeando la plaza Independencia. Esa parte de la Ciudad Vieja es tierra de coreanos. Cerca de medianoche, cualquier día de la semana, se pueden ver decenas de coreanos que deambulan, se sientan en la plaza Independencia, conversan entre ellos, van al casino o asisten a sus "restaurantes" exclusivos.

La casa coreana

En Korea House los carteles de la puerta no están traducidos al español, por lo que es casi imposible advertir desde afuera de qué se trata el negocio.

El frente de la whiskería es una vidriera esmerilada que no permite ver hacia a dentro, a no ser por una angosta franja de vidrio transparente que permite vislumbrar sólo las cabezas de los habitués. Guirnaldas de luces amarillas, verdes y rojas completan el frente.

En la puerta está pegado el cartel de habilitación alimenticia municipal. Las paredes están pintadas de rosado. Hay una barra, banquetas, una foto de una sensual señorita rubia y un globo con luces de colores que gira y ambienta el lugar.

Los clientes comen pescado crudo con una salsa a base de ajo que desprende un olor muy pero muy fuerte. El plato principal y único, el pescado, es elaborado detrás de la barra por las propias mozas o por Jacinto. Los clientes, todos coreanos, comen mientras esperan que uno de los siete reservados se desocupe.

Un pasillo conduce a estas pequeñas habitaciones de dos metros por tres, donde a veces se reúnen hasta diez personas. En cada una hay sillas y una mesa con una televisión y un micrófono: el karaoke. Luego de comer, los coreanos suelen pasar alrededor de una hora de diversión dentro de ese reservado.

La diversión consta de cuatro ingredientes: más pescado, mucho whisky, karaoke y mujeres.

Los coreanos beben mucho. Según relataron algunas de las mozas que trabajan en Korea House, dentro del reservado un grupo de tres o cuatro coreanos pueden consumir cuatro o cinco botellas de whisky ¡en una hora!. Y no cualquier whisky. La mayoría se inclina por el Johnny Walker etiqueta negra, que se vende a 100 dólares, unos 3.000 pesos. Fuera del local esa misma botella de whisky cuesta 1.029 pesos. Dentro del karaoke una cerveza de tres cuartos se vende a 90 pesos, mientras que en cualquier bar se cobra 50.

Este derroche es posible porque los coreanos llegan al puerto con buena plata: los marineros ganan entre 1.000 y 1.500 dólares mensuales, los ingenieros entre 3.000 y 4.000, y los capitanes 6.000. Y en los seis meses que pasan embarcados no tienen muchas oportunidades de gastar el dinero.

El karaoke es un ingrediente fundamental de la actividad en el reservado. Los marineros cantan en coreano y en inglés, bailan y saltan. Luego le piden al dueño del local que les envíe algunas señoritas. El dueño toma el pedido y envía las mujeres dependiendo de la cantidad de coreanos. "Por ejemplo, si son tres, manda tres o cuatro mujeres", explica Carina, una "copera" de 20 años.

"Primero nos preguntan los nombres, tomamos algo juntos. También te tocan, te manosean y a veces, si no van a salir después contigo, te dan propina por cantar o por bailar. Te pueden dar hasta 1.000 pesos. Cuando uno te elige para salir, el dueño te traduce y te dice que vayas para un hotel. Después vos le pedís la plata: money, money".

Catherine, un prostituta de la zona, dijo que algunas mujeres aceptan "hacer desnudos" en los reservados a cambio de 500 pesos. "Los coreanos se te tiran encima y te toquetean", dijo, pero todas las fuentes consultadas negaron que dentro de los restaurantes se llegue al acto sexual. Eso sucede luego.

Roxana Larrachea, moza de Rose Pub, cuenta que luego de la sesión de whisky y karaoke, los coreanos deciden si contratan o no a una "acompañante". "Si la chica es linda seguro les va a cobrar 100 dólares, pero si es cualquiera le pagan 1.000 pesos".

En Korea House trabajan dos mozas y hay 26 mujeres que se desempeñan como "acompañantes". Los fines de semana son los días de mayor movimiento y todas tienen trabajo. Las "acompañantes" no tienen relación laboral con la whiskería y tampoco las contrata el dueño, sólo hablan con él para que las habilite a ofrecerse dentro del local.

