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Se advierte la ausencia de principios éticos en los orígenes de la crisis actual

| Se creó la ficción de que la economía es una disciplina exclusivamente técnica que debe ser manejada por tecnócratas

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Con motivo de la inauguración, el 17 de septiembre pasado, del programa "Cien Jóvenes Sobresalientes", organizado por la Universidad de la República con el apoyo del PNUD, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), y la Red Iberoamericana de Universidades por la Responsabilidad Social Empresarial (RedUnirse), ECONOMIA & MERCADO conversó por teléfono con el fundador de este innovador programa internacional, el Dr. Bernardo Kliksberg, asesor principal de la Dirección Regional para América Latina del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que reside en Nueva York.

El entrevistado señaló que, en este programa de seis meses de duración, están participando un centenar de estudiantes con las mejores calificaciones de las Facultades de Ciencias Económicas y Ciencias Sociales, que, además, han demostrado vocación de servicio. El objetivo es hacerles conocer nuevas ideas sobre la economía y el gerenciamiento basadas en la responsabilidad social empresarial y la ética para el desarrollo. Cursos similares se están dictando en universidades líderes de Argentina y Perú. A continuación se publica un resumen de la entrevista con el Dr. Kliksberg que es reconocido como el padre de una nueva disciplina: "la gerencia social".

-¿Qué efectos ha tenido la crisis económico-financiera global en la sociedad norteamericana?

-Esta no es una crisis coyuntural ni episódica. Es la mayor crisis del sistema económico internacional en los últimos ochenta años. Sus efectos se manifiestan tanto en la magnitud de las cifras como en las dimensiones de los problemas que surgen. Se habla mucho de los efectos financieros de la crisis, pero no se resaltan suficientemente sus impactos sociales. En la economía de Estados Unidos, la mayor del mundo que produce el 28% del PIB global, se han destruido ocho millones de empleos a partir de 2007 y, en consecuencia, la tasa de desempleo más que se duplicó desde esa fecha, pasando de 4,7% a 9,6%. Actualmente hay 15 millones de desocupados en ese país. Si se le agregan los subocupados y los desalentados, o sea quienes abandonan el mercado laboral por la imposibilidad de conseguir un empleo, la cifra casi se duplica, es decir que existen seis aspirantes por cada puesto de trabajo. Todo esto genera récords en la expedición de "tickets alimentación" para las personas que viven en la pobreza extrema, en la demanda de lugares en los refugios, etc.

Además, hay un fenómeno de "nuevo pobrismo" porque miles de familias de clase media han caído en la pobreza, estimándose que dos de cada diez deudores hipotecarios perdieron sus casas por haber dejado de pagar las cuotas correspondientes. Ante este panorama, el gobierno ha adoptado enérgicas políticas reactivadoras.

-¿Cómo afecta la actual crisis a los sectores socialmente más vulnerables de los países en vías de desarrollo?

-En el mundo globalizado están muy encadenadas las estructuras productivas, comerciales y financieras y, por tanto, el impacto ha sido muy fuerte en los sectores más desprotegidos del orbe. En 2009 el número de personas con hambre aumentó en 100 millones, con lo cual el mundo llegó a tener 1.020 millones de hambrientos que es el mayor registro de la historia universal, o sea que una de cada seis personas sufre graves carencias alimenticias pese a que la revolución tecnológica ha multiplicado la posibilidad de producir alimentos. Aunque hoy se está en condiciones de satisfacer las necesidades de toda la población mundial, murieron 5,5 millones de niños por desnutrición en 2008, año en que se registró la mayor cosecha de la historia. Por ende, el hambre no es sólo un tema de producción, sino de acceso y organización social.

-Esa es una situación muy paradójica en una época altamente tecnificada…

-Por cierto, tenemos un mundo que está rebosante en innovación tecnológica y en creación de tecnología de punta, factores que son una bendición porque ayudan a satisfacer las necesidades básicas del ser humano. Pero, en este mismo mundo, siguen existiendo y aumentando las desigualdades extremas. El 10% más rico de la población global es dueño del 85% de los patrimonios del planeta, según una investigación de la Universidad de las Naciones Unidas. En cambio, el 50% de la población mundial posee menos del 1%. Son distancias inéditas en la historia del género humano. Se las llama "desigualdades grotescas" en los informes de la ONU y "desigualdades hirientes" en la última Encíclica Papal.

-¿Qué impactos tiene la desigualdad?

-Es clave en generar elevadas cifras de pobreza (3.000 millones de personas). Entre otros aspectos, incide en que la explosión tecnológica y los beneficios de la tecnología lleguen sólo a una minoría de la población global, quedando totalmente excluida la mayor parte de la gente. Como la crisis ha agravado la desigualdad y la pobreza, ahora más que nunca se necesita pensar en modelos económicos inclusivos que abarquen a los que ya estaban excluidos y a quienes han caído recientemente en la pobreza.

-¿Quién tiene la responsabilidad de revertir los efectos perversos de la crisis?