Del pescado al pescado

Mariela Piñeiro tiene 28 años y es la encargada de Korea House. Además trabaja como moza y a veces sale a "acompañar" a algún coreano.

"Entré a trabajar como ‘acompañante’. Pero al saber que sos buena con los clientes, el dueño te va agarrando confianza. Así llegué a encargada", contó.

Piñeiro es morocha, mide 1,65 y tiene el pelo largo hasta los hombros. Lleva un pantalón oxford rojo y una solera blanca. Vive en una pensión con sus siete hijos. El mayor tiene 9 años, y la menor 5 meses. Hace cuatro años llegó a la whiskería porque no podía mantener a su familia. Antes trabajaba en la procesadora de pescado Fripur y ganaba 750 pesos por quincena. "Hoy lo que te da más plata, más rápido y con menos esfuerzo es esto", concluyó.

No tiene pareja y cada noche deja a sus hijos con una niñera. De pensión paga 3.000 pesos y a la niñera le paga 100 por día. "Sacá cuentas: 3.000 pesos de alquiler, 3.000 de niñera, más los gastos, no podía vivir de Fripur".

—¿Le gusta trabajar acá?

—Me acostumbré. Yo tengo muchos hijos y en un trabajo común y corriente te pagan 3.000 pesos por mes. ¿Qué hago con eso? Nada.

Como moza y encargada, Piñeiro recibe un sueldo de 6.000 pesos mensuales y además sale dos o tres veces por semana a "acompañar" coreanos. "Las salidas las cobro 100 dólares, menos no". El dinero que gana queda todo en sus manos. El dueño se queda sólo con el dinero de las consumiciones.

Los fines de semana aumenta el movimiento. Piñeiro cuenta que unos sábados atrás estuvo trabajando desde las ocho de la noche hasta las cuatro de la mañana. "Se vaciaba una habitación y entraban otros. Las siete estaban siempre completas".

Como fue dicho, tras el karaoke los coreanos suelen llevar a una "acompañante" a un hotel de la zona.

Según relataron varias de estas mujeres —es casi imposible hacerse entender por los coreanos—, los ingenieros utilizan las habitaciones en las que están viviendo, en los mejores hoteles de la zona, todos de cinco o cuatro estrellas. En ellos, la tarifa diaria oscila entre los 2.000 y los 1.500 pesos. Los marineros, en cambio, eligen los hoteles más baratos de la calle Uruguay. Por ejemplo, el Nuevo Campiotti ofrece habitaciones con baño privado por 200 pesos.

El mismo sábado en que Piñeiro trabajó sin cesar hasta las cuatro de la mañana, el Nuevo Campiotti ocupó las 21 habitaciones que tenía disponibles con los coreanos y sus circunstanciales compañeras.

—¿Cómo es el trato de los coreanos con ustedes?

—Bien... según la persona —reflexiona Piñeiro—. Si ven que sos buena y tranquila te tratan bien. Si ven que sos media loca y alterada, lo que buscás lo encontrás.

—¿Cómo se comportan fuera del local?

—Son bien. Muy raras veces se pelean y si lo hacen es por plata.

—¿Por plata?

—Sí, que yo te presté esto, que yo pago la cuenta, que esto, que lo otro.

—¿Usted tuvo algún problema?

—Una vez... pero lo mandé en cana. Me quería pegar porque estaba celoso de los amigos. Había que estar pendiente de él.

Piñeiro cuenta que a veces algunas prostitutas se "ennovian" con un coreano. "Salís con uno todo el tiempo que está acá", explica. Muchas en la zona saben que patona quiere decir novio en coreano.

"Esto de noche es otro mundo"

Algunos vecinos sostienen que los coreanos generan más problemas de los que cuenta Piñeiro. Uno de ellos es Héctor C., que no quiere que se publique su apellido y vive desde hace cuatro años en el edificio de Ciudadela 1375, puerta por medio de Korea House.

"Esto está lleno de líos en la calle. A veces tenemos que llamar a la policía porque son escándalos a las dos o tres de la mañana. Las peleas son seguidas, hay gritos, borracheras y prostitución, porque a mí que no me digan que eso no es un prostíbulo clandestino", dijo ofuscado.