-Es una tarea de todo el género humano. La ONU puso de manifiesto los graves problemas que afectan al mundo y ha convocado a la humanidad a través de las Metas del Milenio a mejorar los indicadores de calidad de vida para 2015. Para ello es fundamental que las sociedades más ricas y los grandes decisores económicos, es decir quienes tienen más poder en el mundo, fijen nuevas reglas de juego en el orden internacional, promuevan más inversiones en los países en desarrollo, abran sus mercados a los productos del Tercer Mundo y haya más solidaridad con los pobres. Por ejemplo, la FAO sostiene que un aporte solidario de US$ 25.000 millones anuales resolvería el problema del hambre en el mundo, una cifra de poca monta si se compara con los más de US$ 850.000 millones que se gastan anualmente en presupuestos militares.

Economía y ética

-¿Qué soluciones propone para terminar con estas inequidades tan agudas?

-Se requiere volver a vincular la ética con la economía. La necesidad de reintegrar los valores éticos al sistema económico lo planteamos el año pasado junto con el Premio Nobel de Economía 1998, Amartya Sen, en nuestro libro "Primero la gente". Cuando decimos que la ética "vuelva a tener peso", nos referimos a que los criterios éticos eran centrales en los comienzos de la economía moderna, en las reflexiones y trabajos de sus fundadores como Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill. Todos ellos consideraban que la economía debía ser una ciencia muy orientada y atenta a esos valores. Por ejemplo, Smith resaltó que, sin valores éticos, los mercados serían ineficientes. Por eso, dice que se precisa honestidad, transparencia, confiabilidad y sentido del interés público para evitar deformaciones muy perjudiciales en el sistema económico. Por otra parte, la economía también está orientada por la ética en casi todas las cosmovisiones espirituales del mundo. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, hay una serie de normas éticas que regulan el manejo de la economía.

-¿Quién dijo que la ética y la economía transitaban caminos separados?

-En las últimas décadas, los principios éticos fueron dejados de lado por las doctrinas económicas ortodoxas rígidas. Se creó la ficción de que la economía es una disciplina exclusivamente técnica que debe ser manejada por tecnócratas y que la ética es una disciplina de otro orden, básicamente del mundo espiritual, que no debe interferir en las operaciones económicas. Esa economía ortodoxa se ha manifestado en la creación de reglas de juego que, al ignorar la ética, favorecen la maximización a ultranza del egoísmo y del beneficio personal. Asimismo la anomia moral facilita la corrupción. Si todo vale, las prácticas corruptas dejan de tener enfrente al fiscal implacable que es la ética.

-¿En qué medida la ética se vincula con la crisis actual?

-Se advierte su ausencia en los orígenes de la crisis económica actual al haberse dejado de proteger el interés colectivo desregulando mercados que eran muy delicados, como el parafinanciero. Fue en esos mercados totalmente desregulados que se dispararon incentivos perversos, que hoy el presidente Obama llama "la codicia desenfrenada". Por eso, su administración logró que se aprobara recientemente una ley que, entre otras cosas, crea la Agencia de Protección de los Intereses del Consumidor Financiero, diseñada especialmente para defender a los pequeños ahorristas y accionistas. En la misma dirección, el Congreso de ese país reestructuró las responsabilidades de las empresas, en particular las compañías financieras, para que sean más transparentes y que se eviten las maniobras que condujeron a esta crisis.

-¿Cree que se pueda volver a inculcar los valores éticos en el mundo de los negocios?

-Como muchos de los CEO de las grandes empresas involucrados en actos de especulación y de "codicia desenfrenada" eran graduados de las principales escuelas de negocios de Estados Unidos, ha surgido un movimiento muy fuerte en ellas para fortalecer la educación en ética en la formación de los altos gerentes. Por ejemplo, es sugestivo que este año la Universidad de Harvard, por primera vez en su historia, designó como nuevo decano a un catedrático de Ética y Liderazgo, el profesor Nitin Nohria. Se apartó de la tradición de que los decanos de su prestigiosa Business School provenían de la economía o las finanzas.

Ética en la región

-¿Cómo piensa transmitir los valores éticos a los economistas y gerentes latinoamericanos?

-Hay una presión muy fuerte en el mundo desarrollado que exige ética a los políticos, pero también se la reclama a los empresarios. Esa tendencia se está extendiendo a América Latina porque hoy existe una ciudadanía más activa, más organizada y más consciente. Como respuesta a esa situación, en 2008 tuvimos gran eco al proponer una Red Iberoamericana de Universidades por la Responsabilidad Social Empresarial (RedUnirse). Establecida con el apoyo del PNUD y la Aecid, ya cuenta con 200 universidades públicas y privadas de Latinoamérica, España y Portugal. Su meta es enseñar ética y RSE a todos los economistas y potenciales altos ejecutivos como parte esencial de su formación.

-¿Tiene expectativas de que se imponga la ética en la economía de los países latinoamericanos, cuyos niveles de corrupción ocupan posiciones que poco nos enorgullecen?

-Hay que enfrentar la corrupción por todas las vías. Un ejemplo de lo que puede significar una ética positiva son las remesas migratorias. Es sabido que las economías de México y América Central dependen considerablemente de las remesas de dinero de los emigrantes residentes en Norteamérica y Europa, quienes envían anualmente cerca de un 15% de sus ahorros a sus familias en sus países de origen, lo que constituye el principal ingreso de 20 millones de hogares pobres. A pesar de los fuertes impactos de la crisis, esos humildes trabajadores siguen remitiendo dinero con enormes sacrificios. Lo hacen por el valor inmenso que tiene para ellos la familia. Lo curioso es que los emigrantes nunca se reunieron para tomar la decisión de girar esos fondos.

Fueron valores éticos comunes, las lealtades familiares, las que generaron el fenómeno de las remesas migratorias que llegaron a convertirse en una de las principales fuentes de ingresos de la región. La existencia de una ética positiva, como en este caso, puede producir solidaridad familiar en gran escala y efectos totalmente virtuosos. Esto no es una quimera, sino que ahí hay un ejemplo. Si se estimularan las éticas positivas, podría esperarse que la economía funcione de manera diferente.

La educación es una de las claves para bajar la tasa de delitos

-Su obra más reciente se titula "Cómo mejorar la seguridad ciudadana en América Latina". ¿Hay posibilidades de abatir los índices de criminalidad?

-Las tasas de delitos en la región han aumentado durante las últimas décadas, pero tenemos que diferenciar dos tipos de delincuencia. El primero proviene del crimen organizado al que hay aplicarle todo el peso de la ley para desarticular totalmente a las bandas de narcotraficantes, de secuestro de personas, de robo de automóviles, etc.

El otro tipo es la "delictualidad joven", que está compuesta por adolescentes que comienzan cometiendo delitos menores y pueden terminar siendo reclutados por las bandas de criminales organizados. En este caso, al indagar sobre sus causas, se encuentran tres razones centrales. La primera es que existe una correlación estadística absolutamente robusta entre más educación y menos delitos cometidos por jóvenes. Un alto porcentaje de los delincuentes jóvenes tiene niveles muy bajos de escolaridad. La segunda razón es que esos jóvenes no tienen probabilidades de ingresar al mercado laboral. En tercer término, muchos provienen de familias desarticuladas y, por tanto, hay que proteger y fortalecer los núcleos familiares, que son la institución más fuerte para prevenir el delito porque entregan valores éticos y los tutorean. Más educación, más trabajo y más familia, son vías esenciales para mejorar la seguridad ciudadana.

-Más allá de ese diagnóstico, ¿qué medidas recomienda para que la gente no viva expuesta a actos de violencia en las calles y delitos a la propiedad?

-Si bien las soluciones están a la vista, las sociedades latinoamericanas están bastante desorientadas en este tema. A veces los ciudadanos creen en la magia de las medidas represivas, pero no conozco ningún país en que este problema se haya solucionado de ese modo. Mientras los países nórdicos tienen las tasas de criminalidad más bajas del mundo: un homicidio por año cada 100.000 habitantes, América Latina registra veinticinco homicidios bajo los mismos parámetros. Los escandinavos tienen la menor proporción de policías, pero todos los jóvenes tienen la posibilidad de incluirse en la sociedad y, por tanto, el delito no aparece como una opción provechosa. En cambio, el 20% de los jóvenes latinoamericanos está fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo. Para bajar la tasa de delitos, tenemos que incluir a esa población y la educación es una de las claves.

Para crecer se precisa una población sana y educada

-Las economías sudamericanas crecieron significativamente en los últimos años, salvo en 2009 cuando, en su mayoría, se estancaron o retrocedieron a raíz de la crisis global. ¿Se han reducido los niveles de pobreza de estos países en forma proporcional al crecimiento económico experimentado durante buena parte de esta década?

-Sabemos por experiencia que los indicadores sociales retroceden con facilidad en momentos de crisis, pero lamentablemente son los más lentos en recomponerse. Por eso es necesario que nuestros países, que tienen una posición privilegiada en la economía global por la valorización de los precios de los commodities, sigan aplicando y amplíen aún más las vigorosas políticas sociales que implementaron y que han dado muy buenos resultados.

-¿Qué aportes deben hacer los gobiernos a las áreas sociales para el desarrollo humano?

-La inversión social -y no "el gasto social" como suele denominársele- en salud y educación es la más rentable en el mundo. Cada dólar que se destina al área de la salud tiene un 600% de retorno en la sociedad. Un estudio encargado por la Organización Mundial de la Salud determinó que los países más exitosos económicamente en los últimos cincuenta años, primero, invirtieron en salud y educación y, luego, se produjo el despegue de sus economías. Es otras palabras, no esperaron a tener grandes recursos financieros para invertir en esas dos áreas como si fueran un subproducto del crecimiento. En realidad, el disparador estuvo basado en "empoderar" a su población, o sea tener gente saludable y calificada. Eso sucedió en los países escandinavos, Canadá, Israel, Japón, los estados del sudeste asiático, etc., que apostaron fuertemente a las capacidades de sus habitantes, quienes, a su vez, fueron los motores del crecimiento.

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