Un taxista que espera en la parada del Radisson Victoria Plaza apoyó lo de las peleas. "El fin de semana pasado se agarraron a las piñas como 50 o 60 coreanos", afirmó.

"Adentro de los locales no pasa nada. Pero afuera sí se pelean, hasta que uno no queda tirado lleno de sangre no paran", contó la moza Roxana Larrachea.

Por estas riñas callejeras Korea House contrata el servicio 222 de la Policía. Un agente permanece desde las ocho de la noche, hora en que abre el local, hasta las tres de la mañana. "Las peleas son bastante frecuentes, pero cuando ven a un policía se tranquilizan. Son respetuosos con nosotros porque si van presos los expulsan del país", contó un agente de guardia en la puerta del local que prefirió el anonimato.

Los vecinos de la zona denunciaron la situación en el Centro Comunal Zonal Nº 1. La carta que presentaron en marzo fue firmada por 144 vecinos. La misiva denuncia "prostitución clandestina y callejera, con reiterados actos reñidos con nuestra forma de vida; ruidos molestos entre las 21 y 6 de la mañana y expendio de bebidas alcohólicas" y pide la intervención de las autoridades.

"Orinan, vomitan y se pelean", dijo Laura Fernández, otra vecina.

Quien pase por esa cuadra de madrugada hará suyas las palabras de Héctor C., el vecino que redactó la carta: "esto de noche es increíble, es otro mundo".

"El ruido empieza a las diez de la noche y termina más o menos a las cinco de la mañana. Es todos los días. El jueves ya es insoportable, el viernes es peor y sábado y domingo ni hablar", acusó Héctor C.

La Intendencia realizó una inspección solicitada por los vecinos. El 14 de diciembre a las 4.30 de la madrugada se confirmaron, desde el dormitorio de un vecino del tercer piso, ruidos molestos "constatándose 53 decibeles con picos de 59" cuando el máximo admitido es de 39.

Pero, para ser justos, hay que decir que, además de Korea House, en ese tramo de la calle Ciudadela funcionan una casa de masajes y una whiskería, ambas de uruguayos para uruguayos. Los tres locales están uno al lado de otro. Y a pesar de las irritadas palabras de Héctor C., Korea House es el local más tranquilo de los tres. La whiskería Piano Bar tiene durante toda la noche música a alto volumen, y desde el balcón de la casa de masajes, las prostitutas ofrecen sus servicios a los transeúntes a los gritos.

—¡Querés subir, te la chupo por 150!

—¡Doscientos negrito querido, te estamos esperando!

Una funcionaria del hotel Nuevo Campiotti dijo que los coreanos son los que mejor se portan. "Acá tenemos vietnamitas, chinos y peruanos, que son los peores. Los coreanos son de tomar, suben a sus habitaciones mareaditos, pero tranquilos. No dan problemas".

Tan mareados suben por efecto de los litros de alcohol ingeridos, que Carina, una prostituta de 21 años, relató que "hay algunos que ni te tocan, la mayoría. Están tan borrachos que se quedan dormidos".

Carina dice que es de Río Negro y que vino a Montevideo con su hermana, cuando dejó de cursar tercero de liceo. Tiene dos hijos, de 2 y 5 años, de una ex pareja. Trabaja con los coreanos, pero asegura que va a empezar a hacer un curso de auxiliar de vuelo. Dice que se enamoró de un coreano. Él fue su patona. Le pagaba, cuenta, 5.000 pesos por día. Dice que si se lo propone, se iría a vivir a Corea con él. Por las dudas, lo espera en la puerta del casino.

De Oriente

La whiskería De Oriente, de San José entre Florida y Andes, no mereció, en sus seis años de existencia, quejas de sus vecinos.

Al igual de Korea House, De Oriente es un lugar exclusivo para coreanos. Giovanna, moza del lugar, explicó que allí "sólo entran coreanos, ni chinos ni filipinos y menos uruguayos. El jefe los conoce y a quien no es coreano, lo intima cordialmente para que se vaya".

Giovanna tiene 18 años y empezó a trabajar en la whiskería hace algo más de dos meses. "Me enteré por el diario. Pedían una moza para un pub coreano y, como no pedían experiencia ni referencias, me sirvió porque nunca antes tuve un empleo".

En ese local trabajan cuatro mozas y el dueño, que ayuda en la cocina. También se ganan la vida diez "acompañantes".

"A mí me pagan 3.000 pesos por limpiar los pisos, los baños y atender. Estoy desde las siete de la tarde hasta las tres de la mañana", cuenta Giovanna. "Yo soy moza y tá, nadie tiene nada que decirme. Estoy conforme acá porque gano bien y es un trabajo liviano".

En De Oriente los coreanos comen lo mismo que en su país: frutas, lengua y pescado. Lo único que les gusta de la cocina europea es el omelette. El jefe de Giovanna le dice lo que tiene que llevar a las mesas porque ella no habla coreano. Ninguna de las chicas que trabajan en la whiskería habla el hangeul, el idioma coreano.

Mariela Piñeiro, que ya hace cuatro años que trabaja en Korea House, tampoco lo hablaba, pero ahora sí. "Aprendí hace poquito porque como ahora estoy trabajando como encargada, a veces el dueño no está y yo tengo que saberlo".

—¿Cómo hacía antes para comunicarse?

—Más bien por señas que hablando.

Roxana Larrachea cuenta que "nos comunicamos casi sin hablarnos. Usamos otros códigos, como los gestos, ademanes, palabras sueltas y dibujos".

El señor So, uno de los dueños de De Oriente, deja que cualquier "acompañante" trabaje en su local, pero les pone como condición que hagan consumir a los clientes, porque esa es la ganancia que se lleva. Además, a So no le gusta que se vistan de jean.

Las últimas

El fenómeno de las whiskerías exclusivas para marineros coreanos, tuvo un gran impulso en 2003, cuando se abrieron dos nuevos locales.

En Colonia entre Andes y Convención, abrió hace dos meses Rose Pub Karaoke Koreano, una whiskería con cinco reservados: el uno, dos, tres, cinco y el seis; el cuatro se lo saltean porque es el número de la mala suerte en Corea.

Su dueño es un ex marinero coreano que durante diez años recaló con frecuencia en Uruguay. Le gustó el país y decidió radicarse aquí con su esposa —también coreana— y establecer su negocio.

En el "restaurante" trabajan dos mozas, el dueño y su esposa, además de 15 acompañantes que se ofrecen por su cuenta, como en el resto de los locales.

Larrachea, moza del lugar, vive con sus padres. Trabajaba como moza en un restaurante común y corriente y ganaba, propinas incluidas, unos 3.000 pesos. Entró a la whiskería a trabajar como moza y limpiadora hace dos semanas y ahora cobra 4.000 pesos más las propinas. "El otro día un coreano me dio 1.000 pesos de propina porque me dijo que trabajaba mucho", contó Larrachea. "Y es cierto, estoy 12 horas por día trabajando acá".

Carina y Erica, dos "acompañantes" de 21 y 20 años, dicen que "acá se trabaja mejor que en las whiskerías de uruguayos. Mirá ¿ves algún cafiolo? No hay. Trabajás por tu cuenta y conviene. En una noche hacés más de 1.000 pesos".

El último local abrió el 16 de octubre en Mercedes entre Convención y Río Branco. Sus dueños son un capitán y un marinero de un pesquero coreano que se hundió. Con la indemnización del seguro abrieron Bar Karaoke, una whiskería habilitada para marineros de todas las nacionalidades, aunque según la encargada Roxana Saralegui, suelen ir sólo coreanos.

Esta whiskería cuenta con siete reservados. Cada uno tiene un equipo de karaoke importado de Corea, una guía con miles de temas en coreano, inglés y español —desde los Rolling Stones hasta Thalía—, una gran mesa central, sillones, un ventilador y un globo de luces de colores giratorio.

El local es visitado con frecuencia por una uruguaya de 56 años que no quiere dar su nombre y que se gana la vida recorriendo todos los días los karaokes coreanos con su cámara Polaroid. Pide permiso para entrar a los reservados y ofrece a los clientes tomarles una foto junto a alguna chica, a cambio de 80 pesos. Le va bien, es muy solicitada. A los coreanos les gusta llevarse un recuerdo de los felices momentos vividos en Montevideo, antes de volver a embarcarse otros seis largos meses.

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